Cruz en la puerta de la tabaquería
Tabaquería de Fernando Pessoa, traducción de Marco Antonio Campos, El Tucán de Viginia, 2022.
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¡Cruz en la puerta de la tabaquería!
¿Quién murió? ¿El propio Alves? Dio
Al traste el bienestar que tenía.
Desde ayer la ciudad cambió.
¿Quién era? Bueno, era a quien yo veía.
Todos los días lo veía. Estoy
Ahora sin esa monotonía.
Desde ayer la ciudad cambió.
Él era el dueño de la tabaquería.
Un punto de referencia de quien soy.
Yo pasaba por ahí de noche y de día.
Desde ayer la ciudad cambió.
Mi corazón tiene poca alegría.
Veo que la muerte está donde yo estoy.
Orillas de la tumba — ¡tabaquería!
Desde ayer la ciudad cambió.
Pero al menos a él, alguien lo veía.
Él era fijo. Yo porque paso,
No falto; por mí nadie diría
Desde ayer la ciudad cambió.
14/10/1930
Álvaro de Campos
Anexo 33 de la Obra Completa
Edición de Jerónimo Pizarro y Antonio Cardiello
Aparece por primera vez en las Poesías de Álvaro de Campos, Ediciones Ática, 1944.
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Celebramos hoy con el poeta Marco Antonio Campos la publicación de su experta traducción a uno de los poemas más inquietantes de la poesía del siglo XX, Tabaquería de Fernando Pessoa en Álvaro de Campos, publicado en el magnífico sello El tucán de Virginia que dirige el poeta Víctor Manuel Mendiola. Entramos en este poema, como si fuera la llamada de una obertura para una sinfonía íntima, al modo en que Mozart con sus tres toques misteriosos hace la llamada para entrar en el drama de la Flauta Mágica o en Beethoven sus estremecedores llamados en la inolvidable Sinfonía Quinta, y que ha sido identificado como la llamada del Destino: “No soy nada. / Nunca seré nada. / No puedo querer ser nada. / Aparte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo.”
De Álvaro sabemos que nace en dos fechas, el 13 y el 15 de octubre según horóscopos del propio Fernando Pessoa, uno de ellos modificado por su amigo Ferreira Gomes marcando la corrección astral hacia la una de la tarde, nace en Lisboa y en el sur de Portugal, en un pequeño puerto de casas de cuatro aguas, Tavira, y de algún modo muere dos veces también, cuando redacta el soneto Regresso ao lar el 3 de febrero de 1935, con la indicación en inglés: “End of the Book” para marcar el final de su obra heterónima; sin embargo, sigue escribiendo poemas, el último fechado el 21 de octubre de 1935, “Todas as cartas de amor são ridículas” algo más de un mes antes de la muerte física de Fernando Pessoa, ocurrida el 30 de noviembre de 1935.
Su vínculo con la poesía de un modo verdaderamente comprometido, luego de escribir ocasionales sonetos y aún el poema conocido como Opiario que aparecerá en la revista Orpheu, sucederá después de conocer, en un viaje casual al Ribatejo acompañando a un primo que allí tenía negocios con unas personas, a su maestro Alberto Caeiro; estos primos de Caeiro, Julio Manuel Caeiro y Antonio Caeiro da Silva, encargarán después en una carta enviada a Brasil, a Ricardo Reis la organización de El Andamio, la obra completa del Maestro Glorioso, tan tempranamente desaparecido. El drama em gente desdoblado es una de las formas fascinantes de la lectura de sus fantasmas o máscaras, he pensado por mucho tiempo que ese primo de Álvaro de Campos quien lo invita al Ribatejo podría ser Álvaro Coelho de Athayde, con el cual compartiría abuelo paterno, puesto que nuestro poeta se llamó Álvaro de Campos y Athayde, el primer apellido es siempre el materno, como en Fernando Antonio Nogueira Pessoa, ese Álvaro Coelho de Athayde es el 20º Barão de Teivem, autor de La educación del estoico.
Nuestro poeta, es un heterónimo que ha dejado trazas inequívocas de su existencia más allá de la letra, se aparece en ocasiones a Ophelia Queiroz, quien pide a Fernando Pessoa que por favor ya no invite a sus citas amorosas al ingeniero, y aún referida por João Gaspar Simões, la sorprendente entrevista que tuvieron él y el poeta José Regio en O Marthino da Arcada con el ingeniero naval Álvaro de Campos cuando por primera vez buscaron a Fernando Pessoa, dice Simões “muchas veces vi a Fernando Pessoa, pero ya nunca más volví a ver a Álvaro de Campos, salvo esa primera vez en Lisboa.” Envía cartas a amigos y también a las redacciones de varios periódicos, desatiende una posición administrativa municipal en Braga y se deja notar su presencia en la cercanía amistosa que alcanza con José de Almada Negreiros a quien dedica su A Passagem de Horas o a Santa Rita Pintor a quien dedica su Oda Marítima y quien habría publicado en el único número de Portugal Futurista su Ultimatum.
Teresa Rita Lopes define las distintas fases del poeta Álvaro de Campos en la Poesía Completa que publica en Assirio&Alvim, la primera va de 1913 a 1914 y le llama “El poeta decadente”, “El ingeniero sensacionista” de 1914 a 1922, en la cual escribe sus grandiosas odas, “El ingeniero metafísico” de 1923 a 1930 donde escribe las Lisbon Revisited de 1923 y 1926 y el 15 de enero de 1928 nuestra Tabaquería, para concluir con “El ingeniero aposentado” de 1931 a 1935, donde concluye su obra. Planea un libro de versos, Arco del Triunfo, que incluye las cinco grandes Odas y del cual deja una nota de 1925:
“Las cinco odas que forman este libro fueron escritas de 1914 a 1916, y sujetas después a una revisión que no tuvieron. Las revisé, y las dejé como estaban. La razón de tanta demora entre la confección de ellas y su publicación es tal vez ésta.
Pensé poner un prefacio a este libro pero, como se me ocurrió que los prefacios sólo tienen sentido después de leerse el libro, y después de leerse el libro se dispensan los prefacios, decidí no incluir un prefacio.
Las teorías estéticas, con las que se relacionan estas cinco odas, están expuestas vagamente en mi Ultimátum, de 1917, y en el estudio Apuntes para una estética no aristotélica, de 1923 y publicado en la revista Athena en 1925.”
Despues de escrita la Tabaquería vendrán poemas breves de amargura entristecida vinculada al sueño de la infancia o de acidez implacable contra todas las manías de la vida muelle en el jubilado insoportable, no tendremos ya el fuego del poeta sensacionista que para poder sentir, necesitó sentirlo todo; al mismo tiempo ocurre el advenimiento del segundo Libro del desasosiego, ahora con la autoría de Bernardo Soares o como lo dice Octavio Paz en su Fernando Pessoa, el desconocido de sí mismo: “fantasma del fantasmal Vicente Guedes” (primer autor del libro), este nuevo Bernardo Soares, ya antes fue escritor de cuentos y hasta de poemas, con quien Álvaro será confundido continuamente incluso por el mismo Pessoa, una página está encabezada por la indicación dubitada “A de C ? ou L. do D. (ou outra cosa cualquer)”. Jerónimo Pizarro nos alerta en la edición de las obras completas de Álvaro de Campos: “Que la escritura de uno de los mayores poemas de la lengua portuguesa, Tabaquería, coincida con el inicio de la segunda fase del Libro del desasosiego, como ya lo indicamos, es azaroso, pero también un acto que convida a leer al Campos tardío en paralelo con ese segundo Libro del desasosiego.”
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Volviendo a Alves, el dueño de la tabaquería, hay diversas menciones en el Libro del desasosiego, de la primera y de la segunda fase, en Vicente Guedes leemos en su texto de la Oleografía hacía 1914:
“(Es de papel que brilla y duerme sobre la cabeza del zurdo Alves, su vida que se desvanece.) Es una oleografía... en Libro del Desasosiego de Vicente Guedes
No debemos confundirlo con Marcos Alves, suicida, de quien Pessoa escribió un buen número de textos en su nombre y además lo presentó como un personaje con problemas psiquiátricos; en un diario de 17-2-1913 (Segunda-feira), anota: Pocos e informes razonamientos tuve; se esbozaba uno que otro punto secundario de Marcos Alves.— Esbocé dos poemas ingleses, en la noche, cuando volvía a casa.
El breve poema, con el cual inicié este relato es poco conocido, se atribuye desde 1944 a Álvaro de Campos, pero también alguna vez se duda colocándolo bajo la firma de Bernardo Soares de quien conservamos algunos materiales en verso, la misma Teresa Rita Lopes ya no lo incluye en su edición de Assirio&Alvim de 2013, pero Pizarro sí.
En otros momentos del Libro del desasosiego aparece de nuevo la mención al dueño de la tabaquería, aquel famoso episodio de la barbería donde se entera de la muerte del hombre mayor que lo atendía ordinariamente, se dice que él también se perderá cuando un día ya no aparezca en los predios conocidos y habituales:
“Entre con el barbero al modo acostumbrado, con el placer de serme fácil entrar sin constreñimiento en las casas conocidas. Mi sensibilidad de lo nuevo es angustiante: tengo calma sólo donde ya he estado.
Cuando me senté en la silla, pregunté, por un azar del recuerdo, al joven barbero, que me iba colocando en el cuello un lino frío y limpio, cómo iba el colega de la silla de la derecha, más viejo pero con espíritu, que estaba enfermo. Le pregunté sin que me pesara la necesidad de preguntar: sucedió por la oportunidad del lugar y el recuerdo. “Murió ayer”, respondió sin tono la voz que estaba por detrás de la toalla y de mí, y cuyos dedos se alzaban del ajuste en la nuca, entre mí y el collarín. Toda mi buena disposición irracional murió de repente, como el barbero eternamente ausente de la silla de al lado. Hizo frío en todo cuanto pienso. No dije nada.
¡Saudades! Las tengo hasta de lo que no me fue nada, por una angustia de fuga del tiempo y una enfermedad del misterio de la vida. Caras que veía habitualmente en mis calles habituales, si dejo de verlas entristezco; y no fueron nada para mí, a no ser el símbolo de toda la vida.
¿El viejo sin interés de las polainas sucias que se cruzaba conmigo a las nueve y media de la mañana? ¿El cuchillero cojo que me molestaba inutilmente? ¿El viejón colorado de gran cigarrote a la puerta de la tabaquería? ¿El dueño pálido de la tabaquería? ¿Qué es lo qué he hecho de todos ellos, que, porque los vi y los volví a ver, fueron parte de mi vida? Mañana también yo me sumiré de la Rua da Prata, de la Rua dos Douradores, da Rua dos Fanqueiros (lencería). Mañana también yo, el alma que siente y piensa, el universo que soy para mí, sí, mañana yo también seré el que dejó de pasar en estas calles, el que otros vagamente evocarán con un “¿qué será de él?” Y todo cuanto hago, cuanto siento, todo cuanto vivo, no será más que un transeunte menos en la cotidianidad de las calles de una ciudad cualquiera.”
En otro trecho se confirma Bernardo Soares en el desleído paisaje anodino de su calle, de su barrio: “ Yo mismo, que ansío alto por el sol puro y los campos libres, por el mar visible y el horizonte entero, ¿quién me dice que no extrañaría la cama, o la comida, o no tener que bajar las ocho gradas de la escalera hasta la calle, o no entrar en la tabaquería de la esquina, o no intercambiar los buenos días con el barbero ocioso?”
Y en otro lugar aún sueña con ser ese dueño de la tabaquería, pálido y sin metafísica como Esteves: “Los dioses, si son justos en su injusticia, nos conserven los sueños aun cuando sean imposibles, y nos den buenos sueños, aunque sean bajos. Hoy que no soy viejo aún, puedo soñar con Islas del Sur y con Indias imposibles; mañana tal vez me sea dado por los mismos dioses el sueño de ser dueño de una tabaquería pequeña, o un jubilado en una casa de los alrededores. Cualquiera de los sueños es el mismo sueño, porque son todos sueños. Cámbienme los dioses los sueños, pero no el don de soñar.”
Alves, el dueño de la tabaquería, representaba en Álvaro de Campos y en Bernardo Soares, al hombre simple en su fijeza, la aspiración del poeta en retiro, atendiendo una tabaquería como también lo soñó en septiembre de 1916 desde la revista Poetry de Chicago, Ezra Pound en su Isla en el lago.
La isla del lago
Oh Dios, oh Venus, oh Mercurio, patrón de los ladrones,
Dame a su debido tiempo, te lo ruego, una pequeña tabaquería,
Con las pequeñas cajas brillantes
Apiladas en los estantes con cuidado
Y el suelto fragante tabaco
Y el picado,
Y el brillante Virginia
Suelto en las cajas de brillante vidrio,
Y un par de pesas no muy grasientas,
Y las putas cayendo para una palabra o dos al paso,
Para un chiste picante y arreglarse un poquito el pelo.
Oh Dios, oh Venus, oh Mercurio, patrón de los ladrones,
Concédeme, sí, una pequeña tabaquería
O instálame en cualquier profesión
Salvo en este condenado oficio de escritor,
Donde se necesitan sesos todo el tiempo.
(versión del inglés, Mario Bojórquez)
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Fernando Pessoa publicó bajo el nombre de Álvaro de Campos el poema Tabaquería en en el número 39 de la revista Presença de Coimbra en julio de 1933, al mandar la colaboración comenta en carta del 1º de julio de 1933 a João Gaspar Simões: “Muy agradecido por su carta. Aquí le envío la colaboración para Presença, pero no sé si servirá. Me conformé con su indicación de que la materia no fuera muy pequeña. Escogí por eso ese poema de Álvaro de Campos. Lo peor es que tal vez sea muy grande. Si lo fuera, digámelo, y le enviaré entonces cualquier otra cosa de menor extensión; pero en ese caso, usted se arriesga a que sea uno de los tales poemas milimétricos, por no tener ya tiempo de copiar otro. Esto es una simple indicación y no una amenaza: no deseo que Presença quede sumergida en la Tabaquería de Campos.”
En el manuscrito fechado del 15 de enero de 1928, leemos como título inicial y circundado a lápiz: Marcha da Derrota y luego con tinta y subrayado Tabacaria. El original a máquina tiene pocas correcciones, inicia arriba con la tirada de versos circundada en su numeración como parte cuatro y en la página se lee:
Essencia musical dos meus versos inutéis,
Quem me dera encontrar-te como coisa que eu fizesse,
E não ficasse sempre defronte da tabacaria de defronte
Calçando nos pés (o desprezo ) a consciencia de estar existindo
Como um tapete em que um bebado tropeça
Ou um capacho que os ciganos roubarem e não vale nada.
Este fue el modo en que nos llegó este poema marcado por la desolación del hombre en la multitud, este que será el carácter del hombre moderno, del hombre del siglo veinte; hoy, en el veintiuno, sin tabaquería de enfrente, “como cosa real por fuera” nos decantamos en el pozo del Iphone buscando una respuesta hasta acabar. No quiero extenderme más, sólo apunto que en la Leiteria Alentejana, Fernando Pessoa vivió en el cuarto de los trebejos, en la trastienda de este local le permitieron pernoctar quizá sin pago de renta “como un perro tolerado por la gerencia / por ser inofensivo:”; claro que no fue el único cuarto, y quizá no fue el peor, en el internet circula una lista de direcciones provisionales. La buhardilla está dentro de nuestra cabeza.
Mario Bojórquez