Carta al Yeti
Hemos estado pensando en ti, querido Yeti.
En las justas razones que tuviste para darnos la espalda
y avanzar empinando tu lomo lunar por las escarpadas montañas.
Ni entre los monjes hallaste paz.
Solo la nieve te vio como igual y te abrigó el corazón descalzo.
Las cosas han cambiado desde entonces.
Han bajado de los cerros,
han emergido de los lagos otros seres abominables,
maravillosos e indispensables como tú,
para desdibujar los límites de la imaginación humana.
Si vuelves,
juntos podremos esperar la navidad
Y aunque acá no hay nieve,
podremos reflejarnos en las vidrieras rotas de los escaparates saqueados.
Ya no tendrás que volver a esconderte
Yeti, nunca más.
El mundo del que huiste se está acabando.
El mundo que dejaste atrás está devorando al aire,
se está comiendo el sol.
Prometeo desatado camina con su fuego bajo el mar,
los bosques arden y muy pronto el último glaciar de tu desvelo
Arderá inevitablemente.
El único posible será el del corazón.
Y si vienes, si vienes pronto,
podrás verlo arder también, querido Yeti.
Ahora, si estimas en más la vanidad de tu destierro,
lo entenderé
Existe la probabilidad de que Wislawa tuviera razón
Quizás la esperanza no sea más que un síntoma del olvido
Y las mujeres sigan pariendo hijos entre las ruinas
Pero ahora es distinto.
Eso queremos creer mientras te escribo estas líneas.
La paratopía solo es posible
si regresas, querido Yeti.
La casa del ángel
(poema desplegable)
Una habitación donde quepa un ángel
cómodamente sentado
Un perchero donde pueda colgar sus alas
Un velador donde pueda colocar su aureola
Ni sillas, ni cama
(un ángel vive desvelado)
Una libreta pequeña y un lápiz
donde pueda anotar ciertos asuntos
matemáticas divinas, por ejemplo
Un viejo estetoscopio de madera
con el que pueda auscultar los sonidos de la tierra
Sin piso, sin paredes, sin ventanas
Un reloj de pie, algunas flores
Abejas, falenas y san juanes
Dorados, verdes, tornasoles
Un horizonte amplio, poblado de álamos
Blancas nubes
Sin espejos, para que no recuerde
Su invisible estado de sol puro
Un ángel peca
de ser simplemente
un huésped en mansión de bonhomía
Bello, calvo, esbelto o tieso
Un ángel invocado
nunca sea más que eso
Una forma de besar los labios de la muerte
Abrazar la luz del día
y sentir la soledad entibiándonos los huesos
Muerte natural
Solo las niñas
Se dan el verdadero trabajo de entender. Colocan
esfuerzos –suficientes-
en la única tarea, que nadie, absolutamente nadie,
jamás les encomendaría.
Una mañana
levantan la cara al sol
y comienzan a intuir la esencia de la vida.
Y por la tarde, y a veces, incluso
antes del medio día
ya han visto la cara de la muerte
sonriente a su lado,
acompañando las labores de la madre.
Prematura es la vida de un verso sobre una página escrita con garabatos
Ellas descubren
que el mundo no está hecho de palabras.
Luego, deben transcurrir años, para que recién puedan expresar
(en palabras)
esa única verdad.
Se les va la vida en aprender a escribir lo incontestable.
Enseguida, se vuelven silenciosas
Y construyen escondites donde no penetran los adultos,
Sus leyes, ni las leyes de la física,
Ni las leyes del dolor,
ni las leyes del sometimiento.
Desde esos mundos compartidos
con insectos y fantasmas
Planean
Planifican
Y logran
-sí- logran comprender.
Ya han visto todo a esos escasos cinco años
desde debajo de una silla,
pegadas al fondo de un ropero,
acurrucadas dentro de un cajón.
ya han descifrado los torbellinos de la existencia,
sus golpes, sus latidos, olas de vida vibrante
palpitando y resonando
en el silencio
de los rincones
y el olor
ese olor a usado y guardado,
a desechado, ese olor a olvido
colma su entendimiento
y ya saben todo de la vida
antes de vivirla
ya entendieron
Pellaifa
Para llamar a los cisnes hay que mecer un junquillo en la orilla del lago
Para llamar al huillín hay que golpear dos piedras azules
Para llamar al pangue hay que esperar a que hielen los cerros
Y soltar la oveja mansa. Hay que esperar,
Hay que saber esperar por los prodigios de la noche
Kalfumalen se enciende, la niña azul, la estrella venerada, el buen augurio
Hay que esperar y soltar el asombro como un canto
Para que trepe a los árboles y encienda la luna
Hay que esperar por los fuegos silvestres y en silencio
Hay que saber esperar para que hagan visibles las puertas selladas del bosque
Y entrar en el renü de los duendes
Sin perder la cordura
Hay que saber esperar y agradecer al sendero
A su mano oscura
Que nos regresa siempre
Poema para muchos años después
Algunos salen de una vez
Hay otros, que deben ser pacientemente trabajados
bajo la tenue luz de la lámpara
durante las largas horas del amor
Faena interminable que deja marcas en el cuerpo
y el corazón derramado en un vaso puesto al revés
¿Qué es?