Si el río abriese los ojos: Antología de la continuidad. Alborada Garrido (Venezuela)

Bolívar Pérez, Zorian Ramírez y Juan Lebrun construyen un dossier de nueva poesía venezolana, Si el río abriese los ojos: Antología de la continuidad, título en homenaje a César Panza y Caneo Arguinzones. Leemos aquí a Alborada Garrido (Caracas, 1995). Fue Directora de los documentales "El nieto de Francisca" (2018) y "Clandestinas" (2020).

 

 

 

 

 

Si el río abriese los ojos: Antología de la continuidad.​​ Es una selección que reúne voces de poetas venezolanos nacidos a partir de 1990. La muestra nos invita a reflexionar acerca de​​ las diversas identidades que se presentan en la poesía​​ actual venezolana. La escogencia del título rinde homenaje a dos voces que dejaron una huella fundamental en el panorama más reciente de la vida literaria del país: César Panza, con su verso​​ Si el río abriese los ojos qué viera, y Caneo Arguinzones cuando dice que​​ Haber retrocedido al abismo ha convertido la continuidad / en una festiva alabanza. César nos devuelve la pregunta de la identidad sin pretender abrirnos los ojos, sino buscando que habitemos con él la pregunta; defiende lo auténtico mientras nos habla de la impermanencia.​​ Caneo plantea una​​ vivencia corporal que enfrenta a la muerte, pero que, en un detenerse, busca la continuidad de la vida como una “festiva alabanza”. Estos autores y referentes, por siempre jóvenes, son voces desenfadadas, discontinuas, navegantes de lo incierto en el río identitario, vitales, como las que presentamos a continuación.

 

 

 

 

 

 

***

 

 

 

 

Alborada Garrido​​ (Caracas, 1995)​​ es licenciada en Artes Audiovisuales (Unearte) y Magister en Estudios de la Mujer (UCV). Directora de los documentales​​ El​​ nieto de Francisca​​ (2018), Selección Oficial del Concurso Nacional A CORTO PLAZO, y​​ Clandestinas​​ (2020) el cual formó parte de la cartelera audiovisual del Primer Festival por el Aborto Legal en América Latina y el Caribe, entre otros. Cocreadora del espacio artístico multidisciplinario digital Proyecto Analepsis (2020), y de la plataforma cultural Torcer la palabra (2021). Sus textos han sido publicados en revistas digitales como Canibalismos, Revista Madriguera, Poesía en Casa y Ciudad Caracas. Participó en el 1er y el 2do Encuentro Internacional de Escritoras, Caracas 2020 y Caracas 2022 respectivamente. Actualmente estudia en la escuela de escritoras Casa Índigo.

 

 

 

 

 

 

Todos los lunes​​ 

Te despiertas con el mantra:​​ 

Mi vida va a cambiar.

 

Te paras de la cama

te haces el skincare​​ 

escoges té en vez de café​​ 

y llenas un termo de agua de dos litros​​ 

que cargarás a cuestas​​ 

las próximas horas.​​ 

 

Prendes un incienso, sonríes:​​ 

Mi vida está cambiando.​​ 

Abres tu cuaderno​​ 

intentas escribir​​ 

pero algo se opone al poema.

Puede que sea la voz que te dice​​ 

que te faltan tetas​​ 

y te sobra barriga​​ 

puede que sea la otra:

fallas tantas veces que ya perdí la cuenta.​​ 

O tal vez aquella ​​ 

que está convencida

de que este poema no vale la pena

por falta de metáforas​​ 

de perfección​​ 

de tetas.

 

Piensas en el poema​​ 

como tu hermana siamesa

con la que compartes​​ 

corazón y cerebro

una proyección de tu yo:

cansado, desolado, vacío de palabras.​​ 

Cierras el cuaderno y abres la nevera.

Hay que preparar la comida​​ 

antes de la hora del trabajo​​ 

y luego habrá que dormir​​ 

al menos lo mínimo​​ 

como para que tu cerebro comPARTIDO

se regenere un poco.​​ 

 

Hoy tampoco se va a escribir el poema

hoy tampoco vas a encontrar​​ 

la palabra más preciosa​​ 

que defina​​ 

lo que siempre ha estado allí​​ 

esperando ser visto para brillar.

 

Hoy tu vida no cambió

el próximo lunes sin falta.​​ 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Clases de natación

 

Tu instructor de natación​​ 

también se cansó de ti.​​ 

Nunca pudiste pasar​​ 

del área de la piscina​​ 

en la que sabías que tus pies​​ 

aún podrían tocar el suelo.

Incluso llegaste a ahogarte de miedo​​ 

cuando el agua te llegaba apenas a los tobillos.

Ese día saliste corriendo a media jornada

derrotada​​ 

otra vez.​​ 

 

Aún así sabes​​ 

que cuando puedas moverte​​ 

por debajo del agua​​ 

algo se va a romper​​ 

algo se va a liberar​​ 

y te sentirás​​ 

más ligera​​ 

o quizás no.​​ 

 

Quizás seguirás siendo

un pez de tierra

fantaseando con el momento

en el que te atrevas a sumergirte​​ 

y brote de ti​​ 

la bioluminiscencia.​​ 

 

 

 

 

 

 

 

 

¿Dónde lloran las mujeres?

 

En la ducha

donde siempre ha llorado tu madre ​​ 

para que su niñita no la vea.​​ 

 

En la cocina

el único espacio de la casa

en el que pueden estar solas.​​ 

Evitan llorar​​ 

picando la cebolla

porque la escena se volvió un cliché​​ 

que hasta los hombres conocen.​​ 

 

Caminando

rumbo a una diligencia intransferible

a un compromiso urgente

una cita consigo mismas

para poder llorar en paz.​​ 

 

En la cama

no sin antes haberse asegurado​​ 

de darse bien la vuelta​​ 

y no emitir ni un solo ruido

para que el de al lado piense que están dormidas.​​ 

 

En el autobús​​ 

justo a la hora dorada​​ 

  • porque todas sabemos bien

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ que ese es el momento del día

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ en el que más sentimos

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ ​​ el anhelo de lo inasible -

con un vallenato de fondo

que no deje a nadie escuchar​​ 

cómo se chupan los mocos.​​ 

 

Mirando una novela

romántica

patética

o la más trágica de todas​​ 

que permita justificar​​ 

un llanto descontrolado.

 

Luego están las que no lloran

porque no saben cómo​​ 

mucho menos dónde.

 

Afortunada tú

que lloras en el poema.​​ 

 

 

 

 

 

 

 

Tus sueños ya no están contigo.

Se quedaron atrapados

sin voz ni oxígeno

en una caja sellada

con interminables franjas de cinta adhesiva​​ 

debajo de tu vieja cama

en la casa de tu madre.

 

Se quedaron parados

frente al rayado

mirando a un semáforo

eternamente en rojo

en la Av. México.​​ 

 

Se quedaron estancados

flotando en el agua de tu playa favorita

la que no tiene olas

donde podías flotar por horas

sin miedo a ahogarte

pensando en tus sueños.

 

Se quedaron en la cima de la montaña que presumes

ese día que quisiste gritar cuando llegaste

como en las películas

pero te dio vergüenza

con los demás transeúntes.

 

No supieron descender

y tú te fuiste​​ 

cerro abajo​​ 

sin sueños

con un grito guardado​​ 

sin luz ni oxígeno

debajo de tu vieja cama​​ 

en la casa de tu madre​​ 

parado frente al rayado​​ 

mirando a un semáforo

eternamente en​​ rojo.

 

 

 

 

 

 

 

Toda tú eres miedo.

 

No hay un rincón de tu cuerpo​​ 

que se salve

que te salve

de lo que sabes inevitable.

 

Prefieres nunca abrir esa puerta.

Sabes que es mejor no salir

y que nadie pase.

 

Cuidas tu dolor

como el tesoro más precioso

el alivio

de que al menos algo​​ 

todavía es solo tuyo.

 

Pero te rehúsas a escribir sobre lo que duele.

Quieres escribir lo hermoso

relatar el hallazgo de un milagro

rendirle homenaje a Mary Oliver

tributar, como ella, al brillo de las cosas.

Tachas el poema entero

y vuelves a empezar:

 

Soy el árbol y soy el cuerpo que cobija su sombra.

Soy la paraulata y soy la sabana que la contempla.

Soy la hoja y soy la mandíbula de la hormiga que la transporta.

Soy el único rayo de luz que irrumpe en la casa oscura

y soy también la casa

dejándome atravesar por la vida. ​​ 

Soy el poema y la que escribe.

La soledad es imposible.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

***

 

 

Pamela Rahn / Luis José Glod / Milagro Meleán / Carlos Katán / Jesús García / Érika Manoche Barreto / Yéiber Román / Ana Mirabal Mujica / José Mestre Michela Lagalla / Kaira Vanessa Gámez /  Ricardo Sarco Lira /  Sofía Crespo Madrid / G. Galo / Alejandro Indriago / AnCe Jesús Zamora Maneiro Hamid El Sayegh / Jesús Montoya / Ariana Mathison / Soriana Durán / Carlos Iván Padilla / Paola Alzuru / Stephani Rodríguez / Rogelio Aguirre /  Valentina Diaslara / 

 

 

Librería

También puedes leer