Natalia Martínez Calderón en La poesía te quiere vivo

. Su libro más reciente es Enfermedad de los nervios.

 

 

 

 

Natalia Martínez Calderón estudió Cine y Televisión en la Universidad Nacional de Colombia. Allí realizó el ensayo audiovisual​​ Leer la mano​​ (2017) sobre los diarios íntimos filmados. Después, cursó una maestría en Estudios Literarios, en la que estudió la relación entre el diario íntimo y el ensayo en la obra de Hernando Téllez. Publicó junto a Sara Fernández​​ Ya no siento rencor aunque ahora tenga más razones​​ (2019) en la editorial Tistes Trópicos.​​ Enfermedad de los nervios​​ es su segunda publicación. Natalia se encuentra en redes sociales como @tantaliamartínez

 

 

 

 

***

 

 

 

 

 

¿Qué acabamos de ver?

 

1

El viento y la miopía son como decir:

niebla boira bruma humo.

No te veo, pero aparece tu mano y luego

tu abrazo y tu olor.

El centro de la ciudad siempre parece

desenfocado nebuloso lluvioso.

Imposible detenerse en una sola cara

lo suficiente. No veo bien desde hace días.

Anochece mientras intentas explicarme​​ 

las formas de tu dolor,

y tus ojos brillan. Parece que puedes verlo todo,

como si anticiparas el futuro.

¿Ya has visto cómo mi corazón está a punto de​​ 

caer en picada?

Te diré lo que pienso después del cine.​​ 

 

 

 

2

Entramos, nos ponemos las gafas,

el pasado las atraviesa​​ 

y nos chupa los ojos.

Un trance en el que las formas pasadas

del dolor nos empujan hasta

la parte trasera de nuestros sesos.​​ 

 

Las primeras imágenes del cine colombiano, sin sonido:

una mujer que frustra el suicidio de un hombre,

una mujer cuyo gesto de placer es igual al del dolor,

el espectro del primer amor que la persigue,

una fiesta en la que mujeres y hombres no han parado de bailar

desde 1922 hasta hoy (¿qué día es hoy?),

hombres que se dan la mano una vez tras otra,

actos pactos pactan.

El cine fundacional.

¿Desde entonces se firmó nuestra sentencia?

¿Allí fue donde conspiraron nuestro desconsuelo?

¿Qué despedida anticipaban estas imágenes?

 

El grano de la película se confunde con la lluvia:

el centro de la ciudad condenado, desde entonces,

a llover

es como decir: niebla transparente

es como decir:

 

 

 

3

 

La luz me marea, me acomodo las gafas.

Pienso que asumes que lloro.

Yo no lloro, tú lloras.

¿Desde cuándo lloramos?

¿Cómo se puede amar en este estado?

El gesto de amargura de esas mujeres

se repite en mí, ¿cuántas veces?

Sus ojos son los míos:

negros nublosos opacos.

¿Los tuyos son los de ellos?​​ 

Salimos y me haces fijarme en los fantasmas.

Uno de ellos nos ronda,​​ 

nos invita a un espacio sin tiempo.

Tus ojos no son los de un fantasma:

se posan en todas las cosas​​ 

como si estuviéramos más vivos que nunca.

 

 

 

4

 

Lo primero fue la despedida.

¿Qué significa estar viendo estas

imágenes espectrales a tu lado,

después de que me has hablado de tu dolor?

El fin de nuestro amor ya estaba representado​​ 

en las primeras imágenes del cine colombiano.

Nuestro amor no empezó nunca.

 

Un viaje en el tiempo, absurdo,

para despedirnos en el pasado y que en el presente

sea como si nunca nos hubiéramos encontrado:

el argumento perfecto para esta comedia romántica​​ 

de fantasmas. Pero no:

al final de la noche, cerramos los ojos juntos.​​ 

Qué acabamos de ver, preguntas.

Crees que lloro por:

Y yo lloro por:

Crees que te culpo por:

¿Podemos amarnos o,​​ 

como en el poema de Arango,

la muerte burlona se cuela

entre nuestras pieles?

Aún así, acá estoy tocándote el pecho

y tú a mí. Nuestras sombras se mueven

en algún lugar futuro de la habitación:

allá se aman, o se amaron,

con los ojos cerrados​​ 

proyectando sobre los párpados​​ 

luz.

 

 

 

 

 

 

 

El asunto con los duraznos

 

Como duraznos en almíbar

con las manos, mientras lloro.​​ 

No sé si el dulce calma o exaspera​​ 

mi llanto, mi búsqueda, pero la suavidad​​ 

de los duraznos, lo fácil que es​​ 

despedazarlos,

despellejarlos,

desollarlos,

hace que sea más cómodo respirar,

a pesar de los mocos, por la boca.

 

¿Cómo es que soy capaz de devorar?

¿No que estoy muy triste?

No he sabido cuidar: estos duraznos lo confirman.

¿Qué fue lo último que comí

y qué fue lo primero?

 

Pienso que debería comerme esta fruta

con agradecimiento​​ 

y no con sed de venganza.

¿De quién me desquitaba cuando​​ 

no comía durante días?

¿A qué correspondencia retorcida contestaba

cuando vomitaba todo lo que había comido

mientras pensaba en mi abuela que murió

por la​​ aspiración accidental de líquidos​​ 

o sólidos por la vía aérea?

La comida no está para ir y volver por los caminos del oxígeno.

No entendí nada acerca de los estados de la materia:​​ 

puedo inhalar en vez de exhalar,

y un pedazo de cáscara de durazno puede acabar conmigo.

 

El asunto con la comida no es exactamente ese,

tiene que ver con el olvido de la primera cosa.

Olvidé regar las plantas, darle de comer a la perra,​​ 

llamar a mi madre.

Cuidar este cuerpo podría ser​​ 

tan sencillo como ser la madre​​ 

de estos duraznos y no su verdugo.

 

 

 

 

 

 

 

Estado fisiológico

 

1

La bacteria virus o célula que reacciona

contra sí misma pone en marcha

un orden del interior distinto, que se configura​​ 

alrededor de la amenaza y protege

lo que puede y sacrifica lo que hace falta.

 

Cada vez que el cuerpo enferma

reconoce sus límites:​​ 

dónde nace el dolor​​ 

y hasta dónde lo extienden los nervios.

 

Qué tanto dolor resiste,

con los años,

cuánto más le toma volver

a su estado fisiológico.​​ 

 

Se recupera

por el simple paso del tiempo, pero yo

proclamo la proeza como propia,

como si entendiera como si viera

lo que pasa adentro mío:​​ 

yo misma me curé, detuve la sangre,​​ 

cerré la herida, apacigüé el vómito​​ 

y me levanté del piso del baño sola

sin usar a nadie de bastón.

Todo eso para que, al poco tiempo,​​ 

el cuerpo vuelva​​ 

vuelvo

a caer en la misma posición.

 

 

 

2

Me arrastro al baño por decimoctava vez en la noche

repto como un gusano herido

ruego por llegar a tiempo el frío de la fiebre

empeora por las baldosas

nadie en el mundo sabe que estoy acá, así

tocando el inodoro con las manos y las mejillas y la lengua

por qué ahora

le digo a la parte del cuerpo problemática:​​ por favor, no más

me arrepiento de haberte dado por sentado

intento imaginarla calcular la distancia que hay

entre nosotras​​ 

de este lugar indeterminado hasta las vísceras

para enviarles una señal​​ 

a través de los nervios

una orden​​ obedézcanme​​ no lo hacen

intento rezar no recuerdo cómo

hago la promesa:​​ si me curo, voy a​​ 

quisiera lamentarme a gritos no lo hago​​ 

me queda la vergüenza toda

regreso a la cama me arropo calmo la respiración​​ 

me repliego sobre el vientre intento consolarme

pero esto ya no cuenta como cuidado

es supervivencia​​ 

cuidado hubiera sido no haber hecho

la culpa infesta el cuerpo mi cuerpo que no tiene la culpa

de que yo crea que no es mía la cura

de que me la escondo

vuelvo a sentirme como una niña y no me queda de otra

que pedir ayuda maldigo los días​​ 

en que quise enfermar para que alguien me cuidara

quién

la fantasía de la invalidez

de entregarle el control de la vida a otro no

a otra​​ 

decirle a mi madre:​​ no pude con esto, ayúdame

pero ni ella puede enmendar el desastre que hice solo yo podría

pido ser rechazaba y poder traerme sola​​ 

el alimento y la medicina otra vez

pero no lo consigo así

durante dos días de sueño profundamente

sudoroso escalofriante paralítico

sueño con el reverso del cuerpo los tejidos húmedos

bombeantes que nerviosos intentan sanar

los tonos de rojo se oscurecen y toda​​ 

la sangre que circula es negra​​ me voy pudriendo

el cuerpo está revelando una verdad evidente que​​ 

ahora mismo es incomprensible para mí

al tercer día algo sucede: una súbita mejoría​​ 

parece que mis plegarias han sido escuchadas

una vitalidad inesperada que se va convirtiendo en insomnio

repaso imágenes de un pasado saludable

fue una alucinación y los síntomas vuelven con más fuerza

todo lo vivo enferma

por un momento parece que conozco a la perfección

la causa de mi malestar su ubicación exacta

las terminaciones de los nervios ya no desmembran

no fragmentan envían una misma señal que me da​​ 

la sensación de estar completa

soy todo esto que duele

solo en este estado podría haber escrito esto

lo que no asegura que haya entendido que

enfermar es estar viva.​​ 

 

 

 

3

Ya tuve la enfermedad incurable.

Los receptores de muerte recibieron la señal:

¿sobrevives o eliges la apoptosis?,

y todas las células,

algunas más titubeantes que otras,​​ 

tomaron la misma decisión.​​ 

 

Se aislaron y produjeron la enzima veneno​​ 

que les deformó el citoesqueleto,​​ 

interrumpió el alimento

y la regeneración,​​ 

y destruyó su centro para siempre.

 

Desde entonces, vivo.​​ 

Me he regalado la posibilidad

de volver a enfermar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

***

 

 

Estefanía Angueyra

Christian Rincón

Stefhany Rojas Wagner

Alexandra Espinosa

José Rengifo Delgado

Daniela Pérez Taborda

Laura Andrea Garzón 

Ana López Hurtado

Andrés Restrepo

Daniela Prado

Tomás Collazos

 

 

 

 

 

Librería

También puedes leer

Leemos, en el marco del dossier La poesía te quiere vivo que prepara Alejo Morales,…

Leer más