Aquí la cuarta entrega del Premio Pulitzer de Poesía que contiene una selección de poemas del libro ganador de este certamen, seleccionados y traducidos por David Ruano González y nuestra editora, Andrea Muriel. Se trata de una muestra representativa del trabajo de cada uno de los poetas que han ganado este galardón, uno de los más importantes en lengua inglesa, haciendo un recorrido cronológico de 1990 hasta nuestros días.
En esta ocasión presentamos una selección de poesía de Louise Glück (Nueva York, 1943) que recibió el premio Pulitzer de Poesía en 1993 con el libro The Wild Iris que tiene lugar en un jardín. En él, el yo lírico está segmentado en varias voces: las flores, el jardinero que las cuida, las estaciones y Dios, entre otras entidades que se encuentran en el campo. Se trata de un libro que explota los sentimientos espirituales y existencialistas del ser humano a través de esta prosopopeya.
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EL IRIS SALVAJE
Al final de mi sufrimiento
había una puerta.
Escúchame: aquello que llamas muerte
lo recuerdo.
Por encima, ruidos, las ramas del pino moviéndose.
Luego nada. El débil sol
destellando sobre la superficie seca.
Es terrible sobrevivir
como conciencia
enterrada en tierra oscura.
Luego todo se acabó: aquello a lo que temías, ser
una alma y no poder
hablar, termina abruptamente mientras la rígida tierra
se dobla un poco. Y lo que pensé que eran
pájaros se clava en arbustos bajos.
Tú que no recuerdas
el transcurso desde el otro mundo
a ti te digo que podría hablar de nuevo: cualquiera
que regrese del olvido regresa
para encontrar una voz:
desde el centro de mi vida brotó
una fuente gigante, sombras
azul profundo en celeste aguamarina.
Traducción por Andrea Muriel
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MAITINES
Inalcanzable padre, cuando al principio
nos expulsaste del paraíso, hiciste
una réplica, un lugar en un sentido
diferente al paraíso, que fue
diseñado para enseñarnos una lección: de otro modo
lo mismo –belleza por todos lados, belleza
sin alternativa– Excepto
que no sabíamos cuál era esa lección. Nos dejaste solos,
nos cansamos los unos de los otros. Siguieron
años de oscuridad; tomamos turnos
para trabajar en el huerto, las primeras lágrimas
cubrieron nuestros ojos como si la tierra
estuviera nublada por pétalos, algunos
rojo oscuro, otros color carne–
Nosotros nunca pensamos en ti
como a alguien que estábamos aprendiendo a adorar.
Nosotros simplemente sabíamos que no estaba en la naturaleza del hombre
amar sólo aquello que regresa amor.
Traducción por David Ruano González
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TRÉBOL
¿Qué está dispersado
entre nosotros, a quién llamas
el signo de la bendición
aunque es, como nosotros,
maleza, algo
que debe arrancarse de raíz–
bajo qué lógica
atesoras
un sólo rizo
de algo que quieres
ver muerto?
¿Si acaso existe alguna presencia entre nosotros
tan poderosa, no debería
multiplicarse, para servir
al jardín adorado?
Deberías estarte haciendo
estas preguntas a ti mismo,
no dejarlas
a tus víctimas. Deberías saber
que cuando te pavoneas entre nosotros
oigo dos voces,
una es tu espíritu, la otra
lo que hacen tus manos.
Traducción por Andrea Muriel
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IPOMOEA
Cuál fue mi crimen en otra vida,
si en esta vida mi crimen
es la tristeza, pues no se me permite
ascender nunca más,
nunca en ningún sentido
se me permite repetir mi vida,
herida por el espino, toda
la belleza terrenal es mi castigo,
como el tuyo–
Fuente de mi sufrimiento, por qué
has retirado de mí
estas flores como el cielo, excepto
para marcarme como una parte
de mi maestro: soy
del color de su manto, mi carne le da
forma a su gloria.
Traducción por David Ruano González
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LUZ EN RETIRADA
Ustedes eran como niños muy pequeños
siempre en espera de una historia.
Y yo pasé por esto demasiadas veces;
estaba cansado de contar historias.
Por eso les di papel y lápiz.
Les di plumas hechas de juncos
que había recolectado yo mismo por las tardes en las espesas praderas.
Les dije, escriban su propia historia.
Después de todos esos años de escuchar
creí que sabrían
lo que es una historia.
Todo lo que ustedes pudieron hacer fue llorar.
Querían que todo les fuera contado
y no pensarlo por ustedes mismos.
Entonces me di cuenta de que no podían pensar
con audacia real o pasión;
no habían tenido sus propias vidas aún,
sus propias tragedias.
Por eso les di vidas, les di tragedias,
porque aparentemente las herramientas solas no bastaban.
Nunca sabrán qué profundamente
me complace verlos ahí sentados
como seres independientes,
verlos soñando a través de la ventana abierta,
sosteniendo los lápices que les di
hasta que la mañana de verano desaparece en la escritura.
La Creación les trajo
mucho entusiasmo, como supe que lo haría,
como suelen hacerlo los comienzos.
Y ahora soy libre de hacer lo que me plazca,
atender otras cosas, confiando
que ya no me necesitan más.
Traducción por Andrea Muriel
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VÍSPERAS
Sé lo que planeabas, lo que querías hacer, al enseñarme
a amar el mundo: hacer imposible
que me alejara completamente, para rechazarlo completamente y para siempre–
está en todas partes; cuando cierro los ojos,
el canto de las aves, el perfume de las lilas a principios de la primavera, el perfume de las rosas veraniegas:
tenías la intención de llevarte lejos, cada flor, cada conexión con la tierra–
por qué querrías herirme, por qué querrías verme
desolada al final, a menos que me quisieras hambrienta de esperanza
y así me negaría a ver que finalmente
nada fue dejado para mí, y creería que en su lugar
al final tú fuiste dejado para mí.
Traducción por David Ruano González
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PUESTA DE SOL
Mi mayor felicidad
es el sonido que tu voz hace
cuando me llama incluso en desesperación; mi pesar
es que no puedo responderte
en una forma de expresión que aceptes como mía.
No tienes fe en tu propio lenguaje.
Por eso aportas
autoridad a signos
que no puedes leer con precisión.
Y aun así tu voz siempre me alcanza.
Y yo le respondo constantemente,
mi indignación pasa
como el invierno pasa. Mi ternura
debería de ser evidente para ti
en la brisa de la tarde de verano
y en las palabras que se convierten
en tu propia respuesta.
Traducción por Andrea Muriel
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THE WILD IRIS
At the end of my suffering
there was a door.
Hear me out: that which you call death
I remember.
Overhead, noises, branches of the pine shifting.
Then nothing. The weak sun
flickered over the dry surface.
It is terrible to survive
as consciousness
buried in the dark earth.
Then it was over: that which you fear, being
a soul and unable
to speak, ending abruptly, the stiff earth
bending a little. And what I took to be
birds darting in low shrubs.
You who do not remember
passage from the other world
I tell you I could speak again: whatever
returns from oblivion returns
to find a voice:
from the center of my life came
a great fountain, deep blue
shadows on azure seawater.
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MAITINS
Unreachable father, when you were first
exiled from heaven, you made
a replica, a place in one sense
different from heaven, being
designed to teach a lesson: otherwise
the same—beauty on either side, beauty
without alternative—Except
we didn’t know what was the lesson. Left alone,
we exhausted each other. Years
of darkness followed; we took turns
working the garden, the first tears
filling out eyes as earth
misted with petals, some
dark red, some flesh colored—
We never thought of you
whom we were learning to worship.
We merely knew it wasn’t human nature to love
only what returns love.
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CLOVER
What is dispersed
among us, which you call
the sign of blessedness
although it is, like us,
a weed, a thing
to be rooted out–
by what logic
do you hoard
a single tendril
of something
you want dead?
If there is any presence among us
so powerful, should it not
multiply, in service
of the adored garden?
You should be asking
these questions yourself,
not leaving them
to your victims. You should know
that when you swagger among us
I hear two voices speaking,
one your spirit, one
the acts of your hands.
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IPOMOEA
What was my crime in another life,
as in this life my crime
is sorrow, that I am not to be
permitted to ascend ever again,
never in any sense
permitted to repeat my life,
would in the hawthorn, all
earthly beauty my punishment
as it is yours—
Source of my suffering, why
have you drawn from me
these flowers like the sky, except
to mark me as a part
of my master: I am
his cloak’s color, my flesh giveth
form to his glory.
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RETREATING LIGHT
You were like very young children,
always waiting for a story.
And I’d been through it all too many times;
I was tired of telling stories.
So I gave you the pencil and paper.
I gave you pens made of reeds
I had gathered myself, afternoons in the dense meadows.
I told you, write your own story.
After all those years of listening
I thought you’d know
what a story was.
All you could do was weep.
You wanted everything told to you
and nothing thought through yourselves.
Then I realized you couldn’t think
with any real boldness or passion;
you hadn’t had your own lives yet,
your own tragedies.
So I gave you lives, I gave you tragedies,
because apparently tools alone weren’t enough.
You will never know how deeply
it pleases me to see you sitting there
like independent beings,
to see you dreaming by the open window,
holding the pencils I gave you
until the summer morning disappears into writing.
Creation has brought you
great excitement, as I knew it would,
as it does in the beginning.
And I am free to do as I please now,
to attend to other things, in confidence
you have no need of me anymore.
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VESPERS
I know what you planned, what you meant to do, teaching me
to love the world, making it impossible
to turn away completely, to shut it out completely ever again–
it is everywhere; when I close my eyes,
birdsong, scent of lilac in early spring, scent of summer roses:
you mean to take it away, each flower, each connection with earth–
why would you wound me, why would you want me
desolate in the end, unless you wanted me so starved for hope
I would refuse to see that finally
nothing was left to me, and would believe instead
in the end you were left to me.
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SUNSET
My great happiness
is the sound your voice makes
calling to me even in dispair; my sorrow
that I cannot answer you
in speech you accept as mine.
You have no faith in your own language.
So you invest
authority in signs
you cannot read with any accuracy.
And yet your voice reaches me always.
And I answer constantly,
my anger passing
as winter passes. My tenderness
should be apparent to you
in the breeze of the summer evening
and in the words that become
your own response.
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Datos vitales
Louise Glück (Nueva York, 1943). Ha recibido numerosos reconocimientos: ganó el Premio Pulitzer de poesía en 1993 por su poemario The Wild Iris (El Iris Salvaje), el National Book Critics Circle Award por Triumph of Achilles, el Premio de la Academia Americana de Poetas por Firstborn, así como numerosas becas Guggenheim. Actualmente es docente en el departamento de lengua inglesa del Williams College en Williamstown, Masachusetts. De forma paralela, imparte clases en la Universidad de Yale. Fue la duodécima poeta laureada (2003-2004) por la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos.