Dossier Paul Celan: Hebras solares sobre el árbol de Goethe

En esta entrega de nuestro Dossier Paul Celan preparado y traducido por Roberto Amézquita, presentamos Fadensonnen, uno de los poemas esenciales en el pensamiento de Celan —que luego dará título a uno de sus libros—, seguido por dos poemas de Goethe, los Nocturnos del caminante I y II, con los que acaso el poema de Celan mantiene comunicación.

 

 

 

 

 

 

 

Hay un árbol como elemento esencial en el poema, este árbol se llena de música solar; toma y transforma la luz en canciones de la naturaleza. El páramo desolado, ennegrecido, que nos ha dejado la atrocidad de lo humano, recobra la vida por esta fotosíntesis sinfónica que ocurre más allá de las acciones de los seres humanos. Son los acordes de la naturaleza y es el silencio significante de la música de Paul Celan en sus poemas.

Fadensonnen es un poema tan breve como importante en la obra de Celan, porque es capaz, en sus ocho versos, de concentrar toda la poética de nuestro autor. Desde su manifestación primordial más allá de lo humano, hasta su concepción del sonido en el verso. Sobre todo el silencio, que es sí, lo que se dice no diciendo, pero también el espacio entre las palabras; el modo en que debe ser ejecutada la partitura. En términos puntuales: la pausa versal y la pausa gramatical que van complementando la intensa polisemia que alcanzan estos versos. Si conocemos y respetamos los silencios, conoceremos los Misterios del poema. Aquí lo tenemos, uno de los más delicados mecanismos de relojería. Es un poema que debe leerse con lentitud; siguiendo las indicaciones que nos da su propia notación:

 

 

 

 

HEBRAS SOLARES

 

 

Hebras solares

sobre el ennegrecido páramo.

Un árbol, el más alto

pensamiento

se hace con la música de la luz:

hay todavía canciones

por cantar más allá

de lo humano.

 

 

 

 

FADENSONNEN

 

 

Fadensonnen

über der grauschwarzen Ödnis.

Ein baum-

hoher

Gedanke

greift sich den Lichtton: es sind

noch Lieder zu singen jenseits

der Menschen.

 

Hablábamos del silencio y del árbol, pues ahí lo tenemos. Dice: Un árbol —silencio breve— el más alto —silencio— pensamiento.  Entonces, estamos ante un gran árbol, un árbol que sobresale en el páramo desolado. El árbol más alto pero también «el más alto pensamiento» y más, el más alto pensamiento que el árbol es en sí mismo.

Ahora, este árbol se hace con la música de la luz, recordemos que al inicio vimos las hebras del sol sobre el páramo negro y gris, pues el árbol que es también el más alto pensamiento se hace con el sol. Se hace, nos dice Celan, con los tonos, con las tesituras, de la luz.

Y aquí he elegido traducir se hace con, en lugar de toma para sí o arrebata la música de la luz, etc. De tantas posibilidades quizá tomar, asir o agarrar sean las más cercanas a greift sich, pero me pareció aquí, como en otras partes del poema, mejor mitigar —tal como hace Celan— las palabras que involucren, aun implícitamente, intervención humana. El árbol no toma para sí —en cierto sentido—, no arrebata nada. Estas palabras están más cerca del actuar humano. Además, la expresión se hace con la música de la luz, nos permite la ambigüedad tan significativa en todo el poema y en toda la obra de Celan.

Entramos al campo del sentido doble de un árbol que sí, toma la luz, y que está hecho de ella: es un pensamiento luminoso. No hay árbol, en este páramo que ha dejado la devastación, hay hebras de luz que se hacen la más alta canción que nos queda.

Por último, presento aquí mi traducción de Fadensonnen y de dos de los más célebres poemas de Goethe, los Wendrers Nachtlied I y II. En especial el número II, por el paralelo del comienzo de ambos poemas y por los distintos puentes y contrapuentes entre este poema de Goethe y Fadensonnen.

Por cierto, Franz Schubert compuso música para ambos poemas, pueden escucharse aquí en la magnífica versión del barítono Dietrich Fischer-Dieskau: Nachtlied I y Nachtlied II.

Comentamos hace un momento el árbol en Fadensonnen, y es sabido que Goethe, gran amante de la botánica y en especial de los árboles —se despedía de los suyos cada que salía de viaje—, escribió Wandrers Nachtlied I en una cabaña, que hoy se conserva en reconstrucción del mismo siglo XIX, y en la que el propio Goethe talló el poema:

 

Nocturno del caminante I

 

Tú, que has venido de los cielos,

mitigas toda aflicción y todo sufrimiento,

y al que doblemente es miserable,

doblemente lo colmas de placeres;

¡Ah, yo tan cansado y aturdido!

¿Qué es todo este dolor; esta ansiedad?

Ven, oh paz dulcísima,ven a mi corazón.

 

 

Wandrers Nachtlied I

 

Der du von dem Himmel bist,
Alles Leid und Schmerzen stillest,
Den, der doppelt elend ist,
Doppelt mit Erquickung füllest;
Ach, ich bin des Treibens müde!
Was soll all der Schmerz und Lust?
Süßer Friede,
Komm, ach komm in meine Brust!

 

 

Pero el Wandrers Nachtlied número II no fue escrito en aquella cabaña, sino cuatro años más tarde, en 1780, y a la sombra de un gran roble en el bosque bajo la colina de Ettersburg, el llamado Roble de Goethe. Y que fue el único árbol, 157 años más tarde, que los nazis dejaron en pie al construir en junio de 1937 el campo de trabajo y exterminio de Buchenwald. Los robles que quedaron dentro de la barda perimetral del sitio fueron talados y aprovechados para la fachada y otras ocupaciones, pero no el roble bajo el que Goethe —espíritu libre, armónico, universal— escribió su Wandrers Nachtlied II.

 

 

Nocturno del caminante II

 

Sobre todas las cimas

el reposo,

en todas las cumbres

te sientes

tan sólo un soplo;

los pájaros guardan silencio en el bosque,

espera, dentro de poco,

tú también reposarás.

 

 

Wandrers Nachtlied II

Über allen Gipfeln

Ist Ruh’,

In allen Wipfeln

Spürest du

Kaum einen Hauch;

Die Vögelein schweigen im Walde.

Warte nur, balde

Ruhest du auch.

 

Este roble fue testigo de algunas de las atrocidades nazis en aquel campo. Pero también la representación del espíritu de Goethe en el que quizá encontraron un minuto de esperanza los prisioneros de Buchenwald. El árbol no sobrevivió a la liberación del campo, el 16 de abril de 1945, fue alcanzado antes por una bomba, el 24 de agosto del año anterior, y pereció bajo el fuego. Hoy pueden visitarse sus restos en el Memorial de Buchenwald:

 

 

Y lo conocemos también por los dibujos del prisionero francés León Delarbre (¡León del Árbol!), entre los bosquejos que dan cuenta de su paso por Buchenwald y que sirve de ilustración para la portada de esta entrega del dossier.

¿Es ése árbol —testigo del mismo horror que Paul Celan— el más alto pensamiento del que renace una música luminosa en Fadensonnen?

 

 

 

 

El poema en la voz de Celan:

 

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