Nacida y criada en Paternon, NJ, Rosa Alcalá es la autora de tres libros de poesía, el más reciente es MyOTHER TONGUE (Future Poem, 2017) del que presentamos aquí una selección. Su poesía también aparece en varias antologías, incluyendo The Poem is You: 60 Contemporary American Poems and How to Read Them (Harvard UP, 2016) de Stephen Burt. Beneficiaria de una beca NEA de traducción, sus traducciones aparecen en Cecilia Vicuña: New & Selected Poems (Kelsey Street Press), que ella misma editó. Alcalá enseña en el departamento de Escritura Creativa y master bilingüe en la Universidad de Texas en El Paso. Las traducciones son de la poeta chilena Paula Cucurella.
Mi Otra Lengua/ La lengua de mi Otra
EN HOBBY LOBBY[1]
Ella arroja un rollo de tela al aire. Zona montañosa, pradera, un caballo al trote. Estimo que son tres yardas, pero sus ojos revelan más: Lo que necesitas es que te guíen, una mano que pueda cerrar las tijeras en la tela. Necesitas una imagen de lo que perdiste. Calcula el doble del ancho de la ventana, para que se armen los pliegues. Piensa dónde es que te sientas por la mañana, aquí, (es cierto, la transparencia es atractiva, si no fuese porque nos ciega antes de que comience el día). Como añoro ser el capitán de esa otra mesa, repetir con un acento hermoso la solicitud de un cliente. Mi madre corta los hilos de un botón con los dientes, mientras se pregunta, con un dedo en la faja si está demasiado apretado de cintura. O arrodillada junto a su cliente, ambas de cara al espejo, bajando una basta hasta la pantorrilla para calmar las venas en los temples de algún esposo. Lo veo en mis sueños, entre fantasías. Mi cama a centímetros de la máquina de cocer, un vestido apoyado en la silla arrojando los destellos de su refriega. El sueño era el sonido de la insinuación, un ziz zag para mantener nuestros agujeros abiertos. O despertada por un remate de la máquina de cocer, balando bajo el pedal. ¿Una aguja rota? ¿Sangre en un traje blanco? Cuando mi bebé duerme no le escribo a nadie y no espero que me respondan. Siempre queda mal. Nadie se lo pone para salir a la calle. Pero las modas siguen emigrando de las revistas, como muchachas de las ventanas. Por supuesto, ellas son mis hermanas. Sus máquinas son las mías. La oficina desde la que me despido cuando las veo descender como cortinas chuecas hechas con mis propias manos rosadas y frágiles.
ACTIVACIÓN POR VOZ
No olviden que un poema, a pesar de que está hecho con el lenguaje de la información, no es utilizado en el juego del lenguaje de la entrega de información.
Ludwig Wittgenstein, Zettel
Por otra parte este poema se encuentra activado por el sonido de mi voz y, por fortuna, soy hablante nativa. Por fortuna, no tengo acento y puedes comprender perfectamente lo que te estoy diciendo con este poema. He estado trabajado en esta voz límpida, a través de la cual puedes escuchar cada palabra, como si hubiesen sido formadas por mi boca, como si mi lengua estuviese empujando contra mis dientes, mis labios juntándose y mi mandíbula flectándose, de tal manera que incluso si de niña te hubiesen enseñado a leer rostros antes que palabras, y palabras como si fuesen rostros, lo que digo en esta página no te confundiría. Aunque tal vez sentirías una punzada de confusión al ver mi nombre. No tengo ninguna duda, mi poema es inocente y transparente. Cando digo creo que me prepararé un sandwich, el poema no dice “me lonas recapitulé el Andi”. O si digo, mi madre está muriéndose, donde está su teléfono. El poema no dice “me abre la llena, redondo un xilófono”. Una manera de asegurar la buena comprensión del poema y su lector es no modular. Estoy hastiada de la emoción, sobretodo, estoy hastiada de aquella especie de debilidad que llamamos abandonar la intención. Lo que quiero decir está en español.
Que desastre salir en busca un típico bagel y volver a casa con un montón de tíos y sus cajas de bacalao salado, mientras un grupo de tías evalúan con sus indices la grasa de tu cintura. Ves, Wittgenstein, incluso mi sandwich no lo hacen siempre como lo pido; solo el poema hace lo que le pido. Todo lo otro exige una serie de pasos intermedios. Llamo a la oficina de las enfermeras y le digo a una––su acento es espeso como la niebla nocturna en una noche homicida–– que quiero hablar con mi madre: “es tu hija” (la verdad es que lo dice en español, pero para que funcione la activación por voz en este poema no lo puedo decir así), y le pasa el teléfono a mi madre, que no es el poema, y que por eso le cuesta trabajo entenderme. Entonces, escribo este poema, que me entiende a la perfección y que no necesita la mediación de enfermeras, ni preocuparse por acentos sospechosos, ni por hablar lo suficientemente fuerte, ni le importan las complicaciones de la muerte, la que puede ser comprendida como una pérdida de lenguaje. De ser así, la inmigrante, mi madre, ha sido incomprendida por tanto tiempo; esta muerte es la de sus últimas intérpretes.
OFRENDA
Acurrucada
en la axila
tu cabeza, mi sudor
carga combustible de cohete
bautizo
desde las más profundas
capas de mi grasa. Una red
lanzada contra mí
por los estivadores
del insulto público.
Radioactiva en partes
por millones
Retardantes
de llamas
Mi leche
Te doy
como cuando
le di mi tiroides
a la industria.
DESASTRE NATURAL: UN SUEÑO
Esta es la revisión secundaria. Un ventanal
que da al océano.
(Quería terminar el libro
sobre mi madre
en un escenario idílico
En este segundo la ola se enrosca
y el computador se estremece en silencio.
Le digo a mi madre: te llevaré al segundo piso
para que estés con tu esposo. Madre,
te llevaré rodando lejos de la tormenta.
Pero se ha olvidado para que
son los esposos. Le digo que son para enrollar toallas
bajo las puertas.
(Almorzamos calamar. Lo cociné hasta que quedó como goma.
Saltó del sartén
como un poder notarial.)
El cielo se hace oscuro y la ciudad se revuelve hasta desaparecer. Sé
que esta es mi última oportunidad para añadir
notas al pie o un glosario.
Por el parlante el casero ausente
promete un helicóptero. Nos asegura que, “todo el papeleo
está listo”.
Pero es una trampa: para llevarme a su oficina
y cobrarme el alquiler. Y que hacer
a falta de palabras
mas que mostrarle
como se siente
ahogarse. No parece sorprendido
mientras asfixio a mi hijo.
Esta es la revisión que rima. La que mima, el tiempo.
PARAMOUR
El inglés es sucio. Poliamoroso. El inglés
me desea. El inglés sale con chicos y chicas.
El inglés deja la cuenta del bar
abierta y nunca duerme
solo. El inglés te habla suavecito
me hace rogar. Es un poco de juego de roles
y yo no resisto una buena tentación. Tenemos una palabra clave
que siempre se me olvida. El inglés adora
los apodos. El inglés
tiene un pequeño secreto, un pasado,
otra familia. El inglés los va a abandonar
por mí. Le di una copia de las llaves
al inglés. El inglés me trae flores
robadas de una tumba.
El inglés me envía mensajes, se mete
por emojis, me envía selfies,
No Apto Para Menores. El inglés tiene reglas
pero acepta citas de último minuto. El inglés
hace llamadas para un polvo seguro. El inglés me tiene jadeando.
Cuando era más joven, mis padres me dijeron
queremos a ese inglés fuera de nuestra
casa. Si te vas con ese miserable,
no vuelvas. Dios-mediante––dije––
en el lenguaje de la Inquisición. Me arranqué
por la ventana, pero siempre me terminaban
pillando. El inglés tenía un cacharromóvil
que la llevaba. Ahora mi madre chochea
con nuestros lindos bebés. Juntos
el inglés y yo escribimos el obituario
de mi padre. Cuantas veces le he dicho que se acabó,
y el inglés solo se ríe
y dice, órale, güerita, vamos por comida
china. Siempre terminamos
en un hotel lujoso donde damos
nombres falsos, y al agachar la cabeza
para escuchar la respiración de mi amante,
sueño con Sam Patch hundiéndose
en el agua: el inglés me dedicó
un poema
que no era suyo.
[1] Hobby Lobby es una cadena de tiendas de manualidades de los Estados Unidos.