Apuntes para una literatura ancilar: apócrifo de Federico García Lorca en homenaje a don Luis de Góngora

Presentamos una nueva entrega de Apuntes para una literatura ancilar. En este caso, a propósito del aniversario número 390 de la muerte de don Luis de Góngora y Argote, Mario Bojórquez nos presenta un curioso suceso que involucra a los dos poetas de más poderosas intensidades en la lengua española: don Luis de Góngora y Federico García Lorca.

 

 

 

Apócrifo de Federico García Lorca en homenaje a don Luis de Góngora y Argote

 

El 23 de mayo de 1627, muere el grandísimo poeta, maestro de la lengua española, don Luis de Góngora y Argote. En ocasión del homenaje que se le rinde en el Ateneo de Sevilla en 1927, donde se dan cita los jóvenes poetas más notables de esa época: Dámaso Alonso, quien resulta ganador del premio que se otorga por única vez, Pedro Salinas, Manuel Altolaguirre, Luis Cernuda, Jorge Guillén, Vicente Aleixandre, Emilio Prados, Rafael Alberti, Gerardo Diego y finalmente, Federico García Lorca, quien impugna el premio exigiendo que Dámaso Alonso recite de memoria los 2107 versos de las dos Soledades, sabiendo de antemano que Dámaso conoce a la perfección la obra del poeta cordobés, como lo prueban sus estudios posteriores. Cuando inicia Dámaso Alonso las primeras estrofas de las Soledades, Federico le dice a Luis Cernuda: “vayamos a tomar algo, que éste sí se las sabe”. En venganza por abandonar el homenaje y por haberlos obligado a escuchar durante horas las silvas gongorinas, Gerardo Diego redacta un falso romance que atribuye a Federico García Lorca y que aparece publicado en la Gaceta Literaria de junio de 1927. Gerardo Diego inventó al poeta Juan de Ataranazas quien inventó las Jinojepas, formas burlescas que incluyen este falso romance atribuido a Federico García Lorca:

 

 

 

Romance apócrifo de D. Luis a caballo

 

Por el real de Andalucía

anda D, Luis a caballo

va esparciendo su manteo

negra fragancia de nardos,

y luciendo un repertorio

en los pliegues de sus paños

el viento, escultor de bultos,

y burlador de romanos.

Dos amorcillos hijuelos

del amor abanderado

le van enjugando perlas

del noble sudor del cráneo

con pañuelos de estameña

de rayadillo y cruzados.

¿Quién es la niña morena

que va a deponer el cántaro

a la fuente que le dicen

la fuente de los espárragos?

-Felices D. Luis de Góngora;

¿no me conoce su garbo?

-Ay si es mi colmeruela

del corpiño almidonado.

Ya D. Luis se apea airoso

del estribo plateado

y ella le nieva la bota

con el sostén de su mano.

Un rumor de galopines

galopantes, galopeando

entre los olivos vienen

con los trabucos terciados.

-¿Quiénes son los tres barbianes?

¿Quiénes son los tres serranos?

-Son tres flamencos de Flandes

que instalaron un semáforo

para dar órdenes falsas

a los vientos y a los barcos.

Ya se acercan cataduras

feas, ceños renegados.

Barbas que tarde o que nunca

peines de hueso peinaron

¿Cómo os llamáis, barbianes?

La niña tiembla de verlos

aviesos y aborrascados.

Van diciendo uno, dos, tres:

-José María el Temprano.

-El príncipe de Esquilache.

-Justo García Soriano.

De la abierta carcajada

D. Luis se ha desquijarado.

 

Federico García Lorca

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