Dossier Paul Celan: Una canción en el desierto

En esta nueva entrega de nuestro Dossier Paul Celan preparado y traducido por Roberto Amézquita, presentamos Ein lied in der Wüste [Una canción en el desierto], poema inaugural de La arena de las urnas (1948), primer libro de Paul Celan.

 

 

 

 

 

 

 

El primer poema del primer proyecto de libro de Paul Celan es ya una canción en el desierto, nuestro poeta parte en éxodo en su vasto desierto personal. El canto sucede en Akra y utiliza así, la etimología imposible o la etimología personal y soñada de aquella región semejante a Acre (en el actual Israel, עַכּוֹ) Pero ni es la Aak de los jeroglíficos egipcios, ni aún la transliteración más antigua del nombre de la región en acadio o en la biblia hebrea Akka o incluso Acco, Ache, ni aún Ocina. Sino Akra, acaso porque es el Akra interior de Celan; un universo terrible y maravilloso, la tierra prometida sin promesa en la que sofocado en el vacío está el milagro.

Roberto Amézquita

 

 

 

 

 

UNA CANCIÓN EN EL DESIERTO

 

Una corona fue trenzada con el follaje negruzco en la región de Akra:
de allí arranqué sobre el caballo azabache en giro y arremetí contra la muerte con la espada.
También bebí en cuencos de madera las cenizas de las fuentes de Akra
y fui, con la visera abajo, a toda carga contra los escombros de los cielos.

Porque muertos están los ángeles y ciego quedó el Señor en la región de Akra,
Y no queda nadie, que me socorra en el sueño de los que aquí reposan.
La luna fue resquebrajada en pedazos, la pequeña flor de la región de Akra:
tan floreciente, semejante a las espinas, las manos con anillos oxidados.

Así que al final debo inclinarme para el beso cuando rezan en Akra…
¡Oh maligna cota de maya de la noche, la sangre se filtra por sus argollas!
Me convertí entonces en su hermano sonriente, el querubín de hierro de Akra.
Así pronuncio el nombre todavía y todavía siento el fuego en las mejillas.

 

 

 

 

EIN LIED IN DER WÜSTE

 

Ein Kranz ward gewunden aus schwärzlichem Laub in der Gegend von Akra:
dort riß ich den Rappen herum und stach nach dem Tod mit dem Degen.
Auch trank ich aus hölzernen Schalen die Asche der Brunnen von Akra
und zog mit gefälltem Visier den Trümmern der Himmel entgegen.

Denn tot sind die Engel und blind ward der Herr in der Gegend von Akra,
und keiner ist, der mir betreue im Schlaf die zur Ruhe hier gingen.
Zuschanden gehaun ward der Mond, das Blümlein der Gegend von Akra:
so blühn, die den Dornen es gleichtun, die Hände mit rostigen Ringen.

So muß ich zum Kuß mich wohl bücken zuletzt, wenn sie beten in Akra . . .
O schlecht war die Brünne der Nacht, es sickert das Blut durch die Spangen!
So ward ich ihr lächelnder Bruder, der eiserne Cherub von Akra.
So sprech ich den Namen noch aus und fühl noch den Brand auf den Wangen.

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