Poesía portuguesa: Beatriz Hierro Lopes

Presentamos un poema de la autora y editora portuguesa Beatriz Hierro Lopes, perteneciente a su libro [espartilho], traducido por Mijail Lamas. Beatriz Hierro Lopes (Oporto, 1985) es poeta y editora. Ha publicado los libros Quase Noite (2013) y Espartilho (2015).

 

 

[antecomienzo]

 

En el principio, me cuentan, nací de mala gana. Lo que tal vez explique mi química atracción por los balcones y otros lugares necesariamente elevados. Lo que sé de inicio es: yo, algo de madre algo de padre y un tercio de ventana abierta con vista hacia un lago de gansos en Bremen, seco. Mi bisabuelo, que estaba más feliz que yo de haber nacido, pues tardó mucho en morirse, creía más en los gansos que en los perros, que afirmaba, no eran del todo confiables. La lealtad siempre tuvo alas, pero sólo para aquellas que sirven a la velocidad con que se ahuyenta al enemigo. No creo en los perros. O en los gansos que no llegaron a graznar a mi primera infancia. Sólo en lagos artificiales, vacíos, donde soy la más leal defensora del cemento, de la adolescencia pavimentada y de este volverse adulto de concreto.
Sólo la literatura está a la altura. De las ventanas, de los balcones con vista hacia patios de esta proclamada arquitectura portuaria que se pinta del color de gansos sin vuelo. Leí antes de escribir, leí despacio y escribí tarde, nadie me engañó: no existieron versos ni siquiera rimas de san S. João, nunca existió poesía más allá del buen gusto musical de un buen párrafo. Me llaman poeta sin saber que nací de mala gana. Que sólo perdono a Pessoa el haber existido por ser Soares. El primer apellido de mi familia materna de cuando aún se alumbraba el nombre.
Todo lo demás me parece repulsivo como la idea de que existan fogones, freidoras, escobas, trapeadores, que debo usar cuando sólo me sirven para la risa innoble de quien mira desde fuera, fuera de la costura del mundo. Donde labial rojo, rímel negro y medias de cristal son mujeres de paso quebrado, mancha de sangre sobre una superficie oscura con nombre o sin él; entre tanto yo me río en añil, índigo o azul petróleo, por tener esta mala gana, que invento a falta de vértigos que me obliguen a mantener en tierra la velocidad de las palabras suspendidas en la punta de mi lengua.

 

 

 

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