Rodrigo Verdugo Pizarro (Santiago de Chile, 1977). Ex secretario del Pen Chile y ex miembro del grupo surrealista Derrame. Textos suyos han sido publicados en revistas y antologías nacionales y extranjeras, siendo traducidos parcialmente a 16 idiomas. Ha participado en exposiciones colectivas en España, Portugal, República Checa, Costa Rica y Egipto. Es autor de Nudos Velados; Ventanas quebradas; Anuncio; 3 Anuncios, 3 Anonnces. Mantiene inéditos los siguientes libros: Herencia del insomne y Encomienda.
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167
Cuajada leche de siniestros pechos
Epígrafe de Gladys Thein
Las llaves copulan
en el libro de la tempestad:
dos mujeres medievales
están paradas
en la puerta de una casa
una es más alta que la otra
solo se le distingue la nariz y la boca,
me invitan a pasar a una tertulia
sin antes decirme que tuvieron
que pedir el permiso de “Ellos”.
Paso a un gran living
donde azules velas
en forma de centinelas
desprenden grandes crestas de esperma,
una de las mujeres medievales,
la más alta
pone su cabeza encima de una silla
ofreciendo su cabellera
como las cuerdas de un arpa.
dice:” toca estas cuerdas
a la primera pulsación de ellas
tu alma erosionada por los misterios
vagará por las hondonadas,
a la segunda pulsación de ellas
saldrán las espinas de fuego de la promesa,
a la tercera pulsación de ellas
una bestia mitad lobo mitad buitre
con ramos invertidos en el cuello
rescribirá el libro de la tempestad.
Dos mujeres medievales
están paradas
en la puerta de una casa
una es más alta que la otra,
solo se le distingue la nariz y la boca,
me detengo frente a ellas
las saludo, les pregunto por la casa
les digo que si puedo pasar a ver
cómo está el estado de la vid en el patio
me contestan a coro y al mismo tiempo
primero debemos pedir el permiso de “Ellos”
y la puerta se cierra
con un fuerte estrepito.
Anoche yo subía
por una escarpada montaña
abajo en las hondonadas
todo estaba a oscuras
tuve una sed arcana,
espinas de fuego llevaba
clavadas en el cuello
llegue hasta la más alta y recóndita roca
allí había una suerte de probeta
y adentro la figura de un centinela azul
parecían formar parte
de un conjuro espermático
al cual no podía restarme.
Cayó un aluvión de esperma azul
rodé entre las almas erosionadas
y antes de llegar a las hondonadas
me sostuve de unas cuerdas de arpa
que sobresalían de otra roca
recordé, a la primera pulsación,
recordé a la segunda pulsación,
recordé a la tercera pulsación,
y le di una cuarta pulsación
a todas esas cuerdas
y todas las espadas fueron estériles
racimos de vid aparecen más abajo,
y allí mismo como en una tertulia
y sin el permiso de “Ellos”,
fui la bestia mitad lobo mitad buitre
que empezó a reescribir
el libro de la tempestad
como una copula de llaves
con una sed arcana,
rodeado de crestas de espuma
que empiezan a solidificarse.
Dos mujeres medievales
están paradas
en la puerta de una casa
una es más alta que la otra
solo se le distingue la nariz y la boca
aguardan mi paso,
ahora mi sueño piensa
encima de espinas de fuego.
168
En memoria de Boris Schulz.
Y muchas morgues de maletas
Jorge Misa Lehyt
Tengo una frente
de saqueador de purgatorios
una sombra que corona al día perdido,
la tétrica embriaguez
de una boca de niebla
que me sopla
lo que nunca debió originarse.
Escrudiñad en mi pasado
como el gusano examinando
esta máscara de resurrecciones
bajo la intensidad del cielo
repitiéndose en el mar
como un instrumento de tortura.
Os contaré
un poco más de mí
yo vivía detrás de un terminal de buses
instale un consultorio de radiestesia,
llegaban todas las noches
distintos casos,
porque sólo atendía en las noches,
yo anotaba cada caso
en un cuaderno de caligrafía
y como corresponde a cualquier método
anotaba desde lo más particular
a lo más general.
Siete golpes en la puerta
y les abría
esa era la contraseña para ser atendido.
Una de esas noches
llego una mujer con un crucifijo
lo quebró con las manos
y se sumió en profundo sueño
diciendo:” en el árbol del ser,
un pájaro de fuego ha de posarse,
anunciando una desgracia”.
Otra noche
llego un adolescente que presagiaba
que moriría en un accidente aéreo
y quedándose
profundamente dormido repetía:
“de los caídos será el polen del mar”.
Uno de los últimos en venir
fue un anciano que tenía muchos fundos
quedose profundamente dormido diciendo:
“despertare con una lengua de toro,
lameré la sangre de los animales
que se hirieron riñendo entre ellos,
cuando avispas y abejas se enfrenten
en el sexo de una muerta”.
Decidí cerrar
mi consultorio de radiestesia
hastiado estaba ya de ver tantos casos,
hastiado estaba de todo método,
hastiado estaba ya de todo,
incluso de mi propia vida,
el cuaderno de caligrafía
donde lo anote todo
es decir, desde lo más particular
a lo más general
termino en la basura,
quizás algún indigente
de esos que andan con algún carretón,
seguramente lo ha encontrado
o ya lo encontrará.
Una noche, ya cuando
se cerraba el terminal de buses
y todo quedaba más silencioso,
volvió la mujer con un crucifijo quebrado
siete golpes otra vez en la puerta
diciéndome:” oh, tu saqueador de purgatorios
yo fui tu mujer alguna vez,
y de la noche a la mañana,
te prive, porque si,
de mis escamas lujosas
te abandone tal como el pájaro de fuego
abandono el árbol del ser
después de anunciar una desgracia,
de mí, te quedo la tétrica embriaguez
de una boca de niebla
que en el mar se vedo,
más, te dejo este crucifijo quebrado,
con restos de mis uñas quebradas
si quieres lo haces astillas,
si quieres lo hechas al fuego,
si quieres lo conservas muy cerca de ti
como una extraña pertenencia
cuando te toque pasar
frente a esas piezas de tu propia casa
donde solo hay escombros
cubiertos de velos y telarañas”.
Siete golpes en la puerta
y en esa misma noche
era aquel adolescente
que volvía más pálido que nunca
diciéndome: “ayer estuve
en el museo de aeronáutica
iba a ir con un amigo,
pero él no llego,
recorrí solo todo el museo,
vi todos los aviones,
pero cuando me acerque a una avioneta,
un polen blanco me cubrió totalmente,
me vi a mí mismo como una sombra
coronando al día perdido”.
Otros siete golpes más en la puerta,
y llego por último el anciano
dueño de varios fundos
traía detrás suyo,
nubes de abejas y avispas
diciéndome: “he vuelto,
porque quiero ofrendarte
un animal de mi fundo,
el animal que gana todas las riñas,
te lo ofrendo a ti
que eres el que tiene lengua de toro
y limpias los instrumentos de tortura
a plena luz del día”.
Os contare
un poco más de mi
escudriñad encima de esos velos y telarañas
que cubren una potencia monstruosa
a la que le deberé ritos de oro
por el resto de mis días
escudriñad en esos cuadernos
que esconden una sucia matemática
a la que le deberé mi ancianidad
siete golpes en la puerta
y la boca de niebla se veda
siete golpes en la puerta
como siete campanadas
y de los caídos
será el polen del mar
siete golpes en la puerta
como siete filos saliéndoles
a los instrumentos de tortura.
Os contare
un poco más de mi
en tanto el gusano
sigue examinando
esta máscara de resurrecciones.
213
Oh, boa constelada,
ahórcame ahora
y arrástrame de una vez contigo
por esos pasadizos subterráneos
que unen prostíbulos,
manicomios y cementerios
llévame debajo de tu boca
como ese cáliz encriptado
donde los hombres han puesto legumbres
en la superstición de que
curaras enfermedades extrañas.
Arrástrame contigo, lejos, muy lejos
de esta tragedia de piel
a la que me done sin límites,
no basto que ella soltara
sus trenzas de rayos
y dejara en las amarras de mi ser:
noches de motel,
madrugadas de mar,
tardes de septiembres,
que no bastaron, que no bastaron,
porque hui al bosque infrarrojo
a leer a los poetas malditos
y allí me quede hasta que la naturaleza
quiso destruir nuestro misterio
así, oh, boa te constelaste aún más
te hice una señal de abandono
y acudiste, como si me duchara
junto a una prostituta
y le preguntara que formas
seremos después de la muerte
acudiste como si un loco
les inyectara aire a los pájaros
y les preguntara por un origen desmedido
acudiste como si un muerto
dejará los cielos y los mares
para otra paternidad
y les preguntara
por lo presentido del montaje.
Una aurora raspada te cae de la boca
cuando me miras con tu solo ojo celeste
como a un hijo imposible,
y me dices que soy digno del fuego
y muy digno de todas las raíces
que saltaran sobre mi vida
antes que la cerrazón relinche.
La naturaleza quiso destruir nuestro misterio
mi sangre quedo en pie
ante los ángeles violentos
que el ámbar no pudo vigilar,
y se fueron a encender lámparas ebrias
para atraer trenzas de rayos
y vinieron espectros
que tuvieron pestes de loza
y se fueron a los desiertos a clamar
que las águilas bautizaran los destellos.
Así oh boa, todo eso sólo te constelo aún,
aún más, aún más, aún más,
pediste sacrilegios de yodo
y te cosieron pechos:
y fuiste la prostituta que revelo
qué forma se puede ser después de la muerte
pediste un bosque infrarrojo
y te pusieron maderos:
y sobre ellos se escribieron poemas malditos,
y fuiste el loco que resucito
a todos los pájaros
pediste una tragedia de piel
y te pusieron manos de sacrificador:
y fuiste el muerto
que ante mares y cielos
confronto paternidad y montaje
pediste una noche de motel,
pediste una madrugada de mar,
pediste una tarde de septiembre,
y te pusieron un cáliz encriptado
y dentro muchas legumbres
y aun así no pudiste curar
la extraña enfermedad de tu hijo imposible
que comenzaba en un prostíbulo,
continuaba en un manicomio,
y terminaba en un cementerio.
224
Cavo en mi orbita
y salen cernícalos de anís,
a propagar mi amargura
tan solo estoy
que la reverberación de la tarde
me viene a buscar,
me lleva de la mano,
a esas casas donde a puertas
y a ventanas cerradas
se reúnen para una transfusión oculta:
los que sienten terror por los relojes,
los que lloran lágrimas de fuego
en los trenes,
los que andan de rodillas
encima del plenilunio,
los que gustan rajarse la piel
con la punta de los ataúdes,
tampoco quiero estar entre ellos
y duermo en la pieza
donde hubo un crimen.
Cavo en mi orbita
y salta todo lo soñado,
entierro mis venas
en la reverberación de la tarde
choca el verano contra el invierno,
vuelan estatuas sobre los muertos
la pasión del oxido cubre el mediodía,
escribo sentencias en las paredes
de la pieza donde hubo un crimen
y me desmayo,
pierdo el conocimiento
siento terror por los relojes
la reverberación de la tarde
me suelta de la mano
me deja caer como un niño torturado
y cavo más y más en mi orbita
y sale la pareja que soñó que copulaba
dentro de un cuadro de Giger
y cernícalos de anís
propagan maldiciones familiares
entre familias inocentes.
Tan lejos estoy de todo
que juego a las cartas
sobre el vientre de una muerta
lágrimas de fuego corren
paralelas a los trenes
forrado está el verano
por profecías fosforescentes,
cubierto está el invierno
por esas familias de nubes
que me muestran
todo lo que morirá conmigo
lágrimas de fuego llenan las copas
que se beben en la pieza
donde hubo un crimen
y se desmayan,
y pierden el conocimiento,
y cuelgan ropa
sobre una transfusión oculta
y desde arriba se ve
al padre andar de rodillas
sobre la arcilla que purga a la noche
y desde abajo se ve
la punta de un ataúd
rajar el plenilunio para que escape
por fin toda nuestra miseria.