Reseña de Aguijón de Miel, de Gabriela Villa

El poeta César Trujillo reseña Aguijón de miel, el más reciente libro de la poeta sonorense Gabriela Villa, libro editado por Círculo de Poesía.

 

 

 

MUDARSE A LO PROFUNDO DE LA HISTORIA

Por César Trujillo

 

Aguijón de miel

Gabriela Villa​​ 

Círculo de Poesía​​ 

México, 2024

 

Hay libros que se escriben con el aguijón en la mano. Toman el curso de la vida misma, de lo aparentemente cotidiano. Abrevan de quehaceres diarios, del ir y venir que es un dolor de los otros, de los pensamientos intrusivos, del hartazgo, el cansancio y cada uno de los momentos que acontece las cotidianidades que todos somos. Hay libros que son una cucharada dulce por ratos, agridulce en otros, donde quien escribe juega, con aguja amorosa, y nos guía como Gabriela Villa por los 48 poemas de su libro: 48 confesiones que son un cascada de versos cortos que cantan a las armonías y las desavenencias del ser.

Aguijón de miel, libro de poesía de Gabriela Villa, publicado por ca casa editora Círculo de Poesía, es un libro confeccionado a manera de estructura de las odas que son una composición lírica. Una creación cuya peculiaridad es un canto que resalta cualidades de alguien o de algo. Sin embargo, la poeta sonorense cambia las reglas del juego y usa la forma para mostrar el fondo, para transmitir un marasmo de emociones que se desgajan por instantes, de un mar que a veces se torna dulce, a veces rebalsa el borde del hartazgo, pero que al fin nos guía y sumerge en el fenómeno de la vida misma.

Si Wislawa Szymborska nos ha enseñado que nacimos sin experiencia y que moriremos sin rutina, Gabriela Villa nos revela que es, a través de la profundidad y de la belleza, del dolor mismo y la pasión, de la entrega y la espera, de la ansiedad y el cuestionamiento del ser, que en los instantes más​​ comunes de nuestra existencia se esconden los momentos más importantes, y que todo, como dicta su voz lírica, que navega el mar de lo sensible, se acumula en ​​ las experiencias y emociones que terminan por definirnos.

Durante toda la estructura de los poemas, presentados sin divisiones más que los títulos que los nombran, Gabriela Villa explora temas como la soledad, el amor, la naturaleza del ser, el diálogo interno, las interrogantes que acechan como lobos y la eterna búsqueda de la identidad, del pensamiento constante y recurrente, de las acciones. Su mirada poética es una reflexión constante que nos muestra que todo es un detalle, que todo lo que pensamos como los más pequeños momentos pueden transformarse en instantes de revelación, en lapsus de conexión con el mundo que nos rodea y que construimos a diario.

Con un sentimiento profundo y un juego para llevar al lector por los laberintos de la eterna pregunta del ser, Gabriela Villa reflexiona sobre su condición y evoca, como palabras que parecen aisladas, pero no lo son, temas como la ansiedad y el sobrepensamiento de las cosas, el rumor que se clava como aguijón en la mente y que puede endulzar el oído y sangrar el corazón. De manera inteligente, la poeta aborda la fragilidad que todos somos, la fortaleza fingida o vestida de emociones que es como una ruleta rusa.​​ 

Aguijón de miel​​ es un libro que invita a recordar que la poesía es un poderoso instrumento que nos permite decir lo que nos duele, que es, en sí, el mecanismo que usamos para desmenuzar la complejidad del ser. Pero sobre todo, Villa usa el lenguaje poético como señal de resistencia, como una declaración reflexiva, como la muestra más clara que escribir sana y salva, y que nombrar lo que somos, lo que pensamos, es la única forma de comprender y reconocer quiénes somos y a dónde en realidad nos dirigimos.

Quiero pensar que Gabriela Villa usa la cotidianidad del ser, el despertar diario, las cuestiones ordinarias a manera de juego, para mostrar que todos debemos reconocernos en alguna parte de nuestra vida. Que la existencia,​​ más allá de altibajos, es un jardín que día a día nos da la oportunidad de comprender que todo aquello que se torna gris, de una u otra forma, al día siguiente o en uno de esos días, pasará.

Ya Whitman nos enseñó a cantarle a los días, a la caída de las hojas, a la danza constante del polvo, al sinsabor de la comida. Ahora, con este aguijón, por ratos doloroso, estamos invitados a recordar que la vida es algo más grande que la queja misma, que no hay crecimiento sin cuestionar, que no hay forma de ser otros si no estamos dispuestos a pensarnos en la fractura misma del pensamiento, y a demolernos como edificios viejos que requieren ser reconstruidos desde cero.

Sirva este​​ Aguijón de miel​​ para comprender que los miedos habitan en nosotros, que las sombras y la luz son parte de nuestra esencia, que la miel limpia los males que nos genera el callar o el silenciar la lengua, o lo que nos duela, y que el aguijón es una entrega y su forma de guardarse en nosotros nos recuerda siempre que hay un sabor agridulce que nos invita a saber estamos vivos y que “callar es preguntarnos en voz alta”.

 

  • Texto leído en la presentación del libro Aguijón de miel, en el marco de la XI Feria Internacional del Libro de la Unach 2024.

 

César Trujillo (Yajalón, Chiapas, 1979). Escritor y politólogo. Ha publicado los poemarios​​ Laberintos,​​ Donde termina el país de las maravillas,​​ De corazones y cardiopatías,​​ Bitácora del capitán Francisco de Ulloa,​​ Evocación de la infancia, Al amor también lo devoró la luz​​ y​​ La Casa que fuimos. Parte de su obra está antologada dentro y fuera del país, y poemas suyos han sido traducidos al inglés y francés. Su obra ha merecido​​ el Premio Nacional de Poesía Rodulfo Figueroa 2017, el Premio Juegos Florales de San Marcos Tuxtla 2019 y el Premio Nacional de Poesía Ydalio Huerta Escalante 2019. Fue Director de Publicaciones del Consejo Estatal para las​​ Culturas y las Artes de Chiapas hasta 2024 y es coordinador del suplemento cultural Rayuela.

 

 

 

IMPAR

 

Lanzar los fragmentos

al aire y mudarse

a lo profundo de la historia,

un hombro acerca la mano

y traiciona la muerte,

el innegable

paraíso titubea el adiós:

el único abandono

(de tenernos)

por tan sólo una vez.

 

 

 

CONVERGENCIA

 

Detener el aire

un segundo antes

de pronunciar tu nombre

para asumir

que no se necesita ser

para que las cosas sean;

para que haya,

al menos,

un pájaro disponible,

se debe dejar de lado

el nido y precisar

que el destino

no depende del aire,

sino de la brújula

que teje el silencio

(único y perverso)

donde tú y yo,

coincidimos.

 

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