Safo: una lectura desde Anne Carson

Existen numerosos escritos de historias, estudios y traducciones de Safo, de su figura y su importancia para la poesía y para la escritura de las mujeres. Para continuar este diálogo, hoy presentamos un fragmento de la introducción al libro If not, Winter. Fragments of Sappho, obra donde la poeta canadiense Anne Carson busca explicar la figura de Safo como músico y letrista de sus propias canciones y acercar al lector de habla inglesa a nuevas aproximaciones de los fragmentos de poemas que se conservan de Safo. La traducción es de Andrea Rivas. También incluimos un poema —el único poema de Safo que se conserva completo— en la traducción rítmica de Rubén Bonifaz Nuño.

 

 

 

 

 

SOBRE SAFO

 

Safo era músico. Su poesía es lírica, es decir, fue compuesta para ser cantada con la lira. Menciona la lira en uno de sus poemas y frecuentemente hace menciones sobre música, canciones y el canto. Los pintores antiguos de vasijas la retratan con su instrumento. Escritores posteriores le adjudican tres invenciones musicales: el plectorn, un instrumento para tocar la lira; el pektis, un tipo especial de lira y el modo mixolidio, un modo emocional utilizado también por los poetas trágicos, quienes lo aprendieron de Safo. Se ha perdido toda la música compuesta por Safo.

Safo también era poeta. Hay una hidria del siglo V en el Museo Nacional de Atenas que retrata a Safo, identificada por su nombre, leyendo de un papiro. Esta es una imagen ideal; si en realidad era o no letrada es un hecho que se desconoce. Pero parece razonable que las letras de sus canciones hayan sido escritas durante su vida o poco después y existieron en rollos de papiro hacia el siglo V a.C. En los rollos de papiro el texto se escribe en columnas, sin divisiones entre palabras, sin puntuación ni líneas. Leer semejantes textos es difícil incluso cuando nos llegan completos y la mayor parte de los papiros nos llegan de manera parcial. De los nueve libros de letras que se dice fueron escritos por Safo, solo un poema ha sobrevivido en su totalidad. El resto son fragmentos.

Safo vivió en la ciudad de Mitilene en la isla de Lesbos aproximadamente desde el año 630 a.C. No se sabe cuándo murió. Se menciona su exilio a Sicilia en algún momento entre el 604 y el 595 a.C. en una inscripción antigua —La crónica de Paros— pero no se explica el motivo. Fuentes biográficas hacen mención de que tuvo una madre, un padre, una hija, un marido y tres hermanos. Parece haber dedicado su vida a componer canciones; los eruditos de Alejandría las recogieron en nueve libros, de los cuales tan solo el primero consistía de 1320 líneas. La mayor parte está perdida. Su rostro fue acuñado en la moneda de Mitilene y los poetas helenísticos la llamaban “la décima Musa” o “la Musa mortal”. El tenor general de la opinión antigua sobre su trabajo se resume en lo que dice Estrabón:

 

            Safo es una cosa asombrosa. Por lo que sabemos

            en todo el registro de la historia no hay una sola mujer

            que pueda acercarse a rivalizar

            con su gracia poética.

 

Las controversias sobre su ética personal y su modo de vida han tomado una gran parte del tiempo de las personas a lo largo de la historia de los estudios sáficos. Parece que conoció y amó a las mujeres tan profundamente como amó la música. ¿Podemos dejar aquí el asunto? Como dice Gertrude Stein:

 

 

 

Debió haber sido una mujer muy feliz. Ahora somos capaces de hacernos una fotografía. Somos capaces de tener lo que queremos.

 

 

*

 

 

De vario trono inmortal Afrodita,

hija de Zeus que trenzas dolos, te oro:

ya no con penas ni pesar me domes,

oh santa, el alma.

 

Pero aquí ven, si alguna y otras veces,

con escuchar la voz, de lejos, mía,

me oíste, y del padre la mansión dejando,

viniste, el áureo

 

carro enyugando; y te llevaban bellos,

sobre la tierra negra, raudo s pajares,

las alas por el cielo, a medio el éter,

densas batiendo.

 

Sin dilación llegaron. Tú, oh dichosa,

dulce sonriendo en tu inmortal semblante,

qué me afligía otra vez, pediste, y qué, otra

vez, te impetraba,

y qué muy mucho que ocurriera ansiaba

a mi alma insana. “¿A quién, otra vez, quieres

que Peito lleve a tu pasión? Oh, Safo:

¿Quién te maltrata?

 

Y pues, si huye, ha de seguirte en breve,

y ha de donados, si no acepta dones,

y si no ama, habrá de amar en breve,

aun no queriéndolo.”

 

Ven a mí ahora, y suéltame de graves

cuitas, y cumple, para mí, todo eso

que el alma anhela que se cumpla, y séme,

tú misma, aliada.

 

 

 

 

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