Atabapo
Un güio rompe las gotas de rocío
a esta hora en la que el sol es un supuesto.
La curiara se mece con la respiración del cauce, y desde esta orilla del sueño
vemos el serpenteo pesado del animal que toma la curva del hambre
entre la boñiga rumbo al gallinero.
Ese brazo del río que se arrastra en esta madrugada capotea con determinada reverencia el filo de las hojas,
sabe del sigilo de la noche que se adivina aún en sus escamas.
Recuerda con cada quiebre del cuerpo
que no hay camuflaje sin asedio
no hay silencio sino espera.
Bogotá 6 a.m.
Hay veces que el mundo sucede de un golpe,
una sola afirmación, un solo cabrillazo,
un solo tacazo, seco, sin advertencia,
un golpe seco en la mitad de la garganta,
una realidad aún más irreal que la de siempre.
Y hay gentes que van así, sin poder todavía
descargar el costal de lágrimas acumuladas,
siguen por la calle y dan los buenos días,
aún con el mundo sucedido entre los ojos y la espalda.
Astra
Me dices que la luna es la tilde de la tierra
y miras al cielo cortado por los cables
bulloso de helicópteros y aleteos instantáneos.
Te miro
y quiero aprenderte esa forma
de acentuar la vida
sobre este fatigado punto final, este globo
que no cesa de pegarse dentelladas en perpetuo canibalismo.
Para ti derramo el corazón entre tus manos.
Las Devastaciones, Editorial Matera, 2024
No solo a ti
No sé qué hago aquí parada en la mitad del tráfico como una pendeja.
Camuflo en esta pose desganada el cambio de cinco semáforos seguidos,
o espero a que pare el carro que no me va a recoger,
a que me toque el hombro la persona que salvará mi día,
a que me encuentre un billete en el piso para pagar la factura del agua,
a que llegue el hijo que no tengo a jalarme el saco,
o a que me agarre el policía por el delito que aún no he cometido,
a que llegue una mercaderista de cerveza con una muestra gratis,
o que por fin me encuentre el cura pecando y me arrastre a su infierno,
a que me puteen,
a que llegue ese niño del colegio y me preste, por fin, sus colores Faber Castell,
a que me bese ese muchacho bonito que instalaba el sonido en la fiesta de Claudia,
a que me sacuda la falla de San Andrés,
a que me ofrezcan la papeleta de la resurrección o la consulta con San Gregorio Hernández,
a que me conviden una paleta Drácula,
a que alguien me mire con lascivia y no con desconfianza, igual, desconfíen,
a que llegue mi abuela zombie desde su tumba y me entregue un billete de dos mil con esa forma caleta de quien entrega un felpa de perico en la calle,
a que llegue mi padre y me pida perdón a mí y a todas las que ofendió y yo le pueda dar esa calurosa cachetada que le debo,
a que me pasen el certificado de afiliación a no sé qué para que por fin me paguen,
que llegue un jipi manillero a desearme la suerte eterna mientras me ata uno de sus hilos sucios,
a que llegue un perro chanda a olisquearme;
a que me llamen, que alguien pronuncie de forma deliberada mi nombre y entre las rocas sueltas y el polvo revuelto de esta calle se eleve una oración, un reclamo al cielo que diga
No solo a ti te buscan Dios, no solo a ti.