Si el río abriese los ojos: Antología de la continuidad. Valentina Diaslara (Venezuela)

Zorian Ramírez, Juan Lebrun y Bolivar Pérez construyen un dossier de nueva poesía venezolana, Si el río abriese los ojos: Antología de la continuidad, título en homenaje a César Panza y Caneo Arguinzones. Leemos aquí a la poeta y tradcutora Valentina Diaslara (1994). Estos son sus primeros textos en una revista.

 

 

 

 

 

Si el río abriese los ojos: Antología de la continuidad.​​ Es una selección que reúne voces de poetas venezolanos nacidos a partir de 1990. La muestra nos invita a reflexionar acerca de​​ las diversas identidades que se presentan en la poesía​​ actual venezolana. La escogencia del título rinde homenaje a dos voces que dejaron una huella fundamental en el panorama más reciente de la vida literaria del país: César Panza, con su verso​​ Si el río abriese los ojos qué viera, y Caneo Arguinzones cuando dice que​​ Haber retrocedido al abismo ha convertido la continuidad / en una festiva alabanza. César nos devuelve la pregunta de la identidad sin pretender abrirnos los ojos, sino buscando que habitemos con él la pregunta; defiende lo auténtico mientras nos habla de la impermanencia.​​ Caneo plantea una​​ vivencia corporal que enfrenta a la muerte, pero que, en un detenerse, busca la continuidad de la vida como una “festiva alabanza”. Estos autores y referentes, por siempre jóvenes, son voces desenfadadas, discontinuas, navegantes de lo incierto en el río identitario, vitales, como las que presentamos a continuación.

 

 

 

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Valentina Diaslara​​ (Caracas, 1994)​​ es poeta​​ y traductora. Licenciada en Idiomas Modernos de la Universidad Metropolitana. Ha trabajado como redactora, traductora, intérprete y docente de lenguas extranjeras. Su exploración con la poesía busca indagar en temas de feminidad y sexualidad con temáticas litúrgicas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Vivientes

 

El caudal de la herencia 

la misma piel

el mismo verdor 

el sentir como núcleo 

la sangre como fuente.


La voz 

          sin embargo 

cambia en cada escalón 

la energía se apacigua y transmuta 

las marcas se mueven y crean nuevos patrones en la piel

el dolor 

          nunca es el mismo.

Y la lucha corre a donde lo superior 

convoca. 

 

 

 

 

 

 

 

Culto |insano| al fuego

 

Un pueblo común   ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ que venera las brasas 

seducidos por luz y no por calor  

lanzan todos sus tesoros a una raíz que incineró las columnas donde murieron sus antepasados.

 

Sueños de nativos 

reducidos por doquier.

 

Tanto tiempo

tradición 

leyendas 

plegarias

 

y, ¿es que acaso nunca han enterrado las manos 

                                                          completas

          en tierra húmeda después del diluvio?

 

El olor de la corteza 

empapada 

torrente que purifica.

 

Ahí 

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ donde se encuentra la verdad.

En el sosiego de los ríos al encontrar la tierra.

 

 

 

 

 

 

 

 

Por visiones difusas en un febril sueño​​ 

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ Torrente de afección en venas esparcidas por herencia​​ 

quemé un templo erigido sobre un altar de dragones extintos.

Una visión que me fragmentó la pupila  ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ multiplicó la sangre​​ 

La voz que me poseía​​ 

bramaba en llanto sin control  ​​ ​​​​ ES NECESARIO​​ 

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ HAZLO CON LAS MANOS

​​ EDIFICA UN NUEVO TEMPLO CON MUROS FORRADOS DE LAS FLORES QUE VES A LO LEJOS​​ 

Y eso hice

Sin poder aguantar el agua​​ 

Por el dolor  ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ [de ver mi lecho arder]

Reduje la obra a escombros crepitantes​​ 

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ mientras corría a un fondo sin gravedad​​ 

mis manos quedaron secas​​ 

Ultrajadas​​ 

Trémulas​​ 

y al llegar

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ no llegué

el campo rebosante se evaporó lentamente ante mí

con las uñas intenté arrancar luminiscencias que quedaban supurando en el aire​​ 

pétalos equidistantes rinden duelo en ​​ las ruinas de lo que me llevó hasta aquí.

 

 

Y las huellas guían el camino de regreso.

Con lo que encontré en mis brazos

Fundido con brasas y escombros, cavé un nido para reposar​​ 

más allá del Atlántico.

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ La cura comienza desde adentro.

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ Bálsamo sobre heridas abiertas

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Sigo hablando de ritos,

sigo describiéndole como la tierra.

Me repito en torrentes de mar de leva,

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​  ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ el mal hábito del lenguaje​​ 

al buscar precisar nombre. ​​ 

 

 

 

 

 

 

 

 

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