Ana Blandiana recibe el Premio Princesa de Asturias de las Letras 2024

Este viernes 25 de octubre la poeta Ana Blandiana (Timișoara, Rumania, 1942) ha recibido el Premio Princesa de Asturias de las Letras 2024, se lee en el acta del jurado: Ana Blandiana es heredera de las más brillantes tradiciones literarias, al tiempo que una creadora radicalmente singular. Su escritura, que aúna transparencia y complejidad, plantea preguntas fundamentales sobre la existencia del ser humano, en soledad y sociedad, ante la naturaleza y la historia. Ha mostrado con su poesía indómita una capacidad extraordinaria de resistencia frente a la censura. Presentamos cinco poemas de Variaciones sobre un tema dado (Visor Libros México, 2024) con la traducción de Viorica Patea y Natalia Carbajosa, y recientemente publicado en nuestra colección editorial. Se encuentra disponible en librerías y aquí.

 

 

 

 

 

Variaciones sobre un tema dado es un largo poema de amor escrito tras la muerte de su marido, un extenso monólogo dramático donde la pérdida personal se convierte en una victoria del amor sobre la muerte: la poeta cambia la tradición de la elegía trazando un viaje místico en el que transforma la ausencia del amado en una presencia real. Un libro con profusas alusiones a Dante y a la Biblia, y al mito de Eurídice y Orfeo, que Blandiana recrea invirtiendo los roles de género, presentando a una desolada Eurídice que lamenta la muerte de Orfeo.

 

 

 

 

 

 

Sabía que solo era un traje,
Pero se me olvidó.
Y justo cuando decidiste
Quitártelo
Me acordé temerosa
Y enseguida me pregunté:
«¿Por qué temerosa?
Es tan solo un traje
Incluso si durante tantos años
El mundo creía que eras tú».
Ahora, en fin, ya no hay confusión posible.
Estaba ahí tirado, arrugado,

Ajado de tanto llevarlo puesto, desgastado,
Sin nada que ver contigo,

Ajeno, bajo las flores.
Se me olvidó mirarlo,
Sentía cómo tu incansable mirada
Lo contenía, junto a todos nosotros,
Sin ningún interés ya para ti.
No te veías porque, como en la novela de Wells,
Solo el traje te hacía visible

Y únicamente la nieve
Que te caía en los hombros y en el pelo
Delataba tu presencia,

Pero dentro de la iglesia no nevaba.

 

 

 

 

 

Recuerdo que una vez me pregunté
Si tú y yo tendríamos dos ángeles de la guarda,
Porque estando siempre juntos
Habría sido un despilfarro.
Uno solo habría sido suficiente.
No se me pasó por la cabeza
Que pudiéramos separarnos
Y entonces el ángel
Se hubiera visto obligado a elegir
O, tal vez, uno de nosotros hubiera tenido que renunciar.
Sinceramente dime:
¿No te pesa haberlo dejado
Solo para mí?

 

 

 

 

 

    Si hubiera micrófonos en casa como antes, seguramente los vigilantes me tomarían por loca mientras me graban hablando contigo sobre toda clase de cosas, pidiéndote consejo, contándote las noticias del día, diciéndote te amo, así en presente, y buenas noches antes de apagar la luz.
    O si algunos de ellos fueran nuevos en su puesto y no supieran que te has ido, el hecho de que no me contestes les parecería sospechoso y supondrían que las pausas en la conversación correspondían a señales indescifrables para ellos.

 

 

 

 

 

¡Qué resplandor confiere el sufrimiento!
Las aureolas de los santos
Significan precisamente esto.
De la maleta en la que guardo tus papeles
La luz rezuma

Como la sangre
De un santo descuartizado.

 

 

 

 

 

    Me pregunto a menudo si allí donde estás te sirve de algo lo que sabías aquí,
    o si tienes que volver a aprenderlo todo como el que llega al mundo y aprende a andar y a hablar.
    Quizás para llegar al otro mundo tengas que nacer de nuevo (llegar al mundo significa precisamente nacer) y (así como aquí no recordamos nada de lo que éramos antes de nacer) tampoco recuerdes nada allí del mundo que fue nuestro.
    Y aún es mío.

 

 

 

 

 

 

 

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