Viaje al corazón de César Vallejo

 César-Vallejo-1El poeta, narrador y ensayista colombiano José Luis Díaz Granados (1946) nos presenta un retrato del poeta peruano César Vallejo, infortunado en la vida, cesáreo tras la muerte. Vallejo publicó “Trilce” en 1922 y es uno de los pilares de la poesía en español. La poesía de Díaz Granados se hallan reunidos en un volumen titulado La fiesta perpetua. Obra poética, 1962-2002 (2003).

 

 

 

VIAJE AL CORAZÓN DE CÉSAR VALLEJO

   

Descendiente de españoles y de indígenas, este César Vallejo, hombre poseído por la más agobiante melancolía, era el prototipo del poeta que por sobre todas las cosas buscó siempre ser original —en el más estricto y positivo sentido de la palabra—, anticipándose a la misma vanguardia que luego lideraría, mezclando imágenes del modernismo con las onomatopeyas del insomnio y los peruanismos de los barrios de clase media de Lima con los suspiros tristes de los quechuas.

“Madrugada. La chicha al fin revienta / en sollozos, lujurias, pugilatos; / entre olores de úrea y de pimienta / traza un ebrio al andar mil garabatos. / Mañana que me vaya, se lamenta / un Romeo rural cantando a ratos. / Caldo madrugador hay ya de venta / y brinca un ruido aperital de platos. / Van tres mujeres, silba un golfo, lejos / un río anda borracho y canta y llora / prehistorias de agua y tiempos viejos. / Y al sonar una caja de Tayanga, / como iniciando un huaino azul remanga / sus pantorrillas de azafrán la aurora…”.

Nacido en Santiago de Chuco en 1892, desde muy niño mostró una personalidad tímida y solitaria. Fue sucesivamente cajero de banco, preceptor de un hijo de terratenientes en Huánuco, estudiante de literatura, profesor de enseñanza primaria, fundador de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), con Haya de la Torre —con quien rompió poco después—, preso político, periodista, viajero, militante del Partido Comunista Peruano y combatiente en la Guerra Civil Española en 1936.

Tuvo entre sus alumnos al niño Ciro Alegría; entre sus amigos y contemporáneos a José Carlos Mariátegui —quien expresó que Vallejo es siempre un alma ávida de infinito, sedienta de verdad—, y Antenor Orrego; entre sus émulos a Pablo Neruda, Vicente Huidobro y Tristán Tzará; entre sus mejores amigos a Picasso, García Lorca, Louis Aragón y Juan Larrea.

Este último fue quien afirmó que la palabra Trilce —el extraño y hermoso título de su obra capital—, provenía de las palabras tres y dulce.

“Teniendo en cuenta que para Vallejo el calificativo dulce era, reiteradamente, el específico del amor, Trilcesignifica el tránsito de una situación duple de amor a otra de espacio, dimensión o potencia más elevada”.

Sin embargo, la mayoría de los estudiosos de la poesía vallejiana concuerdan en que Trilce es donde comienza la palabra triste y termina dulce.

En la década del 30 viajó a Unión Soviética en dos oportunidades. Su impresión ante el ascenso vigoroso de la potencia socialista está magistralmente descrita en su libro Rusia 1931, al que agregó nuevas crónicas en los años subsiguientes.

En la palabra poética de César Vallejo, amor y muerte estallan al unísono. A su vez, desafía a Dios a invertir el orden lógico de su creación y al devolverle nuevas y sorprendentes criaturas.

Vallejo fue uno de los organizadores del Primer Congreso de Escritores Antifascistas que se llevó a cabo en varias ciudades de España en armas y en 1937 fundó con Pablo Neruda el Grupo Hispanoamericano de Ayuda a España, en París. En esas circunstancias escribió España, aparta de mí este cáliz todo un arsenal de belleza en el dolor:

“Niños, qué edad la de sienes cóncavas! / qué temprano en el sol lo que os decía! / qué pronto en vuestro pecho el ruido anciano! / qué viejo vuestro 2 en el cuaderno! / (…) cómo va a castigar el año al mes! / cómo van a quedarse en diez los dientes, / en palote el diptongo, la medalla en llanto, / cómo vais a bajar las gradas del alfabeto / hasta la letra en que nació la pena!

“Cuídate España de tu propia España! / Cuídate de la hoz sin el martillo, / cuídate del martillo sin la hoz!” cantó dolorido en el más completo testimonio lírico concebido a las sombras hostiles del fascismo agresivo de Franco.

Herido de muerte moral desde la iniciación de la Guerra Civil , el cóndor peruano fallece en París en 1938, muerte prevista desde su soneto “Piedra blanca sobre piedra negra”:

“Me moriré en París con aguacero un día del cual tengo ya el recuerdo…”.

Como bien lo dijo Mariátegui, Vallejo tiene “inconfundiblemente el acento de un verdadero creador, de un auténtico artista: la confesión de su sufrimiento es la mejor prueba de su grandeza”.

 

 

 

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