Archivo Venezuela: María Alejandra Rendón

Leemos, en el marco del Archivo Venezuela preparado por Giordana García Sojo, algunos textos de María Alejandra Rendón Infante (Valencia, 1986) es docente universitaria, metodóloga, poeta, ensayista, actriz y promotora cultural. Su libro más reciente es En defensa propia.

 

 

 

 

 

María Alejandra Rendon Infante (Valencia, 1986)​​ es docente universitaria, metodóloga, poeta, ensayista, actriz y promotora cultural. Licenciada en Educación, magister en Literatura Venezolana. Entre sus obras se encuentran​​ Sótanos​​ (2005),​​ Otros altares​​ (2007),​​ Aunque no diga lo correcto​​ (2017),​​ Antología sin descanso​​ (2018),​​ Razón doméstica (2018), este último galardonado con el premio único de la Bienal Nacional de Poesía Orlando Araujo 2016, y​​ En defensa propia,​​ libro que resultó ganador del Premio Nacional de Literatura Stefanía Mosca 2019.

 

 

***

 

Lluvia

 

Se iba a los matorrales a llorar sobre los golpes

porque no le gustaba dejarse ver así

En un banco se posaba a despedir la tarde

de espaldas a la casa

dibujaba con una astilla sobre el suelo del patio

allí dejaba la forma de su dolor profundo

para que más tarde 

se lo llevara la lluvia.

 

 

 

 

 

 

 

Orden en la sala

 

No preguntes quiénes son ellas. Han guardado

las llaves en el fondo

donde callan…

 

Luis Alberto Crespo

 

 

 

En una favela de Río de Janeiro 

a ELLA

se la comieron entre un poco más de treinta

como una patilla repartida

la mordieron bebieron el jugo

le cavaron un túnel a martillazos en su pudor de hembra

Ella no recuerda

pero el aliento de los cuervos la mantiene en vilo frente a la audiencia

ELLA no recuerda 

repite mucho la palabra dolor

lo cual

no es prueba suficiente

 

En un callejón de España

ELLA sintió el jalón de una manada 

le desfloraron el último grito de las​​ entrañas

la dejaron en medio de un charco de culpas:

-Reconoce usted que ese día consumió alcohol y otras sustancias

-Sí 

-Reconoce usted que se ñ sola

-Sí

-No más preguntas su señoría.

 

 

 

 

 

 

 

Usted

 

Al final, destruimos el tiempo

 al ocupar

el sitio de los muertos.

 

Leopoldo Castilla 

 

 

Escribo con la memoria trunca

sin poder recordar lo claro de sus ojos

abuela ilustre — que siempre estuvo jodida—

solo llegó hasta cuarto grado

y jamás supo su misión en esta tierra

 

la que cansada de comer mayas se fue con el primero que la miró distinto

a cambio de un plato de lentejas

 

usted, abuela

que arrastraba los pies

tez soleada  ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ cabello grueso  ​​ ​​ ​​ ​​​​ boca dulce

quien nos quiso extrañamente con la única forma que aprendió

usted

la de ocho partos

​​ quedó sin dientes antes de los cuarenta

encantaba ranas

pellizcaba la barriga a los niños hasta hacerlos llorar.

La muerta en vida que resucitaba flores

la forma de la casa

la horma de toda nuestra sangre

la de adentro y la de afuera

usted

María

la más María de todas

sabia y refranera

no tejió mantas como las otras abuelas

usted inventó la rueca tejedora de caminos

fue otra cosa

leyenda digna de censuras

de usted las buenas mañas aprendidas

el ejemplo forjado a palo y coscorrones

usted

el hueco de nuestros llantos

la rabia del monte que nos trajo

la que sostiene estos techos todavía

 

usted está aquí

canta en mi nombre

que su palabra sea siempre

la que vaya adelante.

 

 

 

 

 

 

 

Límpida

 

Te da bronca esa mujer

que olfatea mentiras / incertidumbres

empuña cuchillos

predice

el escalón falso de tu cuerpo

 

La que sabía besar y morder antes que tu boca y dientes aparecieran

tocar más allá del espejo de tus ojos

leer versos con humo en la garganta

segura (siempre) de golpear primero

 

No estás listo

para la desnudez que esta mujer

procura con sus dedos

hasta palpar el estertor

tomarte como sorbo a fondo blanco

 

No estás a gusto con su manía de nombrarse a secas

aferrada por instinto al apellido de la madre

al zurrón de culpas echadas al patio convertidas en jardines

 

Te intimida esa mujer

que invoca fuerzas terrenales

y no sabe jurar

ni quiere

aún así

cumple promesas

abraza tus noches

espanta la soledad

te sobrepone de los escalofríos

 

Te abochorna su seña procaz

su atuendo que obliga la constante excomunión

su ruido incontestable

su zancada de garza entre los juncos

 

Te asusta esa mujer

ojos de cuarzo ahumado

el raudal de voces que sale de su boca

sus manos de hormigón

despuntando la alborada

 

Te encandila esa mujer

límpida

que no logras ver

aunque abra brecha en tus entrañas

como sol a mediodía.

 

 

 

 

 

 

 

Razón doméstica

 

Vengo de doblar el día
espantar las moscas de la cocina.
Recojo la noche sin hacer ruido
por costumbre
así me repito
como el Avemaría sobre los muertos.
Seco las manos de la bata una y otra vez
como mi madre
les lleno de manchas que no curan
a la altura de las caderas.
Vengo de perfumar la casa con sahumerios
para espantar el olor viejo de los rincones.
Vengo de la seña aprendida
de tirar la toalla y recogerla
del monólogo de quejas
de asumir la culpa
de abrir las piernas
esperar a ver qué pasa.
La mañana siguiente huele como todas:
a café.

 

 

 

 

 

 

 

Dictum

 

No juegues con fuego

puedes quemarte

(se me dijo)

no insistí.

Desde entonces juego con palabras

todo lo que compruebo ser

es quemadura.

 

 

 

 

 

 

 

Un día no

 

Mi abuela María no habló de amor

En sus manos una oración para las ranas

una canción para curar helechos.

Orinaba de pie

comía con las manos.

Techo de Palma por cielo,

las estrellas parecían demasiado lejanas.

Con el mismo barro que la hizo

fabricó una casa con olor a bosque.

Pan caliente a la boca de todos

una vez entero

otras dividido

cocido hasta el centro con el fuego de Prometeo.

Mis abuelas se quedaron con lo amargo de la yuca,

lo demás fue a la mesa.

Indias de Terrón y paja seca,

sin más letras que las de sus nombres.

Mi abuelo le hizo un vestido de golpes.

Ella

María

hembra

Nunca supo cuando fue mujer

él se lo dijo

los hijos (también)

se lo dijeron.

Ella

pecho de candelabro

ojos de fogón ardido

aceptó las fronteras de su cuerpo como mundo.

Un día no

se quejó tarde

cuando la casa quedó

sin ella y sin nosotros.

 

 

 

 

 

 

 

En blanco

 

Tanto extrañé por esos días

que nada quise

parecía estar de más la tarde

con gladiolas y colibríes.

Me he citado a solas

frente a la santidad de los árboles.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Una mirada a la poesía venezolana: La tradición que nos une

Isaura Duarte

Giordana García Sojo

Mariajosé Escobar

Oswaldo Flores

Yuri Patiño

Esmeralda Torres

Cristina Gutiérrez Leal

Antonio Robles

Daniel Arella

Benito Mieses

María Alejandra Rendón

 

 

 

 

 

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