Original ajeno: Clayton Eshleman

El poeta dominicano León Félix Batista construye en Círculo de Poesía un dossier de poesía en lengua inglesa, Original ajeno, que incluye traducciones de los siguientes poetas: David AntinJohn AshberyW. H. Auden -William Blake –Raymond CarverGuy Davenport -Clayton Eshleman -Lyn Hejinian -Richard Kenney -Ted Hughes -Philip Lamantia -Marlene NourbeSe Philip -Ezra Pound -Adrienne Rich -James Schuyler -Charles Simic -Charles Tomlinson -Derek Walcott -Charles Wrigth. Leemos aquí sus versiones del poeta y traductor norteamericano  Clayton Eshleman (1935-2021). Nació en Indiana, estudió filosofía y pasó largas temporadas en México y Japón. Fue fundador y animador de las influyentes revistas literarias Caterpillar (1967–1973) y Sulfur (1981­–2000). Tradujo a Vallejo (National Book Award), a Neruda, a Artaud, etc. En 2008, Black Widow Press publicó una amplia antología de su trabajo, The Grindstone of Rapport: A Clayton Eshleman Reader.

León Félix Batista (Santo Domingo, 1964), estudió en Nueva York. Ha publicado, entre otros, Delirium semen (México, 2010), Caducidad (Madrid, 2011), Música ósea (Perú, 2014), Prosa del que está en la esfera (Buenos Aires, 2006); Inflamable (Montevideo, 2009), Sin textos no hay paradiso (Colombia, 2012), El hedor de lo real en la nariz imaginaria (Quito, 2014), Mosaico fluido (Sao Paulo, 2014) y Prosa de fabricación casera (Estados Unidos, 2018). Aparece en varias antologías, entre ellas Zur Dos (última poesía latinoamericana, Bartleby, Madrid, 2005), Cuerpo Plural (antología de la poesía hispanoamericana contemporánea, Pretextos, Valencia, 2010) y Poesía esencial dominicana (Visor, Madrid, 2011).

 

 

 

 

 

 

 

 

Indeterminado, abierto

                             [Figuraciones humanas parietales
                             en la cueva de las Combarelles]

 

Una línea dorsocaudal
      planeando
una línea ventral

grabada en el techo del túnel por alguien boca arriba

 

Incipientes
cielo
      y
tierra

 

 

      *

 

El humano es indeterminado, inicialmente inconcluso

 

      *

 

 

Torso femenino ladeado
      tangente a
una línea equina cervicodorsal

la contingencia híbrida

 

 

      *

 

 

Del muro de cuero de elefante
una despedazada no-cabeza con ojo triangular
sostenida por un jirón de palma y brazo en divergencias riverinas

Debajo flota un pecho inmenso, vencido,
el pez luna a través de calizas superficiales

 

 

      *

 

 

Líneas germinantes plantadas en nalgas femeninas ascensionales,
portadoras del empuje,
una erección

 

 

      *

 

 

¿Qué es un nódulo? Puede ser un pezón
del que se extiende un par de líneas
atravesando el barro hasta la piedra caliza,
como si por rayos equis
el canal de la vagina fuera más profundo

 

 

      *

 

 

Sin ojos
cuya nariz
sólo el “vagón de la cabeza”
humaniza

 

 

      *

 

 

¿Cuenca de máscara observando el dorso de la cabeza de alguien
o es aquello el abdomen de una araña?
El perfil revela un vejancón sin pelo, hocico de venado

 

 

      *

 

 

Una pata trasera de caballo perfila un tronco de mujer,
su torso y cabeza enfalada dentro de la pierna,
sus ojos sacudidos mirando sin mirar

 

 

      *

 

 

Grabado en caballo se marchita,
troncoangular, combado, sentado, gracioso

 

 

      *

 

 

En la periferia entre naturaleza y naturaleza humana,
entre conciencia e inconciencia,
yo increciente

 

 

      *

 

 

Sobre el filo de altar de una inmensa,
rayada, abierta vulva
sobrepuesto al costado de un caballo,
un contorno de mujer dorsocaudal establece su
porqué

 

 

      *

 

 

Doblado hacia adelante, un hombre cabeza enfundada, combado por el vientre
itifálico, gesticulando jódetes–
usando su trasero como espalda
gira hacia nosotros una media cabeza sin brazos y una pierna
como si fuera

 

 

      *

 

 

Cabeza enfundada quizás mostrando el dedo
a un espectro de dinosaurio entumecido
cagando a la vez que se prepara a montar
un bálago de cuarto trasero

 

 

      *

 

 

En un vientre de caballo
un proganto peludo se extiende y mira
al espejo sugerido por la mandíbula

 

 

      *

 

 

En el fulcro de un muslo vertical
el bulto dorsoventrocaudal

 

 

      *

 

 

Jirones de cabeza y cuello de un feto de fantasma
hasta su único ojo en horizontes

 

 

      *

 

 

Un montón de vulvas corneadas

 

 

      *

 

 

Una humana erección en ascenso
con una cabeza de antílope bajando
como en una circular revolución

Como si el siglo XX estuviera empotrado en ese eje

 

 

      *

 

 

Cabeza de muerte blindada con labios de mandíbula vulvares,
escotada,
embarbada,
con escudo en la nariz,
un ojo un guijarro,
el otro una vulva brotada,
sin boca y
tachado

                             [para Monique y Claude Archambeau]

 

 

 

 

El sabor más antiguo

 

Sitiándote en la casa, un cariño de
tu cuerpo —y existir es en seguida universal
no siempre, pero sí a menudo, tu presencia
por un instante arroja el universo a sus espaldas
por un momento eres el mundo, y entonces quizás o quizás
no, mi percepción de ti es mudable,
y estás solo en mi mente, o en mis ojos,
lo casi imposible decible es cuando
veo que la vida es buena, ese instante,
tu rodilla apareciendo de improviso
o una muestra de cualquier parte de ti, sin jerarquías,
bien puede ser tu voz, o un instante del calzado
—este instante es muy veloz y
reposado, hace casi veinte años que no atino a
dirigirlo

 

 

 

 

            *

 

 

 

                        Esta es la amarra más
efímera, pero va y viene—
en las noches, poco antes de dormir
te palpo como el sentir a otro es allí tierra allí
            o un vacío… o una inercia…
una aversión, un deseo de distancia, un querer estar en otra parte…
la condolencia es siempre la de la confirmación,
pero yo soy un crío poco antes de dormir,
mi deber es tocarte como un seno

 

 

            *

 

 

Esa es la razón por la que la dulzura sorpresiva de
tu presencia ofreciéndome
un instante de amor transpersonal, profundo,
ratifica más realmente
que es significativo para ser en estos días.

¿El amor, entonces, luce, para mí, entre nosotros,
sensible, fraternal, edípico, un tensar de
            la matriz?        ¿O el sentir que la matriz
no falla, en fuerza de tensor tus ojos,
de otra parte, hermosa,
de quién? Tuya.

 

 

 

 

Buscando casa

 

            Decía en el aviso: “los árboles más altos de la zona”, nada acerca de la casa misma. Lo cual era cierto: arces y olmos revoloteando sobre sus 3 pisos arponaban el espacio. La entrada daba a un excitante Jesús rubio, rostro de astro de filme de segunda, en un cartel pinchado en la pared del comedor. De repente la casa creció más y puntiaguda dentro como si se elevase a la vez destartalada.

            La sala era indefinida, con puertas hermosas de madera envejecida de cerezo. Y crucifijos –en todas partes signos de pescador que espera y desesperación de lomo de bagre peludo. La mujer, delgada y vestida con blusa blanca arriba del talle, dueña de un trasero inmenso que desaparecía ante su delgadez, muslos musculosos que desaparecían en las manchas de café de zapatillas y tobillos. Nos miraba como si hubiera ya mostrado la casa a 100 posibles compradores y tendría muy pronto que enfrentar a 103.

            Por tanto, no habitábamos allí, en su corazón, así que se fue arriba y nos dejó en la planta baja abatida de desorden, depresión desamparada que plagaba las paredes de: ¿querrían adquirir una casa o una tumba? Un lugar para ser enterrado junto a Caryl y más tarde extraído por aquel zombi Ario suspendido sobre cena tras cena.

            Escalamos la escalera como turistas-monjes visitando catacumbas en ringlera, y finalmente al ático de la mujer, en peldaños tan ligeros que podrían haber sido también púas clavadas en el muro. Allá, en la corona amarga en la cabeza del Jesús olimos el asunto, advertimos escritorio con teléfono, montones de recibos…

            Recobrar la compostura tras aquello fue emerger de la boca en canal del pez gato descompuesto, con el peso de su hálito podrido como antenas que estimulan a mi mente: más obsceno es penetrar en una casa así que penetrar el sexo de algún desconocido, más obsceno y más total, ya que es íntegra dicha penetración, de cabeza y de cuerpo, íntegra penetración en el callejón de otro –y sin esperma que soltar–, sólo un vagabundear de perturbado, en la busca de un lugar donde vivir y encontrándose uno mismo en la carne viciada del pescado, con cubierto y cuchillo cruzados por encima.

 

 

 

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