El lenguaje. La poesía. La guerra. Texto de Ilya Kaminsky

Gustavo Osorio de Ita nos acerca a un texto del poeta, ensayista y traductor ucraniano radicado en Estados Unidos, Ilya Kaminsky (1977), “Sobre el ucraniano, el ruso y la lengua de la guerra”, aparecido originalmente en The Literary Hub. Kaminsky nació en Odesa y vive desde los dieciséis años en Estados Unidos. Círculo de Poesía, a través de Valparaíso México, publicó en 2014, su primer poemario, Bailando en Odesa

 

 

 

 

Sobre el ucraniano, el ruso y la lengua de la guerra

 

 

1

Mi familia se amontona bajo el marco de la puerta a las 4 am, debatiendo si abrirle o no al extraño que traía solo sus pantalones de pijama, aquel que había estado golpeando la puerta durante al menos cinco minutos, despertando a todo el complejo de apartamentos. Al ver que se encendía la luz, comenzó a gritar a través de la puerta.

“¿Se acuerdan de mí? Yo les ayudé a llevar su refrigerador desde Pridnestrovie . ¿Se acuerdan? Hablamos de Pasternak en el camino. ¡Dos horas! Esta noche bombardearon el hospital. Mi hermana es enfermera allí. Me he robado la camioneta de alguien y he cruzado la frontera. No conozco a nadie más. ¿Puedo hacer una llamada por teléfono?”

Así la guerra entró con sus pies descalzos en mi infancia hace dos décadas, disfrazada de un hombre semidesnudo que se atragantaba al teléfono, víctima de una de las primeras campañas de “ayuda humanitaria” postsoviéticas.

 

2

Durante una reciente visita a Ucrania, mi amigo el poeta Boris Khersonsky y yo acordamos encontrarnos en un café del vecindario por la mañana para hablar sobre Pasternak (como si fuera él de lo único que se habla en nuestra parte del mundo). Pero cuando tomé mi camino por la acera a las 9 am, las mesas estaban volcadas y los escombros se esparcían sobre la calle desde donde el edificio había sido bombardeado.

Una multitud, que incluía a los medios locales, se reunía alrededor de Boris mientras este protestaba en contra de los atentados, en contra de otra falsa campaña de ayuda humanitaria de Putin. Algunos aplaudían; otros sacudían sus cabezas con desaprobación. Unos meses después, las puertas, los pisos y las ventanas del departamento de Boris estallaban.

Hay muchas historias como esta. A menudo se comparten en oraciones cortas y apresuradas, y luego se cambia abruptamente el tema.

“Los libros de guerra veraces”, escribió Orwell, “nunca son aceptables para los no-combatientes”.

Cuando los estadounidenses preguntan sobre los recientes acontecimientos en Ucrania, pienso en estas líneas del poema de Boris:

 

la gente lleva consigo explosivos por la ciudad
en bolsas de compras y pequeñas maletas.

 

3

Durante los últimos veinte años, Ucrania ha sido gobernada tanto por el Este ruso parlante como por el Oeste de habla ucraniana. El gobierno periódicamente utiliza “el asunto de la lengua” para incitar al conflicto y la violencia, una distracción efectiva de los problemas reales que se suscitan. El conflicto más reciente surgió en respuesta a las inadecuadas políticas del presidente Yanukovych, quien desde entonces se encuentra prófugo en Rusia. Yanukovych fue reconocido universalmente como el presidente más corrupto que el país haya conocido jamás (había sido acusado de violación y agresión, entre otras cosas, desde los tiempos de la Unión Soviética). Sin embargo, en estos días, el nuevo gobierno de Ucrania sigue incluyendo a oligarcas y políticos profesionales con antecedentes y motivaciones cuestionables.

Cuando, en 2013, comenzó el enfrentamiento entre el gobierno de Yanukovych y las multitudes de manifestantes, resultando en que el asediado presidente abandonara el país poco después, Putin envió sus tropas a Crimea, un territorio perteneciente a Ucrania, con el pretexto de proteger devotamente a la población de habla rusa. Poco después este territorio fue anexado. Unos meses más tarde, con el pretexto de la ayuda humanitaria, se enviaron más fuerzas militares rusas a otro territorio ucraniano, Donbas, donde ha comenzado una guerra de poder.

Durante todo este tiempo, la protección de la lengua rusa se ha citado continuamente como la única razón de la anexión y las hostilidades.

¿Requiere la lengua rusa en Ucrania de esta protección? En respuesta a la ocupación de Putin, muchos ucranianos de habla rusa optaron por colocarse al lado de sus vecinos de habla ucraniana, en lugar de en contra de ellos. Cuando el conflicto comenzó a intensificarse, recibí este correo electrónico:

 

Yo, Boris Khersonsky, trabajo en la Universidad Nacional de Odessa, donde dirijo el departamento de psicología clínica desde 1996. Todo ese tiempo he estado enseñando en ruso, y nadie me ha reprendido nunca por “ignorar” el ucraniano, lengua oficial del estado. Soy más o menos competente en el idioma ucraniano, pero la mayoría de mis alumnos prefieren las clases en ruso, por lo que doy mis clases en este idioma.

Soy un poeta de lengua rusa; mis libros han sido publicados principalmente en Moscú y San Petersburgo. Mi trabajo académico ha sido publicado allí también.

Nunca (me oyes, ¡NUNCA!) alguien me ha acosado por ser un poeta ruso ni por enseñar en ruso en Ucrania. En todas partes he leído mis poemas en RUSO y nunca encontré complicación alguna.

Sin embargo, mañana leeré mis conferencias en la lengua estatal: el ucraniano. Esto no será una mera conferencia, será una acción de protesta en solidaridad con el estado ucraniano. Hago un llamado a mis colegas para que se unan a mí en esta acción.

 

Un poeta de habla rusa se niega a dar una conferencia en ruso como acto de solidaridad con la Ucrania ocupada. Con el paso del tiempo, comenzaron a llegar otros correos electrónicos de poetas y amigos. Mi primo Peter me escribe desde Odesa:

 

Nuestras almas están preocupadas y tenemos miedo, pero la ciudad está a salvo. De vez en cuando algunos idiotas se alzan y anuncian que están a favor de Rusia. Pero en Odessa nunca le hemos dicho a nadie que estamos en contra de Rusia. Que los rusos hagan lo que quieran en su Moscú y que amen a nuestra Odessa tanto como quieran, ¡pero no con este circo de soldados y tanques!

 

Otra amiga, la poeta de habla rusa Anastasia Afanasieva, me escribe desde la ciudad ucraniana de Kharkiv sobre la campaña de “ayuda humanitaria” de Putin para proteger su idioma:

 

En los últimos cinco años, he visitado en seis ocasiones la Ucrania occidental, la de habla ucraniana. Nunca me he sentido discriminada por hablar en ruso. Esos son mitos. En todas las ciudades del oeste de Ucrania que he visitado, he hablado con todo el mundo en ruso: en las tiendas, en los trenes, en los cafés. He encontrado nuevos amigos. Lejos de sentir agresividad alguna, sentí de todos nada salvo respeto. Te lo ruego, no escuches la propaganda. Su propósito es separarnos. Ya somos muy diferentes, no nos volvamos opuestos, no hagamos una guerra en el territorio donde vivimos todos juntos. La invasión militar que está ocurriendo ahora mismo es la catástrofe para todos. No perdamos la cabeza, no tengamos miedo de las amenazas inexistentes, cuando sí hay una amenaza real: la invasión del ejército ruso.

 

Mientras leo carta tras carta no puedo dejar de pensar en la negativa de Boris a hablar su propia lengua como un acto de protesta contra la invasión militar. ¿Qué significa para un poeta negarse a hablar su propia lengua?

¿Es la lengua un lugar al que puedes dejar? ¿Es la lengua un muro que puedes atravesar? ¿Qué hay al otro lado de ese muro?

 

4

Todo poeta rechaza la embestida de la lengua. Este rechazo se manifiesta en el silencio iluminado por los significados del léxico poético, los significados no de lo que dice la palabra, sino de lo que retiene. Tal y como escribió Maurice Blanchot: “Escribir es desconfiar absolutamente de la escritura, al mismo tiempo que uno se entrega a ella por completo”.

Hoy, Ucrania es un lugar donde se ponen a prueba afirmaciones como esta. Otro escritor, John Berger, dice lo siguiente sobre la relación de una persona con su lengua: “Se puede decir de la lengua que es, potencialmente, el único hogar humano”. Insistía en que ésta era “la única morada que no puede ser hostil al hombre… Se le puede decir cualquier cosa a la lengua. Por eso es un oyente, que se encuentra más cercano a nosotros que cualquier silencio o cualquier dios”. Pero, ¿qué sucede cuando un poeta rechaza su lengua como forma de protesta?

O, para formular esta pregunta en términos más amplios: ¿qué sucede con la lengua en tiempos de guerra? Las abstracciones alcanzan muy rápidamente atributos físicos. Así es como la poeta ucraniana Lyudmyla Khersonska ve su propio cuerpo observando la guerra a su alrededor: Enterrada en un cuello humano, una bala asemeja un ojo, cosida. La guerra de la poeta Kateryna Kalytko es también un cuerpo físico: La guerra a menudo llega y se acuesta entre ustedes como un niño / con miedo a quedarse solo.

La lengua de la poesía puede o no cambiarnos, pero muestra los cambios dentro de nosotros: la poeta Anastasia Afanasieva escribe usando la primera persona del plural “nosotros”, mostrándonos cómo la ocupación de un país afecta a todos sus ciudadanos, sin importar qué lengua hablen:

 

cuando un camión con un mortero
pasó por la calle
no preguntamos quién
de qué lado estás
nos tiramos al piso y ahí nos quedamos.

 

5

En otra visita a Ucrania, me encontré con un antiguo vecino, ahora lisiado por la guerra, extendiendo su mano en la calle. No llevaba zapatos. Mientras pasaba a toda prisa, esperando que no me reconociera, repentinamente su mano vacía me detuvo. Como si me estuviera entregando su guerra.

Mientras me alejaba, tuve una extraña sensación de reconocimiento. Cuán similar era su voz, las voces de los poetas ucranianos con los que he estado hablando, a las voces de la gente en Afganistán e Irak, cuyas casas han destruido mis propios impuestos.

 

6

A finales del siglo XX, el poeta judío Paul Celan se convirtió en santo patrono de la escritura en plena crisis. Al componer en alemán, quebró el habla para reflejar la experiencia de un mundo nuevo y violado. Este efecto está ocurriendo nuevamente, esta vez en Ucrania, ante nuestros propios ojos.

Aquí el caso de la poeta Lyuba Yakimchuk, cuya familia son refugiados de Pervomaisk, la ciudad que se ha tornado recientemente uno de los principales objetivos de la “ayuda humanitaria” de Putin. Respondiendo a mis preguntas sobre sus antecedentes, Lyuba comenta:

 

Nací y crecí en la región de Luhansk, devastada por la guerra, y mi ciudad natal, Pervomaisk, ahora se encuentra ocupada. En mayo de 2014 fui testigo del comienzo de la guerra… En febrero de 2015, mis padres y mi abuela, después de haber sobrevivido a una guerra terrible, se dispusieron a abandonar el territorio ocupado. Salieron bajo fuego de artillería, con algunas bolsas de ropa. Un amigo mío, un soldado [ucraniano], casi le dispara a mi abuela mientras huían.

 

Hablando sobre la literatura en tiempos de guerra, Yakimchuk escribe: “La literatura rivaliza con la guerra, tal vez incluso pierde ante la guerra en cuanto a creatividad, por lo tanto, la guerra cambia la literatura”. En sus poemas se puede ver cómo la guerra hiende sus palabras: “no me hables de Lugansk”, escribe, “hace mucho que se convirtió en hansk / lu había sido arrasado hasta el suelo / hasta el pavimento carmesí”. La ciudad bombardeada de Pervomaisk “ha sido dividida en pervo y maisk ” y el caparazón de Debaltsevo es ahora su “debaltsevo .” A través del prisma de este lenguaje fragmentado, la poeta se mira a sí misma:

 

Miro hacia el horizonte
…me he vuelto tan vieja,
ya no más Lyuba
solo un –ba .

 

Así como el poeta ruso parlante Khersonsky se niega a hablar su lengua en tanto Rusia ocupa Ucrania, Yakimchuk, una poeta de lengua ucraniana, se niega a hablar un idioma no fragmentado mientras el país está fragmentándose frente a sus ojos. A medida que cambia las palabras, descomponiéndolas y contrapunteando los sonidos desde el interior mismo de las palabras, los sonidos dan testimonio de un conocimiento del cual carecen. Ya no léxica pero todavía legible para nosotros, la palabra destrozada confronta al lector con el mutismo, tanto dentro como fuera del lenguaje.

Al leer este poema de testimonio, uno recuerda que la poesía no es meramente la descripción de un suceso; es un suceso.

 

7

¿Qué es exactamente el testimonio de la poesía? La lengua de la poesía puede cambiarnos o no, pero muestra los cambios dentro de nosotros. Como un sismógrafo, registra sucesos violentos. Miłosz tituló su texto seminal El Testimonio de la Poesía “no porque nosotros demos testimonio de ella, sino porque ella da testimonio de nosotros”. Viviendo al otro lado de la Cortina de Hierro, Zbigniew Herbert nos contó algo similar: un poeta es como un barómetro para la psique de una nación. No puede cambiar el tiempo. Pero nos muestra cómo está el tiempo.

 

8

¿Puede el examinar el caso de un poeta lírico realmente mostrarnos algo que muchos comparten –la psique de una nación, la música de una época?

¿Cómo es que la columna vertebral de un poeta lírico tiembla como la aguja de un barómetro? Quizás esto se deba a que el poeta lírico es una persona muy reservada: en su intimidad, crea una lengua –lo suficientemente evocadora, lo suficientemente extraña– que le permite hablar, en privado, a muchas personas al mismo tiempo.

 

9

Viviendo a muchos cientos de millas de Ucrania, lejos de esta guerra, en mi cómodo patio trasero estadounidense, ¿qué derecho tengo yo para escribir sobre esta guerra? Y, sin embargo, no puedo dejar de escribir sobre ella: no puedo dejar de reflexionar sobre las palabras de los poetas de mi país en inglés, en esta lengua que ellos no hablan. ¿Por qué esta obsesión? Entre las oraciones yace el silencio que no controlo. Aunque es una lengua distinta, el silencio entre las oraciones sigue siendo el mismo: es el espacio en el que veo a una familia aún amontonada bajo el marco de la puerta a las 4 am, debatiendo si abrir o no la puerta al extraño, quien viste solo sus pantalones de pijama, que está gritando a través de la puerta.

 

 

 

Consigue Bailando en Odesa de Ilkya Kaminsky aquí

 

 

También puedes leer