José Vicente Anaya ha publicado recientemente, bajo el sello de Laberinto, Los poetas que cayeron del cielo. La generación beat comentada y en su propia voz. Presentamos un poema de Allen Ginsberg (1926-1997) perteneciente al volumen. Sobre él, Anaya dice: “La mayor parte de la poesía de Ginsberg es descarnada, comprometida con la visión de la mente, lo único que puede conducirlo por el sendero del misticismo. Pero esta vida mística se eleva de y con la escoria de los hornos sociales”.
Poema de amor sobre un tema de Whitman
Entro en la recámara, silenciosamente,
y me acuesto entre el novio y la novia,
en medio de esos cuerpos que han caído
del cielo, extendidos ahí,
esperando impactantes y desnudos
en la oscuridad,
con los brazos reposando en sus rostros;
respiro piel,
acaricio y beso cuellos y bocas, y
provoco que se descubran y se conozcan
por detrás,
las piernas encorvadas en alto para,
entre la oscuridad, recibir la verga
que ataca vigorosa, erecta
desde el culo hasta el bálsamo excitado;
los cuerpos se enlazan vibrando desnudos,
los labios están calientes y
las nalgas de uno aplastando a las otras;
los ojos relucientes y encantados
se dilatan en las miradas y en el abandono;
gemidos que acompañan al movimiento, voces,
manos entre cabellos o entre muslos,
manos que tocan humedad en labios suaves,
palpitación contráctil de los vientres
hasta que el semen se derrama
sobre las sábanas alborotadas;
luego la novia llora pidiendo misericordia y
el novio compasivo y apasionado,
se cubre de lágrimas;
yo me levanto de la cama lleno de resplandor
por los últimos gestos de la intimidad
y por los besos de la despedida antes
de que la mente despierte a los fantasmas
desvestidos (ocultos en las sombras
o tras las puertas de casas tenebrosas
cuyos ocupantes insatisfechos roncan
de noche) que se buscan en el silencio.