Presentamos, en versión del poeta nicaragüense Francisco Larios, tres textos de la poeta norteamericana Rachel Wetzsteon, (1967-2009). Fue editora de poesía de The New Republic. En 2001 mereció el Witter Bynner Prize for Poetry from the American Academy of Arts and Letters.
Sakura Park
The park admits the wind,
the petals lift and scatter
like versions of myself I was on the verge
of becoming; and ten years on
and ten blocks down I still can’t tell
whether this dispersal resembles
a fist unclenching or waving goodbye.
But the petals scatter faster,
seeking the rose, the cigarette vendor,
and at least I’ve got by pumping heart
some rules of conduct: refuse to choose
between turning pages and turning heads
though the stubborn dine alone. Get over
“getting over”: dark clouds don’t fade
but drift with ever deeper colors.
Give up on rooted happiness
(the stolid trees on fire!) and sweet reprieve
(a poor park but my own) will follow.
There is still a chance the empty gazebo
will draw crowds from the greater world.
And meanwhile, meanwhile’s far from nothing:
the humming moment, the rustle of cherry trees.
Sakura Park
El parque recibe al viento
los pétalos se alzan y dispersan
como versiones de mí misma que estuve
a punto de ser; y diez años más tarde
y diez cuadras después aún no decido
si esa diáspora parece
un puño que se abre o un adiós.
Mas los pétalos se apuran a volar en
busca de la rosa, del vendedor de cigarros,
y al menos yo tengo por corazón
reglas de conducta: niégate a escoger
entre llamar la atención y pasar la página
aunque el terco cene solitario. Supera
“sobreponerte”: Las nubes oscuras no se destiñen
más bien se alejan a colores más profundos.
Renuncia a una felicidad con raíces
(¡El árbol impasible se quema!) y una dulce prórroga
(un parque pobre, pero mío) vendrá después.
Todavía es posible que el quiosco vacío
atraiga las multitudes del mundo
Y mientras tanto, mientras-tanto ya es bastante:
El momento que tararea, el susurro de los cerezos.
About Time
I loitered with intent as the sun went down
and when that got me nowhere, I loitered
in a cloud of apathy as it came up again.
Days passed like sedated madmen—
pleasant, benign, but without that shifty
look in the eyes that lets you know
that at any moment anything might happen.
All times were alike and no times mattered,
all of which was a sure sign that
democracy is good for the world
but ruinous to the heart: when you look
at a clock without the furious urge
to set the hour hand forward or back,
you might as well be signing your will;
your feet may be running, but your pulse is standing still.
ii.
Not that I knew it at the time.
It took a sudden entrance to show me
the hours I had wasted
thinking all hours were the same;
I’d still be sleeping if I hadn’t seen
the face that held the future
as it summoned up the past.
I was crossing off the days when the moment imploded.
iii.
Eyes met, sparks flew, watches melted,
and then the shrill bells rang again,
their citywide harangue
sending us home before our time.
But now that I have a night to recall
and another to await, how strange it seems
that a minute ago I was barely alive,
and if I could place the hours in a line-up
I’d say that one was harmless, that one was clever,
that one was friendly but nothing special,
but that one there, the tall one with glasses,
that one I remember well:
it crept up fast and departed too soon
and until it returns to the scene of the crime
the clock face is my jailer,
the voiceless wind my best friend;
I’ll spend my days revisiting
the streets I always thought were gray,
I’ll spend my nights imagining
the pleasures that will come to me in good time.
El momento preciso
Merodeé maliciosa cuando el sol escapaba
y cuando nada conseguí de esa manera, merodeé
en una nube de apatía por el amanecer.
Los días pasaron como locos sedados—
agradables, benignos, pero sin aquel mirar
esquivo en los ojos que avisa
que en cualquier momento podría ocurrir cualquier cosa.
Todas las horas eran iguales y ninguna hora importaba,
lo cual es señal inequívoca de que
la democracia es buena para el mundo
pero es la ruina del corazón: cuando uno mira
el reloj sin la urgencia furiosa
de mover la aguja hacia atrás o hacia delante,
más le valdría firmar su testamento;
a lo mejor sus pies corren, mas su pulso se detiene.
ii.
No que lo haya sabido en su momento.
Hizo falta una aparición para mostrarme
las horas que había malgastado
pensando que todas las horas eran iguales;
todavía estaría dormida si no hubiese visto
el rostro que sostenía el futuro mientras convocaba el pasado.
Estaba tachando días cuando el momento explotó.
iii.
Las miradas se tocaron, volaron chispas, los relojes se derritieron,
las estridentes campanas tañeron de nuevo,
por toda la ciudad su arenga nos enviaba a casa
antes de tiempo.
Pero ahora que tengo una noche para recordar
y otra para esperar, cuán extraño parece
que hace un minuto estaba apenas viva,
y si pudiera ubicar las horas en una rueda de reconocimiento
diría que esa fue inocua, esa fue lista,
esa fue amable pero nada especial,
pero esa ahí, la alta con anteojos,
a esa la recuerdo muy bien:
se acercó sigilosa y rápida, partió demasiado pronto,
y hasta que regrese a la escena del crimen
la cara del reloj será mi carcelero,
el viento mudo mi mejor amigo;
pasaré mis días visitando de nuevo
las calles que para mí fueron siempre grises,
pasaré mis noches imaginando
los placeres que vendrán hacia mí en el momento preciso.
After Eden
Somewhere Zeno was smiling, the foul
goblins of paradox were wearing
their fairest clothes that night. My Dinner
with a Chainsaw, the evening could have
been called; and when one too many led
to wise judgements too few, “I’m trying
to break up with you!” he shouted as
stockings and scruples flew; and what was
over wasn’t; the brutal doings
were sweeter than a caress; the thrill
of it happening and the horror
of it being an awful mistake
collided like sweaty bodies in
the dark, disheveled room. So this is
moving on, she reflected after
he left. But what was motion? No straight
bright line but a wind every bit as
stormy as the people it carried
away from safety, through towns that froze
and burned, helping them forward but not
letting them forget for a second
their ceaseless looking for what is lost,
their sad resemblance to the quick and
stubborn arrows that never arrive.
Después del Edén
En algún lugar sonreía Zeno, los viles
duendes de la paradoja vestían
sus mejores prendas. Mi Cena
con una Guillotina, podría haberse llamado
la noche; y cuando un trago de más causó
escasez de cordura, “¡Estoy tratando
de romper contigo!” gritó él mientras
medias y escrúpulos volaban; y lo que había
terminado no terminaba; actos brutales
eran más dulces que caricias; la emoción
de que ocurrieran y el horror
de que fuesen errores terribles
chocaron como cuerpos sudados en
la sucia, oscura habitación. Así que esto
es marcharse, pensó ella cuando
él salió. ¿Pero qué era marchar? No una
línea recta y brillante sino un viento tan
convulso como las gentes que arrastraba
al desamparo, atravesando aldeas congeladas
y en llamas, alentando su avance pero
impidiendo que olvidaran ni un segundo
su incesante exploración de lo perdido,
su triste semejanza con las tercas y
veloces flechas que nunca llegan.
Datos vitales
Rachel Wetzsteon (1967-2009) poeta estadounidense nacida en Manhattan. Publicó tres libros: The Other Stars (1994), merecedor del premio National Poetry Series; Home and Away (1998), y Sakura Park (2006). Publicó también un libro de ensayos sobre W.H. Auden titulado Influential Ghosts (2007). Fue editor de poesía de The New Republic. Enseñó en el Unterberg Poetry Center de Nueva York y en la Universidad William Patterson de Nueva Jersey.