Nos acercamos a la poesía peruana desde la mirada de Osman Alzawihiri. Leemos a Isis Nut (Arequipa, 1992). Estudió cine y teatro. Sus poemas han sido publicados en numerosas revistas y blogs de literatura en la ciudad de Arequipa y Lima, ciudades en las que también ha participado de recitales.
Quién eras
Que entre tanto fecundo silencio te aproximas a mí en forma de anciana moribunda
Olvidada en la cama de alguna cabañita frente al mar
Quién eras
Y yo te visitaba 6 horas antes de la muerte
Una tarde de verano, en que el mar dorado se agitaba silencioso y sagaz
Iba al horizonte con una gabardina pesada, mientras tenía puesto en mí los ojos de las gentes, es que siempre fui friolenta.
Para mí siempre es invierno, menos cuando estoy entre tus brazos, menos cuando tus sonrisas me han sostenido esta alma chirriante.
Llegaba como hoja desde el sur
Te encontré blanca y debilucha, ¿quién eras mujer?,
Quién eras para mí
Que en tus cabellos de cielo limeño he recostado mil veces mis mil rostros
Hemos danzando desnudas con el aire entre nuestros sexos
Caricias vespertinas frente a un espejo y tus despliegues hacia el cielo tan bello como una flor que se abre sin miedo,
(porque entre mis amarras estabas, entre mi caldero)
Te sostuve delgada y joven mi mujer de cerezo
(Quién eras bella tarde de recuerdos).
Una cama hundida por el peso
Un sudor de sangre mojaba hasta la punta de mis cabellos, se desteñían con dolor,
Quién eras, te miraba y te abrasé
media hora de conversación, duró doscientos años, entonces envejeciste
Quise tu bolso de cuero marrón guardar todos tus poemas escritos a mano, mientras me llorabas temblorosa con esas manos, diciéndome:
–Llévame contigo, quiero de nuevo habitar bajo tu techo (esconderme entre tu saco), tengo frío. Dile a Julio que nos visite entre los restos del papel, que venga contigo la próxima vez, veamos, llévate mis cartas para él.
Tengo 20 cartas escritas a mano, en tinta negra y azul, marcadas de besos y de gotas de agua de tus ojos.
Te quise llevar conmigo en la silla donde te cargan los que no saben de tu verdadero peso ni de tu divina fragilidad,
te quise llevar desnuda hacia mi cielo,
porque la que se moría era yo, no me quedaba mucho tiempo.
Mientras tanto toda la casa se hundía y los gritos desesperados te atendían y pregonaban tu nombre,
se reían de la magia dulce de verano.
Me tomó 4 horas viajar en ferry para tocar una vez más tu vientre
Me costó 20 poemas lanzados al agua
¿Quién eras?
En este impetuoso silencio donde nos volvimos muerte
Me he cargado de hojas como un árbol
Y te he traído conmigo bajo mi saco.
Contemplo con gusto al hombre muro
Lisa pared sin estación
De brocados bordes de bronce
Luz de hombre propio
Reciente sombra desesperada
Se resalta en tu piel el césped del verano
Y se encumbran en tus montes donceles y doncellas
La urdimbre de sus sangres temblorosas
Astros olores de amapola
Anhelantes opuestos sumergidos
Que en su danza magnífica
Retoñan.
Se hace un gusto a hombre, en primavera
Donde las flores se desvelan
Y los signos vitales del día
Estremecen, cual calor de vientre
Bienoliente animal universal
Delinean su propia vida
En la espalda de la airosa Diosa celestial
Se acrecienta la alegría espiritual
Claro valor de sentir el día
Hasta en la más minúscula
Armonía.
Se sugiere, galante, el frío del cuerpo
Se exclama ante el viento desnudo
Se encuentra fiel ante el anónimo nombre del silencio
Huye a ninguna parte recogiendo
Los cabellos, el agua, la danza de sus manos
Y el demente y siempre invierno
Enaltece y se enfurece
Dejando el lienzo constipado.
Sangrando por la vida, el cielo en su regazo
Sueña la forma de las almas (de aquellos árboles rendidos)
(Que con delirio vaporoso se redime ante la gravedad)
Se encuentra el otoño, religión de sombras
Y hojas interrumpidas,
Se queman ante el atmosférico aliento de la brocha
Sólidos esqueletos de relieves venosos
Interpretan la música y su movimiento
Próspero y vehemente, la muerte eterniza
El desnudo lienzo animal.
He leído a la muchacha
que intenta sin reparo, morirse una vez más ante la vida
Dormirse un rato ante los miles de animales
Oscilando entre los sueños
Orbitando en el espacio negro
Al ritmo de un tambor intranquilo,
El atrio triunfal donde se canta la verdad
Donde se halla el silencio sepulcral.
El sonido se dispersa
Como llagas en la piel, instrumento del universo
Prisión de movimientos,
De desnudas ausencias,
de amorosas melancolías.
Sujeto de baladas
Ventana articular
Donde el héroe se alzaba al día
Con justicia y soberanía,
Afectuosa ante el valle, redimida en su agonía.
La naturaleza vibrante de la música creadora
Ha hecho escenas sin demora:
La vida como una flor en gestación
Abriéndose en movimientos espirales
Universales
Se aleja de la partida y huye a la salida
En plena orilla del final, se muestra
Pesimista
No entona su agonía, toda bella
Y la estrella al final del día
Arde
Arde
Un polvo de luz indómito
Cruje retorciendo y fracturando
El pétalo mortal.