Poesía chilena: Helga Krebs

Presentamos una muestra de Helga Krebs (Sonthofen, Alemania, 1928-Hermosillo, Sonora, México, 2010).

Artista plástica de nacionalidad chilena. En el año de 1931, cuando Helga tenía tres años su familia emigró a Chile. Sus primeras exposiciones fueron colectivas en los salones de verano de Viña del Mar. En el año de 1966 resultó ganadora del Premio Bienal Internacional de artes aplicadas de Uruguay dentro de la III Bienal americana de arte de Córdoba, Argentina. El año siguiente ganó el premio de mérito CRAV.

En mayo de 1974 tuvo que emigrar a México, a causa del golpe de Estado de Pinochet contra el gobierno democrático de Salvador Allende. Poco tiempo después, se trasladó a Hermosillo, Sonora con su compañero de vida Julio Montané. Durante sus primeros años en México vivió en la casa de Chile, y pintó su primera serie de pinturas en el país titulada “Crónicas de amor y violencia”, conformada por 45 obras en técnica collage.

Desde México construyó un proyecto artístico internacional continuo hasta el año 2010, por medio de exposiciones en varios países de América Latina, Estados Unidos, Europa y Japón. Tuvo gran influencia en el proceso sociocultural de las artes en el estado de Sonora, México. Su obra puede considerarse dentro del expresionismo abstracto hasta 1972. Después de esa fecha ha sido considerada por algunos críticos de arte dentro del neofigurativismo, aunque se le ha relacionado con el surrealismo y el pop.

Krebs también exploró los terrenos de la poesía y Ediciones Sin Fin de Barcelona publicó póstumamente en 2017, su libro La curvatura de la manzana, textos escritos entre 1983 y 1985, en Chile y México.

 

 

 

 

1.- Reflexiva situación con fruto verde, 1991.
2.- Por el corazón de las tribus, 1979.
3.- Amanecer con rosa modificada, 1991.
4.- Las tatuaditas, 1990.
5.- Turbulencias sobre un horizonte color de rosa, 1989.
6.- En este bosque íntimo, 1990.
7.- El regreso de la madre de los ovnis (en honor de los que regresan), 1980.

 

 

 

LA SANGRE Y LA UVA

Inclinado el ojo
sobre la orilla de mi siglo,
reconozco este paisaje abrupto y cambiante
y las continuas mutaciones
de sus nuevas criaturas.

De nacimiento, todas
llevan en algún punto
del cuerpo un lunar,
sólida gota de sangre
muy antigua que cayó, cae
y sigue perforando
las membranas.

Entre el fragor de las consignas
y la arquitectura del flamante templo
se abren finísimos resquicios.
A través de ellos verás
a los arcaicos escribir
un códice inédito y pintarlo
de sombras y centellas,

y alto sobre la cantera
el sol, las uvas
madurando en la letra.

 

 

ADIÓS AL JARDÍN

Visto desde el manzano,
el horizonte del paraíso
es una alambrada tiernamente
vigilada por el dueño
de mi penitente amor
y mi cocina.

Más allá, un mundo habitado
seduce. Invita a marchar
entre rocas, árboles,
bestias, personas,
y recordar de tanto en tanto
el llamado cada vez más débil
del jardín remoto.

En dirección a algo
soñado de muchas aguas
camino inventando
un océano abierto.

Zarpa el barco.
En alta mar, el cadáver
de la quimera será sepultado
envuelto en su bandera.

Y desvanecidas
en el paisaje arcaico
del litoral,
serpiente, culpa y manzana
se marchitan al sol, colgadas
de la alambrada.

 

 

 

LAS MALDITAS

(Recordando a Doris Lessing)

En vano el estado de gracia
y la paz hogareña protegieron
las ancas provincianas
de la joven Tierra.
El extranjero estuprador
enmascarado la embiste
y con sus colmillos de luz
arranca de su cadera
la carne espantada.

Desde entonces, edades
y mareas pintan continentes
de leche móvil y sombras
deslizantes sobre la piel
azul de la sonámbula.
Y en una eternidad
de rotaciones sucesivas
la infanta cadáver se infla,
desinfla, muerta vive
de angurria depredando
a la madre alienada.

Maldita seas, Luna odiosa
lunísima bastarda del cometa,
recogedora derramadora
de la pulsación solar
del tirano abominable
que cela las blasfemias
de mi cuerpo violado.

 

 

 

MENSAJE AL NAVEGANTE

Capitán:       Aquí,
a nivel de unas semillas
que ya brotaron,
esta primavera las enamoradas
difuntas hemos ido esparciendo
mensajes en clave.        Los míos
para ti, para que sepas,
los oculté entre mis huesos
y los túneles del mar
y del basalto.

Porque te habrán contado
que en la superficie
hubo un gran incendio
y que el ciclón quemó
la memoria de los hombres
junto con la imagen
del espacio en blanco
donde una vez hubo
una ciudad que amamos.

En ese lugar, hoy dicen
que no hay cruces ni inscripciones.
El cerebro calcinado sobre el umbral
se volvió pura ceniza. Entonces,
durante el acoso, se esfumó también
el idioma de los besos, y la lengua
del poeta se fue a fabular
entre fantasmas.

Concluyo, amado mío, esta carta
para diseñar un código ilustrado
con mapas camineros y nuevos ríos,
besos nuevos para los navegantes
que regresan en verano.

 

 

MUJER DESNUDA EN EL MUELLE

A la memoria de mi madre

El mar, estruendo
y remolino de sulfatos,
de pronto me devuelve
a mi joven nadadora.
Leve y desnuda emerge
como desmemoriada y viene
subiendo por la escalinata
rota del antiguo muelle.

Al pasar junto a mí,
bañada de burbujas,
no me ve.       Yo no existo.
Un filamento de alga
en su ancha boca sonámbula
escurre agua.         Ebrios
los ojos color de acero
se despiden de una tempestad
en el horizonte.
Yo no existo.

No existo.        Y reconozco
su imprecisa distracción
al empuñar el manubrio
de la bicicleta y partir
calmosa a lo largo
de las tablas carcomidas.
Yo no existo.       (Casi capullo
de espuma, mi cuerpo no ha
dislocado aún el vientre
de la pequeña nadadora).

Por el embarcadero
las ruedas se demoran y giran
lentamente hacia el pecho
del amoroso extraño que hoy,
junto con la noche
de hace más de medio siglo,
se bajará del tren
a las 7:15 en la aldea.

 

 

También puedes leer