Si el río abriese los ojos: Antología de la continuidad. Es una selección que reúne voces de poetas venezolanos nacidos a partir de 1990. La muestra nos invita a reflexionar acerca de las diversas identidades que se presentan en la poesía actual venezolana. La escogencia del título rinde homenaje a dos voces que dejaron una huella fundamental en el panorama más reciente de la vida literaria del país: César Panza, con su verso Si el río abriese los ojos qué viera, y Caneo Arguinzones cuando dice que Haber retrocedido al abismo ha convertido la continuidad / en una festiva alabanza. César nos devuelve la pregunta de la identidad sin pretender abrirnos los ojos, sino buscando que habitemos con él la pregunta; defiende lo auténtico mientras nos habla de la impermanencia. Caneo plantea una vivencia corporal que enfrenta a la muerte, pero que, en un detenerse, busca la continuidad de la vida como una “festiva alabanza”. Estos autores y referentes, por siempre jóvenes, son voces desenfadadas, discontinuas, navegantes de lo incierto en el río identitario, vitales, como las que presentamos a continuación.
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María Alejandra Colmenares (Caracas, Venezuela, 1996). Gerente en Beatriz Gil Galería. Tesista de Letras en la Universidad Católica Andrés Bello. Poemas de su autoría han sido publicados en los portales digitales de Revista Cantera, Revista Desorden, Revista Canibalismos, en la publicación impresa y digital de Revista CasaPaís; así como en Aún le ora a los dioses que le abandonaron, antología de poesía venezolana - 8va edición del fanzine de la FLIA Caracas. También ha sido publicada en la antología Liberoamericanas, 80 poetas contemporáneas, Editorial Liberoamérica (Argentina y España, 2018), pertenece a la antología Todas las mujeres (fulanas y menganas), Editorial Funcionarte Books (2018, Miami) y a las antologías V y IX del Concurso Nacional de Jóvenes Poetas Rafael Cadenas (2020 y 2024, Venezuela).
Poemas pertenecientes al poemario inédito Arboleda (2015)
(Sahuario [Carnegiea gigantea])
I
Bueyes negros
sofocan mi piel
prendidos bajo la luna
en la inmensa llanura.
II
Termina la tierra.
Diviso desde mis pares
su filoso declive.
Desde el fondo
surge un espejo circular
refleja el brillo frío de los fuegos
y los árboles nacarados.
III
Espacio en que existo
solo escucho
un sólido bloque de aire.
Uno solo permeando mi cuerpo.
IV
Un ángel se acerca a mi voluntad
susurra palabras a mi oído
las rechazo:
es mi silencio.
V
árboles negros
árboles blancos.
VI
El árbol verde se oculta debajo.
VII
Profundizo los médanos
el delirio metálico
me permite volar.
VIII
Abro mis piernas
expulso las semillas.
IX
Mi piel grisácea titila
he encarnado las piedras
Sirio Canopus Aldebarán.
Mis fauces expulsan
un vapor lumínico
guía este cuerpo enceguecido
por su propia ruina.
X
Era muy joven
cuando empecé a andar con los corderos,
En mis dedos enredaba
alguna palabra.
Aprendí a llorar desnuda
en los pastizales
y grité mi nombre.
XI
El giro me permitió la hora.
XII
Se me concedió el movimiento.
La contemplación es un látigo
y estoy yo.
XIII
He estado aquí.
La abundancia de la inercia
mece mi cuerpo
me alimenta la sangre del tiempo
la herida tibia de su pecho.
XIV
He dado a luz a todas las bestias.
El horror es manso
reposa su hocico sobre mi pecho.
XV
He conjurado frente a los aros.
He dado mi voz como tributo.
He despojado mi carne de memoria.
He puesto en sacrificio cada paso.
XVI
Fui liebre cobre arroyo luna aullido principio.
Principio de todo tiempo
estaca en medio del mar
tierra rojiza amparo lunar.
XVII
Lo supe todo.
XVIII
Plegaria tu nombre plegaria.
XIX
Fundo las orillas del macizo
se derrite el veneno
sobre todos los soles.
XX
Partir:
abandonar la posibilidad
fragmentar la historia en dos.
O
(Olivero [Olea pallida])
Voy a morirlo todos los días
a clavarme esta vara de olivo
rayo de fuego
y a atravesar el centro del aire
:voy a quebrar la esfera
y reunir los accidentes de la forma
Lengua de humo
(Mirra [Commiphora myrrha])
Soy el mismo aún, que temeroso,
te preguntaba a veces quién eras.
Después de cada ocaso
estoy herido y huérfano
pálido, desligado de todo₁
puedo lejanamente mirar mis pies rasgados
reducir mi pecho bordeando el abismo
confieso
—frente al fuego de un cigarro
emulaciones oscuras de palabra
lengua de tierra
impedida y angustiada—
que estoy rendido
tras estos párpados
insomne
soy el dios de mis dioses
ante la copa del cielo
su piel es mi piel
arrojado a las manos arboledas
quinéticas por el humo de los tiempos
devuelto al fuego
me vuelvo a la calada
confieso
reducido
fuego en cara
un aliento nervioso
que estoy rendido
ante la sospecha
de sentir la herida
y no verla.
Resquicio
[Mangle rojo (Rhizophora mangle)]
A Emmanuel Ferreira Puigmartí
І
«Divisé al pisar la frontera, la lumbre del asilo, y corrí a agazaparme a los pies de mi dios. Su imagen sedente escucha con los ojos bajos y sonríe con dulzura» José Antonio Ramos Sucre
La criatura sangrante nace aturdida
es el primer hombre
el único que se sabe
expulsado por la cúpula regente
frágil atado
hilo del resquicio
su primera palabra se desparrama como flor marchita
Todos los días están volviendo
se contemplan resquebrajados unos a otros
y duelen
en la resaca del sueño
hunde surge de una laguna antigua
en la gloria de un eco
donde todos los hombres han muerto
y donde el añil acalla angustias
sin algún remordimiento
la convicción irredimible en la vida
El Uno herético se siembra insinuando el movimiento
oculta las sospechas
clama a su dios y llora
Rasga la tierra el primer hombre
fugitivo de su sombra
deslizado entre los pájaros sólo se oye y sólo se mira orando con la carne
sólo se invoca
apenas nomina qué dios, qué origen, qué quién
y sólo se abrasa
el primer hombre se arranca de la tierra y aja sus manos que lloran
lloran lloran
La lágrima de fuego sólo se apaga en el hundimiento
cuando todo caiga
en el deshilachado vientre del mundo
y cuando todo esté libre del frágil párpado y de la blanda carne
uno es cien y mil y nada
y el Uno sabe que cuando hubo la muerte:
todo era.
ІІ
Tras los arcos
fríos están los pozos de sangre
que un día enardecieron
al punzar aquellas ciruelas
blandiendo en vano las dagas como cuernos de ciervo anciano
El sigilo
abre de a poco esta zanja
se desparrama sobre todas estas manos que lloran
lloran lloran
Se dilata un ahogo
perpetuo en la laguna tibia
donde estas ruinas se sostienen solas y el eco
es una O que se repite
Nos hendimos en el vino
del cuerpo desconocido
la putrefacción del herético
y en la piel que se devela
Silentes damos cara a la respuesta
y mordisqueamos la última palabra
antes que fugue
Entonces la furia no resiste:
ya está todo dado
y en todo, el presente que se desliza
blando proteico
Hemos de acallar protestas bajo los párpados
hundir nuestra estirpe
el quiebre de los cráneos
en la gloria de nada.
La suplencia de la altivez
es entregar el nombre la letra la hora.
El secreto es la no-cura
comerse hasta ya no quedar:
la salvación es rendirse
y caer suavemente tras el resquicio.
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