Poesía chilena: Rodrigo Verdugo Pizarro

Estamos leyendo poesía chilena. Proponemos algunos textos de Rodrigo Verdugo (Santiago, 1977). Fue Miembro del Grupo Surrealista Derrame. Algunos de sus libros son Ventanas quebradas, (2014) y Anuncio (2017).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Rodrigo Verdugo Pizarro​​ (Santiago de Chile, 1977). Ex secretario del Pen Chile y ex miembro del grupo surrealista Derrame. Textos suyos han sido publicados en revistas y antologías nacionales y extranjeras, siendo traducidos parcialmente a 16 idiomas. Ha participado en exposiciones colectivas en España, Portugal, República Checa, Costa Rica y Egipto. Es autor de​​ Nudos Velados;​​ Ventanas quebradas;​​ Anuncio;​​ 3 Anuncios,​​ 3 Anonnces. Mantiene inéditos los siguientes libros:​​ Herencia del insomne​​ y​​ Encomienda.

 

 

 

 

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 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ 

Cuajada leche de siniestros pechos

 

Epígrafe de Gladys Thein

 

 

Las llaves copulan​​ 

en el libro de la tempestad:

dos mujeres medievales​​ 

están paradas​​ 

en la puerta de una casa

una es más alta que la otra

solo se le distingue la nariz y la boca,

me invitan a pasar a una tertulia

sin antes decirme que tuvieron​​ 

que pedir el permiso de “Ellos”.

Paso a un gran living

donde azules velas​​ 

en forma de centinelas

desprenden grandes crestas de esperma,

una de las mujeres medievales,​​ 

la más alta

pone su cabeza encima de una silla

ofreciendo su cabellera​​ 

como las cuerdas de un arpa.

dice:” toca estas cuerdas

a la primera pulsación de ellas

tu alma erosionada por los misterios

vagará por las hondonadas,  ​​​​ 

a la segunda pulsación de ellas

saldrán las espinas de fuego de la promesa,

a la tercera pulsación de ellas

una bestia mitad lobo mitad buitre

con ramos invertidos en el cuello

rescribirá el libro de la tempestad.

Dos mujeres medievales​​ 

están paradas​​ 

en la puerta de una casa

una es más alta que la otra,

solo se le distingue la nariz y la boca,

me detengo frente a ellas

las saludo, les pregunto por la casa

les digo que si puedo pasar a ver​​ 

cómo está el estado de la vid en el patio

me contestan a coro y al mismo tiempo

primero debemos pedir el permiso de “Ellos”

y la puerta se cierra​​ 

con un fuerte estrepito.

Anoche yo subía​​ 

por una escarpada montaña

abajo en las hondonadas​​ 

todo estaba a oscuras

tuve una sed arcana,

espinas de fuego llevaba​​ 

clavadas en el cuello

llegue hasta la más alta y recóndita roca

allí había una suerte de probeta

y adentro la figura de un centinela azul

parecían formar parte​​ 

de un conjuro espermático

al cual no podía restarme.

Cayó un aluvión de esperma azul

rodé entre las almas erosionadas

y antes de llegar a las hondonadas​​ 

me sostuve de unas cuerdas de arpa​​ 

que sobresalían de otra roca

recordé, a la primera pulsación,​​ 

recordé a la segunda pulsación,​​ 

recordé a la tercera pulsación,

y le di una cuarta pulsación​​ 

a todas esas cuerdas

y todas las espadas fueron estériles

racimos de vid aparecen más abajo,

y allí mismo como en una tertulia

y sin el permiso de “Ellos”,

fui la bestia mitad lobo mitad buitre

que empezó a reescribir​​ 

el libro de la tempestad

como una copula de llaves​​ 

con una sed arcana,

rodeado de crestas de espuma​​ 

que empiezan a solidificarse.

Dos mujeres medievales​​ 

están paradas​​ 

en la puerta de una casa

una es más alta que la otra

solo se le distingue la nariz y la boca

aguardan mi paso,

ahora mi sueño piensa​​ 

encima de espinas de fuego.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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 ​​ ​​ ​​​​  ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ 

En memoria de Boris Schulz.​​ 

 

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ Y muchas morgues de maletas  ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ 

​​  ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ Jorge Misa Lehyt

 

Tengo una frente​​ 

de saqueador de purgatorios

una sombra que corona al día perdido,

la tétrica embriaguez​​ 

de una boca de niebla

que me sopla​​ 

lo que nunca debió originarse.

Escrudiñad en mi pasado

como el gusano examinando​​ 

esta máscara de resurrecciones

bajo la intensidad del cielo​​ 

repitiéndose en el mar

como un instrumento de tortura.

Os contaré

un poco más de mí

yo vivía detrás de un terminal de buses

instale un consultorio de radiestesia,

llegaban todas las noches​​ 

distintos casos,

porque sólo atendía en las noches,

yo anotaba cada caso​​ 

en un cuaderno de caligrafía

y como corresponde a cualquier método

anotaba desde lo más particular​​ 

a lo más general.

Siete golpes en la puerta​​ 

y les abría

esa era la contraseña para ser atendido.

Una de esas noches​​ 

llego una mujer con un crucifijo

lo quebró con las manos​​ 

y se sumió en profundo sueño

diciendo:” en el árbol del ser,​​ 

un pájaro de fuego ha de posarse,

anunciando una desgracia”.

Otra noche​​ 

llego un adolescente que presagiaba​​ 

que moriría en un accidente aéreo

y quedándose​​ 

profundamente dormido repetía:​​ 

“de los caídos será el polen del mar”.

Uno de los últimos en venir​​ 

fue un anciano que tenía muchos fundos

quedose profundamente dormido diciendo:​​ 

“despertare con una lengua de toro,

lameré la sangre de los animales

que se hirieron riñendo entre ellos,​​ 

cuando avispas y abejas se enfrenten​​ 

en el sexo de una muerta”.

Decidí cerrar​​ 

mi consultorio de radiestesia

hastiado estaba ya de ver tantos casos, ​​ 

hastiado estaba de todo método,

hastiado estaba ya de todo,

incluso de mi propia vida,

el cuaderno de caligrafía​​ 

donde lo anote todo​​ 

es decir, desde lo más particular​​ 

a lo más general​​ 

termino en la basura,​​ 

quizás algún indigente​​ 

de esos que andan con algún carretón,​​ 

seguramente lo ha encontrado​​ 

o ya lo encontrará.

Una noche, ya cuando​​ 

se cerraba el terminal de buses

y todo quedaba más silencioso,

volvió la mujer con un crucifijo quebrado

siete golpes otra vez en la puerta

diciéndome:” oh, tu saqueador de purgatorios

yo fui tu mujer alguna vez,​​ 

y de la noche a la mañana,​​ 

te prive, porque si,​​ 

de mis escamas lujosas

te abandone tal como el pájaro de fuego​​ 

abandono el árbol del ser

después de anunciar una desgracia,

de mí, te quedo la tétrica embriaguez​​ 

de una boca de niebla

que en el mar se vedo,

más, te dejo este crucifijo quebrado,

con restos de mis uñas quebradas

si quieres lo haces astillas,

si quieres lo hechas al fuego,​​ 

si quieres lo conservas muy cerca de ti

como una extraña pertenencia

cuando te toque pasar​​ 

frente a esas piezas de tu propia casa​​ 

donde solo hay escombros​​ 

cubiertos de velos y telarañas”.​​ 

Siete golpes en la puerta​​ 

y en esa misma noche ​​ 

era aquel adolescente​​ 

que volvía más pálido que nunca

diciéndome: “ayer estuve​​ 

en el museo de aeronáutica

iba a ir con un amigo,​​ 

pero él no llego,

recorrí solo todo el museo,​​ 

vi todos los aviones,​​ 

pero cuando me acerque a una avioneta,​​ 

un polen blanco me cubrió totalmente,

me vi a mí mismo como una sombra​​ 

coronando al día perdido”.

Otros siete golpes más en la puerta,

y llego por último el anciano​​ 

dueño de varios fundos

traía detrás suyo,​​ 

nubes de abejas y avispas

diciéndome: “he vuelto,​​ 

porque quiero ofrendarte​​ 

un animal de mi fundo,

el animal que gana todas las riñas,​​ 

te lo ofrendo a ti​​ 

que eres el que tiene lengua de toro​​ 

y limpias los instrumentos de tortura​​ 

a plena luz del día”.

Os contare​​ 

un poco más de mi

escudriñad encima de esos velos y telarañas​​ 

que cubren una potencia monstruosa

a la que le deberé ritos de oro​​ 

por el resto de mis días

escudriñad en esos cuadernos

que esconden una sucia matemática

a la que le deberé mi ancianidad

siete golpes en la puerta

y la boca de niebla se veda

siete golpes en la puerta

como siete campanadas

y de los caídos

será el polen del mar

siete golpes en la puerta  ​​​​ 

como siete filos saliéndoles

a los instrumentos de tortura.​​ 

Os contare​​ 

un poco más de mi​​ 

en tanto el gusano​​ 

sigue examinando​​ 

esta máscara de resurrecciones.

 

 

 

 

 

 

 

213

 

Oh, boa constelada,​​ 

ahórcame ahora  ​​​​ 

y arrástrame de una vez contigo

por esos pasadizos subterráneos​​ 

que unen prostíbulos,​​ 

manicomios y cementerios

llévame debajo de tu boca​​ 

como ese cáliz encriptado

donde los hombres han puesto legumbres

en la superstición de que​​ 

curaras enfermedades extrañas.

Arrástrame contigo, lejos, muy lejos​​ 

de esta tragedia de piel​​ 

a la que me done sin límites,

no basto que ella soltara​​ 

sus trenzas de rayos

y dejara en las amarras de mi ser:

noches de motel,​​ 

madrugadas de mar,​​ 

tardes de septiembres,​​ 

que no bastaron, que no bastaron, ​​ 

porque hui al bosque infrarrojo​​ 

a leer a los poetas malditos​​ 

y allí me quede hasta que la naturaleza​​ 

quiso destruir nuestro misterio

así, oh, boa te constelaste aún más

te hice una señal de abandono

y acudiste, como si me duchara​​ 

junto a una prostituta

y le preguntara que formas​​ 

seremos después de la muerte

acudiste como si un loco​​ 

les inyectara aire a los pájaros

y les preguntara por un origen desmedido  ​​​​ 

acudiste como si un muerto​​ 

dejará los cielos y los mares​​ 

para otra paternidad

y les preguntara​​ 

por lo presentido del montaje.

Una aurora raspada te cae de la boca

cuando me miras con tu solo ojo celeste​​ 

como a un hijo imposible,​​ 

y me dices que soy digno del fuego

y muy digno de todas las raíces​​ 

que saltaran sobre mi vida

antes que la cerrazón relinche.

La naturaleza quiso destruir nuestro misterio

mi sangre quedo en pie​​ 

ante los ángeles violentos​​ 

que el ámbar no pudo vigilar,

y se fueron a encender lámparas ebrias

para atraer trenzas de rayos​​ 

y vinieron espectros​​ 

que tuvieron pestes de loza

y se fueron a los desiertos a clamar

que las águilas bautizaran los destellos.

Así oh boa, todo eso sólo te constelo aún,​​ 

aún más, aún más, aún más,

pediste sacrilegios de yodo

y te cosieron pechos:​​ 

y fuiste la prostituta que revelo​​ 

qué forma se puede ser después de la muerte

pediste un bosque infrarrojo

y te pusieron maderos:​​ 

y sobre ellos se escribieron poemas malditos,

y fuiste el loco que resucito​​ 

a todos los pájaros

pediste una tragedia de piel

y te pusieron manos de sacrificador:

y fuiste el muerto​​ 

que ante mares y cielos

confronto paternidad y montaje

pediste una noche de motel,​​ 

pediste una madrugada de mar,​​ 

pediste una tarde de septiembre,​​ 

y te pusieron un cáliz encriptado

y dentro muchas legumbres

y aun así no pudiste curar​​ 

la extraña enfermedad de tu hijo imposible

que comenzaba en un prostíbulo,​​ 

continuaba en un manicomio,​​ 

y terminaba en un cementerio.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

224

 

Cavo en mi orbita

y salen cernícalos de anís,

a propagar mi amargura

tan solo estoy​​ 

que la reverberación de la tarde

me viene a buscar,​​ 

me lleva de la mano,

a esas casas donde a puertas​​ 

y a ventanas cerradas

se reúnen para una transfusión oculta:

los que sienten terror por los relojes,

los que lloran lágrimas de fuego​​ 

en los trenes,

los que andan de rodillas​​ 

encima del plenilunio,

los que gustan rajarse la piel​​ 

con la punta de los ataúdes,

tampoco quiero estar entre ellos

y duermo en la pieza​​ 

donde hubo un crimen.

Cavo en mi orbita

y salta todo lo soñado,

entierro mis venas​​ 

en la reverberación de la tarde

choca el verano contra el invierno,

vuelan estatuas sobre los muertos

la pasión del oxido cubre el mediodía,

escribo sentencias en las paredes​​ 

de la pieza donde hubo un crimen

y me desmayo,​​ 

pierdo el conocimiento

siento terror por los relojes

la reverberación de la tarde​​ 

me suelta de la mano

me deja caer como un niño torturado

y cavo más y más en mi orbita

y sale la pareja que soñó que copulaba​​ 

dentro de un cuadro de Giger

y cernícalos de anís​​ 

propagan maldiciones familiares

entre familias inocentes.

Tan lejos estoy de todo

que juego a las cartas​​ 

sobre el vientre de una muerta

lágrimas de fuego corren​​ 

paralelas a los trenes

forrado está el verano​​ 

por profecías fosforescentes,

cubierto está el invierno​​ 

por esas familias de nubes

que me muestran​​ 

todo lo que morirá conmigo

lágrimas de fuego llenan las copas

que se beben en la pieza​​ 

donde hubo un crimen

y se desmayan,​​ 

y pierden el conocimiento,

y cuelgan ropa​​ 

sobre una transfusión oculta

y desde arriba se ve​​ 

al padre andar de rodillas

sobre la arcilla que purga a la noche

y desde abajo se ve​​ 

la punta de un ataúd​​ 

rajar el plenilunio para que escape​​ 

por fin toda nuestra miseria.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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