Benito Mieses (Maracaibo, 1958) es poeta, pintor, traductor, diseñador gráfico y economista. Participó en los talleres de poesía del Celarg (1989-90) y en los de Alfredo Silva Estrada en el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas. Entre sus obras publicadas se encuentran: Trece (1982); Antología de nadie (1993); Nombrarse con las cosas (1995-98); Alfredo, las noches y las calles (2001); Oscuro rumor (2004); Heridas de cal (2020); Sonoro Silencio, Antología 1982-2020 (2020); Tránsitos de ciudad (Plástica) (2020); Ciudad, noche y ritmo (2021); Nombrar el paisaje (2024) y Caída y ascensión (2024). Tradujo a Charles Bukowski en los tomos Por los caminos de Charles Bukowski (Editorial Gitanjali, Mérida, 2003) y Corriendo con la presa (Fondo Editorial Fundarte, Caracas, 2016).
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Qué voces me siguen
remotas
cercanas
intensas
Quizás el discurso de algún otro
que no he sido
Voces de alguien que soy
que me escucha
en eterno coloquio con las piedras
Son voces ancestrales
nacientes
me hablan voces de las aguas
de los vientos
el silencio
Voces extrañas
singulares
que acompañan
a esto que he sido
(o que seré)
formando el discurso de mi vida
en el momento de la tierra
Estalla el ojo
el azul de la estancia
No hay nada
sólo este frío helado
cortante
y la turbulenta luminosidad del pez
La mano se posa en el papel
escarba su mudez de cal
El ojo que observa el ojo
no es el que ve
Es herida abierta
albornoz caído
y la noche que cae a cuchillo
El padre teje su escritura perfecta
en las puertas del alba
desgrana claros tonos
innominados
Árido y circular pasillo
donde nos internamos el día
El rumor nos arroja
a las suaves reminiscencias
del cáñamo
el sismo sobrio de aquel
que desea con pasión
la absoluta ambigüedad
la belleza
la certeza iracunda de los campos de fuego
Volver a los luminosos trazos
del presente
la palabra del padre
Escena
Un hombre sale a la calle
enciende un cigarrillo
en las volutas
los vaivenes la vida
los transeúntes pasan
no lo ven no pueden verlo
entre el humo desaparece
como sus recuerdos
como las volutas flota
solo anhela este instante
anónimo y sin tiempo.
Una mujer se detiene
aparece entre el humo
pide fuego para su cigarrillo
en ese brillar de la llama
esa íntima fosforescencia
sus miradas se cruzan
se ven en un espejo que danza
reconocen las vueltas que han dado
en la calle en la vida
dicen: ¡nadie espera!
un mundo conocido
entre dos desconocidos.
Un leve roce de las manos
para conseguir el fuego
un puente una puerta de salida
una parada en la calle
ganas de fumar o suspirar
caminan juntos, luego un café, un trago
otro cigarrillo
el humo los cubre de los viandantes
de ellos mismos
luego verse, desnudos en la alcoba
reírse
desnudos
solos
reconociéndose en el chispazo de un fósforo
un brevísimo resplandor
los ilumina
entre las volutas de humo
que desaparece como ellos
en un leve recorrido por la ciudad
que no los ve.
Despdidas
Las despedidas se suceden
inevitables
cercanas, nos tocan
previenen el turno.
Miembros de una raza
que hace de las palabras
fundamento
aullamos a la luna
como lobos solitarios
mientras cantamos el tránsito
su experiencia infinita.
Inevitable que la lista crezca
como seguro crecerán los brotes
y el obstinado fervor
de hacer del lenguaje
nuestra casa.
a Marvella Correa y “Chalo” Márquez Cristo.
Se espera con paciencia
algo para el ascenso.
Se aspira en la cumbre
un calor que albergue del frío
que producen los seres y las cosas.
Camino por tierras de humus, helechos
árboles frondosos.
En desiertos aspiro el fuego
que el día proporciona.
Arriba llama el gavilán
planeando sobre el paisaje.
Fulgurante habito nubes y viento
volando en cercanía.
Hecho río me mezclo con la tierra
hago tronar las piedras
roncas y profundas
como voces de dioses iracundos.
Más allá gruñe el jaguar
que me espera escondido
en tupidos boscajes.
Siento la tierra y sus crepitaciones,
siento el fuego líquido fusión perfecta
la simiente de la piedra
burbujeando.
Deambulo como un giro del viento
en la llanura
un silbo entre las ramas.
Mis pasos resuenan entre grietas
junto a silenciosas serpientes
lagartijas, salamandras
que guardan sigilosas
los misterios de este mundo.
Polvo de los pasos
hay en todas las salidas
las huellas de múltiples caminantes.
El batir de las alas de las mariposas
presagian tormentas
con el cortejo de los mares.
Tiembla la tierra
en su estrato profundo
y algo en mí tiembla también
conmoviendo los cimientos
de antiguas ciudades
que me habitan:
hoy son polvo y fundamento.
Despojado
renazco
en las cosas que nombro
su eco devuelto en la palabra de otros
que las nombraron antes o después que yo
disuelto ya en todas ellas
atrapado en otro verbo
que aspira nombrarlas.
¿Qué atestiguo en la niebla y el
lento andar por el verdor?
Sin cuerpo, sin palabras soy
como el frío
un largo cuchillo
hundiéndose en la noche.
1
No tengo fósforos
terrible no tener un fósforo a esta altura de la noche
terrible haber perdido
la capacidad de hacer fuego con dos piedras
dos palabras imantadas
o un palito
que rota sobre la madera como esta urgencia nocturna sobre la conciencia
y trato de frotar los nombres las visiones
de algunos pares de amigos para obtener el fuego
que devuelva el calor
a esta hora
que alcaloides y alcoholes
no recobran
no es fácil frotar a César y Diego, William y Andrés,
Pachi y Gonzalo, Hermes y Steve, Teuco y el Catire,
a Marvella y Celsa, Ana María y Esmeralda,
Leonardo y Fragui, Luis Enrique y Amparo Inés,
Miguel y Armando, Millet y Paredes, Laura y Livio,
Sacha y Waffi, Mónica y Daniela,
Gabriel y Tito, Héctor y Ever, Raúl y Cristo,
sin que uno obtenga
algo menos que un incendio
Difícil frotar
a mis pintores y poetas
de Mérida y Falcón
Santiago y Bogotá
Salta y Damasco
Salamanca y Maracaibo
México y Madrid
sin que sus chispazos
incendien la tranquilidad
de prados, montañas,
ciudades, desiertos,
mares y selvas
Ir de sur a norte
de este a oeste
y frotar
a tanto amigo
con fuego en la garganta
en el corazón
y pasar sin asarse
como una salamandra.
Muchos zaguanes en mi infancia
Patios de sombras
para huir de la resolana
casas habitadas por mujeres
siempre de luto
como una serie o una película vieja
el rumor de los rosarios salmodias recuerdos
Vitrinas que unen bautizos y obituarios
Cuentos de espantos aparecidos
cacerías contrabandos
las historias de la historia
moduladas en la voz de los comunes
una filosofía anclada en la palabra
Dormía en las antesalas del transporte
siempre en tránsito
desplazaba con la invocación
de remotos destinos
infantil juego de tacos
y la memoria
haciendo y deshaciendo retazos
cambios de tiempos de paisajes
Un daguerrotipo visto
en volutas de humo
salvador de ausencias
oscuridad en las paredes del fogón
en el negro del pincel
y el fluir de la tinta
Envuelto en humo
deseando caminos
y la lámpara oscura de la casa
que ilumina la voz del amigo
la luz ha regresado tardía
a la ventana y el calor promete
arrasa toda la tierra.
Vuelve con saña cuando
todo pretendía agonizar
la serpiente huye sibilante
por el patio y los escorpiones
buscan el resguardo en la madera
solo la sombra de un árbol
permanece en su quietud
y resiste solo, entre la ventana
el árbol fue sombra magnífica
en su sitio inmaculado
doblándose solo, ante el viento,
moviendo sus ramas en actitud
de bendición
la tarde y yo disfrutamos
de una cabellera que se mueve
al compás del viento
me limito a balbucear
algunas palabras
que ni la boca
ni el sol
pretenden expresar
sol, grano de sal,
entre mis labios.
Una mirada a la poesía venezolana: La tradición que nos une