El Rubaiyat de Omar Khayyâm: Edición heterónima de Ricardo Reis

En Círculo de Poesía Ediciones hemos publicado en traducción de Mario Bojórquez, El Rubaiyat de Omar Khayyâm. Cuartinas, una edición heterónima de Ricardo Reis que incluye textos de Vicente Guedes, Bernardo Soares, Alexander Search, Fernando Pessoa, Edward Fitzgerald y del propio Ricardo Reis. Como invitación a su lectura, presentamos aquí uno de los textos de Vicente Guedes, así como algunas cuartinas del propio Khayyâm, de Fernando Pessoa y de Ricardo Reis. Puedes encontrar el libro en nuestra librería en línea, así como en todas las librerías El Péndulo y en Círculo de Poesía Libros.  

 

 

 

 

 

 

 

OMAR KHAYYÂM

 

El tedio de Khayyâm no es el tedio de quien no sabe lo que hace, porque en verdad nada puede o sabe hacer. Ese es el tedio de los que nacieron muertos, y de los que legítimamente se orientan hacia la morfina o la cocaína. Es más profundo y más noble el tedio del sabio persa. Es el tedio de quien pensó claramente y vio que todo era obscuro; de quien midió todas las religiones y todas las filosofías y después dijo, como Salomón: “vi que todo era vanidad y aflicción de espíritu”, o como, al despedirse del poder y del mundo, otro rey, que era emperador, Septimio Severo: Omnia fui, Nihil Expedit “Fui todo; nada vale la pena”.

La vida, dice Gabriel de Tarde, es la búsqueda de lo imposible a través de lo inútil; así diría, si lo hubiese dicho, Omar Khayyâm.

De ahí la insistencia del persa en el uso del vino. ¡Bebe! ¡Bebe! es toda su filosofía práctica. No es el beber de la alegría, que bebe porque más se alegre, porque sea más ella misma. No es el beber de la desesperación, que bebe para olvidar, para ser menos él mismo. Al vino se une la alegría, la acción y el amor; y hay que reparar que no hay en Khayyâm nota alguna de energía, ninguna frase de amor. Aquella Sàki, cuya figura grácil entrevista surge (pero surge poco) en los Rubaiyat, no es sino la “muchacha que sirve el vino”. Al poeta le agrada su esbeltez, así como la misma forma esbelta del ánfora, donde el vino se contiene.

La alegría habla, del vino, como el Deán Aldrich: (…)


La gente tiene, a mi ver
Razones para beber:
Ya sea un brindis, un amigo,
O la sed, su desazón,
O por tenerla consigo,
O cualquier otra razón.


La filosofía práctica de Khayyâm se reduce pues a un epicureísmo suave, degradado hasta el mínimo del deseo de placer. Le basta ver rosas y beber vino. Una brisa leve, una conversación sin intención ni propósito, una copa de vino, flores, en eso, y en no más que eso, pone el sabio persa su deseo máximo. El amor agita y cansa, la acción dispersa y falla, nadie sabe saber y el pensar todo lo empaña. Más vale pues cesar en nosotros de desear o de esperar, de tener la pretensión fútil de explicar el mundo, o el propósito estulto de enmendarlo o gobernarlo. Todo es nada, o, como se dice en la antología griega, “todo viene de la sin razón”, y es un griego, y por tanto un racional, quien lo dice.

*

Nos quedaremos indiferentes ante la verdad o la mentira de todas las religiones, de todas las filosofías, de todas las hipótesis inútilmente verificables a las que llamamos ciencias. Tampoco nos preocupará el destino de la llamada humanidad, o lo que sufra o no sufra en su conjunto. Caridad, sí, para con el “prójimo” como en el Evangelio se dice, y no con el hombre, que de él no se habla. Y todos, hasta cierto punto, así somos: ¿qué nos apena, al mejor de nosotros, una masacre en China? Pero nos duele, al que menos se piense de nosotros, la bofetada injusta que vemos dar en la calle a un niño.

Caridad para con todos, intimidad con ninguno. Así interpreta Fitzgerald en un pasaje de una nota suya sobre un asunto de la ética en Khayyâm.

Recomienda el Evangelio amor al prójimo: no dice amor al hombre o a la humanidad, del que verdaderamente nadie podría ocuparse.

Se preguntarán tal vez si hago mía la filosofía de Khayyâm, tal como aquí, creo que, con justicia, la describo de nuevo e interpreto. Responderé que no sé. Hay días en que esa me parece la mejor, y hasta la única, de todas las filosofías prácticas. Hay otros días en que me parece nula, muerta, inútil, como un vaso vacío. No me conozco, porque pienso. No sé pues lo que verdaderamente pienso. No sería así si tuviese fe; pero también no sería así si estuviese loco. En verdad, si fuese otro sería otro.

Más allá de estas cosas del mundo profano, hay, es cierto, las lecciones secretas de las órdenes iniciáticas, los misterios declarados, tanto secretos como velados, si se representan en ritos públicos. Está oculto o medio oculto en los grandes ritos católicos, ya sea en el ritual de María en la Iglesia Romana ya sea en la ceremonia del Espíritu Santo de la Francmasonería.

Pero ¿quién nos dice al final si el iniciado, cuando se introduce y penetra en los misterios, no es sino otra presa avara de nuestra nueva cara de la ilusión? ¿Cuál es la certeza que tiene, si es más firme que la suya la que tiene un loco en lo que es la locura? Decía Spencer que lo que sabemos es una esfera que, cuanto más se ensancha, en tantos más puntos tiene contacto con lo que no sabemos. No me olvidaré, en este capítulo de lo que las iniciaciones pueden suministrar al adepto, por las palabras terribles de un maestro de la Magia: “Ya vi a Isis”, dice, “Ya toqué a Isis: no sé de cualquier modo si ella existe.” El poeta persa príncipe del Tedio, maestro del desconsuelo y de la desilusión.

*

Omar tenía una personalidad; yo, feliz o infelizmente, no tengo ninguna. De lo que soy en una hora a la hora siguiente me separo; de lo que fui en un día al día siguiente me olvidé. Quien, como Omar, es quien es, vive en un solo mundo, que es el externo; quien, como yo, no es quien es, vive no sólo en el mundo externo, sino en un sucesivo y diverso mundo interno. Su filosofía, aunque quisiera ser la misma que la de Omar, forzosamente no lo podrá ser. Así, sin que deveras lo quiera, tengo en mí, como si fuesen almas, las filosofías que critico; Omar las podría rechazar a todas, pues le serían externas, no las puedo yo rechazar, porque son yo.

*

¿Por cuál obscura magia ese persa lejano manda tan diversamente sobre nuestras almas? ¿Qué potencia de encantamiento yace viva en la sepultura de su tedio? Ah, es que real o artificialmente, en él o en Fitzgerald a través de él, habló, mejor que en cualquier otro, la voz completa del tedio entero, no el tedio que está cansado de vivir sino del tedio que está cansado de ser. Cansado de ser, no como el Buddha, que reniega de la vida porque es poco, sino de otro modo, el que reniega de la vida porque lo es todo.

*

El arte es un evitar actuar, o vivir. El arte es la expresión intelectual de la emoción, distinta de la vida, que es la expresión volitiva de la emoción. Lo que no tenemos, o que no osamos, o no conseguimos, podemos poseerlo en sueños, y es con esos sueños que hacemos el arte, otras veces la emoción es a tal punto tan fuerte que, aunque reducida la acción, la acción que así se reduce, no le satisface; con la emoción que sobra, que ha quedado inexpresada en la vida, se forma la obra de arte. Así hay dos tipos de artista: el que expresa lo que no tiene, y el que expresa lo que le sobró de lo que tuvo.

*

El gobierno del mundo comienza en nosotros mismos. No son los sinceros los que gobiernan el mundo, pero tampoco son los insinceros, Son los que fabrican en sí una sinceridad real por medios artificiales y automáticos; esa sinceridad constituye su fuerza, y es ella la que irradia hacia la sinceridad menos falsa de los otros. Saber esquivarse bien es la primera cualidad del estadista. Sólo a los poetas y a los filósofos compete la visión práctica del mundo, porque sólo a estos les es dado no tener ilusiones. Ver claro es no actuar.

*

El pesimismo de Omar Khayyâm no es el pesimismo del pesimista escéptico, sino del pesimista que pensó de más. Su “¡Bebe!” es el mandamiento más triste que haya en el mundo. El materialismo aparente es una abdicación delante de la imposibilidad de conocer. Tan es así que, en el materialismo o epicureísmo vulgar, la nota amorosa es lo predominante, en Omar es casi nula: es el vino, no el amor, lo que se busca. El pensador cansado abdica, para decir la verdad, del amor y de la fe, esto es, abdica de la vida.

 

Vicente Guedes

 

 

 

 

Del Rubaiyat de Omar Khayyâm

 

 

1

 

Si de mí dependiera mi venida, nunca habría venido
y si depende de mí, ¿cuándo es que me iré?
Mejor sería que hasta este templo en ruinas
nunca hubiera venido, ni me habría ido, ni habría estado jamás.

 


2

Que sea de doscientos, trescientos o mil años tu vida.
De tu viejo palacio serás fatalmente arrancado.
El sultán y el mendigo del bazar:
Cualquiera de los dos tendrán al final un solo valor.

 

7

¿Hasta cuándo serás un prisionero del color y del perfume?
¿Hasta cuándo perseguirás todo lo horrible y lo bello?
Si pozo del Zamzam tú fueras, o Agua de Vida,
al final serás hundido en el corazón de la tierra.

 


43

 

Toma la copa y la jarra de vino, amigo mío
y siéntate alegre junto al arroyo.
La Rueda Cruel ha hecho de muchas criaturas gentiles
cien copas de vino y cien jarras de barro crudo.

 

 

191

Años como gotas de lluvia en la espalda, humedecen tus días.
Y no hay reposo para el cansado corazón que espera.
Pero si del ubicuo sol un rayo llega sobre las frágiles
lianas de la hiedra, conmovido tu pecho alegra su respiración.

 

 

192

Oh copero, date prisa a colmar mi vaso
antes que el alba sobrevenga,
la existencia es una vigilia nocturna
que pronto acabará, como el carro de mi vida.

 

 

 

 

Del Rubaiyat de Fernando Pessoa

 

 

*

El fin del largo inútil día solombra,
La esperanza que no se dio se escombra.
Que la vida prolija es un borracho,
mendigo que la mano da a su sombra.

 

 

*

Todo cuanto soñé o quise, amando,
El abismo lo engulle en bulto blando
Cuya aérea presencia hace mis sueños.
Mis sueños, como yo, viven pasando.

 

 

*

De la nada venimos y hacia dónde
Preguntamos, y nadie nos responde,
Si verdad y mentira son hermanas:
¿Qué es, que lo evidente nos esconde?

 

 

 

 

De Odas de Ricardo Reis

 

 

*

 

Cada uno cumple el destino que le cumple
Y desea el destino que desea;
          Ni cumple lo que desea,
          Ni desea lo que cumple.


No tengamos mejor conocimiento

De lo que nos corresponde
          Cumplamos lo que somos.
          Nada más nos es dado.

 

 

*

 

Pongo en la activa mente el fijo esfuerzo
          De la altura, y a la suerte dejo
          Y a sus leyes, el verso;

Que, cuando es alto y regio el pensamiento,
          Súbdita la frase lo busca
          Y el esclavo ritmo le sirve.

 

 

 

 

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