Archivo Venezuela: Cristina Gutiérrez Leal

Leemos poesía venezolana. En el marco del Archivo Venezuela preparado por Giordana García Sojo, leemos algunos textos de Cristina Gutiérrez Leal (Coro, 1988). Es Doctora en Literatura comparada de la Universidad Federal de Río de Janeiro. Mereció el Premio Desmadres de escritas em portunhol (2023).

 

 

 

 

 

 

 

Cristina Gutiérrez Leal (Coro, Venezuela, 1988) es Doctora en Literatura comparada de la Universidad Federal de Río de Janeiro (URFJ). Profesora del Instituto Latino-Americano de Arte, Cultura e Historia (ILAACH-UNILA). Publicó la plaqueta​​ La primera huida es única​​ (LP5, 2018) y el poemario​​ Estatua de sal​​ (Dcir, 2016), traducido y publicado en alemán:​​ Salzsäule​​ (hochroth Verlag, 2021), y el poemario​​ Donde hay agua​​ (Luba ediciones, 2024). Ganadora de la XX Bienal de Literatura José Antonio Ramos Sucre (2015), del II Concurso Nacional de Poesía Rafael Cadenas (2017) y del Premio Desmadres de escritas em portunhol (2023). Sus poemas y artículos han sido publicados en diversas revistas.​​ 

 

 

 

 

 

 

 

 

***

 

 

 

 

 

Si te sobrevivo, casa.

ningún lugar me será imposible.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Sé del mar reventando contra un muro

cómo me asusta cuando levanta demasiado su oleaje

cuando enfría sus aguas y es imposible.

Sé de gente buena acodada en puentes

contemplo sus miradas cristalinas y la mía se envidria

me siguen enfermando mis ojos litorales

mis costas.

 

He visto desde un balcón

un río que divide tres países

abrí ya muchas veces mi puerta para saludar

desconocidos

ya estiré una nueva lengua

ya me senté lo más al norte posible

ya estuve en la última calle de un país

ya fui todo lo insular que pude

ya he puesto toda mi fe en un viaje

ya he querido volver y abrazar

corro tras un nuevo paisaje que se alborote en mis ojos

vivo huyendo de este lugar que soy

pero el desarraigo no me cura

no me cura.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Me nombraron Cristina por una amiga desahuciada

de mi madre.

La señora Martha Cristina me heredó su segundo

nombre,

su adolecer.

Cuando sucumbo al reproche

mi madre me consuela diciendo que también tengo

el nombre de Cristo.

Él también vivió desahuciado, mamá.

Tengo nombre de mujer muriendo

y de hombre clavado en la cruz.

Eso lo explica todo.

 

 

De​​ Estatua de sal​​ (2017)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hidra

 

De ciertos monstruos aprendí a esconderme.

De los cuerpos culebra

mis manos no dudan la belleza

me sé deleznable en las zonas profundas.

Ese veneno me encontraría exhausta y abierta demás

respirando lento

ahogada ante sus tentáculos.

 

Aprendí a mirar de lejos al monstruo

soy débil a las lenguas partidas

los tallos con vertientes

lo bífido.

 

 

 

 

 

 

 

 

Valdivia

 

A Angélica, por aquella tarde en Niebla 

 

Cierro los ojos y evoco el Pacífico

su lejana audacia

su estar prohibido.

 

Cuando un recuerdo aparece

hecho pesadilla

despierto pensando esas olas frías

las hago traerme paz

porque del frío nunca sentí tentación.

 

Ese océano no me convoca.

Me desvincula

me exime.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Una ballena muerta en la orilla

es una escena ominosa.

Nada de ella debe ser visto.

Nada de ella debe estar lejos de lo profundo.

Una persona que ama sola

es esa ballena muerta en la orilla

un horror

un desgaste.

 

 

 

 

 

 

 

 

Tendré que coleccionar palabras

venidas de lejos

otro alfabeto quizás

otros símbolos que los míos no aguantan

y llega lo inefable

con toda su soberbia

a escupir la hoja

porque el perdón no cabe

en el lengua de mi casa.

 

 

 

 

 

 

 

 

Cuando me aterré por última vez 

estaba sentada con los pies muy juntos 

presionando el piso 

pretendiendo abrir un hueco 

alguna salida. 

 

Ignoraba que aquella hora era el final

no más crujir de dientes. 

 

De haberlo sabido me rompo un molar 

hago sangrarme la boca 

abro una zanja en mi frente. 

Habría procurado una cicatriz 

que constate la gloria. 

 

No sé lidiar con una quietud sin evidencia. 

Del dolor conservo el escándalo. 

 

De​​ Donde hay agua​​ (2024)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Vitória/ES

 

Nunca había regalado una ciudad 

una esquina 

una plaza.

 

Te doy esta ciudad como si fuese mía 

te la doy como último amuleto

te dejo sola con ella 

porque amar también 

es dar espacio.

 

Es bueno que sepas que en mi último pensamiento diario

me veo cruzando esa calle infinita que tanto me gusta 

sintiéndome omnipotente 

y de pronto te encuentro 

y digo es tuya 

tenela contigo que yo no puedo tenerlas a ambas.

 

Nunca había regalado una ciudad, pero hasta ahora 

no reconozco en mí otro gesto de amor tan grande.

 

Abdicar de una esquina de una plaza   

solo para buscar otras donde sentir 

que se puede

de nuevo. 

 

Tomátela de a poco que esta ciudad

mía o tuya, no nuestra 

se bebe lento. 

 

Nunca había regalado una ciudad 

nunca había dado nada. 

 

Abro mão deste espaço

porque não dou conta.

 

 

 

 

 

 

 

 

Y sí 

nuestros hijos nacerán en otros países 

habrá que enseñarles el español de la casa

 

tendrán que creerse la ficción del nido lejos

oirán historias sobre sus tíos, primos 

 

tan queridos     engraçados.

 

En casa de la abuela hablarán con sotaque. 


De​​ Braziu​​ (inédito)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Una mirada a la poesía venezolana: La tradición que nos une

Isaura Duarte

Giordana García Sojo

Mariajosé Escobar

Oswaldo Flores

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