Presentamos un poema de la norteamericana Kim Addonizio (Washington, 1954) a propósito del día de Halloween, que pertenece a su libro Dímelo (2000) publicado en español por Valparaíso Ediciones tanto en España como en México. Se trata de una reelaboración muy interesante de la película La noche de los muertos vivientes. La traducción corre a cargo de Andrea Muriel. La fotografía es de Rayo Reyes Osorio.
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NOCHE DE LOS MUERTOS, NOCHE DE LOS VIVIENTES
Cuando los muertos emergen en las películas son espantosos
y lentos. Se tambalean mientras trepan la colina hacia la granja
como borrachos regresando a casa desde un bar.
Tal vez sólo desean recostarse dentro
mientras algún cuarto da vueltas alrededor de ellos, tal vez esa es la razón
por la cual golpean las ventanas mientras los vivos
las tapian con tablas de madera y cuentan cartuchos.
Los vivos tienen planes: dirigirse a la pick up estacionada
en el patio, conducir como locos hasta el pueblo más cercano.
Los muertos con sus agujereados cerebros,
sus extremidades colgando y sus corazones rotos,
están cansados de todo eso. Ellos prefieren tropezar
a ciegas a través del campo hasta colapsarse
con un árbol, o caer a través del marco de la puerta
como si fueran la puerta misma, librándose de sus bisagras
y cayendo en seco sobre la loseta. Así es la vida
para un muerto: amm, amm, amm
hasta que olvidas tu nombre, tu propia cara
apestosa, la razón por la cual despertaste sobresaltado
en primer lugar. ¿Por qué estás aquí,
qué es lo que has estado esperando, mientras te recuestas
en tu ataúd como un tonto clarinete?
Ahora lo sabes. La canción de fondo no hace más que deprimirte
y los vivos te detestan. Acércate
y te mostrarán cuánto. Amm, amm, amm,
te mataron de nuevo. Gracias a Dios que esta vez
están quemando tu cuerpo, gracias a Dios
que ya no pueden arrastrarte nunca más
excepto en pesadillas, repeticiones nocturnas
en las que levantas la tapa, y gateas hacia afuera
de nuevo, y comienzas a trepar la colina hacia la casa.