Leemos a la poeta peruana Vanessa Martínez Rivero (Lima-Perú, 1979). Ademas de poeta es cantante, actriz y artista multidisciplinaria. Estudio en la Escuela Nacional de Teatro Rodrigo Virgilio Nache (Trujillo) y luego en la escuela experimental de Teatro Cuatro Tablas. Ha trabajado en radio, prensa, teatro, producción de eventos internacionales y nacionales. Publicó los poemarios La hija del carnicero (2007; 2014), Coraza (2009), Carne (2012), Cartografías de la carne (2012), Redondo (2015; 2016; 2019) y Un tercer ojo para el tiempo de la tristeza (2018; 2019). Ha participado en diversos festivales y ferias latinoamericanas y europeas. Arte – Facta. Selección y traducción multilingüe es su libro, más reciente.
Soy feo y me haré una amputación para ti
con frases para testamento,
donde tú, niña,
tendrás que percibirte agradecida
por toda esta magra carne
que huye en las tenebrosidades
de mondongos,
alcohol
y olor a ceviche sazonado
por hambrientos feligreses
entre
las piernas de las putas.
regresaré a casa todo macho pincho frío,
en mi taciturna ebriedad,
a darte las buenas noches.
qué cosa te queda:
querías el título
y, total, ahora eres la importante,
la freak del músico
y del Rock and Roll,
baby,
no te olvides
el puto Rock and Roll.
Reptar
Llegará la hora en que tendré que desembocar en los océanos,
que mezclar mis aguas turbias,
que tendré que silenciar mi canto luminoso.
Javier Heraud
Ya quisiera irme con los espectros a los que se les cayó la nación encima,
pero me he rodeado del fuego
y no puedo
simplemente
ser más que un lanzallamas.
Mi larga cola ha de entreabrir
un solo camino hacia la frontera,
a esta ruta criminal donde
desembocan mis Pacíficos.
No confío en el tramo de los fantasmales arenques que me tragué,
están enfermos, fríos,
llenos de la sangre guinda que se comieron mis muertos.
No confío,
por eso he de seguir a la brea en Vulcano
cerca al sol del puerto.
Mutaré mi cutis y beberé de la mar.
Estiraré mi lomo.
Jugaré con los barquitos e incendiaré sus velas.
Entonces tus liliputienses excitados narcotizarán mi alma.
Seré el show de la semana,
el circo beat de tu cielo me agotará
y huiré
imitando mi extinción a casa,
donde escondí mis meteoritas embriagadoras.
Aquí soy la última de mi maldita casta,
la que vaticina sus pérdidas,
la que vaticina
sus
pérdidas
blancas.
Un muerto
¡Qué cielos! Más blancos que los muertos
que siempre me despiertan suaves;
llevan los pies descalzos; no van lejos.
Salvatore Quasimodo
Un muerto
es un muerto,
muchas cosas lo son.
Muchas cosas aún debe.
Contempla desvanecer su escarcha en cuerpos felices.
Se desfigura en la memoria de quienes quiere,
pierde el vocablo inútil cuando se habita.
Pajarraco en su pico,
pierna de cuerno
bañado en petróleo,
mar de aniquilamiento,
de rudimentaria automoción
y corazón ortopédico.
Cojea en el pensamiento del vértigo, tantas veces amado.
Los muertos se reinventan
en cada palabra negada.
Reciclan un ala como brazo,
para agitar su escarcha ilusoria.
Nos cantan la estación
de nuestro propio abrazo.
Un tercer ojo para el tiempo de la tristeza
¿Por qué las coronas?
¿Por qué obstaculizar con hiel el peldaño del valor?
Hemos perdido el balbuceo
El resoplar en la meta es un ahínco sobre los ojos vividos
Transporta rezos de fuego
para humedecer las mejillas
y desacelerarnos sobre el trecho del recuento
¡Oh lánguida sombra!
¡Oh lánguida y travestida patria!
Ocultando el corazón
Marcapaso de mi ávido devenir
¿Podré perderme entre las razas sin dejar derramar mi luz?
¿Podré cantar, yo, olvidada voz, la desmemoriada letanía que nos incendia?
¡Esta sirena que chilla
paralizará las marchas de los escudos!
Roma
Roma que es igual al amor invertido
Se nos incendia
Y los ojos vividos como coros orgullosos
nos escrutan con disimulo felino
Como si no supiéramos también sobre la tristeza de los gatos
que lloran nocturnos desde su sexo
bajo el brillo de la única perla.
Circulamos sobre criptas donde Mona Lisa
Esculpida
Se vuelve infinita
y roza las incertidumbres de las aflicciones
Es cierto: ¡todos han muerto!
Van eunucos de nuestra pasión
Procesión de la insalubre vergüenza pasiva,
Para llegar y preguntarnos, cristianos,
en el calvario de sus ojos:
“¿Por qué me has abandonado?”
Los tristes somos de izquierda noble
antagónicos de la real condición
Vestimos una frontera de juncos amarillos
donde insectos
en sus puntas
defecan y destilan sus venenos
Lo chupamos todo
Ebrios
e inexcusables
Vibramos ante la sobredosis publicitaria de las urnas
Con las venas inundadas
por el torrente de lo que significa ser una cruz.
El índice es una noche sin perlas
ni diamantes
Que oculta la ciudad con su chorreada dactilar
Color del hematoma profundo que nos traga
Tal vez la devoción etílica
solo sea el torbellino
que los amigos ansían siempre
para destruir las grandes fiestas
Ni todo el color del hematoma
que nos empobrece
impide el incendio de:
Roma
Roma que es igual al amor invertido
Se nos incendia.