El eterno femenino en la obra de Víctor Manuel Mendiola

Presentamos una reseña que Fernando Salazar Torres escribe a Tu mano, mi boca. 59 variaciones sobre un plato (Práctica Mortal, 2017) del poeta, ensayista, editor y traductor Víctor Manuel Mendiola (Ciudad de México, 1954). En el 2005 obtuvo el Premio Latino de Literatura, por su libro de poemas Tan oro y Ogro, otorgado por el Instituto de Escritores Latinoamericanos de Nueva York. Primer premio en la categoría de novela del Certamen Internacional de Literatura Letras del Bicentenario “Sor Juana Ines de la Cruz” 2010. Dirige la editorial de poesía El tucán de Virginia.

 

 

 

 

 

 

El eterno femenino en una obra de Víctor Manuel Mendiola

 

 

Tu mano, mi boca. 59 variaciones sobre un plato (Práctica Mortal, 2017) tiene la impresión, en apariencia, de ser más un libro de aforismo que de poesía, por la brevedad, el carácter de sentencia y el impacto inmediato provocado en el lector, no obstante, es un verdadero libro de poemas en prosa, breve, compacto aunque el libro, en su totalidad, constituye un poema extenso. El poemario en cuestión suma diferentes tradiciones de la poesía mexicana: el poema de largo aliento, el poema en prosa, el estilo confesional, el poemario en su unidad temática, semántica y de impresión, además, sobre sale el tema amoroso. Quiero señalar este último rasgo asociándolo con el eterno femenino cuyo origen y desarrollo puede registrarse desde los trovadores franceses y españoles de los siglos XII y XIII. Víctor Manuel Mendiola cifra como eje poética la figura de la mujer como la dadora de vida, quien redime al poeta en su soledad y angustia. Existe una causa o motivo para asumir tal aspecto: la pérdida o el abandono amoroso.

            El plato es el elemento material que encarna la ausencia de la mujer, es el recuerdo de los distintos escenarios que en algún momento fueron compartidos; el plato objetiva la subjetividad universal del eterno femenino. Las variaciones del plato son metáforas, analogías y asociaciones que vinculan el amor, el erotismo, la evocación, el desconsuelo, la desesperación, el recuerdo, la sexualidad del poeta con la mujer amada. Sin embargo, también persisten otras maneras de asociación, tales como la taza, el vaso, la botella, el tenedor y la cuchara; esto es notable, porque lo cotidiano de tales cosas, además de suceder al interior de la casa o el departamento, analogía del yo interior del poeta que se habla a sí mismo, como si fuera un monólogo —lo cual sería, también, otra característica del poemario, ser un monólogo—, alcanzan un nivel metafísico mediante la expresión sencilla, clara, manifiesta, sin adornos ni hermetismo.

            Por otra parte, resulta significativo aclarar el título. La mano pertenece a la mujer y la boca al poeta. Ello puede sugerir el cuidado, como símbolo maternal, o bien, el poder impuesto de la mujer sobre el enamorado como una manera de hechizo o embrujo cuando a veces es un amor no correspondido, tal como el poeta escribe en la variación dos: “Un plato es una mano abriéndose en su pozo para recibir o para arrebatar” (Mendiola, 2017: 18). De igual modo, el plato representa el desamparo y terror escrito así en la variación 21: “Hay una sombra blanca en el plato, una pálida sombra en el pulido pozo. Un fantasma que me mira todos los días en la cerámica” (Mendiola, 2017: 37). Es decir, el plato tiene diferentes niveles de significado, pues, tanto significa diversos sentimientos, de felicidad o desamor, como estar en vínculo con el cuerpo femenino, asimismo figurar la vida y la muerte.

            El poema, en su lectura completa, provoca una extrañeza a causa de su estructura, pues si bien el contenido o tema es frecuente en la literatura universal, amor-desamor, la forma en nada se parece al yo lírico de la poesía amorosa, pues la idea consiste en despojar al tema de su carácter grandilocuente o pomposo, y dotarlo de lo cotidiano y espontáneo

            Tu mano, mi boca. 59 variaciones sobre un plato, de Víctor Manuel Mendiola, aborda un tema clásico, la mujer como el eterno femenino, que salva al poeta, según la vieja tradición del medioevo, incluso reinventada en la poesía moderna del siglo XX tal como ocurre en Altazor, de Vicente Huidobro, no obstante el tratamiento de la obra que ahora se presenta se combina con envolturas de la vida diaria, acompañadas del confesionalismo, que está más próximo a la narrativa que a la poesía, con el talante de la síntesis.     El lector puede encontrar en este poemario a un autor que busca la experimentación de estilo, la suma de diversas tradiciones evitando la copia, y un interés por la búsqueda de la variación de una temática universal.

 

 

 

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