Archivo Venezuela: Benito Mieses

Leemos, en el marco del Archivo Venezuela preparado por Giordana García Sojo, algunos textos de Benito Mieses (Maracaibo, 1958). Sus libros más recientes son Nombrar el paisaje (2024) y Caída y ascensión (2024). Es traductor de Bukowski.

 

 

 

 

 

 

 

Benito Mieses (Maracaibo, 1958) es poeta, pintor, traductor, diseñador gráfico y economista. Participó en los talleres de poesía del Celarg (1989-90) y en los de Alfredo Silva Estrada en el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas. Entre sus obras publicadas se encuentran:​​ Trece​​ (1982);​​ Antología de nadie​​ (1993);​​ Nombrarse con las cosas​​ (1995-98);​​ Alfredo, las noches y las calles​​ (2001);​​ Oscuro rumor​​ (2004);​​ Heridas de cal​​ (2020);​​ Sonoro Silencio, Antología 1982-2020​​ (2020);​​ Tránsitos de ciudad​​ (Plástica) (2020);​​ Ciudad, noche y ritmo​​ (2021);​​ Nombrar el paisaje​​ (2024) y Caída y ascensión (2024). Tradujo a Charles Bukowski en los tomos​​ Por los caminos de​​ Charles Bukowski​​ (Editorial Gitanjali, Mérida, 2003) y​​ Corriendo con la presa​​ (Fondo Editorial Fundarte, Caracas, 2016).

 

 

 

 

 

 

 

***

 

 

 

Qué voces me siguen

remotas

cercanas

intensas

Quizás el discurso de algún otro

que no he sido

 

Voces de alguien que soy

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ que me escucha

en eterno coloquio con las piedras

Son voces ancestrales

nacientes

me hablan voces de las aguas

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ de los vientos

el silencio

 

Voces extrañas

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ singulares

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ que acompañan

a esto que he sido

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ (o que seré)

formando el discurso de mi vida

 

en el momento de la tierra

 

 

 

 

 

 

 

 

Estalla el ojo

el azul de la estancia

 

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ No hay nada

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ sólo este frío helado

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ cortante

y la turbulenta luminosidad del pez

 

La mano se posa en el papel

escarba su mudez de cal  ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ 

 

El ojo que observa  ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ el ojo

no es el que ve

 

Es herida abierta

 

albornoz caído

 

y la noche que cae a cuchillo

 

 

 

 

 

 

 

 

El padre teje su escritura perfecta

en las puertas del alba

desgrana claros tonos

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ innominados

Árido y circular pasillo

donde nos internamos  ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ el día

 

El rumor nos arroja

a las suaves reminiscencias

del cáñamo

 

el sismo sobrio de aquel

que desea con pasión

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ la absoluta ambigüedad

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ la belleza

la certeza iracunda de los campos de fuego

 

Volver a los luminosos trazos

del presente

 

 

 ​​ ​​ ​​ ​​​​ la palabra del padre

 

 

 

 

 

 

 

Escena

 

Un hombre sale a la calle

enciende un cigarrillo

en las volutas

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ los vaivenes  ​​ ​​ ​​​​ la vida

los transeúntes pasan

no lo ven  ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ no pueden verlo

entre el humo desaparece

como sus recuerdos

como las volutas  ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ flota

solo anhela este instante

anónimo y sin tiempo.

Una mujer se detiene

aparece entre el humo

pide fuego para su cigarrillo

en ese brillar de la llama

esa íntima fosforescencia

sus miradas se cruzan

se ven en un espejo que danza

reconocen las vueltas que han dado

en la calle  ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ en la vida

dicen: ¡nadie espera!

un mundo conocido

entre dos desconocidos.

Un leve roce de las manos

para conseguir el fuego

un puente  ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ una puerta de salida

una parada en la calle

ganas de fumar o suspirar

caminan juntos, luego un café, un trago

otro cigarrillo

el humo los cubre de los viandantes

de ellos mismos

luego verse, desnudos en la alcoba

reírse​​ 

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ desnudos

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ solos

reconociéndose en el chispazo de un fósforo

un brevísimo resplandor

los ilumina

entre las volutas de humo

que desaparece  ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ como ellos

en un leve recorrido por la ciudad

que no los ve.  ​​ ​​​​ 

 

 

 

 

 

 

 

 

Despdidas

 

Las despedidas se suceden

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ inevitables

cercanas, nos tocan

previenen el turno.

Miembros de una raza

que hace de las palabras

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ fundamento

aullamos a la luna

como lobos solitarios

mientras cantamos el tránsito

su experiencia infinita.

Inevitable que la lista crezca

como seguro crecerán los brotes

y el obstinado fervor

de hacer del lenguaje

nuestra casa.

 

 

 

 

 

 

 

 

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ a Marvella Correa y “Chalo” Márquez Cristo.

 

 

Se espera con paciencia​​ 

algo para el ascenso.​​ 

Se aspira en la cumbre​​ 

un calor que albergue del frío​​ 

que producen los seres y las cosas.

 

 

 

 

 

 

 

 

Camino por tierras de humus, helechos

árboles frondosos.

En desiertos aspiro el fuego

que el día proporciona.

Arriba llama el gavilán

planeando sobre el paisaje.

Fulgurante habito nubes y viento

volando en cercanía.

Hecho río me mezclo con la tierra

hago tronar las piedras

roncas y profundas

como voces de dioses iracundos.

Más allá gruñe el jaguar

que me espera escondido

en tupidos boscajes.

Siento la tierra y sus crepitaciones,

siento el fuego líquido  ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ fusión perfecta​​ 

la simiente de la piedra

burbujeando.

Deambulo como un giro del viento

en la llanura

un silbo entre las ramas.

Mis pasos resuenan entre grietas

junto a silenciosas serpientes

lagartijas, salamandras

que guardan sigilosas

los misterios de este mundo.

Polvo de los pasos

hay en todas las salidas

las huellas de múltiples caminantes.​​ 

El batir de las alas de las mariposas​​ 

presagian tormentas

con el cortejo de los mares.

Tiembla la tierra

en su estrato profundo

y algo en mí tiembla también

conmoviendo los cimientos

de antiguas ciudades

que me habitan:

hoy son polvo y fundamento.​​ 

Despojado

renazco

en las cosas que nombro

su eco devuelto en la palabra de otros​​ 

que las nombraron antes o después que yo​​ 

disuelto ya en todas ellas

atrapado en otro verbo

que aspira nombrarlas.

 

¿Qué atestiguo en la niebla y el​​ 

lento andar por el verdor?

Sin cuerpo, sin palabras soy​​ 

como el frío

un largo cuchillo

hundiéndose en la noche.

 

 

 

 

 

 

 

 

1

 

No tengo fósforos

terrible no tener un fósforo a esta altura de la noche

 

terrible haber perdido

la capacidad de hacer fuego con dos piedras

dos palabras imantadas

o un palito

que rota sobre la madera como esta urgencia nocturna sobre la conciencia

y trato de frotar los nombres las visiones

de algunos pares de amigos para obtener el fuego

que devuelva el calor

a esta hora

que alcaloides y alcoholes

no recobran

 

no es fácil frotar a César y Diego, William y Andrés,

Pachi y Gonzalo, Hermes y Steve, Teuco y el Catire,

a Marvella y Celsa, Ana María y Esmeralda,

Leonardo y Fragui, Luis Enrique y Amparo Inés,

Miguel y Armando, Millet y Paredes, Laura y Livio,

Sacha y Waffi, Mónica y Daniela,

Gabriel y Tito, Héctor y Ever, Raúl y Cristo,

sin que uno obtenga

algo menos que un incendio

 

Difícil frotar

a mis pintores y poetas

 

de Mérida y Falcón

Santiago y Bogotá

Salta y Damasco

Salamanca y Maracaibo​​ 

México y Madrid

sin que sus chispazos

incendien la tranquilidad

de prados, montañas,

ciudades, desiertos,

mares y selvas​​ 

 

 

Ir de sur a norte

de este a oeste

y frotar

a tanto amigo

con fuego en la garganta

en el corazón

y pasar sin asarse

como una salamandra.

 

 

 

 

 

 

 

 

Muchos zaguanes en mi infancia

Patios de sombras

para huir de la resolana

casas habitadas por mujeres

siempre de luto

como una serie o una película vieja

el rumor de los rosarios salmodias recuerdos

 

Vitrinas que unen bautizos y obituarios

 

Cuentos de espantos aparecidos

cacerías contrabandos

las historias de la historia

moduladas en la voz de los comunes

una filosofía anclada en la palabra

 

Dormía en las antesalas del transporte

siempre en tránsito

desplazaba con la invocación

de remotos destinos

infantil juego de tacos

y la memoria

haciendo y deshaciendo retazos

cambios de tiempos de paisajes

 

Un daguerrotipo visto

en volutas de humo

salvador de ausencias

oscuridad en las paredes del fogón

en el negro del pincel

y el fluir de la tinta

 

Envuelto en humo

deseando caminos

 

y la lámpara oscura de la casa

que ilumina la voz del amigo

la luz ha regresado tardía

a la ventana y el calor promete

arrasa toda la tierra.

Vuelve con saña cuando

todo pretendía agonizar

la serpiente huye sibilante

por el patio y los escorpiones

buscan el resguardo en la madera

solo la sombra de un árbol

permanece en su quietud

y resiste solo, entre la ventana

el árbol fue sombra magnífica​​ 

en su sitio inmaculado

doblándose solo, ante el viento,​​ 

moviendo sus ramas en actitud

de bendición

la tarde y yo disfrutamos

de una cabellera que se mueve

al compás del viento

me limito a balbucear

algunas palabras

que ni la boca

ni el sol

pretenden expresar

sol, grano de sal,

entre mis labios.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Una mirada a la poesía venezolana: La tradición que nos une

Isaura Duarte

Giordana García Sojo

Mariajosé Escobar

Oswaldo Flores

Yuri Patiño

Esmeralda Torres

Cristina Gutiérrez Leal

Antonio Robles

Daniel Arella

Benito Mieses

 

 

 

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