Dentro de la columna Camisa de once varas, Édgar Amador continúa con la sección de Poemas para beber en el Starbucks, y ahora nos entrega un recordatorio de una de las mentes más intrigantes de toda la literatura universal: Fernando Pessoa y su “Drama en Gente” a propósito de su reciente aniversario de nacimiento.
Poemas para beber en el Starbucks: el numeroso desconocido, Fernando Pessoa
¿Quién fue Fernando Pessoa? Quizá ni él mismo lo supo. Las últimas líneas que escribió antes de morir, mientras convalecía en el Hospital de los Franceses en Lisboa, fueron firmadas por Alexander Search y rezan:
“No sé lo que el mañana traerá” (I not know what tomorrow will bring).
Alexander Search (“Alejandro Búsqueda”, un nombre sugerente), fue tan solo uno de decenas de nombres bajo los cuales el ciudadano portugués, Fernando Pessoa, escribió una de las literaturas más sorprendentes de los tiempos modernos. Trabajando como auxiliar contable en el día, pasaba el resto de las horas, incluyendo noches insomnes, escribiendo poseído por identidades que a veces lo sobrecogían y reñían entre sí.
Pessoa, cuyo apellido portugués significa “persona”, es dueño de una biografía absolutamente inofensiva: nacido en Lisboa, huérfano de padre a muy temprana edad, emigra a Sudáfrica, junto con su madre y su segundo esposo. Regresa a Lisboa a los catorce años para nunca más abandonarla. Ciudad en cuya vida literaria participó activamente, edita la revista Orfeo, y publica únicamente un libro en vida.
Pero si su vida pública fue inofensiva, su vida privada fue aburrida: nunca abandonó el círculo familiar, si bien era distante con todos. Tuvo relaciones platónicas, llenas de sensualidad reprimida y hasta vulgar con una joven lisboeta. Algunos biógrafos sugieren su homosexualidad, pero nada en sus rasgos individuales es extraordinario.
Ni su vida pública, ni su vida privada fueron de interés alguno. Pero su vida íntima fue una eclosión maravillosa de creatividad, de genio puro, de estirar los límites de la literatura mucho más allá que cualquier escritor lo había hecho antes, y me atrevo a decir incluso, que lo ha hecho hasta estos días. Ningún escritor ha logrado, quizá ni intentado, lo que hizo Fernando Pessoa. Vivir entera y absolutamente para la literatura. Para la creación. Para, y en, la imaginación verbal.
Yo conocí a Fernando Pessoa muy joven, en la secundaria, cuando compré Versiones y diversiones de Octavio Paz, quien incluye en ese libro traducciones (ahora veo, con muchas deficiencias) de Pessoa y de sus principales heterónimos: Álvaro de Campos, Ricardo Reis y Alberto Caeiro.
Muchos años después, en un viaje a Brasil, compré una antología: O Eu Profundo, e os otros eus (El Yo Profundo, y los otros yos), en donde conocí otros heterónimos. Mario Bojórquez me visitó en Princeton, en donde yo vivía, y en el trayecto de ida y vuelta para conocer Manhattan él leía y releía el libro.
Desde entonces leer, descubrir, releer y redescubrir a Pessoa es una constante en mi vida. Pessoa es, literalmente, inagotable. No es una hipérbole. La mayor parte de la obra de Pessoa permanece inédita, en la Biblioteca Nacional de Portugal, en donde los treinta y dos mil documentos que fueron descubiertos tras su muerte han sido digitalizados y esperan su exhumación por los expertos en su obra.
Para mi fortuna, Mario Bojorquez no únicamente comparte esta obsesión, sino que la vive con mucha mayor dedicación que yo, así que explorar la “pessoalidad de Pessoa” se ha convertido en una labor de equipo, junto con los amigos de Círculo de Poesía, en donde la obra del portugués destaca sospechosamente.
Ayer, 13 de junio de 2020, se cumplieron 132 años de su natalicio, así que este “Poemas para leer en el Starbucks” es para ellos: Pessoa y sus amigos y amigas (sí, existen mujeres entre sus heterónimos).
¿Cuál poema elegir, para esta sección de divulgación, de Pessoa o de las decenas de sus otros yos? Dejémosle la palabra a Mario Bojorquez y su traducción del que muy probablemente haya sido el último poema escrito por el portugués, fechado once días antes de su muerte:
“El poema marcado como último de Fernando Pessoa él mismo fue datado el 19 de noviembre de 1935, once días antes de morir el 30 de noviembre de 1935 en el Hospital de los Franceses de Lisboa, Portugal, es probable que lo haya escrito en un bar de la Baixa”:
Hay peores enfermedades que las enfermedades,
Hay dolores que no duelen, ni en el alma,
Pero que son más dolorosos que los otros.
Hay soñadas angustias más reales
Que las que la vida nos trae, hay sensaciones
Sentidas sólo con imaginarlas
Que son más nuestras que la propia vida.
Hay tanta cosa que sin existir,
Existe, existe, demoradamente
Y demoradamente es nuestra y nosotros…
Por sobre el verde turbio del amplio río
Los circunflejos blancos de las gaviotas…
Por sobre el alma el bosquejar inútil
De lo que no fue, ni puede ser, y es todo.
Dame más vino, porque la vida es nada.