Archivo Venezuela: Daniel Arella

Leemos, en el marco del Archivo Venezuela preparado por Giordana García Sojo, algunos textos de Daniel Arella (1988). Por Anatomía del grito (LP5: Fox Island, 2020), mereció el Premio Latinoamericano de Poesía por Concurso Ciro Mendía (Caldas, Antioquia, Colombia) en el año 2015.

 

 

 

 

 

 

Daniel Arella​​ (Caracas, 1988)​​ es poeta, narrador, ensayista y editor. Licenciado en literatura hispanoamericana y venezolana; Magister en filosofía por la Universidad de Los Andes. Ha publicado los poemarios: Al fondo de la transparencia (Los caminos de Altair, Venezuela, 2009); El andrógino ebrio en el haitón​​ (Nuevos Clásicos, Bolivia, 2017);​​ Anatomía del grito​​ (LP5: Fox Island, 2020), libro por el que​​ recibió el Premio Latinoamericano de Poesía por Concurso Ciro Mendía (Caldas, Antioquia, Colombia) en el año 2015;​​ El Arcángel​​ (El taller blanco editores, Cali, Colombia, 2022). ​​ Compilador y crítico literario, ha realizado varias antologías, entre ellas, las obras completas del poeta venezolano Gelindo Casasola,​​ Espacios​​ (El perro y la rana, 2014); Los relatos pioneros de la ciencia ficción latinoamericana (El perro y la rana, 2015, disponible en internet; 2019, primera edición impresa).​​ Es Premio de Ensayo Goethe Institut, 2020, por la Pontificia Universidad Católica del Perú. ​​ Editor de la revista​​ de géneros fantásticos​​ IO​​ de Cali, así como miembro del consejo editor de la revista POESÍA de la Universidad de Carabobo. Trabajó igualmente como tallerista de literatura desde el 2010-2016 en la Casa Nacional de las Letras Andrés Bello en espacios psiquiátricos y penitenciarios. En la actualidad imparte talleres de heteronimia literaria, poesía mística, filosofía y ciencia ficción.​​ 

 

 

 

 

 

***

 

 

 

 

 

Del libro​​ Anatomía del grito​​ (Fox Island, LP5, 2020)

 

 

 

 

 

Rostro de nadie

 

Escribir poemas es dar la cara

pero un poema no es todavía un rostro

Y si es verdad que al loco lo traiciona el rostro

al poema lo traiciona la cara

y al loco lo traiciona el poema

y el poema los traiciona a todos

El poema es cara o cara, no hay azar, eso es todo

Cada arruga de ese rostro es un verso de ese poema

Cada cicatriz de ese rostro en un verso de ese poema

Cada marca de dolor de ese rostro es un verso de ese poema

Cada cortada de ese rostro es un verso de este poema

La nada no es la resignación perfecta

La nada es la perfecta responsabilidad

Nada de blanca ceniza

nube de amor sin soledad

perdida en la miel

es luz anterior a la luz

no es ausencia

una colmena de relámpagos

un cielo hecho de tierra

es el espíritu que se hizo cuerpo y memoria para esperarte

 

 

 

 

 

 

 

 

Pies de agua

 

a Anú

 

Mi desangrar es confiar en el filo de la palabra​​ (palabra)

verte necesité crecer hacia adentro como raíz de relámpago negro

tierra viva vitral oscuro triangulabas el dolor en mi pecho

duermevela escondida saliendo de la sonrisa victoriosa

buscando mi mano sus pies son el agua

Pies de agua

haré de este mundo nuestro río

haré de esta sed el mar aunque anochezca

en la noche trabajo mejor con la espuma

es noche esa luz cuando la amaestras

es noche esa luz canto invencible

soy vencido en la gloria mis versos benditos​​ 

es la gloria ser oscuro y pertenecerte

es la gloria vencer la oscuridad vencido

 

 

 

 

 

 

 

Carta abierta de despedida a la poesía

 

Desde que usted se fue camino más lento

 

Lo supe cuando una niña caminando a mi lado​​ 

me alcanzó y me miró como diciendo que ella era más rápida  ​​ ​​ ​​​​ 

 

Cada paso que doy es un sonido seco que ocurre en otro lugar

y de pronto descubro que es el eco​​ 

y entro en cuenta que nunca he movido un pie

 

 

Desde que usted se fue leo más lento

 

 

¿No te ha sucedido, acaso, que aparece una hormiga

 

—apresurada y perdida— sobre la hoja del libro de poesía que estás leyendo?

 

¿Entonces dejas de leer y ves en la hormiga una letra fugitiva

 

que persigue la palabra exacta de tu sentimiento ?

 

[¿La letra fugada del poema imposible?]​​ 

 

 

Definitivamente soy más lento desde que usted partió

 

Cualquier insecto es una explicación​​ —diría el viejo Whitman, siempre oportuno— pero ahora ya no leo ni escribo

 

como el mendigo que piensa que el mundo es su mano— recojo cosas de la calle para salvarme:

 

semillas de árboles, lazos de niñas, exámenes de escolares, mariposas muertas, flores solitarias, plumas, chapas, botones, piedras, tornillos, tuercas, tapas de cesta, metras, alas de libélulas, antenas de radio o televisores, hebillas, monedas,​​ recibos comerciales con títulos de “Repuestos El Toro” y “La fuente”, estampillas religiosas, patas de araña, tapas, sellos, cintas, frascos, gomas, pedazos de vidrio, cds rotos, balines, barajas:

 

 

E intuyo que son poemas insustituibles que traduce el azar

 

Y recuerdo que son poemas que les fue dando forma la intemperie

 

hasta ser encontrados por mi mano

Y siento en mi amanecer recóndito que están vivos

 

o son peces por un instante desolado parecido a la luz

 

 

Y siento así que cualquier cosa es una explicación

Y que Whitman soy yo y mis zapatos

 

 

Desde que te fuiste soy más lento, como caracolado por tu adiós

 

 

Cada letra una hora

cada palabra un día

 

cada semana un verso

de este poema último

 

lento

 

casi inmóvil

 

que te espera

 

 

 

sin morir

 

 

 

 

 

 

 

 

La belleza afilada en la garganta de la puerta

 

No olvido tu rostro, nunca

Mi persona se santifica, creo en el negro de tus manos, siempre

Yo vine oscuro a que me vieras, a ver si no fui yo el que mató al hombre

​​  Mi miedo es la medida de las cosas

Yo sufrimiento no, acaba, la palabra no puede ser sangre

Yo necesito acabar esto

Necesito que este grito acabe

No sé acabar; las estrellas me dicen que no

Que si es posible

Les creo

Los árboles me dicen que les crea, que las estrellas son mi madre

La locura es tener muchas madres

La locura es la belleza afilada en la garganta de la puerta

“Mide” –“Tú no sabes medir”

​​ 

La oscuridad puede ser un cerebro

Un cerebro de balas incorpóreas, de rosarios de bala

Mi pensamiento tiene la forma de una bala en tu cerebro

Yo nací atravesando tu cuerpo al cruzar la calle

Yo te miraba desde el ojo rojo del semáforo pensar en tu hermano

Te vi pasar desde el gato solitario por la avenida Montparnasse pensando en tu hermano

Yo soy tu hermano

Yo soy la calle mojada que pisas

Me enamoré una vez y era agua y no quisieron recibirme en un cántaro

En un ánfora, o en una bolsa como un pececito naranja

Me dejaron caer al suelo​​ 

Soy un charco que refleja los árboles de la calle

Soy un charco

Soy un charco como un muerto en la calle

 

 

 

 

 

 

 

 

El libro desaparecido de Mallarmé

 

A Víctor Manuel Pinto

 

Vivir la masacre sin saber por qué.

    ​​ Los tres

 

 

Su boca se hunde con el placer de las grietas​​ 

y cosecha las oscuridades del mantra con la súplica y el silencio​​  

No resisto los días las noches alumbrando y apagando lo vivo

Recuerdo el camino a fuerza de cielo/ a fuerza de infierno​​ 

Un poema para sonreír antes que la sombra  decapite​​ 

No encuentro pensar-siempre-vivo

Me voy con la espuma y la fuga en sílaba​​ 

Deseo amar el silencio de los otros en el fondo de la vasija​​ 

El juramento del árbol en mi cáliz

Sólo así resisto

Por ella me he vuelto invencible​​ 

Me empuja al coraje de la soledad inmaculada

La soledad que revienta los cráneos del sonido​​ 

(Me dicen que si insisto atravesaré la página)​​ 

Que un mar de ausencia detrás de la palabra levita en lo profundo​​ 

Mis ojos cierran las aguas de la luz​​ 

El olvido capaz de ausentar el color de los cielos​​ 

El trazo de la nada sobre el efluvio anterior​​ 

A la transparencia

Es verídico el ardor

y su invasión declarada

Bajo la máscara

La piel es levantada hacia sus manos​​ 

Dentro del sentido puede llover

Puede andar el vértigo de la libélula sin piedad hasta hacer de la altura

el costado del volcán​​ 

su abertura delgada

línea de la boca sangrienta

donde reventaron pasos de asesinatos

(Disecadas para entrar)​​ 

En las casas ocultas del padre​​ 

Que sí guardaron con creces​​ 

lo que buscaba allí en la  ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​  ​​ ​​ ​​​​ intemperie de la biblioteca​​ 

Pudo suicidarse cualquiera ​​ bajo grande disminuyendo​​ 

Hasta el punto en donde tomé​​ el libro que estaba esperando por mí​​ 

a que se me hiciera igual a una Letra

pequeña para desaparecer por los recodos de los dedos

 

 

 

 

 

 

 

 

Elegía a las manos de mi padre

 

a Antonio Arella, mi padre, y Droopy, mi perro

 

Y si Dios está lejos

Tan lejos

como yo de los míos

Y si Dios es lo incalculable

y tú eres lo más cercano que puedo pertenecerme

Hoy que no hay

nadie

sino un bosque y la lluvia y tus ojos, Padre​​ 

 tan lejos

de Todo

es decir, tan cerca de Mí

Que puedo predecir la vida en el polvo

como una crepitación que aúlla entre nuestros dos corazones negros

como el carbón, como la sangre de las bestias derramadas sobre las rocas de los sacrificios

corazones de ángeles que el musgo disimula

​​  a la deriva de la lluvia

​​ cuando todos se van

y yo me quedo con ella

en cada gota

en cada poro que debo a las muertes inmerecidas

o merecidas

No importa

Somos los mismos aún en la nada

Y si la nada es nuestra

Somos los últimos en esta tierra que amaron a un Dios más desnudo que tus manos

 

Más desnudo que mis ojos

cayendo desde mi madre al suelo

desde el suelo a mi hermana

desde el infierno a mí

 

Me contuve aún hoy de meterme bajo la tierra a bendecir los minerales

De amasar las raíces que te buscaban en la noche a ver si no habías muerto

lejos de tu tierra

Como yo ahora más triste que Droopy

alcanzo a escribir para ti

esta suerte

de ser apenas un ángel o un árbol quebrado bajo la sangre de todos los cielos

​​ 

Padre, no hice mucho

es cierto

me hundí como la pena

y el surco del agua cotidiana

que no cede a mi​​ bondad

y a la tuya

​​ 

Pero más cierto que tu alegría

es mi suerte alabada por la soledad de los nuestros

Hoy, último, sin fondo

más lejos que  ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​  ​​ ahora

que me oculto bajo el revés de tus manos

puedo decir que soy igual:

pero más ciego

y menos vivo, un poco

más entero desde las cosas

que nos olvidan

y nos dejan ese sabor a ceniza

o a relámpago

que en nuestra cabeza fue esa estrella

la última

​​ 

Hoy sé que nuestra tristeza es una estrella ​​ 

y que, aunque muerto yo

brillo por tu entrega a la sencilla emancipación

de la angustia

al tormento perfecto que invisible

me es omnipresente para seguir

y verte reír

a través de mis escombros cristalinos

​​ 

Hoy, como yo, un antes

mañana te veré, aunque siempre

idéntico a la verdad que me cautiva

Cuando todos se van con la lluvia

y un cielo idéntico a tus ojos

me oculta

de los soles orbitantes que no mueren

ni con tu furia

ni con tu maldición

ni con tu rabia

ni siquiera con tu nostalgia

Padre

aunque hoy, yo soy ayer

Tú eres mañana siempre

Después de mí

Lo que nunca morirá

Lo que nunca podrá apagar

esta muerte mía vertical en las rocas

Río congelado desde arriba

desde la última cabeza de musgo

donde un relámpago cae para unirnos

como una estalactita reventando mi sombra en dos

 

Hoy, desde la fuga

con este ron a la inversa

casi idéntica a la luz de afuera sonrojada por nuestros anhelos

porque la causa es la casa

empezada desde tus pies

hasta el pecho que alumbra

las ventanas ambulantes por donde miro caer la lluvia

y sostengo, a la vez, toda esta soledad

casi tan pequeña como Uruguay

o más pequeña que Uruguay

tal vez

igual de grande que tus manos

hechas para empuñar la luz

última de mis huesos

hechas para construir

los peldaños que me quedan

desde los ojos hasta el primer sueño

igual al cielo que contiene nuestra sangre

 

Hoy, desde la oscura sierpe

bendecida por la sed azul de sabernos nuestros

unidos opuestos a Dios

somos el espejo roto de sus milagros

porque en cada pedazo existe un lugar

aunque último, de ser felices

​​ 

Hoy, Padre, desde más acá de la esperanza

mi corazón es igual a tus manos:

Llagadas, cicatrizadas, abiertas

Vueltas a abrir como un libro

o cerradas como los caminos de la sangre

perfectas para herir o amar

que es lo mismo

Mi corazón es la sombra antigua de una herida

como los nuestros de Cleto

olvidados en las orillas

eternas de esa Italia

más cercanas que una canción o un beso

​​ 

Hoy Padre, aunque menos muerto

de este poema nacido de la lluvia​​ 

Quiero decirle Gracias

Gracias por haber parido esta voz|

Por haber hecho feliz a mi madre

Por hacer triste a mi hermana

Porque su tristeza es la verdad rumorosa que el río esconde

​​ 

Padre, hoy la belleza me saluda

como si la lluvia me mereciera

como si la sangre que me atraviesa desde el fin hasta mi muerte

me dictara este poema idéntico a tus manos

perfecto como un cielo de Sol.​​ 

 

 

 

 

 

 

De el libro​​ El Arcángel​​ (El Taller Blanco Editores, Cali, 2022)

 

 

 

 

 

 

Cristos de diamante

 

y por un río nuevo,

sin mirarlo,

con pueblos de sonido

y longitud de Arcángel.

Eunice Odio​​ 

 

 

En la tarde se incendia el río​​ 

hasta los aleros de las casas,​​ 

la tristeza enamora el viento hacia la noche,

en la cima palmeras lunáticas​​ 

estrellan su pecho en éxtasis contra la tormenta

Cristos de Diamante, me digo,

cuando veo el cielo abierto

como la panza de una vaca degollada

atravesando el puente del Alba​​ 

con el rostro hechizado y lleno de presagios.

Alcé los ojos más allá del río

y las estrellas me invitaban a su pueblo

donde cabía mi angustia antigua de reclamar

el reino traslúcido del sonido.

Bajé la mirada hacia mi paso​​ 

y vi toda la carne:​​ 

la invadía una luz de río vertical​​ 

En mi frente la estrella rodaba siendo niña por primera vez

El cielo desapareció para verme

El río es el sol

Estoy solo

La tarde​​ 

no cabe​​ 

en mí.​​ 

 

 

 

 

 

 

 

Plegaria del guerrero yogui

 

a Edilio Moreno​​ 

 

 

Montaña,​​ 

entrégame

tu paciencia de ceniza​​ 

como un sable

 

para arder como fuego alto​​ 

detrás​​ 

en lo invisible​​ 

 

el cielo de tus manos limpias​​ 

 

de donde sólo bebe

el agua

la desaparición celeste

de estar solo

frente

a la nada simple

 

Montaña, entrégame

tu paciencia de ceniza​​ 

como un sable

 

sólo eso basta

 

en la cima sabré arder​​ 

junto al espíritu.​​ 

 

 

 

 

 

 

 

 

Del libro inédito​​ La última cena de las Dakinis

 

 

 

 

 

 

Darkonia

 

La bestialidad de la máquina mastica tronos

traduce la voracidad con la embestida​​ 

la fuerza tragada por el demente vórtice

diamantino agónico espacio de vaciar las sienes​​ 

con la armadura gloriosa ampliando el Caos​​  

r:_)e”·$v´)e=n?¿t*a¨/%n”ªd_·o el cielo

con cada rostro en espuma o fuego relinchando​​ 

contra los quebraderos

y las piernas rodando​​ 

con el clamor de las aspas

que enhebran los sexos de los escombros prístinos

en la fuga acudiendo a mi entrada

​​ desflorando el glande​​ ​​ 

que aparezca en lo mío​​ 

con sus piernas​​   doradas  ​​ levantadas​​ 

y me muestra su sexo como droga recién cortada

con sonrisa insomne

y una rosa roja en el pelo ​​ negro  ​​ ensortijado

​​ reverdezco para decir el salmo

desde su silencio antiguo​​ 

la​​ Darkonia, desnuda sobre la cama,

la esfinge del maquinal misterio

el delirio que se hace piedra por piedad de la luz​​ 

me esperabas​​ 

pero tú nombras el fuego sediento de tus manos

deleitándose en el ritmo pausado de las violetas

apaciguado por la curva que deletrean las estrellas del vientre

cueva dormida en su jaula de gema​​ 

sagrada de alabanza

infatigable arqueando la desnudez de los desiertos. ​​ 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Una mirada a la poesía venezolana: La tradición que nos une

Isaura Duarte

Giordana García Sojo

Mariajosé Escobar

Oswaldo Flores

Yuri Patiño

Esmeralda Torres

Cristina Gutiérrez Leal

Antonio Robles

Daniel Arella

 

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