Sobre Vacía de Dioses, de Alejandra Estrada

La poeta y artista Daniela Silva realiza un interesante acercamiento crítico al plaquette Vacía de Dioses (TOMA TODO/ TODOS PONEN, 2023), de la poeta Alejandra Estrada.

 

 

Sobre Vacía de Dioses, de Alejandra Estrada

Por Daniela Silva

 

 

La prosa poética encontrada en Vacía de Dioses de Alejandra Estrada nos habla de la ausencia, el exilio, el dolor, el silencio, el sin sentido y la nada. Leer a Alejandra Estrada me recordó y me llevó a la voz lírica de Enriqueta Ochoa en “La luz se fue cayendo a pedazos”, que me remite a un reconocimiento del dolor, a un encuentro con el tormento y la desesperanza. Enriqueta dice: “Voy a morirme aquí, como las bestias, en su madriguera, en la oscuridad de mi guarida”, hice esta anotación porque considero que aquí y en Vacía de Dioses, podemos notar esa larga espera, esa desazón de encontrarse con la nada porque nada queda.

La poeta Alejandra Estrada nos lleva por estos caminos que hieren, que nos conmueven. La forma del poemario está dividido en dos: “a) psicoanálisis de las noches y los días” y “b) vacía de dioses”, que le da el nombre a la plaquette y que son una muestra de esta voz que nos puede acompañar a la catarsis y al límite de la desesperanza.

¿En quién pensamos cuando hablamos de dioses? ¿En Apolo, en Hera, en Afrodita, en Dionisio, o en Coatlicue, en Xochipilli o la Coyolxauhqui? Sin duda las y los dioses se van desdibujando, se desaparecen en nuestros anhelos, en nuestros rezos y nosotras mismas vamos conjurando, la conjura de tomar la palabra y hacerla nuestra, de romper, de estrujar, de invocar lo que nosotras soñamos, incluso si esto significa desmoronarse lentamente.

Los XXV poemas de la primera parte de este poemario muestran ese respiro inalcanzable, a esa voz lírica que profundiza en las heridas que encontramos en todo el cuerpo, a esa amenaza inminente de la muerte, del deseo del fin y del olvido. No puedo dejar de mencionar que mi cuerpo sintió esas grietas, que se reconoció en ellas, en el duelo de no poder tener un lugar en el mundo. La potencia de las imágenes que los poemas evocan refleja una belleza y un fuego interminable que emanan a través de la palabra.

En la segunda parte, la que da título al poemario, el origen, las estancias, la revelación, el invierno y la última voluntad, dibujan una secuencia del desencanto con claridad y una conjura de la ausencia, de lo ya aceptado por distante y por perdido.

Alejandra Estrada es, sin duda, una de las poetas que no hay que dejar de leer, mi admiración por su trabajo poético me convoca a querer compartir sus poemas, sus textos, su palabra.

 

 

VACÍA DE DIOSES

(fragmentos)

de Alejandra Estrada

 

I

Soñé con flores y con espejos. Amanecí marchita e irreconocible.

 

IV

Nadie lo sabe, ni siquiera lo imaginan. Tras mi cortina está el exilio. Este lugar quedó ciego, pero no canta como los pájaros después de mi ventana. Los restos de luz enrarecen la parte líquida de mis ojos. Bienvenida al imperio del silencio. Lo único que se refleja es mi voz en el aire. El pensamiento me ha desposeído.

 

VI

Envidio al primer hombre. Anhelo su asombro. Su vida era un amanecer genuino, perpetuo. Solo, en medio de la nada, de una nada no por inerte sino por desconocida, por nueva, dueño de la confusión y de la existencia. Dueño del orden de las cosas. Anhelo la boca del primer hombre porque pudo nombrarlo todo.

 

X

Quiero despertar siempre sola. Sin voces que perturben los rastros de mi sueño. No quiero que nadie me vea salir, no quiero vestirme. La luz hoy es benévola y besa mis pezones. Esta desnudez no es natural para mi espejo, debe ser un artificio del insomnio.

 

XII

Amenaza.

Los ladridos allá abajo me advierten: “No estás sola”.

La luz revienta en mis ojos y entonces recuerdo: un

reloj, la pared, la puerta…

Parpadeo para palpar el aire, mi espacio.

Todo es visible ahora.

Amanece.

 

XIII

Cerrar los ojos con una mentira dentro convierte en alucinación el sueño. Sólo nos queda el insomnio.

 

XVII

La noche me contempla de cerca y la hoja sigue en blanco. Olvidé cómo se conjura la locura. Pero sólo es un afán el olvido. Mis manos temblorosas revelan el escondite de la demencia. El reloj es una taquicardia que me amenaza.

 

XX

Sí, fui yo. Yo rompí todos los espejos, rasgué mi reflejo en todas las paredes y escupí al rostro en todas las ventanas. Fui yo. Yo enterré la boca, llené con plagas la garganta para tener una flor de silencio y no la palabra que espina. Yo herí los ojos para evitar mi amanecer.

 

XXI

La memoria es una procesión de tumbas.

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