Presentamos la poesía de Moriana Delgado (Distrito Federal, 1993), en el marco del Dossier de Poesía Finimilenar preparado por Roberto Amézquita. Moriana Delgado estudia actualmente Lengua y Literatura Inglesa en la UNAM. Fue becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas en el curso de creación literaria Xalapa 2012.
Un mal túmulo
Diez palabras caen
caen sigilosas.
En una fracción el gallo cantará,
en dos oraciones, yo clamo mi deseo de infante:
ahogar en un patio salado las higueras de la casa,
oler las llagas mal zurcidas;
debí amarrarlas (mecate que arde con las manos)
No sabemos de dónde viene,
quién limpia las llagas que brotaron de la nada.
En un centeno: hombre viejo sin país para morar.
Nací enfermo,
nací siendo un perro en la acera sulfura.
Déjame alabar lo nauseabundo
hazlo tú mismo, si quieres;
dime qué has perdido
¿un anillo de ámbar?
¿el coloso?
Lo más obvio en ti es carne
de morada hambrienta.
Lo más obvio en ti somos nosotros,
desgastados por este mundo desecho
brindando por la casa sin retorno,
por los decoros que no poseemos.
Si los cielos pidieran una herejía, se las daríamos.
Si la hierba pidiera flama, fuego, se lo daríamos.
Pero no quiero sofocarte,
no bajo un agujero de diatribas
no bajo mis manos quemadas.
Cuéntame, en lugar, los pecados de herencia:
una gota fría de desidia
para hombres que deciden no morar.
Cuéntame las ofensas de la cara mal usada
de quien pide un sermón
sin pronunciar amen al morir.
La cara sucia,
tierra entre los ojos
es una mal túmulo;
entre colmenas de hierro,
déjame darte mi vida a cambio.
Es la carne de un pagano fiel,
Un gentil desvencijado.
Déjame contarte mi sacramento
uno nunca arreglado,
enterrado bajo los establos;
un ornamento de mi propia banalidad.
Afila lo que tengas,
sólo entonces seré la necia sepultura a tus ojos
llévame al inferno
déjame ser esa crónica oración,
ese malestar del subsuelo.
La sangre es difícil de lavar
Sus manos quieren desteñirse
esas manos sucias que no pintan las cañerías de lo que buscan deshacer
esas manos que retienen y retienen.
Pues es la memoria un atajo para las encrucijadas
a donde nadie llega de cierto
donde la sangre es difícil de lavar
donde se yerguen proezas a antiguas leyendas
en el agua espesa de un recuerdo tardío.
Y caminamos hondo
sobre cordilleras apagadas
donde la bigornia se golpea con la ira de la soledad
y las voces nos cantan a oscuras.
Ahí, donde la llaga de la noche se hunde más allá de la mirada derrotada
hacia el golpeteo del pico sobre la roca
en las minas del corazón;
pero esas manos no terminan de desmoronarse,
esas manos de pantomima y mentira,
de quienes edifican sombras grises sobre paredes desalojadas.
Hombre de ámbar
Es la tarde de las gotas ámbar
bajo estas escamas que me conforman
y estos versos demenciales que me contienen.
No hay jugarretas, no hay dolores
no hay nadie bajo estas inmensas laceraciones.
Es la tarde de la insulsa piel
donde se mecen mis ánimas
y me frustra mi lengua corta
mis manos inhábiles
mi voz queda.
Es la noche que me retendrás bajo esta ciudad
de bálsamos imperiales
y de dinastías inexistentes,
donde la sangre es difícil de lavar
y las manos, hostiles de apaciguar.
Qué queda bajo esta daga que me encierra,
bajo este frío prólogo de piedra
que es mi cuerpo,
Sólo un cruel fantasma de hiedra.
Corazón de ébano
-La suerte está echada- me respondió,
mientras mis propias distancias subterráneas
discurrían por inmensas pendientes,
mientras me ataban los tobillos a los fríos rieles de metal,
mientras el sonido de la máquina aumentaba.
Ahora veo que los amores vendados son ya obsoletos
y las decisiones que nos marca el olvido han sido impuestas.
Qué queda bajo estas palabras que nos han entrecruzado,
bajo el amplio mundo de la condensada figura inhumana.
Comencé pensando en los escrúpulos que nos siguen,
en las cumbres de desesperación que nadie escucha,
en embarcaciones y treguas acordadas para siempre y por siempre.
Soy el retroceso de los años,
la antepenumbra del acantilado,
la puerta del comienzo y el umbral del final.
Soy lo que nunca fui,
fui todo lo que quise ser,
soy la fantasía del precipicio
y el hedor de una caída prevista.
Soy culpable, soy culpable.
Sé por qué me acomplejan las tardes
La cuenca de estos ojos ha caído muerta,
guarda aguas grises, encajadas bajo la iris
Vive la misma imagen de tela y cubre el cuerpo adolorido:
Piensa lo mismo, abre la boca, mantente quieta.
Sólo quiero escribir como hombre.
Ser suficiente, desentrañar esos motivos que no vuelven.
Quiero un minuto a solas con la lluvia
pensar que un día dejaré esta cama,
sucia, de tus harapos impuestos.
Todos te dicen usa jazmín en la estela,
azula las paredes, cúbrete las manos, abre la boca
y elonga este tiempo.
Quiero pensar. Quiero pensar
en primogénitos condescendientes,
hombres que encasillan tus pasos,
decisiones dementes, de mentes encajonadas.
Sé por qué me acompleja la tarde,
por qué las culpas me cantan rezagadas.
No puedo pararme. He caído muerta,
Cansada a voces bajo el suelo.
Con mis ojos de resina, y tu fría caja de metal.
Córtame para que pueda entrar.
Tus espuelas me rasguñan la piel.
No escuché tu plegaria, no escuché tus pasos al entrar.
Tal vez nunca entraste y no puedo reclamarte.
Aún no doblan las campanas. Puedes estar feliz.
Escribir uno al día no es fácil.
Quiero muchas cosas,
quiero que el camino te queme y te cubra
y te vuelva a quemar.
Quiero pensar. Quiero pensar
en las costas de mis bravas memorias,
donde ningún nombre me vuela a nombrar.
Quiero pensar
tendré mi pasaporte al otro lado de esta frontera
donde no llueve nunca,
y no estoy enferma.
En el lago
Es la tarde de las gotas ámbar
Es la tarde en la que tú y yo vayamos a mirar el lago
Es la tarde para hablar del suicidio,
para hablar de botánica y tónicos sórdidos.
Es la noche en la que las paredes se derrumban
La noche en la que el lago nos dejará ir
La noche que me retengas bajo esta ciudad.
La noche que me hables de nosotros
La noche que traicione mi ansia
Y carcoma mi gracia.
La noche que me embarca, me abraza y me malgasta
La noche en la que sé,
nada es verdad.
Matrimonio
Desperté y me di cuenta que llovía.
todos éramos un juego
mamá no quería entrar al cuarto,
estábamos dolidos.
La tarde no era tarde,
el matrimonio era un café frío,
las horcas allá afuera había dado el tirón
alguna vez en el pasado.
Mis manos no eran manos,
eran un tiempo de tu tiempo.
Estábamos todos reunidos,
para una demencia mal lograda,
para ver a papá regocijarse en el vestido,
en el mirador de los encuentros.
Éramos todos un pescado,
afuera de sus entrañas, nadando en el tragaluz oscurecido.
Desperté y me di cuenta que llovía.
La luz estaba apagada.
La ficción rondaba ausente.
Soñé con ser un bisonte
un árbol dislocado,
pequeñas gotas de luz,
y pensé:
No hay nada más triste
que querer estar mejor.
Imagen desde la ventana de un segundo piso
No sé
No hay hasta luego
No hay historia que dure.
Mi patio es un bosque derrumbado
Pero los hombres abandonaron las ramas.
Si las tardes se acortan,
Mi consigna queda inconclusa y las hojas desganadas.
Las etapas se entierran con la hierba seca
Las espinas se encajan en mi piel,
Aun sin grietas ni abismos.
Yo soy mi única compañía,
Soy mi entonación y mi testigo,
Mi voz quebrada y el único hastío.
Las cortadas se tiñen de negro, se gangrenan.
El hedor hace una pausa.
Siempre escribimos sobre la lavanda
Y no sabemos qué lo causa.
Simplemente las cosas nos pasan por encima.
Donde están las ramas está mi abrigo.
no hay fondo ni principio,
soy patriarca de esta niebla,
donde las espigas cubren colmenas oscurecidas.
Homenaje
Para la mujer «más autónoma que la Universidad», Pita Amor.
Diosa y hemorragia te adjudicaste,
viejas raíces de tu palabra conquistada;
tú, poetisa inquieta,
maga de dolores volátiles,
Y de Lorca biznieta.
Pita, somos de un páramo cerrado,
Donde polvos acogen la piel que no tenemos.
La brecha se abre y tú, episcopal, me encierras.
¿Eres saga o monja inaudita?
¿Eres hada o bruja maldita?
¿Una extraña reina de belleza
un amor, una cara conscripta?
-Eres, sobre todo, regente invicta
de círculos polares; el énfasis del rímel azul
en los ojos grises y palabras de abedul amortiguadas,
todo en esta coctelera vertido.
Eres cabaret y vestido
un labial rojo y un lunar invertido.
Y tus viejas tribulaciones de amor
son las mías ahora;
te escucho en mis sienes, Amor.
Eras la extranjera que ahora yo soy
en la frontera que lleva tu nombre,
donde ambas fuimos un diente color rubor.
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