Archivo Venezuela: Leonardo Gustavo Ruiz

Leemos, en el marco del Archivo Venezuela que prepara Giordana García Sojo, algunos poemas de Leonardo Gustavo Ruiz (1959). Su libro más reciente es Esto, palabra, eres, publicado por Monte Ávila Editores Latinoamericana en 2023) Actualmente dirige la Revista “Resolana”, de la Escuela Nacional de Poesía “Juan Calzadilla”.

 

 

 

 

 

 

Leonardo Gustavo Ruiz nació (Barinas, 1959)​​ es poeta, ensayista, cronista, narrador y artista plástico. Como ensayista, ha dedicado varios títulos a temas literarios y culturales como​​ Extravíos y direcciones​​ (2004),​​ Leer llano​​ (2005),​​ Palabras de la polis​​ (2005),​​ El alma rural y provinciana de Venezuela​​ (2017). ​​ Sus más recientes libros de poesía son​​ El viaje​​ (Acirema, 2022) y​​ esto, palabra, eres​​ (Monte Ávila Editores Latinoamericana, 2023). Actualmente dirige la Revista “Resolana”, de la Escuela Nacional de Poesía “Juan Calzadilla”.

 

 

 

 

 

***

 

 

 

Del libro​​ Fragmentos de un libro del poeta perdido​​ (2007)

 

 

 

 

La espera

 

La casa donde escribo es tan vieja como este poema

y en sus alrededores los años tardan en cruzar el jardín

¿cuántos granos de arena? ¿cuánta agua del río?

Mas entra, el día menos pensado, una mujer

 

Y se sienta en el borde haciendo la cama

olorosa al velador que hace años nadie rondó

 

¿Cuáles versos escribe y tacha, escribe y tacha?

 

Ella es sutil en su presencia, casi una figura

vaciada de sentido, pero sabe muy dentro de sí misma

lo intuido en los árboles por la época de su amor

 

¿Cuánta tinta ha hecho oscuro su reloj de sangre

para que ella presienta otros pasos en las hojas?

 

La casa está tranquila, ella se inclina para ver cómo

la casa está tranquila y sola

 

 

 

 

 

 

 

 

Del​​ libro​​ Fuera de una simple nostalgia​​ (2009)

 

 

 

 

TANTEANDO LAS PAREDES de las casas

de donde, hace bastantes años,

brotaban músicas, jolgorios que hoy no oye,

el viejo cruza calles, décadas, y borra.

No es que quiera olvidar, pero los muros

no son los mismos. Los otros se han marchado.

Es él quien, de tanto tocar, perdió las claves.

Un viejo sordo ya no busca pistas en el estuco,

relieves hacia el bar, fisuras familiares,

melodías o voces que replicar.

Hace treinta años aún podía creer,

por ejemplo, en ciertas gradaciones,

en cambios para siempre soportables.

El cuerpo, lo que queda del cuerpo

aún hoy lo cree, pero la ausencia,

que no es definitivamente asunto suyo

sino de los demás, se empeña en excluirlo

y él no oye. Él olvida que oía

y sus manos lo engañan.​​ 

No tiene a quien decirle que tampoco ve

y tanteando las tapias de las viejas casonas,

cruza plazas de memoria. Son otras calles,

pero él las va cruzando sin que nadie sepa,

sin que les interese. Y a menos que

se haya ido convirtiendo en un fantasma,

aún hoy él cree creer, mientras los otros,

     los ausentes, no.

 

 

 

 

 

 

 

El chico

 

Juega con la más grande ilusión:

el tiempo de la música

para el cual ni inteligencia, ni datos

ni lo arduo ni lo duro cuentan ya.

En el asfalto, en el jardín, en la ruina

juega. Sólo el juego es importante.

Pero sueña y piensa mientras juega.

Allí comienza a tramarse la madeja

de las tribulaciones, esa esponja del futuro.

Y si el árbol mece sus ramas, y

si el otro tiempo pasa con su garra negra,

el chico juega al adulto, toma el agua

como si de té o de vino se tratase.

Fuma un cigarro de tiza, dispara

una pistola de madera. La trompa

de sus pequeños carros de latón

se besan como hormigas. Y ay!

de repente experimenta un cosquilleo

en el bajo vientre, y el árbol

alarga sus ramas como manos de tigre,

y el tizón brilla en la oscuridad

y el vino se mezcla con la sangre.

Pero el chico aún no cruza el riachuelo

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ que separa

los días inocentes del misterio…

    

a Sebastián

 

 

 

 

 

 

 

Del​​ libro​​ Preguntar al viento si prefiere arena​​ (2020)

 

 

 

 

 

Los basamentos nunca se ven sostener las casas

 

y dices  ​​​​ Sólo el polvo se suspende a sí mismo

mas la presión que lo mantiene y hace flotar o soñar toca

tierra  ​​​​ y esta lo invisible y esto lo infinito  ​​​​ el uno el cero

 

lo seguro

 

 

 

 

 

 

 

 

La poesía no hace tanto ni todo

 

ni nada  ​​​​ Visibiliza el éter su amor

en las veces que es polvo

 

Lo estéril huye de ella como un Yo

del charco engreído

 

Me veo pasar por allá y hace años

esto  ​​​​ palabra  ​​​​ eres

 

 

 

 

 

 

 

Del​​ libro​​ esto, palabra, eres​​ (2023)

 

 

 

 

 

Madrugas a un zaguán

y afuera cruje el resto.

La hojarasca pasó.

Densas sombras huían.

Se oyen huellas de árboles

íngrimos e intactos,

marcas de los sin sitio

para no volver.

Madrugas

y ya se ha escrito esa voz

embebida en los ojos,

lloviznada en un susurro

de primer resplandor.

Madrugas para qué, si ya voló.

 

 

 

 

 

 

Inéditos

 

 

 

 

Cual poeta, por la boca

muere el pez sin ser pescado

aunque no tenga bocado:

muerde cuando no le toca

decir blanda es esta roca,

callada cuando se acaba

de ablandar y hacerse lava

la dureza del acero,

y por dentro es lo más huero

que en desafuero aguardaba.

 

 

 

 

 

 

 

 

Las preguntas llueven amargura,

traen moho a la mesa con su pan

acaecido. Cuánto cuesta un camino,

 ​​ ​​​​ qué largura resulta de vivir

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ en un constante horizonte

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ brisa poco apacible.

Sin embargo una flor habla de reír

y esta brizna cruza el paisaje.

    ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ Sale airosa.

 

 

 

 

 

 

 

 

Se disiparon las motas de nubes.

Eran tapar la corona

del cerro. Se estiraron.

Adviene otro copo al Este

con hebra de venados.

Ese monte volcado en la noche

cruza lo inmenso allá.

 

 

 

 

 

 

 

Soñar un perro muerto, una nube

con forma de sofá para solitarios

y funerales. En fin, una pesadilla

con despertar de alegre comic.

 

Algo complejo desvestir el poema,

darle un sentido

nuevo al artefacto

del cadáver del perro del sillón

en la tristeza del burdel​​ 

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ de la mala poesía.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Una mirada a la poesía venezolana: La tradición que nos une

Isaura Duarte

Giordana García Sojo

Mariajosé Escobar

Oswaldo Flores

Yuri Patiño

Esmeralda Torres

Cristina Gutiérrez Leal

Antonio Robles

Daniel Arella

Benito Mieses

María Alejandra Rendón

Indira Carpio Olivo

Pedro Varguillas

Leonardo Gustavo Ruiz

 

 

 

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