Reseña sobre Puente y precipicio. Última poesía rusa

Círculo de Poesía publicó recientemente la antología Puente y precipicio. Última poesía rusa con selección y traducción de Indira Díaz. El libro reúne a autores nacidos entre 1950 y 1996. Es la imagen más reciente que tenemos en lengua española de la poesía contemporánea de Rusia. Gustavo Osorio de Ita hace una detallada reseña de la radiografía más completa y precisa de la poesía rusa contemporánea.

 

 

 

Quien cruza el puente, quien mira hacia el precipicio

 

Anna Ajmátova, Vladimir Mayakovski y Ósip Mandelshtam. Tres poetas indispensables del pensamiento lírico y la creación poética contemporáneos. Tres autores que nacen en la última década del siglo XIX. Y también, de manera generalizada, los tres son lo último –si no es que tristemente lo único– que conocemos de la poesía rusa.

De un vasto territorio que hoy cuenta con casi 147 millones de habitantes dispersos en poco más de 17 millones de kilómetros cuadrados, hablando 24 idiomas estatales, variantes del oficial ruso, y escribiendo copiosamente en cada uno de estas manifestaciones lingüísticas, de todo este universo poético nos quedan tres nombres.

A los 43 años, en 1934, Mandelshtam escribe un epigrama en contra de Stalin y es condenado a un destierro en los Urales. Mandelshtam entonces señaló que “Sólo en Rusia la poesía es respetada, hace que asesinen a la gente. ¿Existe acaso algún otro lugar en donde la poesía sea tan frecuentemente un motivo para matar?”. Poco después escribiría su último poema, un poema breve titulado “Y estuve vivo”, fechado el 3 de mayo de 1938. En el poema los versos resuenan luminosamente:

 

Y estuve vivo en la tempestad del peral en flor,

Yo mismo me erguí en la tormenta del cerezo aliso.

Todo era natura y lluvia de estrellas, certero y autodestructivo poder

Y todo me apuntaba a mí.

 

¿Qué es esta extrema delicia fluyendo, huyendo siempre de la tierra?

¿Qué es ser? ¿Qué es verdad?

 

Los florecimientos rompen y arrebatan el aire

Todo flotar y el martillo,

Tiempo que se intensifica y tiempo intolerable, decaimiento del deshilarse del dulzor.

Es ahora. Ahora no.

 

***

 

Pero, ¿cómo se mantiene viva una cosmovisión lírica? Escribiéndola, leyéndola, cruzando un puente; pero habrá que construirlo, cómo, traduciéndola. Aquí un epílogo a ese arrebato de florecimientos que conmocionó a Mandelshtam: “Puente y precipicio. Última poesía rusa” conglomera a 50 autores fundamentales que construyen, múltiple y fragmentariamente, una representación digna del propio terreno ruso: desde Anádyr en el extremo oriental hasta el Moscú tan cercano y a su vez tan distante a Europa; desde Irkutsk, última frontera con la Mongolia profunda hasta las costas de Murmask bañadas por el nórdico Mar de Barents. Una tierra plural, disímil, rota y a su vez compacta y enorme, un gigante de mil voces existe y cruza por este puente, con la vista en el precipicio, todo gracias a la traducción de Indira Díaz y a esta labor de la editorial Círculo de Poesía por revitalizar el contacto, por dar el andamiaje necesario al puente para que la voz  y el mismo gigante crucen juntos.

Pero, ¿a qué suena la voz que cruza por el puente? ¿quién mira y hacia cuál precipicio?

 

***

 

Cruza a veces instando por el silencio, rememorando la represión y dejando atrás, como con Yuri Kublanovsky:

 

Deja que me someta a mi decisión,

deja que me convierta en tu único

consuelo a la distancia

quedémonos, como antes de la separación,

después de rechazar la ciudadanía.

Y yo llevaré conmigo y haré callar

el negro abismo del espacio.

 

O, como con Andrey Tavrov, generando el desplazamiento a partir del silencio mismo, quien dice:

 

y el silencio estremeció al mundo

y comenzó a moverse

 

O quizás enumerando silenciosamente, contando con los dedos, como Stanislav Lvovsky, y nombrando lo que falta, lo que va quedando atrás del puente, lejos:

 

cuéntame con los dedos de una mano

para mí es más que suficiente

uno es el que no responde

uno el que acaba de llegar

uno el que está muerto de miedo

uno el que siempre

se queda en el camino

y uno más

el que no tiene nombre

 

Aunque también canta fuerte y alto, es un estruendo de pisadas sonoras cruzando el puente, como con Mijail Aizenberg, quien versa:

 

Desde el cielo completamente azul,

desde una esquina no muy lejana

ha sido creada una flecha

destinada a cualquier ser viviente.

¿Quién alcanzará a esquivar,

su apenas perceptible vuelo?

He aquí el invisible pájaro

cantando como la cuerda de un arco.

 

O con la misma fuerza e intensidad, pero desde el dolor, con un rengueante paso, con pesadez y volviendo el mismo dolor metáfora, para hacerlo verso, para hacerlo soportable, como lo describe Ivan Zhdanov:

 

El dolor es como una caverna, hundida en la niebla,

agolpándose en la víspera del sufrimiento

en el etéreo espejo veraniego.

 

Así, sonora o quedamente, cruza alguien por el puente, pero, ¿quién mira hacia el precipicio?

 

***

 

En algunos poemas es la figura del poeta. Aquel ser autorepresentado por su creación quien, de acuerdo a Olga Sedakova, se puede reconocer de la siguiente manera:

 

Poeta es aquel que quiere todo aquello

que se puede querer. Como una ardilla en la rueda,

él gira en su inimaginable destino.

Pero su estilo, alto, es como un umbral

que conduce hacia un iluminado porche,

hacia una interminable región ártica,

donde todo pincha con la punta de una lanza

como el saltamontes en la hierba de la nada.

Y si miramos de reojo hacia esa parte

el sonido mismo será fortuito como una lágrima.

 

Aunque también puede ser un poeta más mundano, menos cantando el éter y más con un pie en lo real, como con Dimitry Bykov, quien escribe:

 

No tengo ilusiones sobre mi talento.

En mi quehacer nunca es suficiente el exceso de arrogancia.

Yo soy poeta. Pero teniendo como antecedente a Blok yo no soy poeta.

Soy un prosista, pero ¿quién no es prosista ahora?

Arrojándome, de prisa como una bestia,

ganando las orejas de burro en el camino,

he encontrado sólo una cosa para la que realmente tengo talento.

Sé cómo enfadar a los idiotas.

 

 

O también poeta, como aquel que escribe, algunas veces, poemas. Y el poema, siguiendo a Ivan Axmetev: “se compone de dos palabras. / Las palabras esencialmente son “goce” y “desasosiego”; es decir altos y bajos, es decir canto y lamento.

Otro que mira directamente hacia el precipicio es el sujeto real, empírico, político. Aquel que se desenvuelve entre su propia y turbulenta historicidad, que habla de y con los hechos. Un alguien que a veces rima, como con Tatyana Shcherbina, sobre la historia de Rusia (y donde, además, podemos notar y reconocer el genio en la traducción, la reproducción no sólo del sentido, sino de las formas más elementales del poema):

 

Una rima y media

(breve historia de Rusia)

 

Evolución, revolución,

Devaluación y corrupción,

Comienza la manifestación,

Y termina la institución;

Hasta que se rompa con la estructura:

Demo-cracia súbita,

En los puestos de producción,

Priva-tización

Y casi restitución,

Pero nuevamente, satisfacción,

Y tras ella la ejecución,

La nazi-o, nalización!

(para adular hay instrucción).

Hasta que haya una desintoxicación

Y de nuevo una revolución.

 

Y también que mira hacia las profundidades de los hechos en la superficie, todas las manifestaciones circundantes de la contemporaneidad. Así, por ejemplo, con Andrea Rodinov:

 

Versos sobre las Pussy Riot

 

Enmascaradas, las chicas, cantaron en el coro de la iglesia

madre de dios, echa fuera a Putin

en casa de Nadezhda Tolokonnikova, lloró un niño

y Dostoievsky no pidió que lo hiciera

La iglesia fue terrible como una misa punk

hasta que fueron llevadas a prisión

vestidas hermosamente como hijas del zar

nadie puede ver las lágrimas bajo las máscaras

Todos lloraban en silencio, pero el aullido era tremendo

y a lo lejos, en un muro del Kremlin

apenas participando de los misterios

a los que Fedor Mijáilovich miraba con aprobación, Putin lloró

 

También mira, y es frecuente, denso y contundente, un alguien con quien nos topamos en cualquier calle, Puebla o San Petersburgo, alguien que es discreto, un cualquiera, un alguien intrascendente con el que coincidimos entre lo mundano, alguien que es triste, por ejemplo, y mira con Maksim Amelin:

 

El triste y pesado camino de la casa al trabajo

salir corriendo a casa después de la jornada

atravesar la agitada tempestad

otoño, primavera, verano e invierno

simplemente caminar por los bulevares, habiendo aprendido que

la luz no alcanza, habiendo aprendido a no esperar al creador

habiendo aprendido que no se pueden cambiar los desgastados fundamentos por unos nuevos

que no se pueden revivir los corazones, ni las mentes

codiciosos hasta los pies

lo que se haga o se deje de hacer no importa, yo sólo soy

la indefinida forma

de la existencia y el ser

 

Alguien que lamenta el desamor, más que por despecho por incertidumbre, y entonces mira, junto con Dmitri Tonkonogoy y escribe:

 

Dios, dame por lo menos una frase.

No quiero apartar el rostro del papel.

No, estas no son letras, sino sólidas ramas.

Tengo una historia sin fin ni comienzo

Yo la amaba, y ella ni cuenta se dio.

 

Alguien con quien contamos, con quien nos reunimos y con quien también formulamos una historia de la cual dejamos de estar seguros y de la que dudamos y dudamos acumulativamente y con toda la certidumbre posible junto con Polina Barskova en el poema “Conjunción Y”:

 

Nos reunimos el domingo, el domingo, no, no exactamente

Nos hemos visto antes, aunque no estoy muy segura:

Bebías tu café con un popote, pero parecías más…

Una pobre ave pasajera posándose sobre las crines de un caballo.

Y me tomaste de la mano, de la mano me tomaste de la mano.

Y el árbol de rojas bayas, y la montaña, y la montaña

Y yo me divertía y escuchaba y el Señor todo lo mandaba a la mierda

El árbol de rojas bayas, y la corteza y la corteza

Y nos tuvimos el uno al otro sin detenernos como animales en su madriguera

Y si como las criaturas después del acto nos ponemos tristes, entonces no somos una bestia cualquiera.

Y nosotros crecemos de toda clase de basura y nosotros esparcimos la basura

Y tú frotabas mi piel con semillas de perlas. Y ya casi es enero,

Y tenemos aquí, me disculpo,

Magnolias que devoran insectos con sus lenguas

Pétalos rosados sobre el fondo gris que queda y cada vez que esto sucede

Más allá de estas maravillas, recuerdo el aroma de tu mano

Arrancada de mí, arrancada de ti.

 

Y miramos mientras escuchamos, como aprendemos a escuchar con Aglaya Solovyova, quien escribe:

 

No escuches a tu corazón,

No te dice la verdad.

Escucha a tu amiga Masha,

Masha es más inteligente.

Escucha a tu amiga Olya,

Olya es más lista que Masha,

Y si hay otras personas,

Escucha a las otras personas.

 

Escucha a la vecina de arriba,

Escucha a David Bowie,

A The Doors y al canal “cultura”,

Cuida al cerebro del pensamiento.

 

¡Escucha a quien sea,

Pero no escuches a tu corazón!

¿Qué puede decir el corazón,

Además de tum tum?

 

Y aprendemos a mirar hacia el sueño, aunque los ojos se nos colmen de lágrimas, como con Vera Pavlova en “Remedio para el insomnio”:

 

No más conteos de ovejas,

Ni vasos de leche caliente,

Mejor cuenta a aquellos que amaste,

A los antiguos habitantes de tus sueños,

A aquellos que te dejaban insomne,

A esos, a los que arrullabas entre tus brazos…

Cuenta a los que te amaron.

Y al amanecer, dormirás vencida por el llanto.

 

***

 

Podemos así, con Puente y precipicio. Última poesía rusa cruzar un puente que vamos construyendo. Entre la identidad y la mirada, trastocamos quiénes somos y qué podemos ser capaces de decir. Entonces, volviendo a Mandelshtam, podemos responder su pregunta: “¿Qué es esta extrema delicia fluyendo, huyendo siempre de la tierra?” Esta es la delicia fluyendo por una vasta tierra ya no de zares, ya no de purgas estalinistas, ya no la Siberia recorrida por el frío de la memoria, esta la tierra distinta, este el puente, este el precipicio, esta la última poesía rusa.

 

 

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