Un río hecho de memorias: hacia la creación de un gran poema. Acerca del dossier de poesía joven venezolana Si el río abriese los ojos: Antología de la continuidad.

Leemos el prólogo que Bolívar Pérez, Juan Lebrun y Zorian Ramírez Espinoza han preparado para el dossier de nueva poesía venezolana Si el río abriese los ojos: Antología de la continuidad. Es un texto de necesaria lectura para conocer los intereses y las exploraciones de la poesía venezolana nacida sobre todo en los años 90 del siglo XX.

 

 

 

Un río hecho de memorias: hacia la creación de un gran poema.

Acerca del dossier de poesía joven venezolana​​ Si el río abriese los ojos: Antología de la continuidad.

 

 

 

 

somos un río que busca

el origen de su sed

está aquí

en nuestro canto.

Sofía Crespo Madrid

 

 

  • Rotos pero juntos: el cuerpo como discurso en la poesía joven venezolana​​ 

 

1.1. El texto como extremidad, un miembro

La escritura es un mecanismo de elaboración de sentido ante las crisis personales y colectivas, también ante las contradicciones y la maravilla que implica estar vivo. Como colectivo de tres voces movidas por la creciente fe de una escritura​​ necesaria, nos desplazamos en un caudal de constelaciones diseminadas, disgregadas, donde la individualidad es potencia colectiva, enrarecimiento de los espacios corpóreos de la página y la voz.

Amale Haddazi, en su texto​​ El cuerpo poético como territorio de creación y espacio de libertad,​​ define al cuerpo de la siguiente forma:​​ 

 

El cuerpo es un espacio a través del cual la vida se revela en sí misma, le permite al individuo entrar en contacto con el mundo, conectarse con él mismo e incluso a realizarse en la sociedad a través de un proceso de identificación y representación (...)​​ ​​ el cuerpo también se​​ revela como un texto, una expresión y una visión del mundo propia de cada creador y de una imaginación colectiva (...) Más que un lugar de experiencia carnal, el cuerpo es un espacio para la reflexión, para la producción de significado, una visión y una representación del mundo. Un lugar donde el tiempo se escribe a través de la memoria (2019, párr. 1, 2 y 5)

 

Este cuerpo hecho del lenguaje, con sus fallos, malentendidos, puntos ciegos, viene a darnos identidad. Desenvolverse con él mismo, es decir, con la voz interior, nos convoca a la invención, a buscar nuevas estructuras y formas en las que nos relacionamos con el mundo. Las voces que han ido conformando esta muestra, al día de hoy, develan una heterogeneidad de contextos, símbolos e historias que hablan de un posicionamiento existencial ante el mundo y sus enigmas.

​​ Observamos discontinuidad en el decir del conjunto de voces que conforman este dossier, la no alineación o predominancia de parámetros, escuelas o estilos que hagan pensar en la consecución de una tradición literaria, sino que insisten en una escritura vital. La escritura es un diálogo íntimo que da lugar a la expansión del discurso identitario, a la reorganización del mundo personal, conduciendo a la pregunta: ¿quién soy?

La palabra discontinuidad también engloba todas las causalidades generadas por las polarizaciones políticas del país. Entre sus efectos: el no reconocimiento del otro u otros que piensen diferente (en lo que a producción cultural e intelectual refiere). Pese a estar unidos por un espacio geográfico, una lengua y un paisaje poético común, nos ignoramos. En medio de estas fuerzas opuestas, nos situamos como generación. ​​ 

​​ Una de las misiones de este proyecto es privilegiar el trabajo poético, al menos esa es nuestra po-ética como compiladores: poder coexistir y reconocernos. Parece una tarea sencilla, pero es un atrevimiento.

Intentar una descripción de la identidad colectiva de poetas jóvenes venezolanos nos hace poner el ojo en los valores, preocupaciones y necesidades que dibujan sus discursos. En la muestra destaca​​ el cuerpo, en cualquiera de las formas en que puede ser expresado por las palabras. Hablamos de la fuerza de los ríos, es decir, de las voces, nunca de los márgenes (lenguaje) que lo comprimen.​​ Así, el cuerpo es caja de resonancia, contenedor de la voz y experiencia de vida-muerte; una y otra vez, observamos la transfiguración del cuerpo, que en ocasiones se presenta mutilado, desintegrado, transformado por la metáfora de la máquina, insecto o paisaje. Esto es lo que algunos de los poetas seleccionados reflejan en torno al cuerpo en sus poemas. Kaira Gámez escribe: “El suelo me devuelve mi cuerpo / Parece mía / la voz oculta entre las piedras”.​​ Por su parte, Nuwanliss escribe: “insisto en practicar la danza​​ del flagelo​​”; más adelante,​​ en otro poema, afirma lo siguiente: “mi cuerpo es el mundo”. Pamela Rahn dice: “Todo lo fértil​​ se vuelve placenta ​​/ Se vuelve algo humano​​ / que me arrulla / y me hace brillar​​”.​​ José Mestre escribe: “encadena tu esqueleto a ti. suele escaparse por las noches en búsqueda de una fosa. él también es uno de ellos”; por su parte, en un poema de Carlos Katan, se lee: “Todo silencio deviene cuerpo”.

El poema, al ser atravesado como una experiencia del cuerpo, se convierte en una extensión del mismo. “No me absuelvas, poema, de mi historia. / Condénate al silencio que me hizo” escribe Kaira Gámez ubicando el lugar de la voz en la ausencia, con lo que Galo dialoga al decir “la paz del cuerpo es un camino sin bordes”,​​ como si el cuerpo físico generase un mal-estar en la voz, como si lo material, en cierta forma, interfiriera.​​ 

El silencio como ejercicio de creación desde el vacío es necesario para que emerja la palabra en el desierto de la página. La escritura del poema implica este acto de deconstrucción o desertificación mediante el cual el poeta vuelve a dar otro orden al mundo, donde se permite descubrir y aprehender su entorno desde un génesis propio. Es así como también se crea otra relación con el tiempo, con los momentos dispersos a los que la voz poética otorgará una lógica:​​ “Dotada de​​ olas e hilos / tejo las promesas / y la (in)certidumbre / tejo los días​​ ​​/​​ para hacerlos uno solo”, Érika Manoche.

 

1.2. Diseccionar el ser que habita el lenguaje

Separar o fragmentar el lenguaje, diseccionarlo como un organismo, establecer cortes, separar los tejidos y los órganos de este discurso con el fin de dominarlo. Al igual que en los primeros estudios de anatomía, que abordaron no solo las áreas externas del cuerpo, sino que se dirigieron a su interior con el fin de conocer lo que habita en las entrañas del mismo.

El poeta puede ser, muy al estilo pizarniano, un individuo que está roto y que pretende, a través de la palabra y la escritura del poema, reparar esa herida fundamental. Esto está muy ligado al pensamiento de Ida Gramcko cuando dice: “la herida es una suerte de penetración, yo me penetré, me conocí” (2024, p. 40).​​ 

Cuando escogimos las voces de César Panza y Caneo Arguinzones, lo hicimos porque encontramos en ellos ese compromiso de transfiguración, disección y fragmentación del​​ Yo poético. En un poema de Panza, inspirado en el cuadro del​​ Estudio de anatomía​​ de Rembrandt, leemos:​​ 

 

El brillo húmedo de las mucosas contrasta con la palidez de la piel deshabitada por el alma. Tuvieron que cortar en cuatro pliegos la piel, el tejido graso y el músculo, para ver lo que todavía soy por dentro (...) Por eso no puedo decepcionarme de los hombres, porque son pocos los que asisten cuando se prepara una clase de anatomía. Es un privilegio saber que justo debajo de donde se distiende la confusión de los afectos, se cocinan los fermentos del cuerpo. No puedo culparlos, ni por la duda ni por el odio, solo desconocen esta simetría, el palmo que hay entre lo sublime y lo repugnante (Revista Poesía, 2024).

 

Encontramos un diálogo con la siguiente idea:​​ “basta con ver el propio cuerpo para saber toda la historia humana”. En este punto, creemos encontrar un vaso comunicante entre la poética de Arguinzones y Panza; la primera realiza un trabajo de entomólogo, se transfigura en un insecto, juega con ese posicionamiento, a veces hablando desde el cuerpo del insecto y en otras ocasiones, diseccionándolo para así lograr reconocerse. Mariajosé Escobar, en un ensayo titulado​​ Zoo: la disección de la locura, califica esta inquietud poética de Arguinzones como:​​ 

 

experimento inédito en la poesía venezolana el de situar un poemario entero en el andarse minúsculo de un insecto. Singular abordaje que hace pensar en la insignificancia de lo humano, cual insecto errante (...) el insecto es una alegoría, es una representación del ser humano (2014, p. 16).

 

Por otro lado, tenemos al hombre como máquina, transfigurado, vuelto objeto de producción, deshumanizado, cabría decir, experimentando lo humano desde otra forma. Hablamos de transhumanismo, una corriente filosófica y biológica que plantea la posibilidad de mejora del ser humano por medio de la​​ tecnología, ligado a los conceptos capitalistas de productividad, eficiencia y perfección, orientados a crear seres que dependan menos del cuerpo biológico y más del mundo virtual.

Panza escribe lo siguiente en un poema: “Máquina consumida / Porque es mío el milagro del / Yo Humano / Donde no hay misterios que no pueda ver, / Yo Máquina”; esta ambigüedad que habita la voz visibiliza la relación entre lo humano y la máquina como un ejercicio de transfiguración del cuerpo, de búsqueda de una nueva forma, o quizás, más bien, de hacernos conscientes de este mundo que nos lleva a la desolación. La relación con la máquina introduce la percepción del tiempo como cálculo, experiencia de consumo, inversión y gasto, adición y sustracción; ya los futuristas (por nombrar algunas de las​​ vanguardias del arte), en sus búsquedas, indagaron sobre esta crisis del tiempo en relación a la máquina, el imperativo de velocidad. Alejandro Indriago nos dice en uno de sus versos: “No te dejes llevar por la velocidad / Desarrolla una lírica libertaria”.

En relación a estas búsquedas, ¿qué conexiones encontramos con los poetas seleccionados en el dossier? Hemos podido observar la necesidad de nuevas formas que permitan habitar un lenguaje:​​ Entonces, de esto va hacerse humano​​ / el largo ciclo de las horas / viendo la carne medio seca, medio muerta”, escribe Katan; “Con escalofrío, la lengua se levanta a barrer la casa / Cepilla su desganado cuerpo, pintarrajea su músculo / ​​​​ausente de vértebras”, Jesús Montoya. Volvemos a encontrar el recurso lírico del insecto en Arianna Mathison: “Convertirse en mariposa / Gusano cuajado / Sentir la tierra en el ombligo / retorcerse”.​​ 

 

1.3. Abrir los ojos, continuarse

El título que hemos dado a este dossier,​​ Si el río abriese los ojos: Antología de la continuidad, parte de un verso de César Panza​,​ “Si el río abriese los ojos qué viera”, y otro de Caneo Arguinzones cuando dice que​​ “Haber retrocedido al abismo ha convertido la continuidad / en una festiva alabanza”. ​​ 

Una lectura posible de ambos versos es la de la vida como un ciclo. “Si el río abriese los ojos qué viera” es un verso que invita a leerse desde los lugares abordados por la tradición venezolana donde predominan una serie de elementos que nos llevan al paisaje y la interacción con el ser que busca reconocerse en ese exterior, mirar en el espejo turbio del agua su identidad mutable que mantiene al sujeto en el gerundio​​ siendo.​​ 

Vayamos al cancionero popular venezolano:​​ “Frente al mar / cuando el cielo está de azul / y el agua del mar en calma / siento que la mar escucha los lamentos de mi alma”. Este canto nos lleva a pensar en la interacción del humano y la naturaleza: el ser da sus ojos al paisaje en este caso, también su lengua y pretende, con esto, encontrarse.​​ 

Arguinzones, en su poema​​ Autorretrato, nos dice:​​ “encuentro en la soledad el mutismo donde reconozco mis rasgos, / sin embargo, en compañía / me desfiguro”. No saber quién se es frente al paisaje, tanto exterior como interior, implica habitar la incertidumbre como ejercicio de identidad.​​ 

El dossier nos presenta también otros ejes temáticos, ya no como hechos aislados o agrupados en muestras específicas que los separan de otros tópicos abordados por la poesía venezolana; más bien, los tomamos como algo que se presenta naturalmente en el decir de la joven poesía. Hablamos de la sexodiversidad, cómo experimentan su deseo hacia el otro expresado a través de esa erótica del lenguaje, ligada al sentido que Marguerite Duras da a la representación del deseo en la escritura, ubicándolo en el origen del erotismo para decir que ello es una actividad latente​​ vital: en la escritura,​​ “se desea como se escribe, siempre” (M. Duras, 1986).

Observamos con interés que son las voces de las disidencias sexuales quienes abordan con mayor entusiasmo la poesía erótica, la palabra como expresión del deseo:​​ “Me gusta el olor de la mujer / me gusta el mío propio, mi olor, con el de otra mujer / Me gusta la mezcla de mi sudor con el de una mujer (...) Porque quiero amarme a mí misma / en la carne de otra que se me parezca” (Soriana Durán); “Quiero tu barba / la quijada larga / el sonido grave de tu súplica /​​​ y el arco / de tu espalda” (Ricardo Sarco Lira);​​ “No hubo juicio en la mirada de la naturaleza, / los árboles no escucharon​​ / estridencia en el choque​ ​/ de dos manzanas de Adán” (Luis José Glod).​​ 

Podemos apreciar también en el dossier la aparición del hogar y su juego con la memoria en su conformación simbólica, reflejado en los miembros (familiares o no) con los que establecemos relaciones cercanas, el conflicto con los mismos, los fantasmas, los objetos, tópicos que atraviesan un grupo de voces poéticas que, en algún punto, buscan nombrarse, ubicar su​​ Yo​​ en estos lugares: “Bastó una foto tuya para sentir mi cuerpo deshabitado (...) Esta casa quería tenerte aprisionada / Esta casa no concuerda con tu ser” (Yeiber Roman); Hamid El Sayegh, en su poema, escribe: “ponte la cabeza sobre el cuello, / deja que se​​ enfríe, / anula tu pálpito. / Cuida a tu mamá, está enferma; / vende tu casa, la de tu niñez, / aunque te desangres​​​​ (...)​​ Yo les pregunto en dónde sitúo el yo que no quiere existir,​​ ​/​​ el yo que aspira ser algo más, / el yo que ambiciona ser alguien que fui”.​​ AnCe Jesús Zamora Maneiro nos presenta la relación familiar en torno al conflicto: “Él / Es como un hermano para mí. / Y confío en su sonrisa. / Y acabo de vomitar en el baño del bar / Y nos vamos trastabillando hasta / Mi apartamento. / Nos acostamos.​​​ / Y todavía estoy borracha cuando sus dedos me despiertan desde adentro. / Y yo sé que no dije que sí / Y yo sé que no he dicho nada / Porque yo / Estaba dormida (...) Y lo sigo amando / Porque / Él / Es como un hermano para mí / Y lo sigo amando”.

Cabe destacar el creciente interés de varios de los poetas del dossier en la exploración del español en diálogo con otros idiomas, integrándolos como propuesta estética. Apreciamos una inclinación hacia lo transdisciplinar y un carácter lúdico en torno a los formatos en los que se presenta el cuerpo del poema (música, collage, performance, vídeo), lo que nos habla de una multiplicidad en la manera de contar y cantar.​​ 

Hacer de la continuidad una festiva alabanza es una invitación a mirar nuevamente la vida con el asombro de quien descubre en lo infinitesimal la sucesión de las entidades transparentes del tiempo, el valor del instante, la constante repetición de los ciclos vitales y cotidianos. De aquí tomamos la palabra​​ continuidad​​ para hablar exactamente de lo que no parece sucederse; sin embargo, el ejercicio del tiempo da un sentido, una forma, a eso informe, a voces que parecen islas, hilos que suturan las partes no alineadas al territorio (verbo) que crea este cuerpo (país), roto pero junto.

 

2. ​​ Lo que estaba antes de nosotros

La propuesta de compilar un dossier de autores venezolanos nacidos a partir de 1990 se enmarca dentro del proyecto de poesía panhispánica del poeta mexicano Alí Calderón, quien es firme creyente de que son las nuevas generaciones quienes reinventan la literatura. En su calidad de editor general de​​ la revista​​ Círculo de poesía,​​ nos confió la tarea de compilar nuevas voces y trazar la continuidad entre ellas. Esto a sabiendas de la realidad venezolana, los acontecimientos que la afectan, sus tropiezos. Este grupo está marcado indeleblemente por las tecnologías, las máquinas y, sobre todo, lo virtual.​​ 

En​​ Flujos y contraflujos (Breve aproximación a la poesía venezolana actual),​​ Gina Saraceni (2013) comenta los nuevos formatos de difusión poética en la generación de los 80, que bien consideramos vigentes para los escritores de décadas posteriores:

 

Por lo que se refiere a la poesía, su ingreso a la plataforma digital, ha producido​​ una pluralización​​ de sus maneras de circular que la han convertido en un artefacto versátil que tiene múltiples usos y modos de aparecer que van del libro al blog, del recital al jamming, de la letra a la imagen, de la página a la escena (p. 1, subrayado nuestro).

 

​​ Esta pluralización nos conduce a nuevos modos de (re)presentar la poesía, que no solo se quedaron en la adaptación del discurso literario a estas plataformas, sino que se convirtieron en parte de una poética relacionada al uso de lo tecnológico como tema; esto invita a reflexionar y cuestionar las potencialidades de la novedad. Si bien estos medios facilitan la difusión, también implican riesgos: se debilita la idea de obra como totalidad, se diluye el libro como propuesta o se saca al​​ libro​​ del libro.

La concepción de​​ libro, en la literatura contemporánea, se ha puesto en duda, y eso es algo que no nos puede ser ajeno. Desde ejemplos como Reynaldo Jiménez en Argentina, Wilson Alves Becerra en Brasil, hasta toda la poesía sonora, la literatura ha ido tomando un rumbo inédito en sus manifestaciones. En Venezuela, el colectivo​​ Cuatro grados del fuego, Rommel Hervez con su​​ Qalítico​​ están en la exploración de esos temas. Así también, Catalano con su proyecto de​​ Revitales, entre otros.

La generación de los 90 está marcada por escritores con años de trayectoria sin bibliografía formal, ya que sus únicos soportes han sido revistas, blogs o publicaciones en redes sociales (en el mejor de los casos), dentro del espacio virtual. En este panorama, la literatura aparece de forma residual. Lo (in)completo se convierte en la nueva forma de completitud: lo posible y lo imposible, el reordenamiento de lo real en fragmentos, aproximaciones, libros no cerrados. La infinitud de un bosque se reconoce por sus partes —o, al menos, eso es lo que nuestra muestra intenta asomar.

Hemos revisado distintos textos críticos en torno a la poesía más​​ reciente, tanto en las publicaciones de editoriales del Estado como​​ en las​​ privadas, universitarias y otras de carácter independiente. En esta lectura pudimos constatar una bibliografía valiosísima para el estudio de nuestra literatura. Entre ellos, podemos mencionar los textos de Miguel Gomes, Gustavo Guerrero et al. en la revista​​ Guaraguao​​ (2024); Gregory Zambrano (2021) pero, en la mayoría de los casos, se omite gran parte de la creación literaria de la generación que nos compete.​​ 

Un texto que aborda críticamente​​ la producción de los poetas nacidos en los 90’ es una de las entregas de​​ Las Torres Desprevenidas​​ de Jesús Montoya.​​ Sin embargo, debemos mencionar diversas antologías​​ que​​ han agrupado a poetas nacidos entre 1980 y 1990, e incluso otras generaciones. Entre ellos encontramos​​ Amanecimos sobre la palabra. Antología de poesía joven y reciente venezolana​​ compilada por Oriette D’Angelo (2016);​​ En-obra. Antología de la poesía venezolana (1983 - 2008), reunida por Gina​​ Saraceni (2008),​​ la cual propone un acercamiento muy interesante porque se planteó, desde un principio, incluir cada publicación comprendida en el marco de esos años, conforme iban saliendo los libros (de ahí que el título​​ En-obra​​ nos hable de una producción en proceso);​​ El puente es la palabra, compilada por Kira Kariakin y Eleonora Requena (2019), nos da una visión de lo que escriben los venezolanos fuera del país; también está​​ Amanecieron de Bala​​ (2007), antologado por Yanuva León, Dannybal Reyes y Ricardo Zerpa, con una visión rebelada contra el academicismo rígido; además,​​ agregamos la​​ Antología de poesía sexodiversa, organizada por el jurado de una convocatoria a concurso; la edición de la revista​​ POESÍA​​ número 153 (2011) consta de una antología de joven poesía venezolana, con poetas nacidos entre el año 72 y el 84; en el número 28 de la revista​​ Ritmo​​ (2015) en México, Néstor Mendoza y Diosce Martínez antologaron una muestra de poesía joven venezolana; es importante mencionar todas las Antologías del Concurso Nacional de Poesía Joven Rafael Cadenas, compiladas por el jurado correspondiente a cada año; también las antologías del Premio Internacional de Poesía Bruno Corona Petit, seleccionada por el jurado correspondiente a cada año, el dossier​​ Agua Grande, compilado por ​​ Giordana García Sojo para​​ Círculo de Poesía, el cual abarca una mirada de la poesía escrita durante el siglo XX en Venezuela y propone dos corrientes discursivas de la tradición poética venezolana divididas en: los herederos de la poética de José Antonio Ramos Sucre y los herederos de la poética de Salustio González Rincones.​​ 

Existen otras iniciativas que difunden la poesía venezolana, no exclusivamente de la generación que intentamos abordar.​​ Han sido un espacio de difusión para nuevas voces: “Colección Primera Intemperie” editada por La Poeteca, pensada para poetas jóvenes e inéditos, colección “Versalia” de la editorial Petalurgia, la cual publica plaquettes de autores jóvenes independientemente de su nacionalidad; colección de plaquettes “Yo misma fui mi ruta” editada por Fundarte, especializada en la difusión de poesía escrita por mujeres, “Las formas del fuego” colección de los poetas ganadores del Concurso de Autores Inéditos del Monteávila.​​ Existen otros concursos e iniciativas en el país que no mencionamos en esta ocasión porque están concebidos con parámetros que no se detienen en límites de edad, publicación ni trayectoria.​​ 

Creemos en los poetas como agentes libres y en la poesía como espacio de encuentro que no amerita ser consagrada o validada por instituciones, concursos o publicaciones. La posibilidad de apalabrar la realidad y aquello que inquieta cobra vida en espacios cotidianos y no convencionales para lo que se cree deben ser los espacios de la poesía, tales como pasillos universitarios, casas de amigos,​​ plazas, bares, en los que se hace comunidad y resistencia. Esto fortalece un sentido de pertenencia que transforma la relación entre el poeta, la palabra y el público.

No todos los poetas acceden o desean acceder a lo institucional y es aquí donde, como compiladores, deseamos acercarnos y difundir voces potentes que, por decisión o desconocimiento, no entran dentro de los parámetros formales.

 

3. La crítica de poesía en Venezuela​​ 

La crítica abre la puerta de la conversación, permite que la obra siga viva en distintos tiempos, genera una memoria y un registro. El​​ crítico​​ debe apostar por aquellos escritores en los que cree, así no hayan sido publicados antes, traer al conocimiento general aquellas formas marginales o no suficientemente apoyadas de escritura. Con esto, complementa la experiencia de lectura, destaca la importancia de una obra dentro de un momento histórico, da cuenta de usos inusuales del lenguaje.​​ 

Nuestro proyecto de dossier de poesía joven venezolana pretende hacer un ejercicio crítico basado en los conceptos que Luis Miguel Isava (2016) expuso en​​ De la crítica de poesía en Venezuela.​​ Citando a Eliot (1957), el autor ofrece una clasificación de dos tipos de antologías, a las cuales denomina un ejercicio oblicuo de la crítica literaria:

 

(...) hay básicamente dos tipos de antología que cumplen funciones específicas en el espacio de una literatura. La primera que identifica es la que consiste en reunir textos de jóvenes poetas cuyos libros no son ampliamente conocidos. Para él, esas antologías tienen como objetivo insertar al joven poeta en el sistema literario” (Isava, 2016, p. 7).

 

 Nuestro proyecto, en este sentido, se inscribiría dentro de este primer tipo de antología, con la diferencia de que no estamos antologando solo poetas con obra publicada como​​ libro, sino también en otros formatos.​​ 

Isava luego, agrega:

 

Como se puede colegir a partir de las observaciones de Eliot, las antologías ponen en escena fundamentalmente la primera función de la crítica: esto es, patentizar las interrelaciones filiaciones y afiliaciones, diría Edward Said, que se establecen entre los poetas antologados, y en ese sentido contribuyen a evidenciar el sistema literario, específicamente poético, bien sea de un período, de un siglo o de la historia de nuestra poesía (Isava, 2016, p. 8).

 

El sistema literario no es más que las relaciones paraliterarias (interpersonales entre los poetas y críticos de literatura) que se dan en un conjunto de producciones delimitadas, en este caso, por inscribirse dentro de la venezolanidad. Evidenciar estas conexiones que, en otro caso, serían invisibles es parte de nuestra tarea como antologadores.​​ 

Como colectivo de tres poetas pertenecientes a la misma generación que estamos antologando, no nos interesa una mirada vertical, de jerarquía, sino despertar el interés de leernos entre nosotros, además de proyectar la poesía venezolana en el plano internacional.

 

4. ​​ ¿Qué leen los poetas que forman parte de este dossier?

 

 Quisimos responder una pregunta que se hace María Antonieta Flores (2018) citando a Harry Almela en​​ el cautivo​​ n. 57, cuando plantea: “¿Dónde confrontan? ¿Qué leen?” en el caso de los autores nacidos en los 90. Son preguntas directas, cuya simpleza esconde un amplio alcance.​​ 

Tomamos la iniciativa de preguntar anónimamente qué leen nuestros antologados con una encuesta. La idea general de las preguntas era acceder a los poetas que tienen mayor recurrencia en las vidas de nuestros seleccionados. Para esto, tomamos en cuenta su año de nacimiento y zona geográfica, preguntamos sobre poetas venezolanos y extranjeros a los que más recurren y, por último, quisimos saber qué poetas recomendarían a los jóvenes leer.​​ 

Los resultados de las respuestas nos sorprendieron tanto por su diversidad como por la omisión y aparición de nombres. Nos parece interesante resaltar que hay muchas mujeres que figuran en los puestos de los poetas más leídos, entre las que están: Yolanda Pantin, seguida de Miyó Vestrini, Hanni Ossot, Ida Gramcko, Ana Enriqueta Terán y María Auxiliadora Álvarez. Entre los autores, vimos la aparición de poetas como Reynaldo Pérez Só, Vicente Gerbasi, Armando Rojas Guardia, Rafael Cadenas, Eugenio Montejo, José Antonio Ramos Sucre y Juan Sánchez Peláez. Estos fueron los que se mencionaron con mayor frecuencia entre los encuestados.

Entre otros poetas mencionados en la muestra, figuran Miguel James, Gabriela Kizer, Eleonora Requena, Alejandro Castro, Josu Landa, Edda Armas, Esdras Parra, Enriqueta Arvelo Larriva, Víctor Manuel Pinto, Emira Rodríguez, Gustavo Pereira, Santos López, Teófilo Tortolero, Antonio Robles, Salustio González, Carmen Leonor Ferro, Wafi Salih, María Antonieta Flores, Jacqueline Goldberg, María Calcaño, Juan Calzadilla, Martha Kornblith, Ana María Oviedo, Natasha Tiniacos, Alejandro Salas, Arturo Gutiérrez Plaza, Luis Moreno Villamediana, Igor Barreto, Fernando Paz Castillo, Elizabeth Schön, Jesús Montoya, Milagro Meleán, Oriette D’angelo, Mariajosé Escobar, por enumerar algunos.

Los resultados nos revelan que la difusión de la poesía venezolana es escasa, tanto en la publicación de nuevos autores, como en la reedición de obras que pudieran ser del interés de nuevos lectores; nos preguntamos si estos problemas de difusión se deben, en parte, a la realidad política que vive el país. ¿Revisar a un determinado autor implica necesariamente una postura política?​​ ¿Dónde queda la separación del artista y su obra? ​​ ¿Hoy en día sigue vigente distinguir la obra del artista? De ser así, entonces, ¿cómo escribir una historia literaria?

Cuando miramos hacia la tradición poética de otros países y comunidades lingüísticas, nos vemos en un espejo oblicuo: ¿cómo podemos estudiar otras literaturas extranjeras valorando su po-ética, mientras que no podemos hacerlo con nuestra literatura nacional? ¿Hace falta esta distancia con la que miramos al otro para leernos como una sola voz? ¿Es posible esa distancia? Intentamos, con este dossier, explorar algunas respuestas a estas interrogantes, acerca de los parámetros que han marcado nuestra literatura reciente.​​ 

Exploramos autores, escuelas y corrientes literarias de otros países y cómo influyen en nuestra generación. La poesía norteamericana figura con la mayor cantidad de menciones, seguida por la poesía latinoamericana, diluida en distintas naciones: Argentina, en primer lugar; México seguidamente con muchas mujeres. El poeta más recurrente es César Vallejo, seguido de Alejandra Pizarnik. Queremos destacar también la aparición de Wislawa Szymborska como una de las poetas más leídas que no pertenecen al español, al inglés o al francés, las lenguas más referidas en nuestra encuesta. También hay muchas mujeres: Emily Dickinson, Maggie Nelson, Ana Cristina César, Andrée Chedid, Louise Glück, Anne Sexton, Mary Oliver, María Zambrano, Rosario Castellanos, Anne Carson, Joumana Haddad, Ingeborg Bachmann, Idea Vilariño, Safo, Daniela Camacho, Astrid López Méndez, Coral Bracho, Chantal Maillard, Elisa Díaz Castelo, Alda Merini, Sharon Olds, Ida Vitale, María Negroni, María Borio, Ajmátova, Alfonsina Storni, Marina Tsvetaeva, Florbela Spanca, Gabriela Ferrater, Carilda Oliver Labra, Dulce María Loynaz, Anaïs Nin y Gabriela Mistral.

Entre los escritores, es interesante que los más mencionados sean Arthur Rimbaud, Walt Whitman, Fernando Pessoa, José Watanabe, Charles Baudelaire, William Carlos Williams, Federico García Lorca, Jorge Luis Borges, Paul Celan y Vicente Huidobro.

Pensar en qué libros pueden adquirir nuestros autores o si prevalecen las lecturas de libros físicos por sobre los digitales nos plantea diversas problemáticas: ¿tenemos acceso a textos de otros países para conocer su actualidad literaria? También, ¿somos lo suficientemente promotores de nuestra literatura?

Es imperativa una labor de gestión cultural que permita la difusión de la literatura venezolana en otras latitudes, tanto del mundo hispanohablante, como de otras lenguas. Un porcentaje importante de nuestros encuestados se encuentra fuera del país; esto nos lleva a creer que el acceso a títulos de autores venezolanos es escaso. Aún hoy día, pese a los fenómenos de migración que hemos vivido, sigue siendo difícil adquirir libros de nuestros connacionales en el extranjero.​​ 

Los nombres más referenciados en la encuesta son Yolanda Pantin, Rafael Cadenas, Eugenio Montejo, que, si bien son grandes exponentes, no representan un espectro amplio de la historia poética venezolana. En el caso de autores jóvenes, sean de la generación de los 80 y 90, el acceso a sus libros es complicado debido a su escaso tiraje, el costo de producción y envío del mismo (en el caso de que usen medios de distribución como Amazon o similares). Todas estas razones obedecen a factores que no se alinean a la calidad literaria de la obra, sino más bien a inconsistencias de nuestro sistema literario.

Estas son algunas de las necesidades que, como antologadores, hemos detectado, en un recorrido, hasta ahora parcial, que sigue expandiéndose y transformándose hacia nuevas interrogantes. Si los autores de nuestro canon literario no tienen una difusión amplia, ¿qué queda para la difusión de la poesía joven?

Creemos en la lectura como experiencia vital; por eso, seleccionar esta muestra de autores representa, para nosotros, una oportunidad de reconocernos. Nos gusta imaginar la biblioteca personal, ya sea física o virtual, como un espacio que desdibuja las fronteras y da continuidad, a través de las palabras, para que todas esas voces habiten en nuestro ser.

 

 

Escrito en Caracas, entre los meses de marzo, abril y mayo del 2025.

Bolívar Pérez, Juan Lebrun y Zorian Ramírez Espinoza.

 

 

 

Bibliografía:​​ 

 

Arguinzones, C. (2013).​​ Zoo: anatomía del insecto. Monte Ávila Editores Latinoamericana.

Bergson, H. (1977). La duración y el método. En G. Deleuze (Ed.),​​ Memoria y vida​​ (pp. 7–46). Alianza Editorial.

Cristina. (2021, agosto 30). Pulse el botón para ser un (¿mejor?) humano.​​ Ethic.​​ https://ethic.es/2021/08/pulse-el-boton-para-ser-un-mejor-humano/

Duras, M. (1986). [Entrevistado por L. N. Observateur].

El cuerpo poético como territorio de creación y espacio de libertad.​​ (s/f).​​ Festival de Poesía de Medellín​​ . Recuperado el 7 de mayo de 2025, de https://www.festivaldepoesiademedellin.org/es/Festival/29/AmaleHaddazi/

Escobar, M. (2014). Zoo: la disección de la locura. En​​ 1er. Coloquio sobre poesía venezolana contemporánea: poesía y poéticas de autores nacidos a partir de 1970. Fundación Casa Nacional de las Letras Andrés Bello.

Flores, M. A.​​ Hacia el canon de la joven poesía venezolana. (2018, mayo 31). La Otra | Revista de poesía + Artes visuales + Otras letras | Revista de poesía + Artes visuales + Otras letras; La Otra | Revista de poesía + Artes visuales + Otras letras.​​ https://www.laotrarevista.com/2018/05/maria-antonieta-flores-poesia-venezolana/

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Si el río abriese los ojos: Antología de la continuidad.​​ Sofía Crespo Madrid (Venezuela). (s/f).​​ Círculo de Poesía. Recuperado el 18 de abril de 2025, de https://circulodepoesia.com/2025/01/si-el-rio-abriese-los-ojos-antologia-de-la-continuidad-sofia-crespo-madrid-venezuela/

Si el río abriese los ojos: Antología de la continuidad.​​ Yéiber Román (Venezuela). (s/f).​​ Círculo de Poesía. Recuperado el 18 de abril de 2025, de https://circulodepoesia.com/2025/01/si-el-rio-abriese-los-ojos-antologia-de-la-continuidad-yeiber-román-venezuela/

 

 

 

 

 

 

 

 

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