Original ajeno: Guy Davenport

El poeta dominicano León Félix Batista construye en Círculo de Poesía un dossier de poesía en lengua inglesa, Original ajeno, que incluye traducciones de los siguientes poetas: David AntinJohn AshberyW. H. Auden -William Blake –Raymond Carver -Guy Davenport -Clayton Eshleman -Lyn Hejinian -Richard Kenney -Ted Hughes -Philip Lamantia -Marlene NourbeSe Philip -Ezra Pound -Adrienne Rich -James Schuyler -Charles Simic -Charles Tomlinson -Derek Walcott -Charles Wrigth. Leemos aquí sus versiones del narrador, ensayista, poeta y traductor norteamericano Guy Davenport (1927-2005). Estuvo muy influenciado por el Pound de The Cantos e intentó hacer en la narrativa lo que él hizo en poesía. Algunas de sus colecciones de poesía son Cydonia Florentia (1966), Flowers and Leaves: Poema vel sonata, carmina autumni primaeque veris transformationem (1966), The Resurrection in Cookham Churchyard (1982) y Goldfinch Thistle Star (1983).

León Félix Batista (Santo Domingo, 1964), estudió en Nueva York. Ha publicado, entre otros, Delirium semen (México, 2010), Caducidad (Madrid, 2011), Música ósea (Perú, 2014), Prosa del que está en la esfera (Buenos Aires, 2006); Inflamable (Montevideo, 2009), Sin textos no hay paradiso (Colombia, 2012), El hedor de lo real en la nariz imaginaria (Quito, 2014), Mosaico fluido (Sao Paulo, 2014) y Prosa de fabricación casera (Estados Unidos, 2018). Aparece en varias antologías, entre ellas Zur Dos (última poesía latinoamericana, Bartleby, Madrid, 2005), Cuerpo Plural (antología de la poesía hispanoamericana contemporánea, Pretextos, Valencia, 2010) y Poesía esencial dominicana (Visor, Madrid, 2011).

 

 

 

 

 

La medusa

 
es Juno de las Cintas en gelatina,
poco más, como Lyman dijo a Agassiz,
que agua organizada, el cerebro de Hegel,
en un chal de encaje, luz de luna tejida,
su cúpula de cristal líquido
sellada por suturas invisibles,
sus bolsas de espora disfrazadas de ojos
alternadas con ojos, ojo testículo,
ojo testículo, pétalo brillante,
seis sexos que florecen en seis ojos
orlados con pliegues delgados como el vino
descendiendo por la copa
cosido a la cúpula con telaraña.
Su confeti de cuarenta patas cuelga,
raíz de orquídea malar,
página de punto en plata de Da Vinci
en el murmullo y meandro de los ríos
que remolinean, espiral contra espiral,
como el pelo de Isabella de’Este.
Esta anatomía de agua
con su cuenco de cristal de sombrero
colgado con ojos sexuales y sexos ópticos
es nombrada Medusa por las amas
de la denominación, Arethusa y Ariadna,
señoras cuya suerte estaba en laberintos.
Es el Hombre Portugués de Guerra,
la ortiga marina, la medusa punzante.
Constructores con cestos de átomos
en los siete días, uniendo protozoarios
llamaron a estas jibas de légamo
barbadas con helecho transparente
La Señora Eléctrica, Venus Quintaesencial,
Jezebel en Panoplia, Hera de las Borlas.
Esta esfera graciosa cercada
y vestida en pelo de Isolda,
cangrejo tímido, improbablemente intrincado,
y por la palabra de cualquier artesano virtuoso
imposible, es cincuenta libras de agua
y cuatro onzas de carne,
es electricidad de volantes replegados,
y es transparente. Puedes ver
a su través lo que hay detrás, un pez
curvo como en un espejo con urdimbre,
o coral oprimido y estirado
por esta lente de agua gorda. Lía
para copular un estilo de engranaje
alrededor de otra que a su vez
está rodando alrededor de otra, ojo
viendo en otro ojo, semental entre la cuenca.
Es un hermafrodita y puede,
si la urgencia es grande, acoplarse con seis
al mismo tiempo y es sabido
que, con la mar picada y él tan diestro,
dispara de entre sus compañeros
dos pies en el aire.
No empolla bebés Circes sino
anémonas, flores carnívoras,
granadas del océano que
se mezclan, como sus titanes
padres Venus y Mercurio.
Acéfalas, no son seres
sino semillas de los seres,
padre, huevo e infante en uno,
huesos de agua, carne de película.
Su progenie es el pulpo fantasma
con piernas de humo, la dormida-
bifurcada-y-ojeada Medusa Cyanea,
disparo en el azul, rápido aguijón,
una ferocidad de luz
en la fría oscuridad de los mares.

 

 

 

 

En Maratón

 
Marianne Moore saludó al campo de batalla.
Su endeble mano al borde del sombrero
redondo como un plato, de pie en pose de atención
en su mejor estilo Astilleros de Brooklyn
o como años antes Jim Thorpe y ella
izaron la bandera escolar en Carlisle.
Aquí en largas capas escarlata las hileras
avanzaron con escudos sillados, entonando
a los tambores azotados y el pífano chillando
el himno despiadado de Apolo el Lobo,
lanzas remitiendo, colas de caballo fluyendo
de cascos enmascarados con ojos de ultratumba.
Los sables próximos y los jabalinistas
Más capas rojas, Ares salvaje en sus filos.
Las jabalinas silbaron como perdices
parejas en un monte y cayeron cual nevisca.
Los persas penetraron, barrena de avispones.
Los griegos lanzaron su estocada como el fuego
engulle un palo. Mañosamente sabios
los persas se retiraron hacia el mar
y navegaron fuertemente hasta Atenas,
la cual, el ejército griego en la llanura,
se arrodilló a sus pies, victoria de mañana.
Pero los griegos estaban allí el día siguiente
para reducirlos. Habían corrido toda la distancia
de Maratón, veinte millas, en bronce.
Hace dos mil cuatrocientos cincuenta y cinco
años. Hay cosas que uno nunca debe
dejar incompletas, como venir de Brooklyn
en la vejez de uno para saludar al ejército
en Maratón. ¿Qué son los años?

 

 

 

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