Dimitris Angelís y Alí Calderón conversan con Christopher Merrill

Presentamos una conversación que sostuvieron Dimitris Angelís y Alí Calderón con el poeta y traductor norteamericano Christopher Merrill (1957), seguida de tres de sus poemas en versión de Adalberto García López. En 2009 publicó, bajo el sello de Trinity University Press Seven Poets, Four Days, One Book. Actualmente es director del International Writing Program de la University of Iowa.

 

 

 

 

 

Dimitris Angelís: ¿Cómo comenzaste a escribir poesía? ¿Qué lecturas o poetas influenciaron tus primeros pasos?

Christopher Merrill: Cuando era adolescente quise convertirme en poeta o en cualquier jugador de futbol profesional (dos caminos que, vistos desde esta distancia, parecen inverosímiles).  Durante mis años de licenciatura jugué como centro campista  y pasé unos años como entrenador en la universidad, lo que me convenció de mi pasión por la literatura que era, a la vez, más perdurable y vital. Leí mucha poesía americana, inglesa y francesa, y durante mi aprendizaje imité a poetas como: Mark Strand, Wallace Stevens, Marianne Moore, Charles Wright, Elizabeth Bishop, Theodore Roethke, André Breton, René Char, Stanley Kunitz y Gerard Manley Hopkins. Tuve la oportunidad de estudiar con el poeta y escritor galés Leslie Norris y de entablar una amistad con Brewster Ghiselin, quien editó “El proceso creativo: un simposio”, y el poeta kashmiri Agha Shahid Ali, quienes fueron determinantes en la formación de mi sensibilidad estética y demora general hacia el mundo.

 

Dimitris Angelís:¿Qué tan difícil es ser reconocido en Estados Unidos como poeta? Adam Zagajewski comentó: “En casi todos los países a los que viajas, los poetas más jóvenes sólo juran   por Ashbery. Sin embargo, en Estados Unidos, él sólo es uno de muchos, ¿compartes esta opinión?

Christopher Merrill: Lo que distingue a la literatura americana contemporánea es el gran número de escritores que se encuentran trabajando en distintos géneros. John Ashbery es un gran poeta perteneciente a la generación de: Frank O’ Hara, W.S Merwin, Philip Levine, Galway Kinnell, Anthony Hecht, Richard Wilbur, Adrienne Rich, Donald Justice, Denise Levertov y Carolyn Kizer, destacados poetas cuyo trabajo no es menos esencial para nuestra vida literaria. Ustedes tienen un país inmenso, cuentan con más de doscientos programas de posgrados, miles de journals de literatura y una industria publicitaria que arroja cerca de doscientos mil títulos por año, lo cual es difícil de escuchar para un escritor. Este tiempo es próspero para la literatura americana, incluso si el resto del mundo es ajeno a esta, por no hacer mención de mis compatriotas. Uno no se convierte en poeta por el reconocimiento, sino por añadir algo precioso, verdadero y necesario a la lengua.

 

Alí Calderón: Eres el director del Programa Internacional de Escritura de la Universidad de Iowa, conoces escritores, dialectos poéticos, distintos estilos de diferentes partes del planeta. ¿Hay algo nuevo en poesía? En cuanto a poesía contemporánea, ¿qué te interesa más?

Christopher Merrill: Siempre hay algo nuevo en poesía, ¿no crees?, soy muy afortunado de tener la oportunidad de colaborar sobre una base regular con poetas de todo el mundo; lo que me llama la atención son las maneras en que las formas híbridas mezclan enfoques experimentales y tradicionales que han capturado la imaginación de los poetas de todos los rincones de la tierra. Los enormes espacios que se abren en nuestra mente, en función de la revolución digital, exigen nuevos enfoques. y siempre estoy pendiente de los  poetas decididos a explorar este terreno, articulando preguntas que me mantienen despierto.

 

Alí Calderón: Hablando acerca de tu poesía, muchos críticos te catalogan como “original”. ¿Cuál es el significado de originalidad para Christopher Merril? ¿Cómo podemos ser originales en estos tiempos?

Christopher Merrill: La originalidad no es algo que busque en mis letras, sólo claridad: un cambio sin fin.

 

Alí Calderón: Has visitado Irak muchas veces para promover la literatura, ¿la poesía puede cambiar al mundo?, ¿hacer una diferencia?, ¿es este nuestro deber u obligación escribir poemas políticos, en el sentido amplio de la palabra, como una respuesta a la crisis que sufre nuestra civilización?

Christopher Merrill: La poesía puede fomentar el cambio o no, sin embargo puede hacer una diferencia en la vida de los escritores y lectores. No creo que los poetas estén obligados a escribir poemas de índole política; la crisis de la civilización adopta muchas formas personales y políticas, y, los poetas ya se ocuparán de estos asuntos de manera individual con la esperanza de encontrar lo que Robert Frost llama: “Una estancia momentánea contra la confusión”.

 

 

 

 

 

 

 

 

Poema que finaliza con un verso de George W. Bush

 

La proyección de la película sobre el genocidio,

planeada para crear un ímpetu para la última

conferencia en el festival de los derechos humanos,

se vio empañada por la negativa del proyeccionista

para bajar las luces del auditorio.

Vimos alrededor, confundidos, hasta que alguien citó

al Presidente: No hay cueva lo suficientemente profunda

para América, o lo suficientemente oscura para esconderse.

 

 

 

 

 

 

Poem Ending with a Line by President George W. Bush

 

The screening of the film on genocide,

Designed to build momentum for the final

Lecture at the festival of human rights,

Was marred by the projectionist’s refusal

To dim the lights in the auditorium.

We looked around, confused, until someone quoted

The president: There’s no cave deep enough

For America, or dark enough to hide.

 

 

 

 

 

Díptico

 

Poema que inicia que con un verso de mi hija, Abigail.

 

Cuando despierto, aún estoy dormido.

Y cuando me visto, mis prendas están perdidas.

Y cuando termino mi desayuno, siempre sigo hambriento.

Y cuando camino rumbo a la escuela, las calles están vacías.

Y cuando abro mi libro, las páginas están en blanco.

Y cuando cuento a los alumnos en mi clase, las paredes son azules.

Y cuando cuento a las alumnas en mi clase,  las paredes son amarillas.

Y cuando la chicharra suena para el receso, el patio escolar ha desaparecido.

Y cuando vuelvo a casa, la casa está oscura.

Y cuando voy por el correo, las luces se prenden.

Y cuando trato de silbar, mi boca se convierte en un globo.

Y cuando comienzo a cantar, el globo se dirige hacia la ventana.

Y cuando estoy en  mi jardín, las flores me dan la espalda.

Y cuando acaricio a mi gata, ella agita sus alas y emprende el vuelo.

Y cuando llamo a mi perro, un lobo corre afuera del bosque.

Y cuando me siento a cenar, la mesa está llena de gente que no conozco.

Y cuando pido postre, todos comienzan a aplaudir.

Y cuando me acuesto en la cama, estoy totalmente despierto.

 

 

 

 

 

 

Diptych

 

Poem Beginning with a Line by My Daughter, Abigail

 

When I wake up, I’m still asleep.

And when I get dressed, my clothes are missing.

And when I finish breakfast, I’m always hungry.

And when I walk to school, the street is empty.

And when I open my book, the pages are blank.

And when I count the boys in my class, the walls are blue.

And when I count the girls in my class, the walls are yellow.

And when the bell rings for recess, the playground is gone.

And when I come home, the house is dark.

And when I open the mail, the lights switch on.

And when I try to whistle, my mouth becomes a balloon.

And when I begin to sing, the balloon sails out the window.

And when I enter the garden, the flowers turn their backs on me.

And when I pet my cat, she flaps her wings and flies away.

And when I call my dog, a wolf lopes out of the woods.

And when I sit down to dinner, the table is crowded with people I don’t know.

And when I ask for dessert, everybody claps their hands.

And when I climb into bed, I’m wide awake.

 

 

 

 

 

 

Díptico (2)

Versos para Jane and Jonathan Wells

 

Cómo los caballos blancos galopan a través de la ciudad

al caer la noche, cuando la niebla gira desde el mar

y uno a uno de los faros fallan en iluminar.

 

La cortina del puerto se levanta sobre nada.

No hay boyas, ni barcos. Sólo el grito

de una gaviota volando en algún lugar sobre el agua.

 

Y entonces el relincho del último caballo

que se alza antes de la puerta que habrá de cruzar

con sus patas traseras para unirse al resto de la manada.

 

Sólo esto, y la luz por encima de tu puerta.

 

 

 

 

 

 

Diptych (2)

 

Lines for Jane and Jonathan Wells

 

How the white horses gallop through the city

At nightfall, when the fog rolls in from the sea

And one by one the street lamps fail to light.

 

The curtain of the port rises on nothing—

No buoys and no boats. Only the cry

Of a gull flying somewhere over the water,

 

And then the whinnying of the last horse

Rearing before the gate it will pass through

On its hind legs to join the rest of the herd.

 

Only this—and the light above your door.

 

 

 

 

 

 

 

Caída y recuperación

 

                                   para Jill Staggs

 

Por ejemplo, la grieta expandiéndose en la ventana del avión que pasa sobre Groenlandia: agrietamiento es la palabra usada por el inspector de seguridad para describir la malla de líneas que se extiende del agujero que tiene el tamaño de una bala en el plástico a través del cual brillan los glaciares derritiéndose en el mar de abajo -un cerro sobre otro cerro blanco reluciendo a la luz del sol una mañana de otoño, que sigue y sigue mientras el avión se dirige hacia el oeste. El inspector contrae y relaja los músculos de sus piernas, encoge los dedos de su pie debajo del asiento que está frente a él, subiendo y bajando sus pies, mientras escucha, otra vez, una sonata de Bach. Pronto será momento para otra comida, otra película, y la extensión azul del mar. El vuelo parece interminable, suspendido como un suspiro sobre la tierra, una línea inscrita en el cielo sujeta a las mismas fuerzas de gravedad y velocidad que marcan las crecientes mareas. El pasajero cierra sus ojos, y mientras cae dormido piensa, debo estar loco por seguir haciendo esto. La grieta se abre y da paso a la luz.

 

 

 

 

 

Fall and Recovery

 

                                   for Jill Staggs

For example, the crack widening in the window of the plane flying over Greenland: crazing is the word used by the safety inspector to describe the mesh of lines spreading from the bullet-sized hole in the plastic through which shine glaciers melting in the sea below—ridge upon white ridge gleaming in the sunlight of an autumn morning, which goes on and on as the plane heads westward. The inspector contracts and releases the muscles in his legs, curling his toes under the seat in front of him, raising and lowering his feet, listening, again, to a partita by Bach. Soon it will be time for another meal, another film, and the blue expanse of the sea. The flight seems endless, suspended like a breath above the earth, a line inscribed in the sky subject to the same forces of gravity and velocity that mark the rising tides. The passenger closes his eyes, and as he falls asleep he thinks, I must be crazy to keep doing this. The crack opens into light.

 

 

 

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