Para ser grande, sé entero. Epicureísmo y Estoicismo en la obra de Fernando Pessoa

Fernando Pessoa y algunos de sus heterónimos como el Barão de Teive, Bernardo Soares, Ricardo Reis y António Mora, reflexionaron sobre la filosofía de los antiguos griegos desde la perspectiva del cristianismo, al que ellos llamaron "cristismo" y que históricamente es el resultado de la decadencia del Imperio Romano, su transformación en la Iglesia Católica. Estoicismo y Epicureísmo son los dos movimientos espirituales que marcaron la obra del portugués.

 

 

Para ser grande, sé entero

Estoicismo y epicureísmo en Fernando Pessoa

Texto y traducciones de Mario Bojórquez

Animula vagula blandula

Hospes comesque corporis

Quae nunc abibis in loca?

Pallidula rigida nudula

Nec ut soles dabis iocos

Adriano

 

Mínima alma mía, tierna y flotante,

huésped y compañera de mi cuerpo,​​ 

descenderás a esos parajes

pálidos, rígidos y desnudos,​​ 

donde habrás de renunciar a los juegos de antaño.

Memorias de Adriano​​ de Margarite Yourcenar

Traducción de Julio Cortázar

 

1

 

Así comienza y termina la historia de un hombre que “vivió conforme a su naturaleza” en el drama humano del imperio más grande de la antigüedad. ¿Tenía, acaso, el alma una suerte de corporeidad, era una sustancia material junto con el cuerpo humano? “El alma está hecha con el cuerpo.” Dice Alberto Caeiro y lo confirman Aristóteles, Zenón y Epicuro. Para Aristóteles el alma es la forma del cuerpo; para Zenón de Citio es una sustancia ígnea, un fuego vital, un pneuma que desaparece con el cuerpo muerto; para Epicuro, finalmente, son átomos materiales que se disgregan en el éter. Adriano, quien habría conocido en Atenas a Epicteto se convirtió en seguidor de su escuela gracias a su amistad con Flavio Arriano (y aun circuló en la Edad Media un diálogo supuesto entre el filósofo y el emperador), y, es, Adriano, quizá el modelo de hombre que mejor perfila las características de alguien que acepta su destino y lo ama, como querían los estoicos y que como los epicúreos filosofa desde la mesura para alcanzar la felicidad. Su heredero, a través de Antonino, en el trono y en la escuela filosófica habría de ser Marco Aurelio, quien no vistió pretexta sino el manto de la filosofía desde la juventud y que a los 17 ya era el preferido de Adriano para sucederle. A él dedica su larga carta que será la novela de Margarite Yourcenar y quien, por su influencia, devendrá en un disciplinado​​ estoico, autor de las famosas​​ Meditaciones.​​ Humanitas, Felicitas, Libertas, fueron las palabras que acompañaron su efigie en las monedas de su imperio y fue en Bitinia, punto más álgido de la Expedición de los Diez Mil que Jenofonte relata en su angustiante​​ Anábasis; y aun como signo ominoso, el asiento del perverso rey Nicomedes IV de quien fue manjar y consorte una temporada la “Reina de Bitinia”, “el divino calvo que era el marido de todas las mujeres y la mujer de todos los maridos”; y aún peor, la región donde, finalmente, fue nombrado cónsul Incitatus, caballo de Calígula; en esta región, pues, colonia griega del Mar negro o Ponto Euxino, habría de nacer el divinizado Antinoo.​​ 

 

Fernando Pessoa escribe hacia 1915, un largo poema en inglés​​ Antinous, donde se explora el tema de la muerte del efebo y su amante mayor: “En el alma de Adriano era fría la lluvia. // Yace el joven muerto / en el lecho bajo y completamente desnudo / a la mirada de Adriano, cuyo dolor es miedo; / era difusa la umbrosa luz en la eclipsada muerte.”​​ (The rain outside was cold in Hadrian’s soul. // The boy lay dead / On the low couch, on whose denuded whole, / To Hadrian’s eyes, whose sorrow was a dread, / The shadowy light of Death’s eclipse was shed.)​​ Este es el momento de la explosión heteronímica, en 1915 Fernando Pessoa comienza a escribir con puntualidad perturbadora, la literatura que le caracteriza y que se conoce bajo diversos nombres de autores ficticios, en una entrevista con Adolfo Casais Monteiro en 1928 para la revista​​ Presença​​ de Coimbra afirma:​​ Lo que Fernando Pessoa escribe pertenece a dos categorías, a las que podremos llamar ortónimas y heterónimas. No se podrá decir que son anónimas o pseudónimas, porque en verdad no lo son. La obra pseudónima es la del autor en su propia persona, salvo en el nombre que lo firma, la heterónima es la del autor fuera de su persona, es la de una individualidad completa fabricada por él, como serían los parlamentos de cualquier drama suyo. Las obras heterónimas de Fernando Pessoa son escritas por, hasta ahora, tres nombres de personas: Alberto Caeiro, Ricardo Reis y Álvaro de Campos. (...) El resto, ortónimo o heterónimo, o no tiene interés, o no fue más que algo pasajero, o está por perfeccionarse o redefinirse, o son pequeñas composiciones, en prosa o en verso, que sería difícil recordar y tedioso enumerar después de recordarlas.

 

En el extendido catálogo de obras y nombres, más de cien nombres y muchas obras que a lo largo de los siglos XX y XXI se han ido publicando (muere en 1935 y se comienza a publicar su obra en una primera etapa a partir de 1942 en la colección Ática y concluye en 1982), en el año de 1999 finalmente se publica​​ La educación del estoico​​ del Barão de Teive en edición de Richard Zenith, obra fragmentaria que había sido recogida en apuntes previos de Maria Aliete Galhoz​​ y Teresa Rita Lopes pero que alcanza su edición definitiva en ese año. Con el Barão de Teive conoceremos con una mayor precisión el modo en que Fernando Pessoa concibe esa escuela práctica de filosofía de la​​ Stoa​​ griega con Zenón, Cleantes y Crisipo, y que tuvo un gran influencia en el periodo romano desde Séneca, Epicteto y Marco Aurelio. Fernando Pessoa en esa misma revista Presença comenta la características de estilo del Barão de Teive y de Bernando Soares:​​ El auxiliar contable Bernardo Soares y el Barão de Teive — ambas personalidades son míamente ajenas — escriben con la misma sustancia de estilo, la misma gramática y el mismo tipo y forma de propiedad: es que escriben con el estilo que, bueno o malo, es el mío. Comparo las dos porque son casos de un mismo fenómeno — la inadaptación a la realidad de la vida y, lo que es más, la inadaptación por los mismos motivos y razones, pero que al paso que el portugués es igual en el Barão de Teive y Bernando Soares, el estilo difiere en que el del hidalgo es intelectual, desnudo de imágenes, un poco ¿cómo diré? estricto y restringido, el del burgués es fluido, participando de la música y de la pintura, poco arquitectural. El hidalgo piensa claro, escribe claro y domina sus emociones, si bien que no sus sentimientos, el asistente comercial ni emociones ni sentimientos domina y​​ cuando piensa es subsidiariamente a sentir.​​ Y de Bernardo Soares agrega: Soy yo menos el raciocinio y la afectividad.Agregaríamos nosotros que al Barão de Teive le tocó en suerte tener todos los atributos del raciocinio pero ninguno de la afectividad. Este libro será su única obra, pues ha arrojado al fuego todo lo que ha escrito antes de su suicidio, la ha subtitulado: “la imposibilidad de hacer arte superior.” El drama principal en la obra de Teive es el de no poder concluir ninguna obra de aliento destacable, le parece que todo cuanto escribe no está a la altura de su expectativa por más esfuerzo y dedicación que le imprime a su propósito: “Siento próximo, porque yo mismo lo quiero próximo, el fin de mi vida. En los días pasados ocupé mi tiempo en quemar, uno a uno — y tardó dos días, porque a veces releí — todos mis manuscritos, las notas para mis pensamientos difuntos, los apuntes, a veces ya trechos completos, para las obras que nunca escribiría.” Así relata el Barão de Teive como se fue preparando para la muerte al separarse de su obra nunca terminada de la que sólo quedaron: “Ideas bruscas, admirables, fraseadas en parte con palabras intensamente propias — pero desligadas, a costurar después, erigibles en monumentos; pero la voluntad no las acompañaría si hubiese de tener la estética por compañera y no quedara en parágrafos del cuento posible — sólo apenas líneas, que parecieran admirables, pero que, en verdad, sólo lo serían si en torno de ellas se hubiese escrito el cuento en que eran momentos expresivos, dichos sintéticos, relaciones... Unos eran dichos del espíritu, admirables pero incomprensibles sin el texto que nunca se escribió.” Vamos finalmente a conocer algunos párrafos cortados, frases​​ sueltas de un estoicismo descarnado e infeliz que será el mapa más esclarecido de un alma mutilada y febril: “Bajó sobre nosotros la más profunda y más mortal de las sequías de los siglos — la del conocimiento íntimo de la vacuidad de todos los esfuerzos y de la vanidad de todos los propósitos. Alcancé la saciedad de la nada, la plenitud de cosa alguna. Lo que me llevará al suicidio es un impulso como el que lleva a acostarse temprano. Tengo un sueño íntimo de todas las intenciones.” Esta forma racional, este seguir la naturaleza de nuestro raciocinio, fue la dinamita con fueron volados todos los puentes que unían las orillas de la vida para el Barão, su sueño no concretizado: “Pongo fin a una vida que me pareció poder contener todas las grandezas, y que no vi contener más que la incapacidad de apenas quererlas. Si tuve certezas, recuerdo siempre que todos los locos las tuvieron mayores. Mil ideas juntas, cada una un poema, que crecían inútiles. El escrúpulo de la precisión, la intensidad del esfuerzo de ser perfecto — lejos de ser estímulos para actuar, son facultades íntimas para el abandono. Vale más soñar que ser. ¡Es tan fácil verlo todo conseguido en el sueño!” El Barão de Teive nos conduce en este martirio desquiciado y previsible por los senderos de un alma que hecha toda de razón, una vida “vivida según razón” como decían los primeros estoicos griegos, no puede dejar de observar que sólo es la confirmación de que desde la inteligencia es imposible alcanzar la felicidad. ‘’Pertenezco a una generación — suponiendo que esa generación tenga más personas que yo — que perdió por igual la fe en los dioses de las religiones antiguas y la fe en los dioses de las irreligiones modernas. No puedo aceptar a Jehová, ni a la humanidad. Cristo y el progreso son para mí mitos del mismo mundo. No creo en la Vírgen María ni en la electricidad.” “Tengo todas las condiciones para ser feliz, salvo la felicidad. Las condiciones están desligadas unas de otras.” “Siento el corazón como un peso inorgánico.” “Desde que la inteligencia existe, toda la vida es imposible.” “El hombre moderno, si es infeliz, es pesimista.” “El pensamiento, sin embargo, poderoso como es, nada puede contra la rebeldía de la emoción.” “También, al contrario de lo vulgar, tuve siempre más miedo de la muerte que de morir. Tuve siempre un aprecio más alto por la conciencia que por las sensaciones agradables de mi piel. En la única operación que me hiceron hace poco (la amputación de la pierna izquierda), me rehusé a ser anestesiado. Sólo accedí a la anestesia local.” La relación que nuestro autor puede llegar a tener con la sociedad, con los vínculos que se generan en la vida civil, están también rotos: “El escrúpulo es la muerte de la acción. Pensar en la sensibilidad ajena es estar seguro de no actuar. No hay acción por pequeña que sea — y cuanto más importante, más cierto debe ser eso — que no hiera a otra alma, que no apene a alguien, que no contenga elementos de que si tuvieramos corazon, no nos habríamos de arrepentir. Muchas veces he pensado que la filosofía real del eremita estará antes vinculada​​ con el esquivarse que con ser hostil, por el simple hecho de vivir, que en cualquier pensamiento directamente relacionado con el aislarse.” “No enseñes nada, pues aún tienes todo por aprender.” “Los ejércitos soñados acaban por ser derrotados,” “...una cosa difícil de definir, salvo como una náusea física de la vida.” Su estoicismo es una forma de rigidez espartana, como aquel pueblo que fue llamado para hacer la guerra e imposibilitado para cualquier otra acción diversa, incluida la de generar sus propios alimentos por medio del trabajo, el Barão de Teive fue un alma llamada a realizar una obra esplendente, nunca lo consiguió: “Mi orgullo, sin embargo, nunca sufrió que yo me permitiese menos que lo que mi inteligencia podría hacer. Nunca pude concederme a mí mismo la autorización para el término medio, para cualquier cosa en la obra que mi personalidad entera y mi deseo todo. Si yo hubiese reconocido en mi inteligencia una incapacidad para la obra sintética, habría sufrido mi orgullo, reconociéndolo por locura. Pero la deficiencia no estuvo nunca en mi inteligencia, capaz siempre de grandes síntesis y de poderosas sistematizaciones. Mi mal estaba en la tibieza de la voluntad ante el esfuerzo horrible que esas enterezas entrañaban.” Su condición de hombre noble le impedía tener el trato social que le hubiera permitido sentirse en consonancia con el prójimo, siempre se sintió alejado de todo y de todos: “Entre el asceta y el hombre vulgar no reconozco, en la esfera de la dignidad del alma, uso intermedio o término medio. Quien usa que use, quien abdica que abdique. Use con la brutalidad del uso; abdique con el absoluto de la abdicación. Abdique sin lágrimas, sin consolaciones de sí mismo, señor al menos de la fuerza de saber abdicar. Despréciese, sí, pero con dignidad.” “La dignidad de la inteligencia está en reconocer que es limitada y que el universo está fuera de ella.” “Cuánto no descendería delante de mí, y, de la justicia, delante de todo y todos, si dijese ahora que la primavera es triste, que las flores sufren, que los ríos gimen tristezas, que en la propia canción de los campesinos hay angustia y ansia, ¿por qué? — Porque Álvaro Coelho de Athayde, décimo cuarto Barão de Teive descubrió con pena que no puede escribir los libros que quisiera.” De este modo, un alma que fundó desde un estoicismo “estricto y restringido” como lo refiere Pessoa al hablar del estilo del hidalgo, consigue exactamente los valores inversos que como ideal se plantea Adriano: Humanidad, Felicidad, Libertad, y entonces va como el gladiador y el esclavo a la arena de la muerte saludando con ojos muy abiertos su condición excedida, su condición de pureza en el fracaso, en la derrota: “Me confieso vencido por la vida, sin embargo no me confieso abatido por ella.” “Alcancé, creo, la plenitud del empleo de la razón. Y es por eso que me voy a matar.” “En la arena a la que César nos lanzó para que entre nosotros nos hiriéramos, el que muere es vencido, el que mata es el que vence.” “Como el gladiador en la arena en que fue puesto por el destino que​​ del esclavo lo expuso condenado, saludo, sin que tiemble el César que haya en este circo rodeado de estrellas. Saludo de frente, sin orgullo, que no lo puede tener el esclavo; ni alegría, que no la puede fingir el condenado. Pero saludo, para que no falte a la ley aquel a quien toda la ley falta. Pero, acabando de saludar, clavo en el pecho la espada que no me servirá en el combate. Si el vencido es el que muere y el vencedor quien mata, con esto, confesándome vencido, me instituyo vencedor.”

 

2

Siempre que Fernando Pessoa usó la palabra epicureísmo, la remarcó con un adjetivo, Bernardo Soares habla de la práctica de un “epicureísmo sutilizado”, y cuando se refiere al estoicismo dice que apenas es un “epicureísmo severo”, Vicente Guedes hablando de la obra de Omar Khayyâm, nos recuerda que plantea un “epicureísmo suave”, Federico Reis al hablar de la obra de su hermano Ricardo Reis, nos dice: “Puede resumirse la obra de Ricardo Reis en un “epicureísmo triste”; sin embargo, al estoicismo nunca lo califica. Ricardo Reis y el filósofo António Mora, fueron encargados en diversos momentos de la organización y publicación de la obra completa de Alberto Caeiro, junto a este trabajo ​​ realizaron cada uno por su lado una serie de textos que podrían ser recogidos bajo el título general de​​ El regreso de los dioses​​ y que son el programa general para una refundación del paganismo moderno a partir de la obra de Alberto Caeiro. Como todo en la obra de Fernando Pessoa, nos han quedado fragmentos de estos materiales que hemos publicado en​​ El argonauta de las sensaciones verdaderas, obra crítica heterónima que acompaña a​​ El andamio, obra completa de Alberto Caeiro, estos fragmentos nos indican una interpretación de las dos escuelas filosóficas que nos reunen en torno a este texto, el estoicismo y el epicureísmo frente al cristianismo que Ricardo Reis llama el “cristismo”: “Una cosa es el paganismo, otra la mitología que lo representa. Una cosa es, por ejemplo, la estatuaria griega, otra cosa el espíritu de la cual es un producto. Puede sentirse la estatuaria griega, pueden amarse los dioses helenos, sin que haya la mínima noción del espíritu que representan. El ejemplo de Óscar Wilde sirve más que cualquier otro. Wilde amó sin duda ambas manifestaciones de lo antiguo. Nadie menos que Wilde sintió o supo lo que era el paganismo. Wilde, y tantos otros, tomaron al epicureísmo como la suprema característica de lo pagano, cuando es el estoicismo lo que máximamente lo representa. El paganismo era, en relación al cristianismo, una religión triste, sí, profundamente triste.” Este tipo de incomprensión fue sufrida por el propio Epicuro y sus seguidores, se pensaba que esta búsqueda del placer se refería a los goces sensuales, la gula o la lujuria, pero el propio Epicuro rechaza en vida esta desviación del concepto, cuando habla de placer,​​ esencialmente se refiere a los pensamientos que permiten alcanzar la calma feliz de la ausencia del dolor físico o la tranquilidad del alma. Horacio, el poeta Quinto Horacio Flaco, quien seguramente frecuentó en la villa de los Pisones de Herculano, el acompañamiento filosófico de Filodemo, discípulo directo de Epicuro, ​​ y su magnífica biblioteca griega, se declaró alguna vez: “Yo soy un cerdo feliz de la piara del jardín de Epicuro”. De ahí la molestia de Reis y Mora al respecto de autores que asumen superficialmente el legado de los antiguos filósofos griegos: “Enumerar toda la basura cristiana con pretensiones paganas de los Matthew Arnold, de los Óscar Wilde y de los Walter Pater del bajo-cristismo, sería aburrido y desolador. Esta gente creía estar con los antiguos cuando iba de frente al encuentro del cristismo por lo que llamarían razones estéticas; no pasan de discípulos cristianos, ni siquiera del paganismo, sino sólo de ciertas escuelas filosóficas que el paganismo ha producido. Epicureístas cristianos, hedonistas católicos, estoicos de un pórtico judío, dejémoslos en la podredumbre estúpida de los que quisieron aceptar a los dioses sin saber de qué materia se hacían, de los que quisieron seguir a los filósofos de la antigüedad, en lo que tenían de esencial, sin saber qué es lo que tenían de esencial, ni por qué camino iban.” Para refundar el paganismo, si esto fuera posible, se necesitaría la forma objetivada del pensamiento materialista puro que resume la poesía de Alberto Caeiro, de otro modo, infectada ya el alma moderna por las desviaciones del cristismo, no será posible siquiera comprender de modo profundo el ámbito en que se desarrollan estas dos escuelas filosóficas: “Así estos pobres críticos del cristismo lo atacan con armas que son cristianas, por eso es que son ilusiones cristianas del paganismo. Toman el epicureísmo por paganismo entero. Otros, más nobles, creen que en el estoicismo está todo el paganismo. No, ni en uno ni en otro sistema se halla incluida la actitud metafísica que de ambos es el sustrato. Lo que es común a toda moral pagana es que, sea cual fuere, implica un fin humano, la organización de la persona humana, no la trascendencia de ella. La moral pagana es por tanto una moral de orientación y de disciplina, al paso que la moral cristiana es una moral de renuncia y de desapego. La moral epicureísta es, en el fondo, la tendencia hacia la felicidad por la armonización de todas las facultades humanas —lo que es, de veras, una idea de disciplina, puesto que lo es de coordinación. La moral estoica es una moral de subordinación de las cualidades inferiores del espíritu a las superiores, pero superiores y humanas; el auge del cristismo está en el sacrificio y en la dedicación a la humanidad espiritual, el auge del estoicismo en la disciplina de sí mismo y en la dedicación al propio destino, y, si a la humanidad, a la humanidad concebida cívicamente. El estoicismo es la más alta moral pagana porque es la moral pagana reducida el principio abstracto que es la esencia de todas las éticas del paganismo. La disciplina es la única diosa ética​​ de los estoicos; y es la disciplina, como dijimos, la base real de las doctrinas éticas del paganismo.” Alberto Caeiro no tiene una ética, ni tampoco la necesita, en un poema define: “Corté la naranja en dos / y las dos mitades no podían quedar iguales / ¿con cuál fui injusto, yo, que me voy a comer ambas?” El propio Fernando Pessoa apunta: “Caeiro no tiene ética sino la sencillez. Ricardo Reis tiene una ética pagana, medio epicurista y medio estoica, pero una ética muy definida, que da a su poesía una elevación que el propio Caeiro — aunque, independientemente de la maestría, sea de los dos el genio de mayor estatura — no logra alcanzar.” Ricardo Reis define el “sustrato” del cual está conformada esta ética: “Hablo de estas cosas seguramente porque nací creyendo en los dioses, me crié en esa creencia, y, queriéndolo ellos, en esa creencia moriré. Sé lo que es el sentimiento pagano. Sólo me pesa no poder explicar realmente lo absoluta e incomprensiblemente diverso que es de todos nuestros sentimientos actuales. Igualmente nuestra calma, y el vago estoicismo que algunos entre nosotros tienen, no son cosas que se parecen a la calma antigua y al estoicismo griego.” Nuestro cristismo impide observar con detenimiento las formas extremas de las escuelas griegas, puesto que el cristismo ha transformado el orden previo, el imperio romano es hoy la iglesia católica, su asiento está en la Roma imperial y la corte de los dioses olímpicos, se ha trasformado en la corte de los santos católicos: “En el imperio romano decadente y desmoralizado ese sistema se encuentra como en casa. Su monoteísmo fogoso le daba la fuerza con la que los débiles son atraídos. su misticismo extraño, complejamente ascético y supersticioso, le hablaba al alma de multitudes ávidas de maravillas, prontas a acogerlo, como todas las plebes de todas las decadencias, de todas las delicuescencias del sentimiento y de la voluntad. Por donde era ascético, su misticismo tomaba el campo del estoicismo, y le acrecentaba el atractivo de lo maravilloso y de lo milagroso. Por donde era blando y disolvente servía a los fervores de la Grecia de Epicuro; con las blanduras sensuales, reposadas en el espíritu de su (...). por donde era supersticioso, entró en las almas que, con la materna (...) por donde Horacio, pasaba la vida en perseguir a los astrólogos y pesquisadores de los “números babilónicos” y de otras “suertes” y (...). Su fraternalismo igualitario (esenios) en una población que era toda de esclavos, reales o virtuales, al mismo tiempo que adulaba su rencor de inferiores y de débiles, consolaba su sufrimiento de oprimidos.” Para intentar la refundación del paganismo es necesario tomar algunas prevenciones: “Al pagano moderno, exilado y casual en medio de una civilización enemiga, sólo puede convenir una de las dos formas últimas de la especulación pagana — o el estoicismo, o el epicureísmo. Alberto Caeiro no fue ni uno ni otro, porque fue el paganismo absoluto, sin ramificación o intención segunda. Por mí, si de mí puedo hablar, quiero ser a la vez epicureísta y estoico, seguro estoy de la inutilidad de toda​​ acción en un mundo en que la acción está en el error, y de todo pensamiento, en un mundo donde el modo de pensar se ha olvidado.” De este modo nos facilita comprender el estado de lo que no es el paganismo para los modernos: “Por detrás de todas las variaciones permanece, inalterable sustancia de una forma mutante, un concepto del universo especialmente pagano, y que las modas no alcanzan. Es difícil hacer ver esto — como cualquier otra cosa — a quien no lo siente. La indiferencia al dolor, la aceptación orgullosa, aunque pasiva, del destino, no bas- ta para formar un estoico: falta el estoicismo. La búsqueda, aunque moderada, de los placeres, escéptica hacia otra especie de beneficios que esperar del mundo, no es suficiente para que su culto merezca el nombre de epicureísta: falta el epicureísmo. De la misma manera la aceptación de muchos dioses — que otra cosa no muestra la hagiología del cristismo católico, que siendo suficiente para síntoma de politeísmo, no basta para que este politeísmo pueda considerarse idéntico al de los paganos: falta el paganismo.” En el plan político que redacta António Mora para la refundación del paganismo apunta: “8. En el presente, tenemos que ser estoicos, como fueron los últimos representantes del paganismo en medio de la fiebre y de la lama del imperio romano, del lodo del cristismo naciente, de las invasiones espirituales semíticas: nuestro camino es al contrario del de ellos. Ellos vinieron del paganismo natural al estoicismo, porque el paganismo frente a la civilización del imperio decadente, (las civilizaciones decadentes) tiene que ser el estoicismo. Nosotros iremos a buscar el estoicismo para volver a atar el hilo y ver si conseguimos subir otra vez, pero a nuestro modo, a las fuentes y los orígenes del espíritu pagano. Los estoicos se quedaron sin seguidores; seremos nosotros sus continuadores.” Para Bernando Soares, siempre decantado por la observación, el análisis decadente de su pequeña vida, el estoicismo y el epicureísmo le sirven, al menos, para soportar el aburrido devenir, el tedio de la existencia: “Resulta fatigoso todo esto para mi esfuerzo el cual no intento nunca demasiado. La suerte si quisiera, que venga a mí. Sé de sobra, que mi mayor esfuerzo no logra la concreción que en otros conseguiría. Por eso me abandono a la suerte, sin esperar mucho de ella. ¿Para qué? Mi estoicismo es una necesidad orgánica. Necesito acorazarme contra la vida. Como todo estoicismo no pasa de un epicureísmo severo, deseo, si es posible, hacer que mi desgracia me divierta. No sé hasta que punto lo consigo. No sé hasta que punto consigo cualquier cosa. No sé hasta que punto cualquier cosa se pueda conseguir...”​​ 

 

Frederico Reis, hermano del poeta Ricardo Reis, ensaya una presentación de su poesía: “Se resume en un epicurismo triste toda la filosofía de la obra de Ricardo Reis. Intentaremos sintetizarla.

Cada uno de nosotros — opina el Poeta — debe vivir su propia vida, aislándose de los demás y buscando sólo dentro de una sobriedad individualista, lo que le agrada y le place. No debe buscar los placeres violentos, y no debe huir a las sensaciones dolorosas que no sean extremas.

Buscando el mínimo de dolor o [gozo], el hombre debe buscar sobre todo la calma, la tranquilidad, absteniéndose del esfuerzo y de la actividad útil.

Esta doctrina, la da el poeta por temporal. Es mientras los bárbaros (los cristianos) dominan que la actitud de los paganos debe ser ésta. Una vez desaparecido (si desaparece) el imperio de los bárbaros, la actitud puede entonces ser otra. Por ahora no puede ser sino ésta.

Debemos procurar darnos la ilusión de la calma, de la libertad y de la felicidad, cosas inalcanzables porque, en cuanto a la libertad, los propios dioses —sobre los qué pesa el Destino— no la tienen; en cuanto a la felicidad, no la puede tener quien está exiliado de su fe y del medio donde su alma debía vivir; y en cuanto a la calma, quien vive en la angustia compleja de hoy, quien vive siempre a la espera de la muerte, difícilmente puede fingirse tranquilo. La obra de Ricardo Reis, profundamente triste, es un esfuerzo lúcido y disciplinado para obtener una calma cualquiera.

Todo esto se apoya en un fenómeno psicológico interesante: en una creencia real (?) y verdadera en los dioses de la Grecia antigua, admitiendo a Cristo [...] como un dios más, pero nada más —concepto de acuerdo con el paganismo y tal vez en parte inspirado por la idea (puramente pagana) de Alberto Caeiro de que el Niño Jesús era “el dios que faltaba”.

 

Con estas anotaciones creo que de algún modo he mostrado la atención que Fernando Pessoa y sus autores dedicaron a este tema valioso para los seres humanos que ahora vivimos en la Tierra y me despido compartiéndoles algunos breves poemas de Ricardo reis que reflejan estas preocupaciones:

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Odas de Ricardo Reis

 

*

 

Cada uno cumple el destino que le cumple

Y desea el destino que desea;​​ 

Ni cumple lo que desea,

Ni desea lo que cumple.

 

Como las piedras en la orla de las canteras​​ 

El Hado nos dispone, y allí quedamos;

Que la suerte nos puso​​ 

Donde hubimos de estar.

 

No tengamos mejor conocimiento​​ 

De lo que nos corresponde.

Cumplamos lo que somos.​​ 

Nada más nos es dado.

29/7/1923

 

*

 

Quiero de los Dioses sólo que no me recuerden.

Seré libre —sin dicha ni desdicha,​​ 

Como el viento que es la vida​​ 

Del aire que no es nada.

El odio y el amor igualmente nos buscan; ambos,​​ 

Cada uno a su manera, nos oprimen.

A quien los dioses nada​​ 

Conceden, tiene libertad.

 

*

 

Saudoso ya de este verano que veo,

Lágrimas para las flores de él empleo​​ 

En la memoria invertida

De cuando habré de perderlas.​​ 

Traspuestos los portales irreparables​​ 

De cada año, me anticipo a la sombra

En que he de errar, sin flores,

En el abismo rumoroso.

Y tomo la rosa porque la suerte manda.​​ 

Ajada, la guardo; se marchita conmigo

Antes que con la curva​​ 

Diurna de la amplia tierra.

 

*

 

Bajo la leve tutela

De los dioses descuidados,​​ 

Quiero gastar las concedidas horas

De esta predestinada vida.

 

Nada pudiendo contra

El ser que me hicieron,

Deseo al menos que el Hado me haya

Dado la paz por destino.

 

De la verdad no quiero

Más que la vida; que los dioses​​ 

Dan la vida y no la verdad, ni quizá

Sepan cuál es la verdad.

 

*

 

Quiero ignorado, y tranquilo

Por lo ignorado, y propio​​ 

Por tranquilo, llenar mis días​​ 

De no querer más de ellos.

 

A los que la riqueza toca​​ 

El oro irrita la piel.

A los que la fama impulsa​​ 

Se les vacía la vida.

 

A los que la felicidad

Es sol, se volverá la noche.​​ 

Pero al que nada espera​​ 

Todo lo que viene es grato.

2/3/1933

 

*

 

Cuatro veces cambió la estación falsa

En el falso año, en el inmutable curso​​ 

Del tiempo consecuente;

A lo verde sigue lo seco, y a lo seco lo verde,​​ 

Y no sabe nadie cuál es el primero,

Ni el último, y acaban.

 

*

 

Súbdito inútil de astros dominantes,

Pasajeros como yo, vivo una vida​​ 

Que no quiero ni amo,

Mía porque soy ella.

 

En la ergástula de ser quien soy, con todo,​​ 

De pensar en mí me libro, mirando en lo alto

Los astros que dominan,​​ 

Sumiso de verlos brillar.

 

Vastedad vana que finge de infinito

(¡Como si el infinito se pudiera ver!)—

¿Ella me da la libertad?​​ 

¿Cómo, si ella no la tiene?

 

19/11/1933

 

*

 

Nada queda de nada. Nada somos.

Un poco al sol y al aire nos atrasamos​​ 

De la irrespirable tiniebla que nos pese

De la húmeda tierra impuesta,​​ 

Cadáveres aplazados que procrean.

 

Leyes hechas, estatuas vistas, odas concluidas—​​ 

Todo tiene su fosa. Si nosotros, carnes

A quienes un íntimo sol da la sangre, tenemos

Poniente, ¿por qué no ellas?​​ 

Somos cuentos contando cuentos, nada.

28/9/1932

 

*

 

Nadie ama a otro, sino que ama

Lo que de sí hay en él, o lo supone.​​ 

Nada te pese que no te amen. Siente

Quien eres, y eres extranjero.

Cuídate de ser quien eres, ya te amen o nunca.​​ 

Firme contigo, sufrirás avaro

De penas.​​ 

10/8/1932

 

*

 

Para ser grande, sé entero: nada

Tuyo exageres o excluyas.

Sé todo en cada cosa. Pon cuanto eres

En lo mínimo que haces.​​ 

Así en cada lago la luna toda

Brilla, porque alta vive.​​ 

14/2/1933

 

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