Entrevista a Tomás Segovia

El poeta y periodista cultural Moisés Ramos Rodríguez sostuvo en 2009 una conversación con el poeta hispanomexicano Tomás Segovia (1927-2011). En 2012 obtuvo, entre otras distinciones, el Premio de la Crítica y en 2008 el Premio Internacional de Poesía Ciudad de Granada Federico García Lorca.

 

 

 

 

Entrevista a Tomás Segovia

 

 

“Hace muchos años yo decía —y lo he escrito— que lo que ha pasado con la política democrática es que está llena de lacras; nada de que porque es democracia, ya con eso basta para que sea maravillosa”, afirmó en entrevista el poeta Tomás Segovia, quien el pasado viernes ofreció una conferencia en el teatro del Complejo Cultural Universitario (ccu) de la buap.

Invitado por el director de la librería universitaria del ccu, Armando Mena, y la Facultad de Filosofía y Letras de la universidad, cuyo director es Alejandro Palma, Segovia, nacido en Valencia en 1927, afirmó: “El lenguaje de la política, desde hace muchísimo tiempo se especializa en mentir, en ocultar; el lenguaje político es todo él ocultador, lo mismo de derecha que el de izquierda: es pura demagogia, puro lenguaje hueco”

Observador atento de la realidad, Tomás Segovia agregó durante la entrevista realizada un día después de su charla en el ccu: “Los cambios históricos muy profundos, muy de fondo, no son muy visibles. Hay un tipo de cambio histórico que muchas veces coincide con ciertos niveles, y creo que ahora está pasando algo así: es muy visible lo de la crisis económica, la cual muestra el disparate que hemos estado viviendo durante muchos años, reprimiendo las críticas. Pero más a fondo de eso está sucediendo algunas cosas de las cuales aún no nos damos cuenta”.

Para Segovia, quien políticamente siempre ha asumido una posición crítica ante la realidad, tres hechos para mostrar que “están sucediendo algunas cosas” fueron: el discurso de Denise Dresser, quien afirmó, entre otras cosas, en el congreso sobre la crisis en México: “Hoy, México es un ejemplo clásico de lo que el Premio Nobel de Economía Joseph E. Stiflitz llama ‘una mala encarnación del capitalismo’: el capitalismo de cuates; el capitalismo de cómplices; el que no se basa en la competencia o en la innovación, sino en la obstaculización”.

Segovia citó otro caso, los obreros franceses: “La última huelga en Francia, donde los sindicatos no estaban reclamando beneficios para ellos mismos (después de haberse vuelto de derecha, de no ser revolucionarios). Lo que estaban haciendo era protestar por el dinero que les dan a los ricos, no el que pierden ellos. Eso significa una remoralización de la política: significa que la gente sale a la calle por una injusticia moral, no por un beneficio de clases, sino porque es absolutamente inmoral que los ricos sigan siendo ricos, cuando es evidente que nos sigan chupando la sangre, cuando nadie puede ya ignorar que tenía razón Jesucristo: que los ricos están condenados al infierno; y no son tonterías místicas, ahora tenemos la prueba concreta de que los ricos son el mal”.

Para el poeta nacido en España pero formado en México, un tercer evento confirma que “están sucediendo algunas cosas”: “El que un presidente de Estados Unidos, negro o no negro, pueda decir: ‘Lo que hacen en Wall Street es inmoral’ —y Obama lo acaba de decir—, me parece, me da cierta esperanza: aunque sólo sea que el lenguaje en que sigamos discutiendo vaya a cambiar, para empezar a aclarar en lugar de oscurecer. Yo creo que ser profeta significa tener deseos, o ilusiones. Claro: yo me hago de la ilusión —en parte, porque también soy realista— de que algo puede cambiar, algo puede suceder. Lo de Obama y su crítica a Wall Street me parece importante”.

Sin abandonar su escepticismo informado, Tomás Segovia precisó: “Hay mucha gente que dice —y me parece razonable— que tampoco Obama va a poder cambiar todo, que el imperio es el imperio, que Estados Unidos va a seguir siendo un país dominante, con el Ejército más grande del mundo… [pero] Ahora algo tiene que cambiar”.

 

En la democracia no se puede decir la verdad

Orfebre para quien la palabra es fundamental, Tomás Segovia agregó respecto a lo dicho por Denise Dresser, los obreros franceses en la última huelga y Barak Obama: “Que el lenguaje de la política vuelva a tener algo de sentido, vuelva a ser un lenguaje humano, para la sociedad, me parece que ya es una ganancia enorme. La tarea es infinita, pero un paso muy fecundo, creo yo, sería que empezáramos a hablar de las cosas reales, de las cosas como son, y no de un código artificial que se ha hecho sobre la política, y en la política, hoy sólo se puede hablar en ése código”.

Sin embargo, para el hispanomexicano prevalece un problema: “Uno de los males en la democracia es que no se pueda decir la verdad”, afirmó, y explicó al citar: “El caso político, de un candidato que confesó: ‘Yo para ganar las elecciones tuve que ocultar que había una crisis’, lo cual provocó —¡oh!— gran escándalo. Pero yo creo que eso es lo que deberíamos hacer: ¿Por qué un político no puede decir ‘Hay crisis’?

”Cuando ganó Zapatero en España yo estaba encantando porque, que saliera el monstruo de Aznar ya era bastante —es que es como Bush, pero más mequetrefe, que no se puede creer: que se pueda ser más estúpido, sí se pude: Aznar era más estúpido que Bush—. Bueno, pues cuando subió Zapatero yo decía: ‘¿Por qué Zapatero no puede decir: «Miren, yo desgraciadamente no puedo hacer política socialista, porque el mundo no me lo va a permitir. Perdónenme. Voy a hacer lo que pueda»?’ No, no podía decirlo. Lo sabíamos todos, que no lo iban a dejar hacer política social. Y él también lo sabía.

”¿Cómo es posible que la humanidad, madura, del siglo xxi no pueda enfrentar una verdad tan simple como esa? ¿Por qué Zapatero no pudo decir: ‘Miren, lo que hay que hacer es política social, igualdad, distribución. Ahora no podemos, pero eso es lo que hay que hacer?’. Nadie se atreve a decir eso.

Tomás Segovia, quien en su blog no sólo habla de poesía o prosa poética, fue contundente durante la entrevista con quien esto escribe: “Las reglas de la política no permiten, imponen que se puede decir todo, menos la verdad. Si podemos empezar a decir un poco la verdad, si Denis Dresser puede decir verdades; si Obama puede decir verdades; si los sindicatos franceses pueden hacer una manifestación ‘moral’, ya hemos ganado algo, ya hemos ganado mucho, creo yo”.

 

Para escribir, cuando no oigo ritmo, pues obedezco

Pero Tomás Segovia es fundamentalmente poeta, y por ello habló durante la entrevista sobre ése, su quehacer principal: “Yo sí acepto la tradición. Me parece que es una riqueza que es estúpido tirar por la borda. He aprendido mucho de la tradición. Aprecio el verso tradicional, la métrica, el ritmo. La verdad es que, bien a bien no sé por qué, no puedo decir exactamente por qué el ritmo significa algo. Creo que significa algo, creo que todo el mundo cree que el ritmo significa algo; la mayoría de la gente cree que sabe por qué el ritmo significa algo, y creo que nadie sabe por qué, pero efectivamente hay cosas que tienen sentido pero no son demostrables, no son objetivables, lo cual no quiere decir que sean mentiras sino que es otro su sentido. Me parece que el ritmo es una de estas cosas: evidentemente tiene algún sentido, pero como es una de esas cosas muy de la raíz, para poder explicarlas habría que ir más allá de la raíz. Entonces, es imposible ir más allá de algo como el ritmo para explicarlo, fundarlo”.

A los 81 años de edad —cumplirá 82 el próximo mes—, Segovia está completamente consciente de su oficio de poeta: “En el verso, como han hecho muchísimos poetas modernos, la métrica tradicional la he flexibilizado un poco, pero dentro de un racionalidad, de una coherencia; no pensando que yo soy un innovador, que voy a inventar: yo no voy a inventar nada; nadie inventa de verdad nada. Lo que hace uno es una variante, añadir un poco; yo he jugado con eso, y al hacerlo he descubierto que no soy el único”.

Para seguir el hilo de la anterior reflexión, el poeta detalló: “Me sigue llamando mucho la atención que haya muchísimos poetas —en español— que escriben con la misma métrica que yo, pero no lo sabe nadie. Y ellos no lo dicen. A mí me extraña mucho. Me parece una de esas cosas misteriosas que hay en todas las épocas y que vale la pena reflexionar sobre ella.

”Hay un tipo de represión sobre la cual los analistas no tienen ni idea y que circula en las épocas. Por ejemplo: en la Edad Media —ahora a nosotros nos parece clarísimo— hubo preguntas que la gente reprimía, y ahora nos preguntamos ¿cómo no se preguntaban? Las épocas callan cosas. Ello forma parte, sin duda de una ideología del inconsciente o de un inconsciente de la ideología que no aborda el psicoanálisis ni aborda nadie. A mí me llama la atención”.

Finalmente el poeta confesó:

“Yo he escrito en eso que llaman verso libre, que yo siempre digo que es una manera de hablar, porque o es verso o es libre; cuando no oigo ritmo, pues obedezco. Ahora cada vez escribo menos. Cuando escribo sin ritmo, más bien prefiero escribir un poema en prosa porque ¿para qué voy a cortar el verso? Pero algunas veces sí me sucede todavía, por lo menos hace algunos años, que sí oigo una especie de ritmo que no podría decir qué es, pero sí siento, como dicen las señoritas de Polanco, que tengo que cortar la línea en cierto momento, y la corto, pero no pretendo que eso signifique algo. Es un poco un capricho. Sobre todo lo que no pretendo es que el que no entienda eso no sabe nada. El que no entienda eso no entiende nada como yo no entiendo nada.

”Esa es la forma. Luego viene todo lo demás: el contenido”.

 

 

 

 

 

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