Presentamos, en selección y traducción de Roberto Amézquita, ocho poemas del novelista, cuentista, biólogo y poeta de Mozambique Mia Couto, quien acaba de ser galardonado con el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2024. Couto nació en Beira, en 1955. Ha recibido algunos de los mayores reconocimientos literarios, como el Premio Vergílio Ferreira (1999), el Premio Camões (2013), y el Premio Neustadt (2014). Ha publicado una veintena de novelas, entre las que destacan Tierra sonámbula (1992), El último vuelo del flamenco (2000) y Un río llamado tiempo, una casa llamada tierra (2002) llevada al cine. Mayormente conocido como novelista, cuentista y cronista, su primer libro es de poesía, Raiz de orvalho (1986), y ha publicado otros libros de poemas como Idades, cidades, divinidades (2007) o Tradutor de chuvas (2011).
ROSA
No asciendo a rosa.
Permanezco espina, corteza, remordimiento.
Lección del gesto
de quien retira la mano,
goteando sangre,
en castigo
por buscar poseer
la belleza de la flor.
Me sofoca el ser,
me asusta el querer ser.
Lo que más quiero tener
es la imposibilidad de tener.
LA LENTITUD DE LA SED
La llegada de los bueyes
al abrevadero
me enseña a esperar,
el tiempo del agua
en el cuerpo de la tierra.
El buey
no necesita que lo sueñen.
El buey bebe
y los ojos se le llenan de cielo.
La tarde, terrestre,
se justa los lazos,
mujer ofreciéndose
al trenzar de los cabellos.
Un día me realizaré,
acabado y definitivo,
como se acercan del abrevadero los bueyes.
Un día,
seré bebido por el cielo.
LA LUZ DEL DOLOR
Mi modo de saber es enfermando.
Para algunos, la idea sale a la luz.
Para mí se aparece
como una punzada en el pecho.
La anunciación del dolor,
el romper de la fiebre repentina
y saber que mi cuerpo sabe.
Algún día de estos
me desconoceré vivo
desfallecido de aguda sapiencia.
Hasta entonces
compartiré con un ángel
el dulce milagro de la comida.
EL OTRO IDIOMA
Interrogado
sobre su soltura
en portugués, respondió:
–Tengo dos lenguas:
una para mentir,
y otra para ser engañado.
La profesora
además, preguntó:
–¿y cuál de ellas es el portugués?
–ya no recuerdo, respondió.
VERSOS DEL PRISIONERO
(1)
Dejé de rezar.
En las paredes
rayadas de obscenidades
ningún santo me escucha.
Dios vive solo
y yo soy el único
que toca su lágrima infinita.
Dejé de rezar.
Dios está en una otra prisión.
VERSOS DEL PRISIONERO
(2)
No es de amor que carezco.
Sufro apenas
de la memoria de haber amado.
Lo que más me duele,
por tanto,
es la condenación
de un verbo sin futuro.
Amar.
VERSOS DEL PRISIONERO
–Última carta del preso al poeta
Duermo sin cuerpo
como un perro
que, en sí mismo,
inventa una almohada.
Acurrucado como el feto
que posterga el día
y busca la luz
en la raíz de su propio vientre.
Aquí se duerme como se vive:
con poca patria y mucho insomnio.
Dormiré del todo, sí,
cuando valga la pena despertar.
Mientras tanto en la espera
me voy, a plazos, suicidando
en esos días, no tacho el tiempo en las paredes.
Y es tal el deseo de desvivir
que ya no me basta morir.
La muerte caducó
de tanto que me acurruqué en ella.
La ausencia que deseo,
es la del viaje sin distancia,
sombra sin techo ni paredes.
Donde reine, no el silencio,
sino la palabra enmudecida.
Que yo sueño la muerte
como el poeta quiere el poema:
un falso morir
de quien no quiere vivir en falso.
TESTIMONIO
He aquí mi satisfacción:
nunca pisé un suelo que fuera mío.
Y todo cuanto soñé
fue un deshojar de las estaciones,
una pluma sin destino.
Vi el menguar de los ríos
y viví sin saber dónde estaba vivo.
Y amé
como si nunca antes
nadie hubiera amado.
Soñé
como si fuera el último primer hombre.