Presentamos en Círculo de poesía seis poemas de la escritora española Margarita Hernando de Larramendi de su libro Las siete en Canarias (Verbum, Madrid, 2014) presentado en 2015 junto a la poeta argentina Marisa Martínez Pérsico en la Sala Dalí Piazza Navona del Instituto Cervantes de Roma.
Madrileña de nacimiento e italiana de adopción, tras Las palabras perdidas (y otros poemas) y L’esultanza della serenità (soggiorno pisano) –libro publicado en edición bilingüe que convierte en material poético vivencias y ritos de sus años transcurridos en Italia–, Las siete en Canarias busca ahondar en el lirismo de la vida cotidiana: no pretende estilizar la vida sino iluminar la poesía oculta que en ella reside, incluso en sus escenarios más prosaicos. Así, restituye la poeticidad a ambientes domésticos como el baño o la cocina, como sucede en el poema “Ubi sunt (el papel higiénico)” reproducido en esta muestra. Por sus versos desfilan cremas, bolsas del pan, papel higiénico o microondas en un intento por desautomatizar los gestos aprendidos de la vida urbana y laboral: imprimir un documento, escribir un correo electrónico o ir de rebajas pueden ser los mejores momentos para la epifanía lírica. Poesía de viajes, asientos, metros y autobuses, de medios de transporte donde la espera para llegar a destino tiene una potencia creadora que permite al yo conectarse con su conciencia más pura y despierta: es ahí donde el yo poético captura la fuerza del instante enlazada a la memoria de un pasado feliz.
Son versos que aprovechan la bisemia de muchos vocablos (como conciencia o grillo), que tienen voluntad de “despertar la conciencia” (con ecos machadianos) y que esgrimen la filosofía de que “casi todo lo que dices lo dicen tus circunstancias por ti” (con ecos orteguianos) pero siempre contextualizados en la modernización de loci contemporáneos. Poesía a veces fetichista que celebra productos del mercado como una bolsa Louis Vuitton, radio despertadores y correas de reloj, con omnipresencia del mundo tecnológico y digital (YouTube, correos electrónicos) e incorporación de tecnolectos de ámbito médico.
En “El correo electrónico” el medio se el mensaje y la poeta, con un giro irónico, opone las nuevas tecnologías a la no reproducibilidad de la atención plena y verdadera, al tiempo de cuidado humano. Lacónicamente irónico es, también, “Como los hijos de la mar. Estoicismo en Ryanair”.
En “Juego Supermario Bros para la Nintendo 3DS” subyace una teoría del capricho, y por lo tanto, de la felicidad y de las adicciones. En “Ruinas de Itálica famosa”, la poeta regresa a su segunda patria –donde fuera docente de español durante los años ’80 y ’90– al tema de las ruinas y a los ecos de Rodrigo Caro: la pervivencia, la inmortalidad a través del recuerdo (re-cordar, volver al corazón), el valor de la mirada ajena y el reconocimiento de los otros.
Marisa Martínez Pérsico
Juego Supermario Bros para la Nintendo 3DS
Para mi hijo, en sus diez años
Porque lloras por él
yo te lo niego.
Que un capricho
fuente de gozo ha de ser
y no de llanto.
Vuelve a tu cuarto,
disfruta de todo lo que tienes
y guarda tu dolor para llorar mi muerte.
Bambú
Por motivos que no vienen al caso
debo asistir a un curso
que se imparte
en el Club de Excelencia en la Gestión.
Entro en Google
localizo la calle
y analizo
con primor y esmero
la variada gama de posibilidades que me ofrece
el bien publicitado transporte público
de mi ciudad, Madrid.
Sin dudarlo un instante
decido utilizar la línea uno del Metro
solo, y exclusivamente,
por el placer de bajarme
en la recién inaugurada
estación de Bambú.
¡Bambú!
Qué sonoridad radiante,
qué poder evocador
destila esta palabra…
Rara dieta de tiernos osos Panda
soporte de andamios imposibles en tierras de Hong Kong
carnaval de oclusivas bilabiales sonoras…
¡Bambú!
Qué rotunda existencia,
convincente
exquisita
de flexibilidad probada,
¡como imagino ser yo,
cuando me sueño!
Como los hijos de la mar (estoicismo en Ryanair)
Lo que no puede la filosofía
lo logra la economía.
El correo electrónico
A la memoria de McLuhan
Arrastrada por la corriente en boga
escribo un tierno correo electrónico.
Lo imprimo en papel verjurado
(Conqueror, 100 gramos)
y lo meto en un sobre de color marfil
tenuemente perfumado.
Cargo de tinta verde mi vieja Montblanc
y me deleito
escuchando el rasgueo
que produce la punta de oro en el papel.
Elijo una barra de lacre del color adecuado
me proveo de una cerilla larga (con cabeza azul)
acerco la llama
y –con lentitud–
dejo caer las gotas sobre el cierre.
Saco de mi anular el anillo grabado
lo sumerjo en el agua
y lo estampo
–con extrema atención–
sobre el lacre candente.
Salgo de casa
me dirijo a la central de Correos
y pregunto por la sección filatélica.
Adquiero el sello que de verdad me emociona
lo humedezco
y lo pego en el ángulo superior derecho
buscando la armonía con nombre y dirección
primorosamente escritos en verde por mi mano.
Miro con ternura la carta
poso sobre ella los labios
aspiro suavemente su aroma
y, con un leve suspiro,
la envío a la persona amada.
(¡Es magnífico ver
cuánto aporta al amor
la mensajería instantánea!).
Ruinas de itálica famosa
Tu recuerdo me devuelve mi grandeza
y vuelvo a ser quien fui,
pues me has mirado.
Ubi sunt (el papel higiénico)
Esa firmeza neta y sin reproches
con la que corto el papel por las mañanas,
a otras horas del día
(cuando está en juego mi alma
cuando está en juego mi vida)
¿dónde está?