SOBRE HÁBITOS DE CAZA, DE HAROLD ALVA
Por Mijail Lamas
Hábitos de caza, de Harold Alva (Círculo de Poesía México, 2025)
Hábitos de caza, del poeta peruano Harold Alva, reúne 25 años de labor poética, un testimonio de constancia que se instala en el panorama de la poesía latinoamericana actual. Este volumen no sólo es una compilación de versos, sino un viaje íntimo hacia el corazón del lenguaje, donde el poeta se convierte en un cazador de imágenes y significados ocultos.
Para Alva, el poema es un espacio de indagación, un terreno fértil donde desentrañar el misterio que anida en las palabras. Con paciencia y sigilo, el poeta se viste de cazador, acechando la epifanía que surge entre los lagos del silencio. Sus versos nos muestran a un yo lírico que lleva grabados en los ojos los paisajes de Lima, una ciudad que se revela como una mujer esquiva, a la vez agreste y dulce simultáneamente. En sus poemas, Lima no es sólo un escenario, sino un personaje que sólo se deja acariciar con palabras, ella, desafiante, es el escenario en el que se desvela el drama personal del poeta.
En los poemas de Harold Alva la nostalgia es parte central de su obra, una fuerza que moviliza al poeta a hablar de lo que nunca fue y de lo que siempre ha sido: una búsqueda incansable por tocar el corazón del misterio, porque es ahí, en ese lugar intangible, donde reside la poesía. El yo poético de Alva se nos presenta como un cazador melancólico, que ensaya diversas estrategias para capturar lo inasible. Su versificación es tan variada como sus emociones: desde el verso libre, que resuena con el rumor atonal de la ciudad, hasta el poema en prosa, que se despliega como una escena cinematográfica, cargada de deseo, ansiedad, miedo y una profunda contemplación.
En sus poemas, Alva tiende un puente entre el acto de escribir y la meditación sobre el poema mismo. Estas piezas no sólo exploran temas universales como la tristeza y el hambre de infinito, sino que también reflexionan sobre el proceso creativo, convirtiéndose en alegoría del oficio poético. El cazador alerta salta al vacío, porque su apuesta es por el peligro, por el poema que sólo se revela en el riesgo.
Harold Alva, con Hábitos de caza, nos entrega una obra que trasciende lo meramente literario para convertirse en una experiencia sensorial y emocional. Sus poemas son un acto de valentía en busca de lo inefable. A través de sus versos, no sólo nos ofrece imágenes fugaces, búsqueda constante que define al ser humano. Este libro es, en esencia, un testimonio de que la escritura de poemas no es sólo un arte, sino una forma de entender la vida, un hábito de caza que nos invita a acechar, con paciencia y sigilo, las epifanías que se esconden en el silencio.
LIMA
La física de tus manos contradice mis leyes naturales
La devoción por conservar el aliento
En una gruta donde nadie
Ejecuta oraciones como cábalas
Versos como ráfagas que atentan contra mis hábitos
Animales de azufre
Demonios que salen a la caza de un orate
Que se oculta noche a noche en los hostales de Lima
En sus intestinos de asfalto que esperan impacientes
El último estertor
Mi atípica presencia de fantasma
Y tú
Dulce animal
Escala de grises sobre la orfandad de mi cuaderno
Brillas como el anillo del sol
En esta época de catástrofes apocalípticas
Tú mi violenta partitura
Mi fiera urbana de certeros zarpazos
Mi bestia incólume con quien apelo al adjetivo
A su virtud de ventana desde donde grito este poema
Con la ilusión de un cadáver
Que intuye que su muerte no es definitiva
Que intuye que tu muerte no es definitiva
Que se arranca el cráneo
Y lo cuelga en los cordeles del horizonte
Con la misma prepotencia de un sismo
Que sepulta los puentes y las casas
Tú
Ternura hereje entre mis manos
Miedo que me asalta durante la mañana
Te enfrentas a la física
Y apareces en mi fortaleza imaginaria
Te detienes al centro con la precisión de una pantera
Y yo me quedo quieto
Sé que la luna es insuficiente cuando leo tus palabras
La noche también es insuficiente
La noche y su gran ojo
Que da vueltas con la velocidad de un paso
Que en vano pretende conquistarte
Cuando apenas ha sonado el silbato
Y el réferi se instala con asombro
En mis decisiones
En mi poema
En mi oscuridad
En mi boca que se abre
Cada vez que tú retornas con un verso
Y Lima entera se detiene
Y Lima entera se inclina frente a tus pasos
Y Lima entera se conmueve con el filo de tu lengua
Que parte en tres la dicción del aire
El rumor de los malecones
Mi grito que trepa los edificios
Y escribe tu nombre en las ventanas
Y escribe mi nombre en tu ventana
Y nadie puede leerlo porque carecen del espanto
Y la capacidad de nuestras visiones
Del alfabeto que aprendimos a tararear
Cuando los dedos se formaron
Como las columnas de un ejército
Que partió a colonizar la piel
Con las membranas de los otros
Y los otros se quedaron allí
Solitarios en sus cuerpos
Mientras la vida se esfumaba en otra parte
Y nosotros asimilamos la tensión de los accidentes
Y así nos reconocimos
Y así incendiamos estas calles
Y así le dibujamos pájaros a esta noche
Pájaros a las bancas del Kennedy
Pájaros a nuestras palabras
Pájaros a los ojos de las paredes
Pájaros a la soledad
Pájaros a la lengua que ahora nos eclipsa