Leemos un ensayo del poeta y crítico norteamericano Joel Brouwer, “Aprendiendo nuevos trucos de las reseñas de viejos libros”. El texto se escribió a propósito de la celebración de los 100 años de la revista Poetry de Chicago en una sección llamada “Releyendo reseñas”. Brouwer ha escrito crítica sobre poesía en the Boston Review, the Harvard Review, and the New York Times Book Review. La traducción es de Luis Rivera.
Aprendiendo nuevos trucos de las reseñas de viejos libros
¿Qué se supone que debe hacer la reseña de un libro? ¿Analizar, empatizar? ¿Comparar, contrastar? ¿Dar un lugar dentro de la historia, contextualizar? ¿Defender, destruir? Cuando empecé a hacer reseñas de poesía, no tenía ni idea. Hacía cada reseña como Dios me daba a entender hasta que de algún modo la acababa. Una profesora me dijo que hacer reseñas era un trabajo para los jóvenes en el área. Esto parecía una afirmación extraña y posiblemente sádica, dada la estupidez evidente de mis resultados y lo doloroso que era obtenerlos. Sin embargo, algunos años más tarde, después de haber publicado más o menos un centenar de reseñas, creo que puedo ver lo que quería decir. He aprendido muchas formas de escribir una reseña, pero eso no quiere decir que sé cuál de esas formas es la mejor. Ahora tengo más conocimiento, pero no más sabiduría: la experiencia sólo ha acomplejado más mi confusión.
Es difícil hacer un trabajo que no sabes cómo hacer, y aún más cuando estás consciente de que en primer lugar muchos piensan que dicho trabajo es una locura. Los libros pueden ser sublimes, u horribles, o un millón de cosas. Por lo regular se piensa que las reseñas de libros operan en un rango mucho más estrecho, desde lo ligeramente perspicaz, pasando por lo anodino, hasta lo tonto. Son un trabajo tedioso, algo que al final se ira a la basura como periódico viejo. “Nunca he leído reseñas,” es lo que siempre contestan los escritores. Por supuesto mienten, pero es un sentimiento general entre los literatos: Las reseñas son el plancton de la cadena alimentaria literaria. Ahí está, algo que apenas vale la pena leer, sin duda no vale la pena releer.
¡Si que lo son! Con motivo del centenario de la revista Poetry, los editores de poetryfoundation.org me pidieron que hurgase en los archivos de las reseñas de libros que han aparecido en la revista. Yo estaba feliz de hacerlo, sobre todo porque estas provincias abandonadas son aquellas con los que yo ya estoy muy familiarizado. Al pasar de los años he pasado mucho tiempo en las últimas páginas de los números anteriores de la revista, porque he encontrado al menos un uso duradero para las reseñas de esos libros del ayer. Al estudiarlas, he tenido la suerte (y la desgracia) de descubrir cuántas formas hay de hacer una reseña. Las mejores reseñas tienen en sus huesos una teoría implícita de la revisión y llevan en sus portadas una demostración de esa teoría puesta en práctica. Si es útil saber lo que Malcolm Cowley tenía que decir acerca de WH Auden en 1945 puede ser discutible, pero estoy seguro de que un crítico novato puede aprender mucho al considerar la forma en que lo dijo. Estas páginas viejas de Poetry son una escuela para los críticos novatos, y cada crítico es un novato, siempre, lo admita o no. Estas son algunas de las lecciones que he aprendido al echar una mirada hacia atrás en los archivos.
El análisis compra las afirmaciones.
Cowley, en su reseña de enero de 1945 sobre For the Time Being de Auden, hace un montón de demandas radicales para el maestro que se encontraba a mitad de su carrera:
Ahora, sin duda hay otros poetas, en vida, que podrían escribir para catorce discursos en catorce diferentes tipos de verso …. Sin embargo, hay muy pocos que podrían escribirlos todos con esa gracia natural, y dudo que haya algún otro poeta que pudiera encajar estas formas complejas con tantas ideas. Por eso es la paradoja sobre Auden. Éste combina un máximo de virtuosismo con una densidad considerable de significado, difícilmente se podría decir que un máximo de significado. Él tiene más que decir en estos dos largos poemas … de lo que yo podíra exponer ….
Por lo regular, cuando veo este tipo de superlativos destructores en la reseña de un libro, la credibilidad de la crítica comienza a hundirse para mí. Es casi el lenguaje de una propaganda, además de que tengo un odio especial hacia la aporía en las reseñas de libros. (Oh, no puedo hacer justicia a esta obra maestra en este pequeño espacio… Me dan ganas de gritar: bueno, ¡entónces no pierdan espacio diciédonos eso!) Pero esta cita no es de la primera página de la reseña de Cowley, es de la sexta, y las primeras cinco contienen uno de los análisis formales más rigurosos y profundos que he visto en una reseña de libro. ¿Era Malcolm Cowley un experto en la prosodia? ¡Quién sabe! Pero veanlo por sí mismos: la precisión con la que Cowley deshace el uso de la rima y la métrica de Auden en “The Sea and the Mirror” casi parecería más adecuada para un trabajo de investigación casera que para una reseña. El análisis conciso es genial, pero lo que es aún mejor, desde el punto de vista del crítico, es la autoridad que gana. Una vez que he visto que Cowley es un lector lo suficientemente inteligente como para reconocer las variaciones sutiles en el manejo de Auden en el soneto petrarquista, estoy dispuesto a confiar en cualquier afirmación osada que pudiera dar.
Si el trabajo se puede hablar por sí mismo, que así sea.
Yo siempre agradezco ver citas en las reseñas y cuando están ausentes mis sospechas crecen; a los lectores les gusta escuchar cómo suena la voz del poeta contra la del crítico. La reseña de octubre de 1970 de Richard Howard sobre The Double Dream of Spring de John Ashbery es un ejemplo extremo de las citas en las reseñas, y uno de mis favoritos de todos los tiempos de la revista Poetry. Aquí, como en una especie de torero crítico, Howard da un paso atrás y deja el libro supuestamente bajo su consideración en lugar de hacer la consideración del libro en sí. ¿Qué podría ser más elegante? La mayor parte de la reseña consiste en los arreglos de las citas del libro que hace Howard, al igual que los poemas de Ashbery consisten en arreglos de la lengua encontrada y recibida. En los momentos finales de la reseña, Howard sintetiza lo que queda como definitivo, una declaración sobre la poesía de Ashbery como uno lo podría esperar:
… No he dudado en recurrir a los poemas como su propia exégesis. De hecho, la gran novedad de los poemas de Ashbery es que no explican o simbolizan o incluso no se refieren a alguna experiencia que el poeta haya tenido, algo que esté fuera de sí mismos en el mundo, algo precedente. Los poemas no hablan de nada, son algo, son su propia creación, y sería justo decir que el mundo es, en cambio, un comentario sobre ellos, una crítica de ellos.
¿Cómo escribes una reseña sobre un libro que es, en sí, nada más que el libro en sí? Bueno, como dice Laurie Anderson, si usted no puede hablar sobre él, haga señalamientos dentro de él.
Está bien opinar sobre “la poesía en estos días”, pero no se olvide de revisar los libros.
A menudo sucede que un crítico que abarca un libro o, por lo regular, un bonche de libros, aprovechará la ocasión para avanzar hacia un mayor número de declaraciones sobre cierta época, y la revisa Poetry ha sido protagonista de muchas reseñas memorables de este tipo. Si se hacen bien, estas reseñas son doblemente satisfactorias: por un lado dan cuenta de los libros considerados de manera individual y despiertan nuestro pensamiento sobre cuestiones más elevadas. Parece fundamental, sin embargo, que el crítico permita que sus grandes ideas surjan de una consideración cuidadosa de los libros que tiene a la mano en lugar de desarrollar primero las ideas de manera abstracta y luego aplicarlas a los libros.
Sandra M. Gilbert, en su revisión de los libros de Audre Lorde y Ruth Piedra de la edición de febrero 1977, empieza con dos párrafos claros y concisos sobre la recepción de la poesía por parte de las mujeres en general, pero luego se vuelve a considerar a fondo los dos libros en sus propios términos. Cuando cierra con un breve recordatorio de su argumento inicial, vinculándolo claramente con el tema de uno de los poemas de Stone, la retórica de la reseña encaja de manera perfecta y resuena. Es un ejemplo clásico de cómo introducir tu comentario, pero también de cómo cumplir con el deber que tienes con los libros. El omnibus de Robert Pinsky, “Far from Prose”, de enero de 1974, está elaborada de manera similar a la reseña de Gilbert, empieza con una propuesta amplia disfrazada de pregunta:
… Lo más “contemporáneo” de la poesía contemporánea es a menudo interior, sumergido, libre de reglas, difícil de alcanzar, más atrevido que serio, con más ganas de sorprender que de decir, ¿acaso tal forma de escribir representa un alejamiento de la decencia de la prosa como elemento del poema? Cuando la poesía se aleja demasiado de la prosa ¿se asfixia a sí misma?
Y después empieza una reseña de nuevos libros hecha por poetas muy diferentes. Está claro que el crítico tiene una agenda, de la cual ha anunciado el derecho a tenerla. Pero se cuida de no tratar a los libros sólo como una prueba en beneficio de su tesis, y aun en medio de sus análisis, toma la precaución de no generalizar con exageración: “Si hay modas, entonces es importante tratar de distinguir la escritura genuina de la imitación”. Al final de la reseña, hemos aprendido mucho sobre las modas de la época en general, pero también acerca de estos cuatro libros en particular.
La frontera entre la reseña del libro y lo que se piensa de él puede ser peligrosa, especialmente cuando la hipótesis del crítico crece demasiado. En su revisión de diciembre 1955 de North and South de Elizabeth Bishop, Howard Nemerov se enreda solo, o tal vez se pierde en las nubes mientras trata de leer simultáneamente poemas de Bishop y ofrecer una teoría de campo unificada de la poesía lírica:
El punto de vista de la poesía lírica que suponen estos poemas-tal poesía es, por naturaleza, meditabunda o de meditación a través de los detalles, tan reflexiva como sus funcionamientos, se aleja del pensamiento y se dirige hacia la visión, con un efecto de profundizar el silencio sobre sus conclusiones- me parece que define algo característicamente moderno de este arte
¡Cielos, hombre, respira! Y luego usa el aire que respiraste para leer el poema “The Imaginary Iceberg” de Bishop en voz alta, y sin prisa. Tus lectores estarán mejor servidos.
Luego están los casos en los que el crítico se decide primero por algún asunto relacionado con “la poesía en estos días”, y sólo después se va en busca de algunos poemas para probar su punto de vista. Estos pueden provocar un alboroto emocionante en la página de “Cartas al Editor” o en las listas de comentarios, pero no hacen mucho para iluminar los poemas. Como prueba tenemos “The Catastrophe of Creative Writing” (la catástrofe de la escritura creativa) de Greg Kuzma, de septiembre de 1986. Habiendo llegado a creer que la academia había corrompido no sólo la poesía norteamericana, sino también las mismas almas de los poetas norteamericanos, Kuzma se dio cuenta de que necesitaría algunas pruebas para apoyar su tesis, y cuando Martha Collins apareció en el horizonte, él dejo que ella se hiciera cargo, tanto como si Iván el Terrible quemara un pueblo al azar para provocar el miedo en un pequeño reino. Dejando de lado la evaluación de Kuzma del complejo de la poesía-industrial y su valoración del poema de Collins “Several Things” (Varias cosas), me molesta que esa supuesta reseña no está interesada en el libro de Collins en sí. Sus acusaciones podrían haberse clasificado, esencialmente, en los mismos términos en una docena de diferentes libros que en aquel momento eran actuales.
Imagine su audiencia.
Quizá no sé para qué son las reseñas, pero sí sé para quién son: para sus lectores. Y corresponde a los que las escriben mantener a dichos lectores en mente. Una razón por la que he disfrutado el hacer reseñas para la revista Poetry es que imagino a su audiencia como mi audiencia ideal, una audiencia lo suficientemente bien informada como para asumir familiaridad con los conceptos poéticos y la historia, pero lo suficientemente amplio como para mantenerme atento contra los tecnicismos o los clanes. Pero no todos los que hacen reseñas en la revista Poetry han imaginado a su audiencia de la misma manera, y es fascinante ver cuantas maneras distintas se encuentran a través de los archivos.
Por supuesto, el sentido de la audiencia depende en gran medida de la época en la cual se escribe la reseña. En los primeros años de la revista (Poetry), cuando sus colaboradores y lectores quizá la consideraban menos un foro público que un club semiprivado, las reseñas a menudo sonaban como conversaciones escuchadas entre iniciados que pensaban de la misma forma. Me encanta esta apertura de Ezra Pound de mayo 1914 del anuncio de Yeat’s Responsabilities (Las Responsabilidades de Yeats), en el cual Pound se felicita a sí mismo y a sus lectores por su inteligencia, y lo hace sonar como si sus puntos de vista sobre Yeats fueran cuestiones de suma importancia para el público.
Yo vivo, en lo posible, entre el segmento más inteligentemente activo de esta competencia que se preocupa del hoy y del mañana, y, como consecuencia de esto, cada vez que menciono al señor Yeats estoy apto para ser atacado con preguntas como: “¿Hará el Sr. Yeats algo más?”, ” ¿Está Yeats en el movimiento? “,” ¿Cómo puede el tipo seguir escribiendo este tipo de cosas? “, y a estas preguntas sólo puedo decir que la vitalidad del señor Yeats está bastante intacta….
Es maravilloso imaginarse a Puond detrás de un podio en una conferencia de prensa con mucho bullicio, las luces de las cámaras en rebotando en su rostro, mientras los periodistas le asedian con dichas preguntas, pero, por supuesto, en el momento estas preguntas incómodas eran, de hecho, de interés para una parte audiencia relativamente pequeña, por no decir modesta.
Sin embargo, también en esos primeros años, muchas reseñas parecían estar diseñadas para ampliar ese público a través de una educación fina. En marzo de 1923, la misma Harriet Monroe escribió una reseña titulada “A Contrast” (Un contraste), poniendo cara a cara The Wasted Land (La tierra baldía) de un TS Eliot y The Box of God (La caja de Dios) por Lew Sarett, conocido en su época como “El poeta de los bosques más importante de Norteamérica”, pero no en la nuestra, (El pobre hombre ni siquiera tiene una página en Wikipedia.) Esto es un maravilloso trabajo de Monroe. Ella primero ofrece una explicación paciente, perspicaz y clara del poema de Eliot, el cual “nos muestra confusión y consternación y desintegración, el mundo desmoronándose en pedazos ante nuestros ojos y reconstruyéndose a sí mismo con alegría desesperada en formas irregulares nuevas y extrañas.” Pero lo que no hace, como era de esperar, es usar el logro moderno de Eliot para menospreciar el estilo anticuado del poeta de los bosques. Por el contrario, es Eliot el que es llevado al territorio boscoso:
Sin embargo, todo el tiempo hay grandes áreas de la humanidad a las que el pensamiento [de Eliot] no se aplica; grandes grupos de otro tipo de intelectuales cuya fe es tan vital y constructiva como siempre lo fue la fe de sus antepasados inconformes. El miasma que aqueja al Sr. Eliot es para los hombres de ciencia, los inventores, los ingenieros, los cuales están realizando los milagros de hoy en día, tanto una remota presunción especulativa, como una inútil fritura de confitería mental, como debe haber sido el eufemismo de Lyly para los marineros Isabelinos. Y estos hombres también son pensadores, soñadores de sueños más grandes que los que cualquier otro grupo de artistas que no salen de la ciudad puede evocar fuera del círculo de fumadores de su perfumada plática.
Como usted habrá conjeturado, resulta que el fuerte Sarett es justamente un poeta apropiado para los inventores e ingenieros como Eliot lo es para los citadinos. ¡Vaya ecuanimidad! En un momento como éste, uno se da cuenta de por qué la revista Poetry tuvo que nacer en Chicago, una gran ciudad, pero no una para sufrir frituras inútiles como si nada. ¿Se dio cuenta Monroe de la superioridad de Eliot sobre Sarett? Me atreveré a decir que sí. Pero, ella es capaz de hacer que la “obra maestra del arte decadente” de Eliot parezca sorprendentemente accesible utilizando al Sarett más accesible como una delgada lamina de metal, sin denigrarlo.
Para mediados de siglo, la dificultad Eliotiana tenía una fuerte ventaja sobre la simplicidad Sarettiana, siendo necesario el desarrollo de una industria crítica sofisticada para atender a la audiencia de la poesía, y de la revista Poetry. Randall Jarrell declaró sin más que la literatura había entrado en una “era de la crítica”, y en las reseñas de la revista Poetry de aquella época claramente encontramos algunos ejemplos impresionantes de crítica que parecen dirigidas, para parafrasear a Jarrell, no hacia un público de poetas, o hacia amantes de la poesía, sino más bien hacia los críticos y amantes de la crítica. Si la reseña de Parker Tyler de marzo de 1952 acerca Jarrell en sí, no es una parodia, ciertamente se puede suponer que si lo es, además es como una muestra perfecta de “el círculo de fumadores de pláticas perfumadas”, como se podría esperar. Estoy tentado a citar de dicho trabajo con todo detalle, no hay otra manera de citar de él, pero tengo demasiadas frases favoritas, y usted debería encontrar las suyas por su cuenta.
Quiero mencionar rápidamente otra manera de concebir la audiencia de una reseña. La reseña de Ed Dorn de junio de 1964 sobre W.S. Merwin es tan inexpresiva como expresiva es la reseña de Stephen Berg de 1970 sobre varios libros de traducciones, pero ambas reseñas comparten una actitud similar hacia sus audiencias. En cada una, el crítico parece estar hablando consigo mismo, trabajando a través de sus propios pensamientos e invitando a sus lectores a escuchar esos pensamientos mientras él concluye lo que quiere decir. El primer párrafo de Dorn es en su totalidad ingenuo, o al menos está hecho de tal forma que lo parce: “He leído The Moving Terget (el objetivo en movimiento) completo dos veces y me doy cuenta de que no tengo mucho entusiasmo por él. Trataré de explicar por qué.” El punto en el que el tono de Dorn es ingenuo y objetivo, el de Berg es escandalosamente ingenioso y subjetivo. Pero él también nos invita a acompañarlo mientras investiga cómo sus pensamientos se han cruzado con los poemas sobre los que está escribiendo.
Quizá al igual que a mí me parece que mis hijos están plantados en la naturaleza, y desde la cual crecen, en la foto que me encanta, permaneciendo ahí con tal asombro que es imposible descifrar lo que quieren decir, los poemas de Guillevic reflejan la mente que a menudo se ha encontrado a sí misma en el lugar de otra.
Hay un cierto atractivo a este estilo de reseña que espera una respuesta del lector: es algo que se siente íntimo y sincero a la vez. Sin embargo, tal vez existe un riesgo de que el crítico sea indulgente consigo mismo, y los lectores puede encontrarse deseando que el crítico hubiera hecho su pensamiento exploratorio con anterioridad.
Y eso nos trae tanto a los días actuales como a mí me gusta aventurarme, estando poco dispuesto a considerar cualquier cosa que ha pasado desde mi nacimiento como “archivable”. Tenemos suerte de tener un número de críticos animados hoy en día, y las viejas páginas de la revista Poetry siguen siendo uno de mis lugares favoritos para escuchar en una conversación bulliciosa y continuamente desarrollada del arte. Aun así, nuestros días están lejos de ser una “era de la crítica,” y me gustaría que lo fuera aunque sea un poco. En la década de 1950 Jarrell lamentó que los literatos jóvenes ambiciosos no anhelaran publicar sus historias o poemas, sino sus críticas. Probablemente hoy no tendría la misma queja, tal vez el péndulo ha oscilado demasiado lejos en la dirección opuesta, ya que muy pocos escritores jóvenes hacen reseñas sobre sus contemporáneos. Necesitamos ojos nuevos para juzgar, analizar, empatizar, comparar, contrastar, dar un lugar dentro de la historia, contextualizar, defender, destruir, y cualquier otra cosa con todos estos nuevos libros y folletos. Lo sé, lo sé, ¡usted no sabe cómo hacerlo! Pero nadie lo sabe. Y hay bastantes lugares para aprender.
El autor desea agradecer a Hannah Brooks-Motl por su ayuda y perspicacia en la investigación, lo cual ayudó a hacer posible este artículo.