Versopolis es un programa europeo de literatura que cuenta con el apoyo de Europa Creativa, el propósito que tiene es el de promover la poesía escrita por los jóvenes poetas europeos a través de una serie de festivales con distintas sedes en Europa como los que dirigen nuestros amigos y colaboradores Ales Steger y Mite Stefoski, directores de los festivales Days of Poetry and Wine, en Eslovenia, y el Struga Poetry Evenings, en Macedonia, respectivamente; en Círculo de Poesía creemos en la literatura que están escribiendo estos jóvenes poetas y hemos decidido presentar a cada uno de los poetas que han sido seleccionados en este programa. En esta ocasión presentamos, en versión de Adalberto García López, a la poeta irlandesa Dorieann Ní Ghríofa (Galway, 1981). Escribe tanto en irlandés como en inglés. Tiene un MA en Literatura Irlandesa Moderna. Ha publicado en diversas revistas de Europa. Y obtenido nominaciones y premios como el Michael Hartnett Award y el Rooney Prize for Irish Literature, ambos en 2016, y en 2018 el Premio Ostana que se otorga a poetas que escriban en su lengua materna que sean minoritarias. Recientemente fue elegida en el Seamus Heaney Centre Fellow . Ha publicado los libros de poesía Résheoid (2011), Dúlasair (2012), Dordéan, do Chroí / A Hummingbird, your Heart (2014), Clasp (2015) y Oighear (2017).
En las claras, en los pixeles, en los ladrillos
I
En el embarazo, una mujer carga
los ovarios de un bebé como pequeños puños
en las muñecas de las trompas de Falopio; dentro de cada puño
un millón de células de ovocitos, microscópicas pepitas.
En esto, la madre es la cáscara del huevo
que guarda sus descendientes.
II
Dos semanas antes de Navidad, sostengo
una cadena de oropel plateada cuando el teléfono suena.
El arrendatario quiere nuestra casa para su hijo.
Dejo caer el oropel. Nos da un mes.
En los estantes del supermercado,
mis dedos pasean por los huevos pecosos
enclavados en el cartón.
Dentro de cada cascarón,
hilos de chalaza, filamentos
lustrosos que agarran cada membrana
a su orbe amarillo, levantando cada yugo
para mantenerlo firme en ese exceso líquido.
III
Busco sitios web donde renten casas
pero todas me parecen muy caras.
Entonces me distraigo con viejas fotografías,
dando click en
Familia desalojada en Glenbeigh, 1888
para encontrar una cabaña destrozada, un hombre, una mujer,
cuatro niños descalzos. Miro las manos
de la niña, pero no puedo distinguir lo que tiene,
un delantal pálido, quizás, o un puñado de lana.
Ahora su mano sólo existe en pixeles, esta chica
que viene a través de la retina y el nervio óptico
para vivir en mi mente. Me percato,
entonces, de lo que tiene en su mano.
Reconozco su piel pecosa.
Conozco su carga líquida, su chalaza.
Conozco el oro que flota adentro.
In Albumen, In Pixels, In Bricks
I
In pregnancy, a woman carries
a baby’s ovaries like little fists
on fallopian wrists; inside each handful,
a million oocyte cells, microscopic pips.
In this, a mother is the eggshell
that carries her descendants.
II
Two weeks before Christmas, I am holding
a string of silver tinsel when the phone rings.
The landlord wants our home for his son.
I drop the tinsel. He gives us a month.
On supermarket shelves,
my fingers hover over freckled eggs
nestled in cardboard.
Within each shell,
chalazae threads, lustrous
filaments that grip each membrane
to its yellow orb, lifting each yoke
up, to hold it steady in a liquid glut.
III
I search websites for houses to rent
but everything is too expensive.
I distract myself with old photos instead,
clicking
Evicted family at Glenbeigh, 1888
to find a shattered cabin, a man, a woman,
four barefoot children. I peer at the girl’s
hands, but can’t quite discern what she holds,
a pale apron, perhaps, or a fistful of wool.
Her hand exists only in pixels now, this girl
who arrives by retina and optic nerve
to live a while in my mind. I realise,
then, what she holds in her hand.
I recognise its freckled skin.
I know its cargo of liquid, its chalazae grip.
I know the gold that floats within.
Primera cita en Azul Street
El olor del café me devuelve de este café
hasta aquella mañana en la distancia, en la que prendí
un cigarro mientras tu respiración flotaba sobre un líquido oscuro.
El humo y el vapor se elevan por el cielo
y un par de mariposas
escarlatas vuelan por aquí.
Son monarcas, dices. Te inclinas hacia mí,
dices que volarán 3,000 millas
para llegar a los abetos mexicanos.
Pienso en el pueblo azteca
que miraban las mariposas y veían almas
flotando por el cielo silencioso –guerreros
enemigos, mujeres que murieron dando a luz-
heridas convirtiéndose en alas rojas.
No sé qué decir. Cuando abro la boca
mi boca y mi lengua vuelan lejos.
An Chéad Choinne, Sráid Azul
Sa chistin, seolann boladh caife siar mé
go maidin eile, i dtír eile, i bhfad uainn,
áit a lasaim toitín is tú ag séideadh ar do chaife.
Imíonn gal is deatach le haer,
agus princeann
péire féileacán tharainn.
Monarchs, a deir tú. Cromann chugam
le míniú go n-eitlíonn siad 3,000 míle slí
go crainn ghiúise Mheicsiceo.
Smaoiním ar phobal na nAstacach
a shamhlaigh na féileacáin ina n-anamacha
ar foluain trí spéartha ciúine – ba naimhde marbha acu iad,
nó mná a bhásaigh is iad ag saolú linbh – a gcneácha
tiontaithe ina sciatháin dhearga. Níl a fhios agam
céard ba chóir dom a rá. Nuair a osclaím mo bhéal,
eitlíonn mo theanga uaim ar an ngaoth.
Llamada
No hay hilo delgado
ni cable telefónico
que nos una más.
Ahora que desde nuestras computadoras podemos comunicarnos,
no puedo
presionar tu voz a mi oído.
No puedo ya escuchar tu respiración. Ahora estamos en contacto
por una débil conexión
y terminamos
y terminamos
y terminamos.
Glaoch
Ní cheanglaíonn
aon chorda caol,
aon sreang theileafóin sinn níos mó.
I réimse na ríomhairí,
ní thig liom
do ghuth a bhrú níos gaire do mo chluas.
Ní chloisim ag análú thú. Anois, is í an líne lag seo
an t-aon cheangal amháin atá eadrainn
agus titimid
as a chéile
arís
is
arís eile.
Rompecabezas
Por meses
no había mucho que pudiera vislumbrar
en tu revoltijo de miembros, salvo un conjunto
de sombras revolviéndose bajo mi piel.
Intraducible: mi vientre hinchado
de pronto marcado por la presión
de la rodilla o el talón, quizás un pequeño
nudillo rodando rápidamente como mármol,
quizás el giro críptico del talón o la cadera,
pero una vez que la madrugada te trajo
de aquel mundo oscuro
me pasé meses armando
este rompecabezas al final, miré
cómo el arco de tu pie ajustaba en el hueco
de mi mano, cómo tu cabeza anidó
en la curva de mi cuello. Lo supe: encajábamos.
Entonces creciste, pequeña extraña, y yo crecí y te conocí.