Entre Max Rojas y Marco Antonio Campos: Análisis de una generación 1940-1949

generacion 40sEl poeta, narrador y ensayista Mario Calderón (1951) revisa la generación de los 40s en México. Max Rojas, Dionicio Morales, Francisco Hernández, Alejandro Aura, Francisco Hernández, Jaime Reyes, José Vicente Anaya,  David Huerta y Marco Antonio Campos, entre otros, son analizados en sus distintos lenguajes literarios. Un buen acercamiento a esta generación.

 

 

 

 

La generación de los cuarenta

En 1981, cuando  los integrantes de la generación de los cuarenta tenían más de treinta años, apareció la primera antología de estos poetas, se llamó Poetas de una generación (1940-1949). La selección y las notas estuvieron a cargo de Jorge González León con prólogo de Vicente Quirarte. Se incluyeron veintidós poetas: Marco Antonio Campos, Elsa Cross, Antonio del Toro, José Ramón Enríquez, Evodio Escalante, Miguel Ángel Flores, Mariano Flores Castro, Orlando Guillén, Francisco Hernández, David Huerta, Carlos Isla, Antonio Leal, Carlos Montemayor, Raúl Navarrete, Maricruz Patiño, José Manuel Pintado, Jaime Reyes, Max Rojas, Francisco Serrano, Mario del Valle, Luis Roberto Vera y Ricardo Yáñez. Se quedaron fuera de ese volumen, al menos, la mitad de poetas que lo componían, once: Xorge del Campo, Homero Aridjis, Eduardo Mosches, Raúl Garduño, Alejandro Aura, José Vicente Anaya, Herminio Martínez, Gloria Gervitz, Gilberto Castellanos, Jorge Ruíz Dueñas y Dionisio Morales. ¿Por qué no fueron incluidos? En algunos casos (Homero Aridjis y Alejandro Aura, muy conocidos en la época) fue seguramente de manera intencional, pero tal vez la principal causa fue la ausencia de investigación del antologador.

Algunos de los antologados transitaron hacia otros géneros. Es el caso de Carlos Montemayor que se desempeñó mejor en la novela histórica y Evodio Escalante que se convirtió en el más brillante  crítico de poesía de su generación.

En 1999, Eduardo Milán y Ernesto Lumbreras en su antología Prístina y última piedra, antología de poesía hispanoamericana presente, incluyen únicamente a cuatro: Francisco Hernández, David Huerta, Elsa Cross y Gloria Gervitz. Curiosamente rescata a Gervitz que no había sido tomada en cuenta  en la primera antología. Más tarde, en 2001, cuando todos los poetas de esta década tenían más de cincuenta años, Juan Domingo Argüelles en su antología Dos siglos de poesía mexicana, del siglo XIX al fin del milenio: Una antología, rescata, de esta generación, únicamente a nueve integrantes: Homero Aridjis, Max Rojas, Alejandro Aura, Elsa Cross, Francisco Hernández, Jorge Ruíz Dueñas, Jaime Reyes, Marco Antonio Campos y David Huerta. Después, en 2006, Víctor Manuel Mendiola en Tigre la sed, antología de la poesía mexicana contemporánea compila únicamente a ocho poetas: Homero Aridjis, Gloria Gervitz, Alejandro Aura, Elsa Cross, Francisco Hernández, Antonio del Toro, Mariano Flores Castro y Marco Antonio Campos. En 2009, cuando  los poetas de esta generación cumplieron más de 58 años, apareció El oro ensortijado, poesía viva de México de Mario Bojórquez, Alí Calderón, Jorge Mendoza Romero y Álvaro Solís. En ella se incluye únicamente a cuatro poetas de esta generación: Francisco Hernández, Marco Antonio Campos, Max Rojas y José Vicente Anaya. Estos antologadores, nacidos  más de dieciocho años después de terminados los años cuarenta, hablan de rescatar sólo a los poetas que constituyen su tradición considerando la poética del decoro horaciano, por tanto, sostienen que se trata de una antología de poemas, no de poetas; se elimina, de esta manera, el elemento político. Para 2009, habían muerto varios poetas de esa generación, entre ellos Alejandro Aura, Jaime Reyes, Xorge del Campo, Carlos Isla, Raúl Navarrete y José Ramón Enríquez.

La generación, hasta el momento, ha dado seis Premios de Poesía Aguascalientes: Alejandro Aura, Raúl Navarrete, Miguel Ángel Flores, Francisco Hernández, Elsa Cross y Antonio del Toro.

Atrae la atención que, según las antologías y tal vez el gusto de los poetas de las siguientes generaciones, algunos poetas  de la generación de los cuarenta se han ido diluyendo, su poesía perdió vigencia a pesar de sus premios y su labor en la política cultural. Los antologadores de El oro ensortijado, por ejemplo, seguramente no incluyeron a otros miembros de esta generación debido a que hablan de restablecer la poética del decoro, sin que importen las razones extraliterarias.

Es difícil penetrar en el bosque de la poesía de la generación de los cuarenta para identificar a los poetas verdaderos porque así como ha imperado en México la corrupción en los ámbitos sociales y de gobierno, en el arte y la literatura se falsea el gusto del pueblo y la mayoría de los poetas gozan de prestigio, no por la preferencia del gusto de los lectores, sino por razones extraliterarias. Su obra ha sido promovida a través de editoriales gubernamentales importantes, aunque no sea de gran valor estético. En la sociedad mexicana de la segunda mitad del siglo XX y la primera década del XXI, un recurso de legitimación del arte y la literatura, quizá provocado por la incultura del pueblo que tiene como promedio de educación el segundo año de secundaria, ha sido la técnica del rumor. La gente dice “Tal o cual poeta es bueno” y las masas repiten la frase sin haber leído su poesía. Para evadir este vicio de apreciación, en el presente trabajo nos basaremos  en dos criterios: la construcción de un discurso   connotativo o polisémico claro por parte de los poetas y el atractivo de su poesía. Se realizarán comentarios  sobre nueve poetas que parecen reunir con claridad esta condición:  Max Rojas, Dionisio Morales, Alejandro Aura, Gilberto Castellanos. Francisco Hernández, Jaime Reyes, José Vicente Anaya, David Huerta, Marco Antonio Campos y Herminio Martínez. Sus lenguajes son el neobarroco, el construido con base en metáforas y el de tensión emotiva. Las reflexiones se realizarán, en la mayoría de los casos, sobre textos aparecidos en antologías, por tanto, suponemos que son sobresalientes dentro de las obras particulares.

 

Max Rojas

Max Rojas nació en la ciudad de México, en 1940. Ha escrito únicamente dos poemarios El turno del aullante (1983) y Ser en la sombra (1986). Los dos libros fueron reunidos en El turno del aullante y otros poemas (1997) donde aparecieron otros poemas inéditos. Su poesía, en cuanto al contenido, es fruto de su inconformidad con el mundo. Su malestar provoca un estado emotivo que hace brotar la poesía al tensarse la lengua mediante su primera articulación. La poesía, en ese estado de furia, desemboca en aliteraciones y formas  de la lengua, algunas que han sido ya seguidas por otras palabras, como volvido, agonición, crujición, etcétera. Y otras que constituyen verdaderos neologismos como  hoyancó, agonir, anochecí, bajadura y otras. Sin embargo, lo poético, lo extra se encuentra definitivamente en la emotividad:

 

VI

Hoy de golpe me vino todo aquello,

y de golpe, también, me encontroné

en un muro.

No es para menos, dije, y me tiré al olvido,

y luego anochecí mascando penas.

 

Me dio por acordar de amargas cosas,

y me puse a morder tales mordidas

que los dientes después me hicieron daño;

aconteció que el llanto sonó a desbarajuste,

pero mejor me fui por si llovía;

hubo no sé ni cuántas bajaduras

y tantas cosas más que me arrumbaron.

La pena me entristó y estuve a punto

de barbotar de tanto que traía;

de golpe se me vino todo encima,

y hubo un dolor aquí y un aguacero

y un poco de llorar por si las dudas

( la cosa fue que el agua me hizo daño).

No es para menos, dije, y me tiré al olvido,

y enmohecí en un rincón mascando penas.”

 

 

Dionicio Morales

Nació en Cunduacán, Tabasco, en 1943. Dionicio Morales fue secretario particular del poeta Carlos Pellicer. Se advierte por ello cierta poética cercana a la impuesta por los Contemporáneos: discurso directo. En esta línea, su decir poético refiere el entorno y está dominado por las imágenes de la naturaleza. Asimismo, sus poemas alcanzan mayor emotividad cuando connotan sentimientos, particularmente, los de carácter amoroso En sus mejores poemas presenta  concepción del mundo y sensibilidad gay, por ello el lenguaje en su significante o estructura, es de gran limpidez,  finura y  sonoridad, es decir,  procura, quizá inconscientemente, que predominen las vocales y los sonidos sonoros:

 

Maíz

 

A la verde y juncal orfebrería del viento,

le brotaron mazorcas luminosas, granos

prodigiosos que albergan el milagro de

los dioses. Los hombres, modelados a

semejanza, por sus miligramos se

agigantan. Brizna de luz trizada en una

lujuriosa vendimia de los cielos. (Morales,2005:73)

 

O el siguiente fragmento de “El alba anticipada”:

 

II

Quizá era yo como el viento

liviano de colores

y recio de canciones monocordes.

Quizá era yo como el viento

posándome desnudo en los instantes

quemando resolanas aéreas sin orillas.

Quizá era yo como el viento.

Pero tal vez yo no fui como el viento;

debí haber sido un sol denominado

con presagios de luz incandescente

revolcándose en la arena silenciosa

de una sombra ya mía de antemano.

¿Sería, de verdad, un sol agudo

bañando de estertor a mis hermanos?

 

IV

Te fuiste tan de pronto,

cuando apenas la noche maduraba.

No me diste el tiempo necesario

de preparar tus cosas para el viaje.

Te fuiste de repente.

Aún persigo incansable con mis manos

la nota vertical de tu sonrisa,

aún te busco incipiente por el tiempo

y no te encuentro hombre, amigo,

hermano de mis sueños clandestinos. (Morales,1993:7)

 

 

Alejandro Aura

Nació en la Ciudad de México en 1944. Alejandro Aura es poeta, narrador, dramaturgo, director de escena y guionista. Fue becario del Centro Mexicano de Escritores en 1964. Es autor de poemarios como Alianza para vivir (1969), Varios desnudos y dos docenas de naturalezas muertas (1971), Tambor interno (1975), Poeta en la mañana (1991) y Poemas y otros poemas (2003). En 1973 obtuvo el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes con el libro Volver a casa, publicado al año siguiente. Aura se constituye como un poeta crítico de su tiempo y de su circunstancia social. Su discurso gira en torno al símbolo de la ciudad que, al tiempo que engendra podredumbre, puede llegar a ser un manantial de belleza, donde la gran riqueza coexiste con la completa miseria. De manera coherente, el trabajo del lenguaje se apoya reiterativamente en un registro  coloquial, que lo mismo puede optar por la ligereza en el plano del significante que ser ríspido y pesado. Alejandro Aura representa en México la cumbre de la poesía naïf, corriente artística surgida después del postexpresionismo porque, como ya se expresó, sus temas más frecuentes están ligados a la vida cotidiana urbana y a los sueños con una tendencia  a la simplificación de las formas y a la utilización de los colores vivos. Por su sencillez se asemeja a los pintores primitivos de la edad media. Su poesía es desenfadada, plena de simpatía, optimismo, y vivacidad.  Escribe con formas simples y  aparente inocencia. Veamos este poema con reminiscencias de la lírica medieval:

 

Intermedio cantante

La niña estaba asomada

y el trovador le decía:

-si tú me dieras tu gracia,

dueña mía, dueña mía.

La niña estaba asomada

 

-Si tú me dieras tu gracia

yo te encastillara reina.

La niña que lo contempla

largos cabellos se peina.

 

-Si tú me dieras tu gracia.

 

La niña que lo contempla

primero se ruboriza

luego mira bien al hombre

y se derrumba en sonrisa.

La niña que lo contempla.

 

Luego mira bien al hombre

y se imagina ganada:

como apéndice florido

de su apellido colgada

luego mira bien al hombre.

 

Como apéndice florido;

como término a sus obras

le dice a su mal venido:

-Ah, trovador, tú me cobras

como apéndice florido.(Aura,1998:264-265)

 

O éste:

 

 

Un muchacho que puede amar

 

1

Huele a muchacha el aire de mediodía,

huele a muchacha natural,

y está tan cargado de olor a muchacha

el aire de mediodía

que estoy a punto de gritar

que el aire de mediodía huele a muchacha.

 

Y éste:

 

Paso de paseo

Cuando terminamos de confesar

Y dejamos de decirnos los bienes y los males

Y de hacer cuenta y resumen

y de acomodar verdades a mentiras,

cuando arrojamos fuera en buen amor las cargas

de conciencia

y comenzamos a sentir una liviana cercanía uno a la otra,

una al otro,

los dos como recién invitados a una fiesta,

nos tomamos de la mano y salimos del cuarto

para certificar esta belleza.(:152)

 

 

Gilberto Castellanos

Nació en Puebla (1945) y murió en 2010.Padeció  marginación simplemente por no haber vivido en  Ciudad de México. Escribió los poemarios El mirar del artificio, Katún, 1982, poemario que le mereció el Premio latinoamericano de poesía de Colima el mismo año de su publicación; Yacimiento del verano, Secretaría de cultura de Puebla, 2000, Rama del ser, BUAP, 2001; Semillas de Barro, BUAP, 2003; Arcángide, Secretaría de cultura de Puebla-Colibrí, 2003; Caudal, BUAP, 2005; Letranía, BUAP, 2005; Savia, BUAP, 2008; Cómo podar la luz, Secretaría de cultura de Puebla, 2008; Omnívaga, BUAP, 2009. Su discurso poético definitivamente es neobarroco. En él, lo  poético se encuentra  probablemente en la plasticidad y la eufonía,  verdaderos valores estéticos con cuya aparición deja inclusive de importar el contenido porque se objetiva lo subjetivo a través de la imagen y la motivación de los sonidos del significante por los significados. Escribe plásticamente empleando con frecuencia la sinestesia: “horizonte acústico” o “silencio tornasol” que recuerda el “alto grito amarillo” de Paz. En el caso de este poeta,  la poesía está principalmente en la plasticidad y el buen sonido. En el último verso  del  primer fragmento de poema que presentamos hay  un calambur en el que  está presente Octavio Paz de manera quizá inconsciente: puede sugerir “compás del día” o “con paz del día”.

 

El mar es una gota

 

2

Las garzas muy alto: silencio tornasol

con escenarios de la brisa, cardúmenes

de plumas los ojos que lo escuchan,

batuta de aletazos en hojas de naranjo

para un horizonte acústico y cristal,

flotan velas que ya escuchan, ocarina verde,

himno que ahí atardece, con paz del día.” (Castellanos, 2005: 28)

 

La descripción neobarroca es tendencia propia de su poesía. Veamos el siguiente poema pleno de colorido:

 

Algo quema los pies

 

La tarde alarga su seda de luz

Que ya estampan los pájaros:

amatistas gramíneas desnudan

los labios del arpa en el buche,

urden hilanderas de tonos

banqueteros que nadie perturba,

no congelan sus vuelos si hay niebla

buscando un candil en los nidos.

Algo quema los pies de las aves

que brincan alzando madejas

de arpegios y son heliotropos

puros en la mano que anochece.

Ha sido muy larga la fronda

del ruido que las flamas entume,

llevó por la orilla sus dientes

y no muerde lo terso del canto.

Rescoldos del olmo cuidan al hijo,

aprende con orquídeas nocturnas (Castellanos,2008:31).

 

 

Francisco Hernández

Francisco Hernández nació en San Andrés Tuxtla, Veracruz, en 1946. “Ha publicado los libros Gritar es cosa de mudos (1974), Portarretratos (1976), Oscura coincidencia (1986), De cómo Robert Schumann fue vencido por los demonios (1988), En las pupilas del que regresa (1991), Habla Scardanelli (1992), Moneda de tres caras (1994), Cuaderno de Borneo (1996) y Mascarón de prosa (1997). En 1993 publicó su antología personal con el título El infierno es un decir, prolongada por Jorge Esquinca; una segunda antología con estas características vio la luz en 1999 con el título Antojo de trampa. Un par de años antes recopiló la totalidad de su obra lírica en el volumen Poesía reunida.” (Argüelles, 2001: 478) Su poesía se ha caracterizado, sobre todo, por una especie de cobardía del yo que motiva un desplazamiento en un alter ego, se ha producido de esta manera un enmascaramiento. No  escribe demasiado de sí mismo, a pesar de que hablar del yo es la esencia del género lírico. Quizá este desplazamiento del yo se deba al anonimato u ocultamiento que es tendencia típica del ciudadano de nuestros días. Este desplazamiento se ha dado en Moneda de tres caras donde el poeta se expresa a través de la personalidad de Robert Schumann, Scardanelli (que era el nombre desde la locura de Friedrich Hölderlin) y George Trakl o más recientemente del fotógrafo Charles B. Waite. En este desplazamiento hay algo también de cercanía con la narrativa donde el autor se desdobla en sus personajes; esta mezcla de géneros, por otra parte, es un rasgo de la llamada literatura posmoderna. Francisco Hernández construye también su discurso a través del empleo de algunas palabras como símbolos a la manera de los poetas simbolistas. Se trata de símbolos de uso demasiado  común como veneno, mar y sol :

 

Hoy converso contigo, Robert Schumann,

te cuento de tu sombra en la pared rugosa

y hago que mis hijos te oigan en sus sueños

como quien escucha pasar un trineo

tirado por caballos enfermos.

Estoy harto de todo, Robert Schumann,

de esta urbe pesarosa de torrentes plomizos,

de este bello país de pordioseros y ladrones

donde el amor es mierda de perros policías

y la piedad un tiro en parietal de niño.

 

Su discurso adquiere tensión a través de emociones derivadas de su inconformidad frente a su medio.

 

Pero aún así la ciudad es un miserable tragafuego

que impide el vuelo de las corolas amarillas.

 

En la poesía de Francisco Hernández es evidente la crítica social al expresar, por ejemplo:

 

El amor es lo que estos niños felices desconocen.

Lo contrario del amor es una realidad olvidada

en lo más amoroso de nosotros mismos.

 

O al referirse a México como “país de pordioseros y ladrones”.

En el nivel de la expresión, se atreve a escribir dos versos agudos juntos:

 

A lo lejos, los nauseabundos muros de Mixcoac

son azotados por el mar.

 

Y, como ya es clásico en la poesía contemporánea, en lugar de emplear la consonancia o la asonancia, recurre simplemente a la resonancia haciendo coincidir una sola vocal en las terminaciones de sus versos:

 

cómo vivir si no puedo beberte devorándote,

cómo sorber tus músculos tirantes

de alta mujer bandera entre los hombres

si ya no estás emparedada en vidrio,

si resulta imposible pulverizar tus huesos.

Brilla perfecto el sol de los nocturnos.  (El subrayado es nuestro)

 

Y hace desembocar además la poesía en afortunados juegos de palabras:

 

El veneno en silencio merodea.

La quietud con sus fauces me rodea. (:119)

 

Objetiva, al mismo tiempo, los sustantivos abstractos y de esa manera imprime animismo a su poesía.

Busca la multiplicidad de significados, esencia de lo poético, en la alteración de la segunda articulación de la lengua descomponiendo un signo lingüístico:

 

amor

taja

dos (

 

Se observa cierta torpeza en el poema Mariposa, pues si hubiera omitido el verso “y no hay metáfora” el poemita estaría verdaderamente logrado.

 

Mariposa

 

Tu sexo,

una mariposa negra.

Y no hay metáfora:

entró por la ventana

y fue a posarse

entre tus piernas.

 

 

El poema “Noche cerrada”

 

Yankee Stadium:

frasco lleno

de luciérnagas. (:122)

 

Recuerda, por su similitud, el poema “Meditación en el metro” de Ezra Pound. Sus minitextos “Instantáneas” son sosos e ingenuos:

 

considera:

esto no es una orden pero un grano de azúcar

se disuelve en tu lengua. (Mendiola, 2006:264)

 

 

Jaime Reyes

Nació el 1 de diciembre de 1947, en la Ciudad de México. Publicó los libros de poesía Salgo de lo oscuro, (Editorial tarjetas de trabajo, 1970), Isla de Raíz Amarga, insomne raíz (Era, 1977), libro con el cual ganó el premio Villaurrutia el mismo año. Fue antologado en Poetas de una generación (1940-1949). Y su texto “Los derrotados,” en medio de la aridez que caracteriza la generación, es uno de los poemas que se destaca, por su calidad en la antología. Se trata de una nueva versión del poema “Por los desgraciados” de Ignacio Ramírez, poeta de La Academia de Letrán. Veamos el siguiente fragmento para observar la similitud:

 

Por los desgraciados

Para ellos siempre espinas nunca flores

Produce el mundo. Van tras la hermosura?

En sierpes se convierten sus amores!

 

Con fatiga se acercan a una altura,

Do su ambición pavonearse espera,

Y oyen crujir la escala mal segura.

 

Un tesoro su rica sementera

Les promete; y desátanse los ríos;

Y la cosecha al mar corre ligera.

 

¿Quién es estoico ante hados tan impíos?

Yo no me atrevo a contemplar sus males

Por temor de llorar también los míos. (Ramírez, 1966: 9)

 

Es un poema escrito en endecasílabos con el acento generalmente en la décima , la cuarta o, en ocasiones, en la sexta sílaba. Es un texto con gran fuerza poética y gran vitalidad donde se habla de que los desgraciados de nuestra raza mexicana son capaces de vencer las vicisitudes de la vida; su estilo fue imitado por el poeta Salvador Díaz Mirón. Esto se advierte principalmente en su poema “A Gloria”. Y veamos el siguiente fragmento del poema “Los derrotados” de Jaime Reyes:

 

Nada les importa, están solos, son como los locos, ensoberbecidos, gritando

aullando, encolerizados. Prendidos a la furia van secuestrando camiones,

levantan adoquines, atacan y casi en la victoria se sienten impotentes.

Lo saben. Saben que nada podrán hacer y por eso nada les importa.

Porque han descendido hasta el fondo de sí mismos y han encontrado infiernos,

desolación, bruscas risotadas de los que orgullosos se aman sobre la ciudad,

no se esfuerzan, conocen que todo es inútil y que nada se salvará.

Ellos tienen la certeza de la verdad cogida por el cuello, azotándola,

Y en ella azotan a los amantes y a los que trabajan y a la buena gente.

con su sombra de mierda tras la huella de sus hijos.

Roban, y saben que robar es entregarse.

Asesinan, y saben que hacerlo es dar amor, el amor, el bendito juego del arrasamiento.

Los derrotados abren la boca para recibir veneno, abren los brazos para recibir cadáveres de arena

Y se sienten felices, insoportablemente felices. (González de León, 1981: 121-122)

 

En este texto, escrito en verso libre, donde las terminaciones de los versos presentan resonancias al coincidir únicamente en alguna vocal, a diferencia de la época romántica, muestra una sociedad sin los valores del silgo XIX, una sociedad donde los derrotados no parecen mostrar espíritu de superación y menos de heroísmo. La poesía  intenta surgir de la tensión emotiva de los signos lingüísticos al relacionarse, sin embargo, el texto no  alcanza el nivel de lo sublime.

 

 

José Vicente Anaya

Nació el 22 de enero de 1947 en  “Coronado”, Chihuahua. Es poeta, ensayista, traductor y maestro de talleres de creación poética. Perteneció al grupo de los infrarrealistas. En  2007 publicó Peregrino y en1987 había publicado  Híkuri, en la Universidad Autónoma de Puebla. Híkuri,  en tarahumara y huichol significa peyote, cactácea venenosa medicinal del norte y centro del país cuyos botones florales contienen varios alcaloides que producen un estado de embriaguez acompañado de alucinaciones. El peyote, el híkuri “biznaga poderosa del todo, del bien-mal” es pues una sustancia estimulante, una droga del género lephophora.

José Vicente Anaya se interesa por explorar la otra parte de la mente, aquella donde se hayan las fuerzas de lo irracional, esa posibilidad del cerebro que no todos tenemos valor de investigar y afrontar. Híkuri es la crónica poética de un estado de alucinación donde el hombre penetra a un territorio propio, más allá de las formalidades físicas del tiempo y el espacio. El poemario, como Temporada en el infierno de Rimbaud o Aullido de Allen Ginsberg es  dionisiaco. Su lenguaje se torna poético a fuerza de tensarse, es un lenguaje que connota emotividad, la emotividad de la rebeldía, la furia y el deslumbramiento desde los primeros versos. En 1998, en el Diccionario de escritores mexicanos, Aurora María Ocampo y Armando Pereyra hablaron de que “la desarticulación entre el hombre y la vida es el principal tema de toda la obra de Anaya” (Ocampo, 1998: 53) Expresado esto en términos del psicoanálisis significa que hay rebeldía e inconformidad del ello o los instintos de este poeta con su super yo, la cultura o el mundo del hombre civilizado. Híkuri, como “el primero sueño” de Sor Juana o “Nocturno en el que nada se oye” de Villaurrutia trata sobre un viaje del consciente a lo irracional:

 

El alma grita / crótalo

repiqueteando con cascos de caballos

corcel de un bandido que se roba el tiempo y

combate cargado de anémonas y bombas

por un viaje-desorbitación” (Anaya, 1987: 13)

 

El viaje se realiza mediante un estimulante, una droga, el híkuri, el peyote a través del cual dice el poeta:

 

Abro ventanas que limitan órbitas

y busco la ciega luz que yo genero. (:15)

 

Se penetra a un mundo donde no existen el espacio ni el tiempo:

 

En este lugar deshabitado en que estoy

de soledad dando de

tumbos

entre petardos a quinientas mil

a mil quinientas semanas por segundo(:14)

 

Y nos agrega el sujeto lírico:

 

Y en este viaje

cada neurona me platica un sueño. (:14)

 

Se agolpan enseguida experiencias de la infancia sobre el padre, la madre, etcétera:

 

Mi madre

mete unos panes en la cajita que se llevará su esposo

mañana le quitaré esa comida tosca, y en su lugar

le pondré unas margaritas

que me puedo robar del cementerio. (:15)

 

Con ecos y recursos de las vanguardias,  expresionismo y  futurismo, y la inquietud social de los estridentistas,  rechaza la visión de mundo del futurismo,  expresando:

 

Todas las ciudades

son una serie de círculos concéntricos

que conducen a un corazón de acero

sin palpitaciones” (:19)

 

Y reniega de las máquinas al decir:

 

Todos los aparatos electrónicos controlan la vida ajena,

han metido una célula fotoeléctrica en mi cabeza (:19)

 

Al contrario del futurismo,  considera el maquinismo como algo que deshumaniza:

 

Si algo queda de espíritu en Europa y USA

se remuele entre dientes maniqueos

plantas eléctricas lanzando

millones de kilowattz a los cerebros (:21)

 

Esboza su visión de la poesía y los poetas: “Todos los poetas son el mismo” (:23)

Se funde luego el poeta con el agua espejo:

 

Me convierto en agua

mezclado con el agua. (:27)

 

En las gotas, lunas de espejos, no percibe las fronteras entre sexos:

 

Tú femenina-masculina

yo masculino-femenino. (:27)

 

Y de la misma manera que Sor Juana y Villaurrutia, Anaya en su viaje dice:

 

Lo dejé todo. Atrás se quedan

signos y cosas/ ataduras (:39)

 

Y arriba de pronto a la desintegración de la materia cuando escribe:

 

En universos interiores

la eternidad estalla (:35)

 

Y advierte que:

 

No existen muros

no hay abajo

ni arriba.

 

El poemario se percibe neobarroco también por el empleo del oxímoron, la sinestesia y el colorido:

 

Y al atardecer, sin lluvia

un arcoíris

con mil tonos de verde

que brillan

parpadeando. (:26)

 

Y este fragmento:

 

El anciano Cipiaame

me enseña el silencio comunicable. (:14)

 

Y este ejemplo de sinestesia:

 

Los ojos en proyección iluminada

reparten instrumentos musicales

por los manicomios/ visiones de sonido. (:16)

 

El discurso poético se construye sobre todo con el tono que brota de la fuerza de la primera articulación de la lengua al unir los signos con gran tensión:

 

Estalla

para volver a la locura

el alma grita/crótalo (:13)

 

Y por esa fuerza poética se obliga a la lengua a aliterarse en la repetición de sonidos que es vocación de la poesía:

 

Serpentinas volantes los canarios

son rayos que rozan azul en amarillo (:16)

 

Y en esa tensión el discurso termina por estallar al lenguaje.  Se hace explotar al signo lingüístico para que quede únicamente el sonido esencial

 

“Ni el sueño vidente de la vida queda/Q?” (:35)

 

El discurso termina con el significado del signo y conserva únicamente la palabra o el significante con el puro sonido, el de la lengua Rarámuri de los tarahumaras que pasa a adquirir tal vez otro significado que el lector desconoce:

 

“Signos con los que nadie se propuso decir nada” (:43)

 

Expresando al final el poeta al propio tiempo:

 

Soy nada y soy/ me moriré de vida,

ácido que rocía en el polvo/ nube

crepúsculo extasiado siendo efímero,

nada/nada/nada/nada

neje rawéwari híkuri goíshima

pirimu oráa eyena atza. (:44)

 

 

David Huerta

David Huerta es un poeta sumamente trascendente para la tradición literaria. Ha vivido en el centro de la literatura desde el primer momento. A principios de los años ochenta, Octavio Paz afirmó que a través de su poesía se aseguraba la continuidad de la tradición. Al paso de los años, un caudaloso capital simbólico hace de Huerta una figura axial para comprender la poesía contemporánea. Ha ejercido una influencia profunda en las generaciones más jóvenes de poetas. Próximo a una poética de raigambre neobarroca sustentada en la glosa y la digresión, este poeta ha escrito libros paradigmáticos en nuestra lírica: Cuaderno de noviembre (1976) y, particularmente, Incurable (1987). Pensamos que este último es un experimento con mayor suerte de la que merece pues criticable desde cierto punto de vista sería el facilismo de la imagen, el desprecio por la palabra precisa y la ingravidez del plano del contenido. En Historia (1990), por ejemplo, David Huerta se muestra como un poeta inspirado, artificioso en el mejor sentido, pleno de tensión y estremecimiento. Sus poemas logran el deleite, la conmoción y, en sus mejores momentos, corroboran la apuesta crítica de Paz.

 

Maquinarias

i

Para qué sirve todo eso te digo tu fiebre tu sollozo

Para qué sirve gritar o darle cabezazos a la niebla

Por qué romperse en las ramas rasguñar esos níqueles

Con qué objeto salarse mancharse darse dolor o darse ira

Te digo que uno no sabe a veces cómo salir de esta campana

Te repito que anda uno por las calles ahogándose

Y por todos lados nos preguntan el precio la obligación

Ya no nos dejan dormir tranquilos soñar tranquilos murmurar

Estamos solos amor no sabemos nada sabemos nada nada

Solamente puedo ver esos chispazos al fondo de tus ojos

Puedo sentir tu saliva en los deslizamientos nocturnos

Toco las sábanas que cubren tus hombros perfectos y me callo

Suenan maquinarias profundas en medio del azul formidable

Se rasgan las orillas dicen que estamos enfermos que somos tontos

Sé que ves en mi boca los dulces envenenamientos del beso

Comprendo cuánto vas olvidándome cuánto te voy perdiendo

Para qué sirven digo mi fiebre o mis lágrimas bajas

Pinches basureras palabras Y una vez más por qué enojarse

No hay motivo nada pasa nada sucede El alto cielo mexicano

Está llenándose Así el silencio va cubriendo el amor. (Huerta, 2000: 49)

 

Los dos últimos versos recuerdan el poema” Himno entre ruinas” de Paz cuando dice “El canto mexicano estalla en un carajo.”

En  estilo sencillo, David Huerta  escribió   el poema “Amanecer”, tal vez uno de los mejores poemas  de su generación:

 

 

 

Amanecer

 

Cunde el amanecer:

polvo que tiembla pálido

a la orilla del día,

esplendor indeciso

en los techos profundos,

claridad primordial

y leve incandescencia.

Qué perfección de tenue

laberinto de espejos,

de murmullos, de calles.

La vigilia enarbola

imágenes pausadas.

Amplio respira el mundo

que se ahonda sin límite. (Argüelles, 2001: 492)

 

En él, a través de la mirada, con plasticidad  mediante el empleo de sustantivos modificados por adjetivos inusitados (esplendor indeciso, leve incandescencia, perfección de tenue) atrapa lo subjetivo, la claridad del amanecer, de manera sugerente y ahí vibra lo poético.

 

 

Marco Antonio Campos

Marco Antonio Campos nació en la ciudad de México, en 1949. Ha escrito los  libros de poemas: Muertos y disfraces (1974), Una señal en la sepultura (1978), y La ceniza en la frente (1989). Su poesía reunida 1970-1996 incluye el libro inédito Los adioses del forastero, apareció en 1997, y su poemario Viernes en Jerusalén fue publicado en 2005. Su poesía se ocupa de reflexionar sobre la importancia del quehacer poético, en ese sentido escribe metapoesía. Se ocupa también, con nostalgia, de hablar de su propia familia. En su lenguaje emplea la plasticidad constante a través de la inclusión de  imágenes directas como “busca el mar meridional, las muchachas delgadas y esbeltas”.

Es un  poeta  con preocupación social. Con esta inquietud ha escrito sus mejores textos como “Entre dos plazas”. Donde a veces se maneja la palabra como símbolo, no sólo como imagen o signo, y la tensión de las palabras provocada por la primera articulación de la lengua crea un lenguaje verdaderamente emotivo que conmueve:

 

Desde el balcón central del palacio de La Moneda, en esta Plaza de la Constitución, Allende se dirigía al pueblo. Nada quedó de entonces, nada. En las calles y plazas del centro de Santiago las flores de los ceibos destellan su breve llamarada roja.

Camino hacia la puerta de La Moneda. Hace treinta y un años caligrafiaba casi a diario un cuaderno de sueños. Todo ha cambiado con las generaciones de los gorriones sucesivos que se paran sobre las ramas. En vez de apuntarme a la cabeza, los carabineros me revisan con un detector.

Entro. Doy vueltas en torno del Patio de los Naranjos. Me miro caminando entre espectros hasta contar el número 67. Con angustia, el que dirige, mira los aviones. La Moneda se sacude. Se adensan altas humaredas. Caen las bombas sobre techos y patios. Oigo la llegada de los tanques. Oigo el sonido de las botas de los soldados. El lloro del martes ya desangra el lunes. Entre el fuego cruzado alguien se acerca y me dice al oído: “La historia se repite. Tarde o temprano la historia se repite.

Huyo. Salgo a la Plaza de la Constitución. La atravieso. Por las prisas no me doy cuenta de que se cayó de las manos el cuaderno de mis sueños. Siento los soldados detrás de mí, inmediatamente detrás de mí. Las balas zumban. Corro más fuerte por calle Morandé, giro hacia Huérfanos y después a Estado. Entro a Plaza de Armas. En el aire las cartas vuelan como palomas que no saben adónde ir. Un Cristo en llanto sale de la catedral. Me siento en medio de la plaza y recojo una a una las flores del ceibo, y roja es la tarde. (:138)

 

En otro registro poético practica el poema en prosa claro y limpio sin términos innecesarios. En el poema “Adiós a la infancia” crea la connotación a través de la sensualidad de las imágenes como “Era su cuerpo un durazno en sazón” y obtiene definitivamente la polisemia manejando dos realidades superpuestas, la consciente y la inconsciente. En este poema el sentido doble surge del plano paralelo del inconsciente al descifrarse el texto con base en La interpretación de los sueños de Freud donde se afirma que los objetos alargados, un árbol, por ejemplo, es un símbolo fálico y los pájaros en vuelo simbolizan la masculinidad excitada:

“Bajaba del eucalipto oloroso una racha de pájaros. Graciela, doce años, rama de estrellas, durazno en sazón, racha de pájaros en su levísima falda.”(Campos,2010:19).

 

  

Herminio Martínez

Nació en Cañada de Caracheo, Gto., en 1949. Ha merecido numerosos premios tanto de poesía como de narrativa, Entre ellos el “Clemencia Isaura” de poesía y el Nacional  de Novela”José Rubén Romero”. La poesía de Herminio Martínez se significa porque aprehende la vida de provincia. Construye su discurso a través del manejo de metáforas propias de la vida rural y la emotividad de los campesinos del Bajío. Sin la influencia de la poesía norteamericana o las vanguardias, emplea la morfosintaxis, sobre todo el artículo, considerando que pertenece a la tradición oral del castellano. Sus mejores textos alcanzan el tono de intensidad que caracteriza a los buenos poemas líricos. Su poesía prefiere el endecasílabo y su música. Imágenes sorprendentes dan cuenta de la potencia de este poeta.

 

Tus jardines

 

Cuando mi mano avanza por tu cuerpo

la noche es piel de seda con rocío

y yo deambulo por tus corredores.

Entro a tus cavidades y jardines

donde un ángel me baña de oro y púrpura.

Tus bulevares tienen altas torres,

tus horizontes vibran de relámpagos.

Entre tus piernas y mi voz me siento

a contemplar la eternidad rendida.

¿Qué anda haciendo la noche en mi recámara?

Camina como cierva entre los muebles,

óyela respirar en su silencio

mientras yo te descubro otra llanura.

Como se ve correr un río en la selva,

pongo mi mano sobre tus oleajes

y me la dejas empapada en vértigo.

Como se ve el crepúsculo en un lago,

Así me siento yo junto a tus pómulos

que son el litoral de la hermosura.

Como se echa la sombra al pie de un muro,

soy animal herido en tus caderas

y tronco que rodó por tus cabellos.

Tus panoramas huelen a neblina

pero también a valle con incienso

y hasta le pido a Dios que se haga a un lado

de su poder, que es polvo venerable,

para tomar un poco con la lengua

y adorarlo a morir en tu figura

de montañas, declives y colinas.

La noche también canta, amada mía,

lo sé por el lenguaje de los grillos

y por la rana, huésped de las hojas;

canta en cada gemido y en tus ojos

donde la lluvia puso nardos tristes.

Canta en tu corazón que me recuerda

el mar cuando se mueve entre tambores;

canta para las cosas que nos miran

en la penumbra igual que gatos íntimos,

y en cada hoyo donde el tiempo duerme

como charco de insectos luminosos

bajo el peso magnífico del aire.

 

Te acaricio los pétalos, te cubro

como a una casa antes de habitarla

y yo mismo la abro porque viene

preguntando por mí en ti el deseo.

Me oculto en la maleza de tu orilla

donde un arroyo el pecho me estimula.

Me acuesto entre vergeles y entre vírgenes

que andan por tu cintura contemplándome.

Me voy haciendo rey en tus dominios,

la estrella de tu ombligo me corona,

tus pezones son cetros en mis manos,

tu nombre es manto real sobre mis hombros

y sale el pensamiento con sus huestes

a poblar las ciudades de nuestra alma.(Martínez,2001:19-20)

 

Hay también en su poesía una profunda y autentica preocupación por el prójimo desprotegido:

 

Porque un hermano duele

 

Porque un hermano duele

me pongo la camisa,

miro el sol,

en tanto mi mujer lava el silencio

con el jabón azul de sus canciones,

anilla la pobreza

y sacude la angustia

que alguien vino a dejarnos

como una carta urgente a domicilio.

Porque un hermano duele

voy a salirme pronto de la casa

antes de que los brazos se me entuman,

para llegar hasta donde él me nombra.

Nos vamos a sentar entre los hombres

que son de temporal como sus tierras

y yo estaré escuchándoles el alma.

Porque un hermano  así duele en toda la vida.

Duele desde las grietas de sus hijos.

Duele desde la humillación de su persona.

Duele por la hinchazón del abandono.

Duele de tantas ganas

de no tener un hermano que duela. (Martínez, 2000: 18)

 

 

Conclusiones

 

Los lenguajes poéticos claros a través de los cuales se expresan los poetas de ésta generación son el de Tensión emotiva, el neobarroco y el construido a través de metáforas. David Huerta y Gilberto Castellanos manejan el neobarroco;  Herminio Martínez y Marco Antonio Campos se expresan principalmente a través de la imagen directa y la metáfora; Max Rojas, Alejandro Aura y José Vicente Anaya obtienen la tensión del lenguaje por la emotividad; Francisco Hernández emplea algunos símbolos propios del simbolismo así como el desplazamiento del yo en un alter ego. Tal vez un lenguaje novedoso en México sea el doble sentido brotado del paralelismo del consciente con el inconsciente practicado por Marco Antonio Campos en algunos poemas. La preocupación social o el compromiso con la sociedad es una inquietud que se observa en varios autores de ésta generación. Entre ellos, Marco Antonio Campos, Francisco Hernández, David Huerta, Herminio Martínez, Max Rojas y José Vicente Anaya. Quizá esta preocupación se explique porque a estos escritores  correspondió vivir el movimiento del 68 en plena juventud.  Más que en otras generaciones, en estos poetas se ha observado la labor de promoción de la poesía y la preocupación por la formación de los jóvenes poetas. Esta situación se ha dado, sobre todo, en Marco Antonio Campos, José Vicente Anaya, Herminio Martínez y  David Huerta, quien inclusive ha constituido un grupo fuerte en torno a él; lo defiende de manera enérgica. Muchos de estos poetas escribieron y publicaron  debido a la gran facilidad para publicar de los años setenta, ochenta y noventa y a la gran promoción de la poesía que existió en los últimos cincuenta años, sin embargo, algunos se han diluido paulatinamente. Tres de los poetas comentados han escrito también obras narrativas con gran éxito. Son Herminio Martínez, Marco Antonio Campos y Alejandro Aura.

Los estilos sobresalientes y novedosos de esta generación son el desplazamiento lírico del yo en un alter ego de Francisco Hernández, la poesía naïf de Alejandro Aura, la fuerza emotiva del lenguaje que estalla en neologismos de Max Rojas y el retorno al futurismo y, sobre todo, al estridentismo rechazando la tecnologización en detrimento humano de José Vicente Anaya.

 

 

 

Bibliografía

 

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1987                Híkuri, Puebla, UAP.

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2001               Dos siglos de poesía mexicana, México, Océano.

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1998                Poesía. México. Conaculta.

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1985                Diccionario de retórica y poética, Porrúa, México.

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2009                El oro ensortijado, México, EON/UTEP/Círculo  de poesía/Secretaría de cultura

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Campos Marco Antonio

2010                   Ningún sitio que sea mío, México. Secretaría de cultura de Michoacán.

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2008                Savia. México. BUAP.

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1981                Poetas de una generación 1940-1949. México. UNAM.

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1988                  Diccionario de escritores mexicanos tomo I A-CH, Instituto de investigaciones filológicas, UNAM,

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Ramírez Ignacio

1966                Obras. Editorial Nacional. México.

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