Círculo de Poesía felicita a su colaborador y amigo, el poeta mexicano Eduardo Langagne (Ciudad de México, 1952) quien ha merecido el prestigioso Premio de Poesía José Lezama Lima 2016, otorgado en Cuba por la Casa de las Américas. Éste es uno de los reconocimientos de mayor importancia en nuestro continente y se suma a otros premios con que ha sido reconocido el poeta, como el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes, el Premio Gilberto Owen o el Premio de Poesía Casa de las Américas. A continuación algunos poemas de su libro Recuerdo el fuego, recientemente publicado en Argentina por Círculo de Poesía y el suri porfiado.
Navegantes
Navegar é preciso
viver não é preciso
Si la constelación indica el rumbo
hay que mirar arriba
y atrapar esa estrella en la mirada.
Pero a tanta distancia
ignorar es la ruta a navegar.
Navegar é preciso
viver não é preciso
El timón no se corrige enderezando el barco.
A babor se escribe.
A estribor se reposa pero late furioso el corazón.
La tempestad se avecina, sabe y grita el vigía.
En qué maldito mar entrometimos el destino.
En cuál interminable océano decidimos aprender a vivir.
Navegar é preciso
viver não é preciso
Se enterraron el norte de la brújula
en la costilla falsa de su costado izquierdo.
Abrieron los brazos
hasta alcanzar los extremos del antiguo horizonte
y el peje espada perforó las palmas de sus manos
y los clavó en el mástil húmedo y altísimo.
Miraron dulcemente al cielo,
una corona de sal hería su frente.
No puedo suponer que hubo lágrimas,
de los más rudos hombres se dice que no lloran.
Tres días después,
al tiempo que termina atrapado el bacalao,
de los mástiles todos los hombres recios fueron desclavados.
Mas no subieron nunca al cielo,
porque les es preciso navegar.
Es de día
Es de día y me descubro
mirando el verde alrededor:
hay árboles distintos, múltiples asombros.
Cada uno contiene diferente canción.
Vuelvo a mirar las ramas jóvenes,
sus coloridas hojas, clorofílicas, soleadas.
Si piso la hojarasca se estruja y me susurra.
Cuando llegue la noche
reuniré ramas secas.
Haré una fogata que ilumine el bosque.
Oficios
hay un olor que crece
en las manos del hombre que hace el pan
para el vecino
que es carpintero
y ha pegado dos partes de madera
para que el hombre que hace el pan pueda sentarse
a comer de ese pan que el hombre hizo
y lo parte
en dos
para que el alfarero coma
y entonces trae un jarro el alfarero
donde cabe el agua que los hombres beben
donde el poeta bebe y lee sus versos
y hay algunos que escuchan porque saben
que un verso es una piedra
y comen otro pan que el hombre trajo