La perra
Atraídos por el olor de la sangre de sus entrañas
los perros siguen a la perra en celo como si fueran el séquito
de una reina negra. Y la olfatean en un movimiento impúdico
que tal vez merece ser llamado amor.
La perra finge que la persecusión le incomoda
y seduce como una mujer cortejada.
Un olor penetrante de vida la acompaña
entre los dos soles que limitan el paso del día.
En la noche, cuando la encierran en el galpón,
los perros quedan del lado de afuera, desolados y fieles.
Y sus gruñidos en la oscuridad nos enseñan
que el amor es una pasión inútil, una puerta cerrada.
En Estación final de Lêdo Ivo, traducción de Mario Bojórquez